Escribir acerca de Vinicius se ha convertido en un campo minado, una sucesión de adversativas (“los insultos racistas son injustificables, pero…”, “se comporta como un crío en el campo, pero…”, “le pegan mucho, pero…”, “no lo justifico, pero…
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Nico Abad (Madrid, 1970) ha pasado por todas las fases del periodista televisivo. Meritorio en el primer Canal+ como autor, junto a su amigo Antoni Daimiel, de muchos de los vídeos más célebres de ‘El Día Después’. Estrella incipiente del entretenimiento en los tiempos de ‘Lo más Plus’ y Cuatro. Narrador (controvertido) del Mundial de motos y presentador de informativos. Y ahora youtuber con el canal que lleva su nombre, referencial en el mundo de MotoGP, mientras ve el mar desde su casa en Castelldefels.
Has logrado el sueño de montártelo tú mismo, que funcione e irte a vivir a la playa.
Yo no he logrado ese sueño sino que me han obligado a soñar con esto. No ha sido una decisión propia sino forzada. Estaba fenomenal en la televisión, me despidieron de Mediaset y a partir de ahí ninguna tele me quiso. Entonces tuve que recordar una cosa que siempre le explicaba a los estudiantes de periodismo a los que doy clase: ahora la herramienta para hacer periodismo la tenemos a menos de 20 centímetros de nuestra mano y es el móvil. Me apliqué el cuento, monté mi canal y estoy en la quinta temporada ya. La jugada está saliendo, pero no elegí yo.
Fue por necesidad.
Exacto. Me quedé sin un trabajo que estaba muy bien pagado en la tele y, como todavía tengo muchas facturas, tuve que encontrar la manera de sacar dinero por otro lado. Gracias a Dios, estamos en una época en la que estas plataformas te dan una oportunidad de ganarte la vida, con sus pros y sus contras.
Para saber más
¿Qué pros y qué contras?
La contra principal es que aquí no tienes equipo. Las plataformas están diseñadas para que hagas contenido en solitario porque la remuneración sólo llega para que cobre uno. Sin embargo, yo estoy haciendo el camino para intentar que cobremos muchos y crear equipo. Voy un poco a contracorriente y el canal ya lo monté con una agencia. Comencé en Twitch y luego hice un trasvase de todo el contenido a YouTube porque entendí que la audiencia a la que yo me dirigía estaba más allí. En Twitch me sentía vendiendo sombrillas en la montaña, que de repente hay un día de calor, pasa uno y te la compra, pero las sombrillas hay que venderlas en la playa. Y mi playa era YouTube, ahí he encontrado el sitio.
¿Echas de menos la tele?
De la tele echo de menos el dinero, eso por encima de todo. Luego, lo que te comentaba de trabajar con un equipo, una redacción que te corrija, te aprieta, te ayude… Por ejemplo, estoy haciendo ahora un vídeo de todas las lesiones de Jorge Martín, he encontrado 37 y me encantaría contar con algún compañero que pudiera contrastarlo, porque posiblemente sean 36 o 38 y en las plataformas me van a matar. "Nico, otra vez has vuelto a fallar, no tienes ni idea, son 36". Yo tengo que convivir con esto, porque si no te mueres, pero echo de menos tener el apoyo del equipo. A cambio, soy un tío muy casero y trabajar en casa ha sido un descubrimiento que no cambio por nada. Mi ritmo, mis horarios, compaginar con la familia… Lo único que realmente echo de menos es el dinero. Después, ya lejos, la certeza de que lo estoy haciendo bien que te da un equipo. En ese orden.
Al final te has quedado hablando de motos pese a que el recibimiento fue muy hostil cuando narraste el Mundial en Telecinco, ¿por qué?
Al final me he quedado porque es lo que me funciona. Lo que no quería hacer bajo ningún concepto era fútbol. Esto sí que lo tenía claro. Empecé haciendo polideportivo, pero la gente de la agencia me decía: "Nico, si tú pones tu nombre en Google salen motos. Es por lo que más se te reconoce". Y eso es clave para que la plataforma te identifique y te favorezca, los datos en Twitch lo demostraban y cuando pasé a YouTube decidí hacer sólo motor, Fórmula 1 y MotoGP, pero los números de las motos eran mucho mejores. Esto es como si tuviera una pescadería: si en este barrio se vende pescadilla, no traigas cangrejos de río porque no es lo que la gente quiere consumir.
¿Qué papel jugó Ángel Nieto en tu vida?
Tuvo un efecto en mí brutal porque entré en un mundo muy hostil hacia mí y él, desde el minuto uno, me abrió la puerta. Dicen que hay gente que construye paredes y otros que construyen puertas, pues Ángel la construyó y me la sostuvo abierta mientras otros intentaban cerrarla. No es que me explicara las motos, es que me invitó a su casa y me dijo que me quedase a dormir. Fue tremendo, mi gran apoyo en las motos. Era un tío supergeneroso y me trató como mi padre. Esa es la verdad, fue una figura paterna en un momento en que la necesitaba. Desde que falleció, sueño muchísimas veces con él y lo he comentado con su hijo Pablo, que me dijo: "Pues imagínate yo". Ángel no era un tío sólo de motos, era un tío de vida con las cuatro letras en mayúsculas. Estar a su lado era un privilegio y un aprendizaje continuo. Aún me descubro preguntándome un montón de veces. "¿Cómo haría esto Ángel?". Echo en falta poder llamarle.
Narraste MotoGP de 2013 a 2016, ¿por qué fue tan hostil la afición contigo?
El tema es que lo que sucedía en redes, todos esos ataques e insultos, era diametralmente opuesto a lo que me sucedía en la calle. He estado en un restaurante y cuando he ido a pagar me han dicho que un señor había pagado y me había dejado esta nota dándome las gracias por narrar así las motos. En la calle todo era " Nico, tío, cómo mola" y en las redes me deseaban que tuviera cáncer de garganta. Y esto no es una exageración, es literal. Mi interpretación fue que la televisión tiene mucho de hábito y se llevaba mucho tiempo con una narración muy determinada en TVE, mucho más sosegada, y yo entré allí como un elefante en una cacharrería. Narraba pegando gritos porque es lo que me sale cuando veo una frenada fuerte o unas curvas enlazadas. Es que no se entiende la barbaridad que son las motos hasta que las estás viendo en directo. ¡Cómo no vas a gritar cuando ves dónde frenan!
Parece razonable, sí.
