La novena pole de 2024, 41ª en su carrera, aún deberá esperar para Max Verstappen, sancionado con la pérdida de un puesto en la parrilla del GP de Qatar tras una maniobra ante George Russell. De este modo, el flamante tetracampeón saldrá por detrás del piloto de Mercedes, a quien presuntamente ralentizó durante la tercera ronda clasificatoria del sábado.
Amro Al Hamad, Garry Connelly, Mathieu Remmerie y Derek Warwick, los comisarios de la penúltima cita del Mundial 2024, penalizaron a Verstappen por un incidente que no se produjo durante la vuelta rápida de ninguno de los implicados, cuyos coches ni siquiera llegaron a tocarse. En cualquier caso, consideraron que el holandés “condujo innecesariamente lento en una vuelta de enfriamiento”.
Los jueces admitieron que el contexto de este polémico episodio era “complicado”, aunque terminaron imponiendo un segundo castigo a Verstappen, que perderá un punto en su Superlicencia. Después de 23 carreras, Mad Max ya acumula seis puntos perdidos y ocupa el segundo puesto en ese ránking, sólo por detrás de Fernando Alonso (ocho).
“en la línea de la trazada”
Tras escuchar los testimonios de los implicados y revisar las imágenes en vídeo, los comisarios estimaron la reclamación de Russell, que en ese crítico instante “no esperaba encontrarse” a Verstappen “en la línea de la trazada”. “Nos ha dicho que si un coche circula lento en una curva de alta velocidad no debería encontrarse en la trazada”, explican.
Verstappen, que previamente sí había dejado pasar a Lando Norris y Alonso, “no ha cumplido con las notas del director de carrera”, de acuerdo con el criterio de los comisarios, dado que pilotaba “innecesariamente lento considerando las circunstancias”. Según esas notas de Rui Marques, que dirige su segunda carrera tras la destitución de Niels Wittich, el tiempo máximo [delta] establecido para Losail se cifraba en 1:40.
“Es obvio que intentaba enfriar sus ruedas, pero también pudo ver al coche 63 acercarse, ya que miró por los retrovisores en múltiples ocasiones entre las curvas 11 y 12”, concluyeron los comisarios. Asimismo, cabe recordar que Russell, en su primer mensaje de radio, calificó la acción de su rival como “súper peligrosa”.
Poco antes de bajarse del coche, Verstappen justificó su actuación ante los periodistas y rechazó cualquier posible sanción. “No tendría sentido porque íbamos todos muy despacio. No sé qué más debería haber hecho. Ya me parece raro tener que acudir a los comisarios. Yo también freno por los coches que tengo delante. Tampoco quiero fastidiarlos”, alegó el líder de Red Bull.
Las sanciones de un solo puesto en la parrilla no son habituales en la actual F1. De hecho, durante la última década apenas queda registro de algunos casos. Por ejemplo, el de Sergio Pérez, castigado por chocar contra Kimi Raikkonen durante el GP de la Toscana 2020. O el de Nico Hulkenberg, sancionado en el GP de Alemania 2016 por el uso de un juego de neumáticos que debería haber entregado a Pirelli tras la última sesión libre.
La cabeza erguida buscaba el contacto visual con Vinicius. La curva del cuerpo no parecía presagiar nada, pero la mano ya indicaba dónde llegaría el pase al brasileño. Los rivales le habían concedido un par de metros y Toni Kroos no desperdició la oportunidad. Suya fue ayer la majestuosa asistencia para el 0-1, obra cumbre de otra gran noche para el Real Madrid. «No hay palabras para definirle. Es un jugador top, crucial para nuestro juego, por el modo en que controla los tiempos y por sus pases», admitió Carlo Ancelotti.
