«Vosotros llevadme al Atlético y yo me encargo del resto». Al cierre del mercado veraniego de 2021, Antoine Griezmann (Mâcon, 1991) zanjó así el debate con sus representantes sobre dónde ir una vez decidido que quería abandonar el Barça. Su círculo de confianza llevaba varios días barajando alternativas que creían más sensatas debido al agrio final de su primera etapa como rojiblanco. «Te van a machacar», le repetían. Y tenían razón. Doce meses después, a principios de la Liga pasada, el francés había cerrado un curso de regreso gris, veía desde el banquillo la primera hora de los partidos por un problema contractual y seguía sufriendo la venganza del Metropolitano.
Un momento resume aquel capítulo. En la segunda jornada de la 22-23, tras perder contra el Villarreal en casa, su compañero Mario Hermoso hizo lo nunca visto y se fue directo a por varios ultras que estaban insultando a Antoine en el fondo sur. Griezmann observaba atónito desde la distancia. «No tenía muy claro que todo el lío fuera por él, pero sabía que estaba metido en el ajo. Escuchaba cosas así en cada partido», explican desde el club. Suplente, repudiado por su hinchada, pasados los 30 y tras tres temporadas sin ofrecer su máximo nivel, su carrera como superestrella parecía un recuerdo.
No lo era.
Esta noche, cuando salte al campo para jugar el derbi contra el Real Madrid y pese al irregular inicio del equipo, lo hará aclamado por la grada y restablecido en su lugar natural como uno de los mejores futbolistas del planeta. ¿Cómo ha sido posible semejante redención en el plazo de un año? Todo empezó en Ibiza.
«como con 25 años»
Consciente de que su campaña de regreso había sido decepcionante, en el verano de 2022 Griezmann llegó a sus vacaciones en la isla con un plan: «Tengo que estar como con 25 años». Durante tres semanas, cada mañana entrenó cerca de dos horas. Las instalaciones del Ibiza en Can Misses estaban en obras, por lo que se instaló en un campo de hierba artificial cercano en el que se organizaba un campus para niños. Madrugaba para acabar antes de que empezaran los chavales, firmaba cada día autógrafos a los alucinados parroquianos y repetía rutina al día siguiente. «Nos machacó. Una mañana llegamos, el campo estaba ocupado y nos obligó a improvisar en otro sitio. No perdonó un día», recuerda uno de los amigos que le acompañó en aquella pretemporada autoimpuesta. Funcionó.
«Se incorporó al Atleti como un avión, en la mejor forma de su vida, pero entonces sucedió lo del contrato y llegó la frustración», señalan desde By & For, su agencia. «Lo del contrato» fue una llamada del Barça durante la concentración del equipo en la que se informaba a Griezmann y al club madrileño de que, según una cláusula del acuerdo de cesión por dos temporadas, si el francés jugaba más de 45 minutos en el 50% de los partidos se activaría una compra obligatoria de 40 millones, una cantidad que hoy resulta razonable, pero hace un año se encontraba lejísimos de lo que Miguel Ángel Gil estaba dispuesto a pagar.
Aunque a su alrededor se promovió una venta inmediata a un tercer club, él se negó a escuchar ofertas. Entonces el club dio una orden: se regatearía la cláusula sacándole sólo en las segundas partes. Es más, para evitar riesgos con alargues exagerados, saldría al campo en el minuto 60. Durante dos meses se repitió la inaudita escena: el mejor futbolista del equipo observaba desde el banquillo durante una hora como la temporada se desmoronaba en Liga y Champions. Fue esperpéntico.
«Ninguna otra estrella hubiera aguantado esa situación», reconocen desde el Atlético. Sus íntimos refuerzan esa idea: «Ni nosotros ni Simeone veíamos esa solución, pero a él le dio igual. Nos convenció y empezó a apretar a todas las partes para arreglar el asunto. Como las relaciones entre los clubes no eran fluidas, tomó el mando y actuó como bisagra, hablando constantemente con Gil Marín y Mateu Alemany. Estaba en una misión. Siempre se planteó así su regreso al Atleti. Su vida, su carrera, esto… Es pura resiliencia».
El papel en este enredo del Cholo, su gran valedor y amigo cercano, fue muy discutido por asumir ese maltrato al jugador, pero el círculo del francés respalda al técnico: «Era una decisión por encima de Diego y fue también difícil para él. Ha sido clave en esta recuperación de Antoine. Le ha sabido proteger en todo momento, defendió su regreso cuando nadie más quería, confió siempre en él y ha demostrado que tenía razón». A mediados de octubre, Atleti y Barça acordaron su traspaso definitivo por 20 millones que hoy son calderilla.
Porque, una vez liberado, Griezmann volvió a ser Griezmann. Especialmente a partir del Mundial invernal de Qatar, otro punto de inflexión en esta historia. Al llegar y sin previo aviso, el seleccionador francés, Didier Deschamps, le dijo que no iba a jugar en su sitio sino mucho más retrasado, como interior. Otra situación de difícil digestión para cualquier figura con otro carácter. Antoine no dijo ni mu y cuajó un torneo sensacional. Quienes le conocen bien consideran que para él supuso llegar a meta: «De golpe, todo el mundo recordó lo bueno que es, de la crítica constante se pasó al elogio. Sentía que, tras tantos obstáculos, por fin todo iba bien y volvía a ser feliz».