Entonces yo todo eso lo llevaba a la cabina y Ángel Nieto me decía: "Tío, a mí es que me pones pila narrando así, tenía que haberse hecho siempre así". Eso es lo que me sostenía porque si miraba las redes… Llegó un momento en que dejé de entrar y no me enteraba. Un lunes por la mañana, a la vuelta de Jerez, me llaman de la Cadena SER y lo primer que pensé fue: "Joder, ¿qué liada habré habré montado esta vez?". Y fue que el rey emérito, por lo visto, me apartó el micrófono porque yo lo metí cuando estaba con Nieto y ni me había dado cuenta de aquello, pero en Twitter se había montado un escándalo. Era una locura aquello. Los fines de semana que no había motos yo también era trending topic porque narraba Lobato la Fórmula 1 y me caía a mí también.
¿Decían que ojalá fueras como Antonio?
Al revés, le decían a Lobato que ya se le había pegado lo malo y estaba gritando como el idiota de Nico Abad [risas].
¿Te afectaba?
Sí, claro que te afecta porque te planteas si realmente lo estás haciendo así de mal. Me preocupaba y lo contrastaba con la redacción y con el resto del equipo de comentaristas, les contaba que estaba siendo una pasada de insultos y que si de verdad la estaba cagando. Ellos siempre me apoyaron y es a lo que me agarré. A ellos y a lo que luego vivía en los circuitos y en la calle donde todo eran elogios y fotos. Al final decidí que no podía hacer caso ni a unos ni a otros y quedarme con un punto medio, pero llegué a tener que mandar amenazas al departamento jurídico de Telecinco muchas veces.
¿Hasta ese punto llegó?
Sí, sí. Llegaron a mandarme un dibujo muy detallado de mi cabeza en una guillotina mientras me daban con un falo gigante. Un puto delirio.
A raíz de los estilos, tuviste una buena bronca hace poco con Ernest Riveras, que fue el siguiente narrador del Mundial de motos.
Él se cabreó porque coincidíamos dando clase en un máster online y la narración que él hacía, para mí, no es la que se debe hacer, no es mi estilo ni lo que yo busco en la tele que me mola. Entonces, un día hice una broma a los estudiantes porque les había dado clase justo antes él y les dije pues yo les iba a decir todo lo contrario. Eso le llegó a él, le sentó a cuerno quemado y montó un lío en redes tremendo con un vídeo al que ni contesté ni voy a contestar porque cualquier cosa que diga se la va a tomar a mal y no merece la pena.
Estuviste en Canal+ desde su fundación en 1990. Daimiel y tú os encargabais de ir por los campos buscando imágenes para el mítico ‘Lo que el ojo no ve’ de ‘El Día Después’.
Otra cosa por la que también se me critica mucho es porque pienso y digo que el periodismo no hay que estudiarlo, hay que aprenderlo haciéndolo. Y es lo que hicimos todos nosotros en aquella redacción de Deportes, donde quitando cuatro realizadores gallegos, todos los demás no teníamos ni idea de televisión. Alfredo Relaño, Carlos Martínez y todos los que tenían experiencia venían de la Cadena SER y ‘El País’ y con ellos estábamos unos cuantos becarios, como Antoni y yo, y Maldini, que llegó con sus cintas de vídeo. Íbamos a los estadios, le decíamos al operador de cámara lo que nos gustaría grabar y la mitad de las veces nos decía que si estábamos locos, que era imposible, que el objetivo no llegaba ahí. Íbamos aprendiendo con ellos. Además teníamos una libertad total para hacer cualquier cosa. Nacho Lewin nos dijo el primer día: "Grabad donde no esté el balón". Y eso lo cogió luego Michael Robinson y lo llevó a una altura narrativa tremenda porque él flipaba con todas esas historias. Crecíamos haciendo un periodismo que no se había hecho nunca en televisión. Lo inventamos nosotros por necesidad y por ignorancia. Fue una época preciosa.
Han pasado 35 años de aquello y la tele deportiva española sigue siendo en un alto porcentaje lo que se inventó en aquel primer Canal+.
Sí, porque unimos cómo vivía la gente el deporte con cómo lo mostrábamos en pantalla. La gente reconocía en la tele las cosas que pasaban en los campos y antes no se veían. No era sólo el seguimiento a Hugo Sánchez para ver si pisaba al defensa o le metía un pellizco, eran historias de aficionados en los campos de fútbol que la gente reconocía como propias. Esa unión entre la gente y el periodismo generó una gran identificación, nos sentían próximos, lo gracioso es que nuestro único mérito es que lo hicimos así porque no sabíamos hacerlo de otra manera.
Corren muchas leyendas sobre el piso que compartisteis durante años Daimiel, Maldini y tú. Hay un libro ahí.
Hay mucha leyenda, pero lo que se puede contar ya lo sabe todo el mundo y lo que no se puede contar tampoco se puede escribir, así que sería un libro intrascendente y va a quedar sin escribirse. Al piso lo llamamos Southfork, como el rancho de la serie ‘Dallas’, y cuando empecé en Twitch hacíamos una vez al mes una sección llamada así. Nos juntábamos los tres a hablar de cualquier cosa, como cuando vivíamos juntos, y eso lo petaba, lo reventaba en números. Lo dejamos de hacer porque las agendas se nos complicaron, pero tenía un efecto nostalgia brutal. Aquellos años fueron muy especiales.
Has hablado antes de Robinson. Cuando acabe está serie, le daré el MVP: nadie genera un elogio general ni medio parecido en el gremio.
Normal, porque ha sido un tío muy importante en la comunicación deportiva en este país. Más que importante, te diría trascendente. Él dio crédito y puso en valor ese periodismo nuevo que nos estábamos inventando. Con un presentador tradicional que no lo entendiera o no lo quisiera, esa revolución habría muerto en ese mismo momento. Pero Robinson le dio cuerpo. Y como jefe y compañero era inmejorable. Nos invitaba a comer dos veces por temporada a todos los reporteros en un restaurante caro, se gastaba un pastizal y nos decía: "Chicos, no me deis las gracias porque yo firmo autógrafos gracias a vosotros". Y como comunicador era sensacional. Nos daba toda la libertad del mundo y luego él lo recogía y lo convertía en oro. Muchas veces traíamos cosas a las que no sabíamos darle el sentido y él le encontraba el chiste y lo hacía brillar. Ha sido un tío definitivo en la comunicación en este país. Eso lo supo ver Relaño en cuanto comentó en TVE el Mundial de Italia 90. Dijo: "Hostia, este pavo que habla medio raro el español, pero es muy gracioso va a ser una estrella" Y lo fichó de inmediato. Relaño también ha sido trascendente en la información deportiva en este país.