La felicidad de Carletto, como la de la mayoría de sus futbolistas, no sólo se ceñía al empate que había enfriado el cráter del Allianz. Se trataba, más bien, de la satisfacción por haber hecho emerger de nuevo ese temple competitivo con el que salir a flote tras una situación límite. Porque después de tres triunfos consecutivos en Múnich, el 14 veces campeón volvió a sudar ayer como corresponde en unas semifinales. El 2-2 no sólo le otorga cierta ventaja para el Bernabéu, sino que también le permite igualar su propio récord en Champions, donde ya suma 11 partidos sin perder, igualando el registro de la temporada 2016-17. Otro motivo de celebración para los 4.000 madridistas que lo vivieron en directo en Múnich. Los que disfrutaron de las virguerías de Vinicius y los errores groseros de Kim Minjae. Los que corearon la maestría de Kroos durante los 76 minutos que pisó la hierba.
«Me ha regalado un gol. Le conozco muy bien. Y él a mí», sonrió Vinicius, con ese brillo tan peculiar en los ojos. Aún parecía saborear el placer del balón al espacio ante Manuel Neuer y el desdichado Minjae. Una cortesía de Kroos, que durante la primera parte cerró una asombrosa estadística. Según la contabilidad de OPTA, 15 de sus pases lograron romper una línea de presión rival. El mejor rival en ese aspecto, Leon Goretzka, sólo pudo filtrar cinco.
«Nos faltaba para ganar los duelos»
«Durante la primera parte hemos defendido con poca intensidad y les dimos la posibilidad de controlar el juego. Nos faltaba para ganar los duelos, pero tras el descanso hemos presionado más, hemos sido más agresivos», analizó Ancelotti, sin pudor a la hora de señalar los defectos de su equipo. Antes de que se cumpliese el minuto 23, el Bayern había rematado ya siete veces ante Andriy Lunin, incluidos dos saques de esquina. Un fuego graneado al compás de sus tambores. La atronadora artillería de siempre en el Allianz Arena, la guarida de un equipo que, a estas alturas de la temporada, suma en la Bundesliga cuatro puntos y seis goles más que el año pasado. Cualquier menosprecio al Bayern en la Champions debería pagarse con la excomunión. Tan intolerable como conceder un par de metros de más a Kroos.
Desde aquella cesión en el Leverkusen, cuando apenas había cumplido la mayoría de edad, Toni había jugado ocho veces contra el Bayern, pero nunca logró siquiera un pase de gol. Ni siquiera en las dos últimas eliminatorias de cuartos y semifinales (2017 y 2018), ya en su plenitud madridista. Quizá por ello, ese gesto con el que indicó el camino para el 0-1 dejó tan boquiabierto a Rodrygo. «¡Qué pase, increíble!», exclamó el delantero, víctima de un clamoroso penalti por parte de Minjae. «Siempre le decimos que siga. No un año, sino muchos más. Me encanta jugar con él», añadió el brasileño. El recital del 8 en Múnich se antojaba ayer el preludio de algo grande en el Bernabéu. «Aún habrá que sufrir, pero ahora en un ambiente que todo el mundo conoce», anticipó Ancelotti. Vinicius, más conciso, presagió una «noche mágica».
Más le vale al Bayern recuperar pronto a Matthijs de Ligt, baja ayer de última hora. Su ausencia como central diestro dejaba un poco más desguarnecida la zona donde Vinicius revolotearía ante Joshua Kimmich. Así que Thomas Tuchel recurrió a Minjae, un central fichado este año del Nápoles. Sin el poderío físico del neerlandés, con ciertos problemas a campo abierto, el coreano al menos aportaría el buen criterio ofrecido durante la primera mitad de curso, donde se había consolidado como el mejor defensa del Bayern.
150 partidos para Müller
Los peligros del Real Madrid, máximo anotador de la Champions al contragolpe con seis goles, se basaban en las transiciones, pero Minjae nunca supo cómo perfilarse para sujetar a Vinicius a campo abierto. Esa debilidad en los dominios de Neuer frustró cualquier amago de épica para Tuchel. «El Madrid ya lo ha hecho antes: marcar dos goles en dos ocasiones. No somos el primer equipo que lo sufre. Deberíamos haber anotado el 3-1, pero luego les regalamos un penalti», admitió el ex técnico del PSG.