Cinco entrevistas en cuatro años
La felicidad no es en Griezmann un concepto manido y vacío, sino gasolina. Para ello hay que profundizar un poco en su personalidad. Los bailes y la sonrisa le hacen parecer el tipo despreocupado y abierto que no es. Es emocional y extremadamente introvertido, pero un introvertido social. Necesita amigos de confianza, un círculo que no tuvo en Barcelona, excepto por la presencia vital de su mujer Erika Choperena, heroína de culto para los atléticos desde que pronunció, en el documental sobre su decisión de irse o no al Barça que abrió la herida con la afición, una frase convertida ahora en ley: «En el Atleti puedes entrar en la Historia, allí siempre serás uno más».
Lo cierto es que las dos temporadas de Antoine en el Camp Nou fueron mejores que la idea que ha quedado (18 goles y 12 asistencias la segunda), pero nunca fue feliz. Recibido con recelo en el vestuario y con el agravante del Covid, se sintió muy solo. «Veía todos los partidos del Atleti, teníamos conversaciones muy largas por Whatsapp, lo pasó mal», recuerda un amigo madrileño.
Al llegar a Barcelona, Griezmann y su equipo decidieron elaborar una nueva estrategia. Durante sus últimos años en la primera etapa atlética había estado sobreexpuesto como rostro principal de un equipo finalista de Champions y de una selección campeona del mundo. No era un rol en el que se sintiera cómodo ni que le estuviera ayudando, así que cortó por lo sano: en los últimos cuatro años ha concedido cinco entrevistas. Sin embargo, ha potenciado su marca gracias a una imagen que es un imán para los jóvenes. En cualquier marquesina le encontrarán como modelo de Mango, entre otras marcas. Ese fue el primer paso. El segundo, volver a Madrid.
Antoine no cree en los gestos populistas, así que decidió que su reconciliación con la grada del Metropolitano no llegaría mediante un acto de contrición televisado y coreografiado sino con goles. También asumió que, antes de lo deportivo, necesitaba rehacer lo personal. El rencor de la grada nunca entró en un vestuario que, encabezado por su íntimo amigo Koke, le recibió como si nada hubiera pasado. Curiosamente, el capitán rojiblanco es parte fundamental en otra cuestión significativa en este proceso: la NFL.
Alrededor del fútbol americano, Griezmann ha construido parte de lo que tanto añoró en Barcelona: normalidad, amigos, cercanía… Siempre le han gustado los deportes estadounidenses, especialmente la NBA, pero con la NFL ha subido de nivel. Con Koke, montó una liga fantasy que se toma muy en serio y ha acabado derivando en su plan de ocio favorito de la semana: todos los domingos que el calendario del Atleti lo permite, organiza en su casa una merienda-cena para ver los partidos junto a Koke y otros amigos.
Dos de ellos son los comentaristas de Movistar Rubén Ibeas y Javi López, junto a los que comentó un partido de los últimos playoffs y, con el primero, ha estrenado esta semana un podcast. Ambos señalan algo que dice mucho del Antoine convertido en futbolista total: «La NFL se puede disfrutar muchísimo sin ser experto, pero es un deporte en el que es difícil profundizar porque es tácticamente muy complejo. Hay que estudiar mucho. Él lo ha hecho y lo ha entendido todo. Tiene una inteligencia táctica y unas ganas de aprender increíbles». Vive como juega y, ahora que es feliz, juega como vive.
A 14 goles de Luis
Después del Mundial, Griezmann fue el mejor jugador de la segunda mitad de Liga con 10 goles y 13 asistencias y, a su ritmo, el Atleti fue el equipo que más sumó en las cinco grandes ligas europeas. Este verano, cuando Arabia Saudí sacó el talonario, su teléfono fue de los primeros en sonar. No aceptó ni escuchar. No quiere volver a irse de Madrid, donde intenta mantener toda la normalidad que su profesión permite. Es de las pocas estrellas que lleva sus redes sociales, se encarga de la cena y la cama de sus tres hijos y demuestra su estado de ánimo con gestos que sus íntimos reconocen de inmediato: «Si corre de puntillas, da saltitos y se tiñe el pelo de colores alegres, todo va bien». Además, tiene entre ceja y ceja cumplir el vaticinio de Erika y ser (aún más) Historia del Atleti: con 158, está a 14 tantos de alcanzar a Luis Aragonés como máximo goleador del club en sus 120 años.
En el último partido en casa de la pasada liga, con gol y asistencia del francés para ganar a la Real, la grada del Metropolitano entonó por primera vez un cántico que no sonaba desde 2019: «¡An-toi-ne Griez-maaaaaaann, lololololololo!». «Me escribió desde el vestuario para comentarlo. Para él fue cerrar el círculo, como el final de una película. Lo aguantó todo porque estaba empeñado en que la gente del Atleti le volviera a querer. En ese momento, supo que lo había logrado», explica un gran amigo.
«Vosotros llevadme al Atlético y yo me encargo del resto», dijo. Y cuando ya sólo él lo esperaba, se encargó.