Otro que estaba desde el inicio es Josep Pedrerol. ¿Te ha sorprendido su evolución de aquel Canal+ al actual ‘El Chiringuito’?
A lo mejor te sorprendes, pero Pedrerol siempre ha querido hacer ‘El Chiringuito’, también en Canal+. Al menos, lo intentaba. Cuando estuvo presentando con Robinson ‘El Día Después’ se desesperaba: "¡Qué hacemos un lunes por la noche contando lo que ha pasado el sábado! Tenemos que contar lo de hoy". Quería un tío el lunes al Bernabéu a ver qué podía rascar y Michael le decía: "Tranquilo, Pedre, tranquilo, relájate" [risas]. Y Robinson era el que mandaba, pero Josep lo que quería era actualidad, actualidad y actualidad, lo que hace ahora. Y hablaba mucho de su época en la radio, en Barcelona. Era un entusiasta del directo.
¿Por qué te fuiste de Canal+?
Porque Disney Channel estaba abriendo en España, por medio de alguien que conocía a alguien les propusimos un proyecto que les gustó mucho y yo estaba un poco rayado en Canal+ porque quería que me pagasen más. Ya no estaba Relaño, el jefe era Carlos Martínez, entré en su despacho y le dije: "Deberías subirme el sueldo porque si no voy a acabar yéndome". Y me respondió: "Bueno, pues vete". Fue tan rápido que salí casi contento, pensando que no me había puesto pegas, pero a los cinco minutos reflexioné: "Coño, qué cabrón, no ha hecho ni lo más mínimo por retenerme el tío". En ese momento pensé que era un gilipollas, pero ya se me ha pasado y no se lo tengo en cuenta.
Regresaste a la cadena en 2004.
Hice cinco temporadas de ‘La Liga Disney Channel’ y, por las cosas del destino, acabamos grabando el programa en los estudios de Canal+. Allí me vieron los de ‘Lo más Plus’ y Ana García Siñeriz me dijo que necesitaban a alguien de deportes, hice una prueba, les gusté y me ficharon. Me fui de allí siendo un reportero y acabé haciendo cámara en Canal+ gracias a que me fui. Si no, probablemente nunca lo habría logrado. ‘Lo más Plus’ fue un exitazo, hice ‘La hora Wiki’ con Raquel Sánchez Silva, nació Cuatro y entré en el trasvase de presentadores al abierto, allí hice entretenimiento y me rescataron en Los Manolos.
Nico Abad posa para la entrevista en Castelldefels.David Ramírez (Araba Press)
¿No te gustaba presentar concursos?
Sí, era una manera de hablar. Yo estaba flipado con el entretenimiento, muchísima gente trabajando desde un papel en blanco para poner algo en la tele que enganchase, había una energía muy fuerte, muy bestia, gente supercreativa, y tú tenías que presentar eso y estar a la altura. Me encantaba y la audiencia era la hostia, ahí sí te sientes una estrella de la tele… Cuando sale bien, claro, porque si no lo cancelan y el bajón es tremendo. Me estaba enganchando a eso cuando me llamaron de Deportes.
¿Y por qué decidiste volver?
Bueno, yo nunca he tomado decisiones sobre mi futuro. Eso está al alcance de muy, muy pocos en la televisión. Somos trabajadores y cuando tú estás en una empresa y te dicen que quieren que hagas algo, no puedes decir que no salvo que tengas una razón muy grande. Ni siquiera hubo negociación de dinero, me dijeron que pasara a hacer eso y pasé. Elena Sánchez, que era la directora de Cuatro, nos dijo a Juanma Castaño y a mí que Los Manolos estaban funcionando como un tiro de lunes a viernes y, luego, el fin de semana el bloque de deportes se caía. Nos encargó, directamente, copiar a Los Manolos. Lo intentamos hacer y no nos salió, porque no somos ni Lama ni Carreño, pero nos salió una cosa híbrida que le moló mucho a la gente también y ese formato de fin de semana lo hicimos siete temporadas. Fue de las épocas más bonitas mías en televisión.
¿Y la más fea?
Cuando nadie veía ‘Soy el que más sabe de televisión del mundo’ [risas]. Las audiencias son las notas del colegio y hay dos maneras de afrontarlas. Una es estar seguro de lo que haces, pensar que es bueno, que a la gente le va a acabar gustando y darse un tiempo, ir tranquilo. Pero esa teoría confronta con los directores que lo quieren todo ya, ya, ya para vender publicidad y presentar un dato que les ponga como líderes: Casi siempre se impone su versión, claro.
Mediaset compró Cuatro en 2010 y tú te quedaste hasta 2020, cuando acabas saliendo de manera fea. ¿Qué pasó?
Se afeó porque yo creía que tenía derecho a una indemnización y ellos me decían que no, así que decidió un juez y me dio la razón. Después de las motos, volví a informativos, pero ya fue todo raro. Mediaset, por la razón que fuera, empezó a recortar mucho la partida de deportes y salió Lama, salió Juanma Castaño y solo quedábamos Manu Carreño y yo. En 2020 me dijo Telecinco que nos iba a renovar ya el contrato, que acababa en diciembre de 2021, para quedarnos todos tranquilos, pero pasaron los meses y nadie me decía nada. Renuevan a Manu Carreño y siguen sin llamarme, así que subo al despacho del jefe y, cuando me ve, hace contacto visual conmigo y se pira sin decirme nada. Ahí ya dije: "Hostia, mala cosa".
Sí, no tenía buena pinta.
Bueno, pues se quedó ahí. Llegó la pandemia, hice todos los informativos porque teníamos el pase de trabajador indispensable y cuando los jefes se reincorporaron en abril, me dijeron: "Nico, hemos tomado una decisión. Te dijimos que íbamos a renovar, pero no te vamos a renovar. Háblalo con el abogado para ver una indemnización tonta que te quedará". Lo hablé con el que me lleva las cuentas y me dijo que de tonta, nada. Me querían meter un gol por toda la escuadra. Reclamé una indemnización y, aunque aún me quedaban varios meses de contrato y estaba currando normal, de repente un día me dicen que suba al despacho del presidente y me mandaron a casa. Me echaron y les demandé por despido improcedente. Al final les gané, claro.
¿Das por cerrada tu etapa en la tele?