Desde aquella liguilla de 2016 con el Dortmund, hasta la inolvidable eliminatoria de 2022 al frente del Chelsea, Tuchel siempre había sabido poner al Madrid ante el desfiladero. Por eso, una situación tan desesperada como la actual convertía a su equipo en un rival aún más peligroso. La elección inicial por Thomas Müller, en detrimento de Serge Gnabry, supuso una apuesta algo nostálgica, con la que el capitán pudo celebrar su 150º partido de Champions. Un hito de la competición, igualando el registro de Iker Casillas en el Madrid. El récord absoluto de partidos en un mismo club aún lo ostenta Xavi Hernández (151).
La influencia de Müller, relegado en los últimos tiempos a un papel casi residual, sólo pudo interpretarse desde lo emotivo. Porque Tuchel se reservaba la baza de Raphael Guerreiro, uno de los futbolistas más infravalorados de la Champions. La mera presencia del portugués ordenó la ofensiva del Bayern, que pudo orientar a Jamal Musiala y Leroy Sané hacia el gol. La diferencia entre jugar a pie natural o pie cambiado giró radicalmente el partido.
Había que remontarse a octubre, ante el Darmstadt 98 en la novena jornada de la Bundesliga, para asistir al último gol de Sané. Pero como de talento anda sobrado, el canterano del City aprovechó la escasa implicación de Rodrygo para silenciar a los críticos. Desde el otro perfil, Musiala andaba ya abusando de Lucas Vázquez. Con apenas 21 años ya se siente capaz de dominar una semifinal de Champions.
La designación de Clement Turpin, con quien el Madrid había ganado sus seis partidos, levantó cierto malestar en Alemania. Sin embargo, nada pudo objetarse al francés, que señaló sin dudar los 11 metros tras el derribo de Lucas a Musiala y el de Minjae sobre Rodrygo. «Para la vuelta tenemos que ser más clínicos. Será un partido abierto. Hay que mejorar en las defensas individuales y ser más fuertes», finalizó Tuchel.
Cada mañana, Peppino, su padre, se ponía al volante para recorrer los 50 kilómetros que separan Reggiolo de Parma. Un hombre de pocas palabras, pero tifoso enfermizo del Milan, que se hizo enterrar con el uniforme oficial del heptacampeón de Europa. Cada 10 de mayo, fecha de su cumpleños, Carlo Ancelotti acudía puntual a felicitarle. Y la pasada semana, aprovechando un hueco previo a la final de Wembley, el entrenador del Real Madrid tampoco olvidó la visita al cementerio. Junto a él, su hermana Angela, que reside en la cercana Novi di Modena. Por las riberas del Po, el sol aprieta y la vida pasa despacio. Nadie olvida de dónde viene y todos saben que volverán. La gente se remanga a disposición del bien común, como tras el terremoto que devastó la zona, un 29 de mayo de 2012. Carletto, que nació, creció y salió de aquí camino de la eternidad, también regresará. Como uno más.
A la sombra de las almenas de la Rocca di Reggiolo, una fortaleza medieval cuyos muros resistieron los embates del seísmo, Fausto Mazza regenta el Ristorante Toscanini. «El jueves [16], a las nueve de la mañana, Carlo estaba sentado conmigo en esta misma mesa», revela, con la misma naturalidad con la que arrastra su corpachón entre los manteles. En su aire socarrón y hospitalario, en el apretón de sus manos callosas, cabe toda la Bassa Emilia. «Ancelotti proviene de una familia campesina muy pobre. Así que, pese a los éxitos, esa herencia siempre va a estar ahí. Dice mucho de él que un personaje de su relevancia entre aquí a saludar y a tomar un café con los amigos».