No es que yo la dé por cerrada, es que las teles me han cerrado esa puerta creo que definitivamente. Cuando me despidieron de Telecinco, como sé que los jefes de las cadenas se conocen entre ellos, llamé a los directivos de todas las demás cadenas para que se enterasen por mí y no por la prensa. Llamé a Movistar, Atresmedia y a Dazn, les expliqué lo que había pasado para que tuvieran mi versión, porque sabía que iban a escuchar la otra, y les dije que me molaría seguir trabajando en la tele y estaba a su disposición. Acabábamos de salir de pandemia y todos me dijeron lo mismo: "Hostia, Nico, qué buena noticia. Ahora tenemos una cola de trabajo por sacar que no hemos hecho en pandemia, pero te llamaremos". Esto fue en junio. En septiembre, vuelvo a hacer ronda de llamadas. "Hostia, Nico, sí, sí, sí. Espera al cierre de año, pero seguro que algo podremos hacer. Te llamaremos". No me llaman. Y en Navidad pensé que estarían tiernitos y ya hubo uno que directamente ni me cogió el teléfono. Ahí supe que esto se había acabado.
¿Crees que te pusieron la cruz por la pelea con Mediaset?
No, creo que el problema estaba en que yo era un presentador caro y ninguna cadena me quiso contratar teniendo en cuenta lo que ofrecía y lo que costaba. Al final todas las televisiones funcionan con una escalera de la que yo también he sido parte. Te van formando y cuando te dan el paso a presentar un programa tú siempre eres más barato que el que sale. Entonces, yo ya voy con un caché alto y todos los chavales que han estado durante ese tiempo subiendo la escalera llegan a mi punto costando mucho menos dinero. Empresarialmente no compenso porque no soy un presentador que te da dos puntos de share, eso hay que tenerlo claro también.
¿Lo has pasado mal?
No. Hago un balance superpositivo, tío, porque sigo vivo. ¿Sabes qué pasa? Que tengo grabado a fuego que de bebé estuve a punto de morir. Salí en las revistas médicas como un caso milagroso de recuperación de una deshidratación extrema. Eran los años 70 y me dieron un 90% de no salir y salí. Y tengo una anécdota brutal muchísimos años después con Joaquín Luqui, el mito de Los 40 Principales. Un día coincidimos en los estudios y me escuchó locutar. Al salir, me dijo: "Qué pasión los de deportes. ¿Te importa que te lea la mano?". Yo flipando. Me coge la mano y suelta: "¡Hostia, esto es imposible! Tú te has muerto justo cuando empezó la vida". Y yo, que no creo en esas cosas, aluciné.
Hombre, surrealista es.
Mucho. El caso es que tengo grabado que soy un superviviente desde el minuto cero de vida. O me matas tres veces o no me muero. Voy adaptándome, voy haciendo camino y mantengo la misma ilusión. Me gusta tanto el periodismo que estoy totalmente atado a él. Además no sé hacer otra cosa porque fui a MasterChef y me echaron antes de semifinales. Así que más me vale seguir con esto.
Antes de comenzar esta serie de entrevistas a periodistas deportivos que hoy termina, acordé con Antoni Daimiel (Ciudad Real, 1970) que, como mi amigo más cercano en la lista, iba a ser mi llamada de emergencia. Si alguna semana me dejaban colgado en el último momento, activaría la Daimiel-señal: "En dos horas, en cualquier bar". En un mundo ideal, no sería necesario y la leyenda (a su pesar) que lleva 30 años personificando la NBA en España clausuraría la sección. Contra todo pronóstico, ha sucedido. "Es un honor. ¿Qué has descubierto?", me pregunta.
He descubierto que hay periodistas estrella sinceramente humildes que no quieren aparecer, otros con la piel muy fina que montan guerras imaginarias porque alguien les critique en una entrevista o en una columna, algunos demasiado presumidos como para aceptar el primer plano de la foto y que (para esto necesité múltiples intentos) si quedas con José María García, llévate un libro porque hay serias posibilidades de que no aparezca. También, que la gran mayoría son tipos y tipas normales que sienten devoción por el oficio. Es difícil sacar conclusiones de 55 entrevistas a gente tan dispar, pero ahí van tres: la admiración por Michael Robinson es unánime, Roberto Gómez siempre estaba allí y es increíble la cantidad de periodistas deportivos que aseguran que trabajarían gratis o que han inventado algo.
¿A ti, como lector, qué te ha llamado la atención?
Que el panorama de la profesión es, más o menos, el que esperaba. Ahora el periodista deportivo ya es un personaje y sus opiniones llaman mucho la atención al aficionado, a quien consume a ese periodista deportivo, pero a mí lo que más me ha gustado es que las entrevistas han confrmado la idea que tenía de cada uno de los protagonistas. No ha sido un efecto sorpresa, sino un efecto satisfacción por ver que acertaba en mis valoraciones previas. Y, sí, en efecto, queda claro que el ego es grande en este oficio. Y en parte lo entiendo.
¿Por qué?
Incluso muchos de los que han tenido una carrera merecedora de salir en esta sección han pasado malos momentos y digamos que eso pide una reivindicación cuando se les da la oportunidad. Hay una idea común en casi todos los periodistas deportivos: todo el mundo piensa que ha entregado su vida a esto y que es algo más que una profesión. Quieren reivindicar, diría que hasta lógica y justamente, que se han ganado todo lo que han logrado.
¿Es también más que una profesión para ti?
No [risas]. Para mí ha sido sólo una profesión que, viendo cómo me ha ido, obviamente me ha gustado mucho tener y me ha dado un muy buen nivel de vida, pero he realizado un ejercicio permanente de pensar que es un trabajo como otro cualquiera. Me ha ayudado el hecho de haberla conocido, desde que empecé, poco dignificada comparada con otras profesiones. Al final, uno busca referencias de gente de tu generación y yo veía que mis amigos que habían estudiado Económicas o Químicas, a los cuatro o cinco años de empezar a trabajar, estaban mucho más estables y mejor situados que yo. Eso te hace ver la profesión con todos sus problemas y sus grietas. Es algo que me he esforzado en tener siempre presente, cosa que no he visto mucho alrededor, la verdad. Los periodistas deportivos a los que les va bien han estado en un parque de atracciones sin fijarse en cómo estaba el del llavero de los coches de choque y todo lo que tiene que cargar y arrastrar.
Siempre has sido bastante pesimista con el periodismo deportivo.
Sí y los acontecimientos me siguen dando la razón. Recuerdo que, cuando era muy niño, escuché a uno de mis tíos decir que es mejor ser optimista que pesimista porque, aunque acaben igual, el optimista mientras tanto lo ha pasado mejor. Bueno, pues yo no me lo he aplicado, no he querido dejarme llevar y soy pesimista en general, no solo con la profesión. La mayor parte de las cosas que veo en la sociedad no van como yo esperaba o como pienso que tienen que ir cuando estamos en un proceso teóricamente evolutivo de la especie.
Para saber más
Has ido dejando trabajos estos últimos años.
Sí. No quiero caer en una reivindicación que sería todo lo contrario de las que he leído en tu sección, pero en cierto modo, sin darme importancia ni pretender decir que soy mejor, sí reivindico mi diferencia porque es verdad que es poco habitual que un periodista deportivo deje motu proprio trabajos que económicamente eran muy rentables, como ser analista de la SER yo participar en ‘Colgados del aro’. La gente se asombraría porque eran lugares donde me pagaban muy bien, pero decidí dejarlos precisamente para tener más tiempo para mí. Y no es fácil ni es habitual. Es verdad que tengo el colchón de Movistar, pero tarde en hacerlo incluso un año o dos más de lo que pretendía porque cuesta mucho, la verdad.
Venga, ¿qué has inventado tú?
No he llegado a eso de manera individual, pero sí formé parte de un equipo que creó una manera de hacer deporte en televisión cuando arrancó Canal+, sobre todo con lo que hicimos en ‘El Día Después’. Alfredo Relaño nos mandó a varios imberbes con un operador de cámara a viajar por España y ver qué se nos ocurría. Ahí sí éramos conscientes en tiempo presente de que se estaba haciendo algo nuevo y nos cautivaba, nos entusiasmaba. Luego íbamos viendo cómo otras cadenas, por ejemplo Telemadrid que era muy potente entonces, nos copiaban y eso nos llenaba de satisfacción y nos retroalimentaba para seguir así. Ahí sí tengo esa idea de ser parte de una revolución pero era una cosa colectiva. De esa época, y no porque tenga muy buena relación con él, Maldini sí fue un pionero que inventó algo, el periodista como comentarista. Él rompió esa barrera y yo luego me inspiré bastante en eso cuando cogí la NBA. Soy consciente de que quise tirar por ahí tras ver a Julio.
¿Por qué dejaste de cubrir fútbol?
Se me hacía demasiado selvático el mundo del periodismo de fútbol, había demasiado codazo, y no era fácil sobrevivir. Había que estar con el machete en la mano y yo siempre he buscado un poco alejarme de los conflictos y dedicarme a realizar mi trabajo tranquilo. Siempre pensé que eso era más fácil de conseguir como especialista de otro deporte. Recuerdo que en aquella época aconsejé a Nico Abad varias veces que se volcase en el tenis, que le gusta mucho. Entonces, cuando surgió la oportunidad de dedicarme al baloncesto lo vi como una salida más que digna y, sobre todo, muy saludable.
¿Cómo era por dentro aquella redacción fundacional de Canal+ en la que tantos novatos acabaríais siendo estrellas?
Creo de verdad, y trato de ser justo y que la nostalgia no me condicione, que fue muy bonito y, desde el punto de vista profesional, muy satisfactorio. Se hicieron cosas muy buenas. A veces Alfredo Relaño, que fue el instigador y el líder de aquello, ha hablado de cómo formó aquella redacción y mi sensación es que fue un experimento. No había garantías de continuidad ni de que triunfara ni de que se estableciera. De hecho, todo el mundo pensaba que nadie iba a pagar por la televisión en España, pero, claro, yo tenía 20 años y ni pensaba en eso ni caía en esa cuenta, sólo lo pasaba muy bien y disfrutaba. Esos sí fueron años de disfrutar trabajando, porque eres una esponja, estás en plenitud física y mental, te da igual no dormir, viajar, vas aprendiendo a una velocidad tremenda y además me encantaba la dinámica que estableció Relaño en la que el éxito tenía premio y el error no tenía castigo.
Hombre, algo os exigiría.
Sí, pero desde el sentido común y la comprensión. El verano estuve de becario, en el 91,y me encargaron una serie de cosas, Como todo el mundo se iba de vacaciones y eran muchas, no me dio tiempo de hacerlas todas. Además me quise escapar un fin de semana, que era legítimo cuando iba a trabajar todo el verano. El caso es que un periodista que llevaba varias cosas de las que yo me tenía que encargar, le dijo a Relaño que no había cumplido y que me echara. Relaño me llamó, me dijo que el tipo ese me quería echar y me preguntó qué había pasado. se lo expliqué y creo que le enterneció que yo tampoco me intenté defender, le expliqué mi versión y le dije que si me tenía que despedir, él vería, pero que yo había hecho todo lo que había podido. Un mes después me hicieron contrato. Andrés Montes siempre decía que Canal+ era trabajar en Disneyworld y que él había estado en la colina de la hamburguesa. Era todo bueno, la verdad.
¿Has tenido algún enemigo en todos estos años?
Conflictos directos, muy pocos, prácticamente nada. Ha habido gente con la que obviamente he tenido menos química y he sentido que algunos me han querido perjudicar, no sé si para pasar ellos por encima o porque les caía mal, pero he tratado de seguir mi camino. La dinámica de grupo, el estado de ánimo y todo esto que luego se ha hecho tan académico para los expertos de empresa y los coaches siempre ha sido importante para mí porque, precisamente, creo que fue la clave del éxito de aquellos primeros tiempos. Se pasaba bien, nos íbamos todos a tomar algo después de los programas y nos reíamos. Yo he tratado de llevar eso a todos mis trabajos. No puedo rajar a nivel individual de nadie, aunque tampoco tengo problema en decir quién me gusta más y quién me gusta menos.
¿Quién te gusta más y quién te gusta menos?
[Risas] Te la he puesto botando. Me gusta muy poco lo que se hace hoy en día en el periodismo deportivo, esa es la verdad. Creo que hay mucha gente joven que hace cosas que están bien, lo cual tiene un mérito extraordinario porque es gente que ya se ha criado con un modelo triunfante que para mí es negativo y, normalmente, el que se forma viendo que algo triunfa lo toma como modelo y se piensa que eso es lo que está bien. Hace ya unos años que se ha despenalizado el mal periodismo deportivo y ya todo vale. Incluso se trata de justificar de cualquier manera y de venderlo como un modelo a seguir. Y no, era mal periodismo antes y sigue siéndolo ahora.
Entiendo que te refieres al modelo que ha establecido ‘El chiringuito’.
Sí, pero no sólo ellos, lo ves por todos lados. Hablando de fútbol, que es lo más masivo, me gusta lo que trata de hacer y en muchos casos consigue Miguel Quintana, me gusta ‘La media inglesa’ y me siguen gustando, pero ya me cuesta mucho encontrarlas, las crónicas de eventos deportivos con un mínimo toque estético. En la radio, para qué mentir, todo lo que oigo me gusta poco. Estuve cuatro años en Onda Cero y doce en la SER y pienso que seguramente no di lo mejor de mí. Todo el mundo dice que la radio es mágica, pero yo no encontré el perfil bueno ni he sentido ese enamoramiento loco. No di el máximo nivel, pero precisamente tiene que ver con que no me gusta la mayor parte de las cosas que se hacen en ella.
¿Y en la tele? Trabajaste en Canal+ con los referentes máximos de dos corrientes opuestas: Michael Robinson y Josep Pedrerol.
La trayectoria de Michael Robinson, bien estudiada y estando muy cerca de él en muchos momentos, es realmente apasionante. Es cinematográfica porque él, aunque había jugado en el fútbol español y había hecho el Mundial de Italia en TVE, estaba vendiendo derechos deportivos cuando se le ocurre a Relaño ficharlo y llega bastante virgen. Relaño algo detectó y él, que era un tío muy listo, enseguida va construyendo su imagen. Michael era muy bueno argumentando por qué ese tipo de periodismo que a él le gustaba era el que valía, el que podía perdurar y el correspondiente a una tele de pago. Yo siempre he estado 100% de acuerdo con él en eso, pero creo que sólo se hubiera podido crear algo como lo que supuso ‘Informe Robinson’ por el estatus que él tenía. A ningún otro le hubieran dado ese presupuesto para hacer reportajes sin una recompensa inmediata. Y eso es un logro tremendo porque en el periodismo, como en todo, hay un camino muy sencillo hacia al éxito y otro más intrincado que supone mayores retos y es más difícil. El bueno es el segundo. El otro lo puede seguir cualquiera.
También hay que valer.
Hay que querer. Si quieres, valer es sencillo. En cuanto a Pedrerol, llega desde Barcelona dos o tres meses después de que entre yo e identifiqué enseguida que era un periodista de radio con todas las virtudes y defectos de ese periodismo. Su obsesión era buscar la noticia, lo cual no encajaba mucho con el Canal+ de la época. De hecho siempre hubo diferencias con el resto porque buscábamos cosas distintas. Estuvieron varios años juntos Robinson y él haciendo ‘El Día Después’ y funcionó, aunque muchas veces discrepaban. De todos modos, las mayores audiencias del programa fueron en la etapa anterior, cuando presentaban Robin y el Lobo Carrasco. Dentro de la casa había mucha gente que criticaba al Lobo porque no era un presentador, pero fue otra cosa que se inventó Relaño y funcionó muy bien. poner a dos futbolistas repartiéndose las tareas. Estuve mucho tiempo compartiendo mesa con él, nuestras pantallas de ordenador chocaban, pero nunca encajó del todo allí. Luego ha encontrado y ha construido un modelo más acorde con su personalidad y su manera de entender el fútbol, la profesión y la vida. Y le ha ido muy bien, se ha hecho de oro.
Pero a ti no te gusta.
No. He ido dos veces a sus programas y la primera vez me llamó mucho la atención que, estando en maquillaje, vi el reparto de papeles que hacían antes de empezar. Es más cercano al mundo de la interpretación que al periodismo y el análisis. Esa manera de hacer televisión deportiva ha tenido mucho éxito, es indudable, pero para mí eso no es periodismo. Ellos defienden que sí y, como se ha despenalizado ya todo en esta profesión, tal vez tengan razón y es periodismo lo que diga el que triunfa, pero yo creo que no debería ser así. Está todo preparado y a mí siempre me ha fascinado lo imprevisible. Por eso me cautivaban Andrés Montes y el Relaño que yo tuve de jefe. Con ellos, cada día te podías encontrar algo que ni imaginabas y eso me alimenta mucho. Lo que hace Pedrerol es todo lo contrario, un programa en el que antes de empezar ya sabes lo que va a decir cada uno. Eso sí, a la gente le engancha. La defensa que hacen es que, después de un día muy duro, la gente quiere evadirse y se sienta delante de la televisión a no pensar. Que la gente no piense al verte es una mala defensa. Como consumidor de deporte, mi principal objetivo es que me ayuden a disfrutar y a profundizar, pero entiendo que a lo mejor la mayor parte de la audiencia no busca eso. Es una pena y las consecuencias son graves.
¿Cuáles?
Lo que se ha conseguido es el frentismo absoluto, hasta tal punto de que la política nos culpa y dicen que la política se ha futbolizado. En parte, es cierto.
¿Te hubiera gustado hacer más fútbol o las veces que has metido el pie has salido espantado?
Todo lo que es tremendamente popular y masivo hoy en día te mete en un pozo de conflicto y de frentismo que no me interesa nada. En la época en la que hice de reportero para ‘El Día Después’ no era así y en la radio, tanto con Javier Ares en Onda Cero como luego en la SER, estuve a gusto y he pasado buenos ratos hablando, pero no me gusta que me que me aten, quiero tener la libertad de decir lo que pienso sin que me miren mal y con el fútbol eso es muy difícil. No hay una tolerancia para que puedas pensar lo contrario que la mayoría. Por ejemplo, con el Atlético de Madrid lo he sufrido. Es mi equipo, pero cuando he planteado críticas o dudas hacia Simeone la respuesta ha sido feroz. No me da nada hablar del Atlético en redes y ha habido mucha gente encargada de silenciarme, de que sea tan desagradable poner algo por todo lo que tengo que leer luego que al final decidas no decir nada. Ese ambiente y ese tono no me interesan, no los quiero en mi vida.
De todo eso te salvó la NBA, que ha acabado siendo tu vida.
Totalmente y qué bien, ¿no? Estoy muy contento de que la NBA haya acabado siendo la base de mi carrera pese a que ha sido muy exigente en cuanto a vida, salud y horarios, pero el balance es fantástico. Es una competición a la que admiro de verdad. Mucha gente me sigue diciendo que la defiendo porque vivo de ella, pero eso es relativo. No he vivido de la NBA, he estado en el borde del precipicio en varias ocasiones para dejar de cubrirla, por decisión propia o ajena, y hubiera seguido viviendo, a lo mejor peor, de otras cosas. He tratado siempre de ser libre en mis opiniones. Sobre todo, cuando ha habido una presencia importante de jugadores españoles en la NBA me he negado a ser la voz que trataba de dulcificar todo lo que hacían esos españoles y ponerlo todo por las nubes. He intentado ser bastante justo y poner siempre en valor la competición por encima de los jugadores o de lo que podía importar a determinados sectores. Me ha gustado mucho que desde el primer año vi que la audiencia de la NBA es muy diversa pese al tópico que dice que es para jóvenes. Desde los años 90 me están viendo abuelos.
¿Cómo se convierte uno en estrella saliendo en la tele a las dos de la madrugada?
El secreto es la permanencia. Al estar tanto tiempo, el que más y el que menos me ha visto aunque sea un minuto durante estos 30 años. Además he tratado de no tener demasiadas pretensiones de fama y ha sido muy reconfortante. La NBA es una competición muy rica en noticias, te da recompensas continuamente y tienes muchos temas de los que hablar. Es una gran competición siempre maltratada en los medios españoles porque la gente de orden, que es la que suele mandar, no son seguidores de la NBA porque están en reuniones a las 9:00.
¿Qué sería la NBA en España sin Antoni Daimiel?
Sería más o menos lo mismo. Hubiera estado otro en mi lugar, lo hubiera hecho diferente, cosas mejor, cosas peor, y lo habrían visto los mismos. Soy bastante escéptico con esto, no es una pose. Yo sólo voy a trabajar y lo intento hacer bien, sin más. No soy Montes, que desde el primer partido sabía lo que hacía y que su objetivo era popularizar la NBA con su estilo, su look, sus altos y sus bajos en las retransmisiones. Todo esto eran herramientas que utilizaba porque él quería trascender. Decía que lo había pasado mal en la profesión y quería aprovechar esa oportunidad de la televisión. Lo logró y lo hizo fantástico, pero yo nunca he tenido esos grandes planes.
¿Aún le echas de menos?
Todo el rato. Me encantaría comentar con él cada cosa que ocurre en el deporte, en la profesión y en la vida porque era muy original en sus opiniones y muy gracioso sin pretenderlo. Pienso en Andrés constantemente.
Antoni Daimiel posa para la entrevista en la sede de El Mundo.Elena Iribas
¿Sigues dando vueltas a su muerte?
Sí. Han pasado más de 15 años, pero tengo muy presente aquel día. Era una época en la que nos veíamos bastante y hablábamos prácticamente a diario. Es curioso porque era su etapa en La Sexta y a nivel personal nos veíamos más que cuando éramos compañeros. El martes de esa semana estuvimos cenando en el asador Frontón. Le vi bien y, como hacíamos muchas veces, una vez fuera del restaurante estuvimos en la calle hablando hora y media, riéndonos y tal. El miércoles me llamó cuando yo volvía del trabajo a casa, pero el jueves no y me extrañó porque me llamaba casi todos los días. Como no soy muy proactivo, no le llamé yo, que es algo a lo que luego le he dado muchas vueltas. Pensé que estaría liado...
Y el viernes falleció.
Fue tremendo aquello. A las seis de la tarde, iba a salir, me estaba duchando y sonó el teléfono. Salí mojado y era un amigo para contarme que alguien que conocía a alguien de la agencia EFE, porque Andrés vivía enfrente de su redacción, le había dicho que había pasado algo con Montes. No sabía si era grave, pero andaba por allí la policía. Al principio lo dulcificas y, sabiendo que era un personaje, pensé: "A ver qué ha liado este. Habrá discutido con alguien en el portal o algo así". Seguí con el proceso para salir y a los diez minutos la misma persona me llama y me dice que ha muerto Andrés. Me quedé congelado, sin saber qué pensar ni qué hacer. Me vestí rápido y no se me ocurrió otra que ir a su casa. Acababa de pasar, no era público y me llamó mucho la atención que, no sé si antes que yo o a la vez, el primero en llegar allí fue Roberto Gómez.
Habían sido buenos amigos.
Sí, desde muy jóvenes. Me parece terrible que todavía están por YouTube las imágenes en las que se ve el cadáver de Andrés saliendo en camilla del portal de su casa. Todo fue una conmoción y esa noche, como homenaje, nos reunimos sus amigos a cenar en un VIPs del que había sido cliente habitual porque estaba al lado de la antigua redacción de Antena 3 Radio. El tanatorio se prolongó todo el fin de semana y fue súper confuso. Nadie explicaba nada de lo que había pasado. Yo sabía desde el primer día que trabajé con él que estaba muy delicado de salud porque lo iba proclamando a los cuatro vientos. Año y medio antes le había visto bastante mal, recuerdo siempre que quedé un día a comer con él y le costaba caminar por una patología cardíaca, pero le operaron y mejoró bastante. Sin embargo, en la época de su muerte estaba aparentemente bien. Se creó un clima de confusión, estaban empezando las redes sociales y todo el mundo especulaba.
Hubo muchas teorías de la conspiración.
Ha sido un tema que yo no he querido revolver ni preguntar casi. Prefiero quedarme con su mejor imagen y pensar que su vida finalizó mucho antes de lo que le correspondía, aunque él llevaba años preparándonos. Trece o catorce años antes de su muerte, en un avión a San Antonio, me dijo que tenía las tres enfermedades con mayor causa de fallecimiento en España [cáncer, infarto y diabetes] y yo me pasaba los viajes a Estados Unidos preocupado porque comía demasiado. Se medía el azúcar en sangre, le salía disparado y yo pensando en cómo hacer el trámite de que se me muriera allí [risas]. Era un personaje tremendo. Dos o tres meses después de fallecer, comí con sus hijos y Nelson, que ahora es médico, me contó que estaba bastante molesto por todas las teorías de la conspiración que había y me ratificó que había sido muerte natural.
Te has posicionado a menudo social y políticamente, que es algo que muy pocos periodistas deportivos hacen.
Y me forran y me castigan por ello. Nunca he pretendido mojarme públicamente con estos temas porque no soy un experto y vivimos tiempos en los que hace muchísima falta que de cada cosa hablen los que saben porque si no vamos a ir muy mal. Siempre defendí las redes sociales y ya estoy entrando por el embudo por el que han pasado muchos de pensar que nos quitan más de lo que nos dan de largo. He mantenido muchos años que la cuenta final salía en positivo, que me gustaba lo que aportaban, pero ya no lo creo. Las grandes tecnológicas al final son las dueñas de estas plataformas, de los estados de opinión y de la ideologización de la gente y ni siquiera los países soberanos son capaces de ponerles freno. Entonces, como no experto, nunca he querido hablar de política públicamente, pero hay cuestiones sociales que nos afectan a todos y en las que como ciudadano voy a defender mis ideas.
¿Por qué has dicho que te castigan por ello?
Lo que más me perjudica a nivel de opinión pública es una cosa que ocurrió en ‘La resistencia’ hace seis o siete años. En realidad yo no lo quería contar y mucha gente muy cercana a mí no lo sabía, pero David Broncano me lió con lo de cuánto dinero tienes y, para dar una explicación de por qué tenía poco, se me escapó contar que tenía un piso alquilado que el inquilino no me pagaba hace años y que como la presidenta de la junta de vecinos me decía que eran unas bellísimas personas pues les dejaba seguir allí como una obra solidaria, igual que soy de Ayuda en acción. Lo conté en ese tono afable que tenía el programa, pero me ha traído muchos problemas.
¿De qué tipo?
Se sigue haciendo viral en TikTok un corte bastante sesgado de aquella anécdota y me han amenazado de muerte por ese vídeo. Lo mezclan todo, que si defiendo la okupación, que si la inmigración… Me insultan mucho. Hablar es meterse en un problema, pero obviamente tengo mis ideas y mis convicciones y si alguien me pide la opinión sobre un asunto importante, se la voy a dar porque tampoco voy a estar escondido en una cueva por temor a que haya, como decían las abuelas, otra guerra. Últimamente he pensado bastante sobre esto de las ideologías y el periodismo deportivo.
¿El qué?
¿Por qué en deportes no hay diferencia entre si un medio es conservador, progresista, alternativo, mainstream…? Todos hacen lo mismo. ¿Cuál es el proyecto de los medios deportivos en función de su ideología o de su talante? Ninguno. Son todos iguales, no hay ideas, no hay propuestas, no hay principios. No dice eso mucho bueno del periodismo deportivo.
¿Cómo has llevado una carrera tan exitosa con tan poco ego?
Creo que como he tenido desde el primer día en este trabajo la sensación de estar en el alambre, nunca me he creído nada. Siempre he pensado que me podía caer en cualquier momento porque veía que era una profesión inestable, poco agradecida y poco digna en general. Pensaba: "Aquí cambian de jefe y me quitan" o "cualquier día me agobio y me voy". Además me han dicho tantas veces en los despachos eso de que hace mucho frío fuera que al final cala. Es curioso porque está inseguridad no la he visto mucho a mi alrededor, los periodistas tienden a tener mucha confianza en sí mismos, pero yo no me he permitido nunca pensar que esto me lo he ganado yo o qué bien lo hago cuando a lo mejor al día siguiente estaba en la calle. Y además, como te decía al principio, esta es una profesión como otra cualquiera, no hay ningún motivo para sentirse especial.
Algo te enorgullecerá. Por ejemplo, todos los grandes del baloncesto español, de Pau Gasol a Ricky Rubio, han reconocido públicamente que te admiran.
Mira, hay una cosa que sí amenaza seriamente con alimentar mi ego desde hace unos años. Me encanta y es una sensación muy placentera que vengan a saludarme o a pedir una foto chicos y chicas adolescentes. Vivimos una época de una separación generacional tremenda y ver que aún les llego es una gran satisfacción, la verdad. Cuando sucede, siento que algo habré hecho bien. En cuanto a los jugadores, la lectura que le doy es que llevo haciendo esto demasiado tiempo. Pau, cuando jugaba en los Lakers, contó que de chaval tenía un póster de Jordan porque creció viendo las finales de Chicago comentadas por Montes y por mí. La verdad es que, si lo piensas, que una gran estrella del deporte diga que sus primeros inputs de la liga en la que acabaría jugando los tuvo gracias a lo que tú le contabas, te estremece un poco. Lo que más me gusta es que todos me han mostrado respeto profesional, de eso se trata.
¿Eres un periodista mucho más valorado por el público que por la profesión?
Creo que sí y estoy contento de que sea así. Salvo el 1% que me amenaza de muerte en redes por lo del inquilino o por Simeone, siento el cariño, la valoración y el respeto de la gente, pero no tanto de la profesión. He sentido muchas veces la displicencia de colegas, en plan: "Este es el que comenta la NBA, no me interesa lo que dice ni lo que hace, pero no me molesta. No juega en mi liga". Luego, en las empresas, uno se va dando cuenta según pasan los años de que los que toman las decisiones no tienen el conocimiento ni las capacidades para hacerlo correctamente porque el periodismo no coloca en esos cargos a los perfiles ideales. Los que creamos contenidos para los medios rara vez dirigimos. Hemos estado liderados por gente de financiero o de marketing que no tienen capacidad para decidir sobre algo que sigue siendo fundamental en el periodismo y el entretenimiento: los contenidos.
Desde que te conozco, y aún éramos jóvenes, te has querido jubilar. ¿Cómo llevas las cuentas?
Van muy bien, con suerte no me queda mucho. Mira, durante mis primeros años, esta conversación la tenía con Maldini y con Nico Abad cuando vivíamos juntos…
¿Con 25 años ya pensabas en jubilarte?
[Risas] No en jubilarme, pero llevaba ya cuatro años o cinco trabajando en la tele y ya pensaba que mi destino ideal era ser cronista deportivo de un periódico de provincias. Claro, era el año 94 o el 95 y no anticipaba las dificultades que esperaban a la prensa de papel, pero soñaba con esa vida agradable y cómoda. Siempre he sido bastante misántropo de no querer estar rodeado de mucha gente ni del bullicio de la gran ciudad. En esos años lo estaba disfrutando, pero pensaba que mi gusto por todo aquello se iba a acabar enseguida, como así ocurrió, y como me he criado en Valladolid, una ciudad con fútbol, baloncesto, balonmano y rugby, me imaginaba siguiendo a los equipos y viviendo tranquilo en una ciudad de provincias. Esa era mi ambición inicial. A los pocos años empecé a ver las prejubilaciones de las reconversiones industriales y cambié de plan. Además, he tenido casos cercanos de gente que se jubila muy tarde y se muere al mes y yo quiero que me quede todavía una parte importante de vida en la que desenvolverme sin el compromiso del trabajo.
¿Cuánto calculas que te queda en activo?
Tengo dudas con las cuentas porque tengo un niño muy pequeño y eso te hace ser más conservador, pero creo que es cuestión de muy poco tiempo. Una o dos veces al mes durante el último año, me envalentono y cuando me ofrecen algo digo que no. Yo lo que quiero es no trabajar y asomarme al escenario de no tener compromisos, ser dueño de mi agenda y levantarme cada día pensando que voy a hacer lo que yo quiera. Sólo eso.