Junto a un banderín rossonero del Milan, Mazza guarda dos fotos como alhajas. Una, de 1974, el año que compartió junto a Carlo en el Reggiolo Calcio. La otra, de 1995, cuando organizó un torneo al que su camarada, entonces técnico de la Reggiana, quiso apuntarse. «A los 14 años todos queríamos ser profesionales, pero la mayoría no teníamos ni para las botas. Las que nos dejaba al club, a menudo no nos servían, porque ya las habían destrozado los mayores», recuerda Fausto. Y su sonrisa, deshilachada entre la barba entrecana, se despliega al presentar los cappelletti in brodo, especialidad gastronómica de la Bassa. Una pasta rellena sumergida en caldo de carne y aderezada con el toque preferido de Ancelotti: «Un dedo de vino tinto. Sólo un dedo».
«¿De verdad no se marcha?»
Entre las celebridades locales, la popularidad de Mazza rivaliza con la de Giancarlo Simonazzi, párroco de Santa Maria Assunta y guardián de la llave del Oratorio San Giuseppe. Entre sotanas y alzacuellos marcó sus primeros goles, hace casi medio siglo, aquel niño tan glotón. Pero de camino al número 96 de la Via Giacomo Matteotti hay parada preceptiva en la Ferretería Ancelotti. Gaetano y Roberto, remotos parientes por parte de abuelos, regentan el negocio. Son tan gentiles, tan a la vieja usanza, que hasta su duda enternece: «¿De verdad que no va a marcharse a Brasil?» Al fondo, varios militantes de Forza Italia faenan con las pancartas en una calle dedicada al ilustre mártir del socialismo. Los ojos de Don Giancarlo, casi octogenarios, ya parecen haberlo visto todo un par de veces. Pero cuando abre la cancela, también en su voz se derraman unos acentos de nostalgia.
«Todo este vestíbulo tuvo que reconstruirse tras el terremoto, aunque la parte de dentro no ha cambiado», explica el sacerdote, apuntando a un solar donde las matas de hierba crecen desordenadas. Hace tiempo que arrancaron las porterías y hay que forzar demasiado la imaginación. Así que mejor dejar constancia de la última prédica antes de partir. «Nadie podrá objetar nada de Carlo como futbolista y entrenador, pero a nivel personal, hay quien piensa que ha cometido graves errores». No hay forma, divina o humana, de sonsacarle algo más. Simonazzi habla y se mueve como aquel Don Camilo de las novelas de Giovanni Guareschi.
Por estos contornos, los caminos son rectos y los vecinos conocen, terrón a terrón, cada palmo cultivable. En primavera, algunos diques se desbordan y el agua, fangosa, engulle las tierras bajas. Los mosquitos devoran. El sol curte incluso el pellejo de Adone Bertazzoni, labrador a tiempo completo y presidente, en los ratos libres, del Reggiolo Calcio. Como cada sábado a mediodía, Adone acude con su furgoneta al Stadio Comunale Rinaldi. Trajina con unas sillas de plástico y enseña al periodista las instalaciones municipales. «Carlo, como yo, viene de la tierra, de la estructura de la tierra. Por eso es un tipo tan humilde y trabajador». Bertazzoni, con sus ojillos vivaces y su dentadura de niño pobre, representa el testimonio de un mundo que se acaba.
«Tenemos un terreno fértil. Yo cultivo maíz, trigo y soja. Disfruto con mi vida tranquila y con mi casa en el campo», confiesa. Pero desde la construcción de la autopista a Brennero, la arcadia se ha visto azotada por el progreso. Comer Industries, suministradora de Jeep, y la farmacéutica Sarong, abrieron sede en los alrededores. Disminuyó el desempleo, aunque el orgullo de Reggiolo no se mide en datos macro. «En este club contamos con 50 voluntarios. Empezamos con niños de cinco años hasta el equipo senior. Siempre intentamos hacer bien las cosas. Ancelotti empezó aquí en 1974 y mira su trayectoria tan increíble». Bajo la tribuna principal, en un cuartillo carcomido por el polvo, se amontonan trofeos, testigos de aquel tiempo, cuando Carletto partió hacia Parma. Del Ennio Tardini, al Olímpico de Roma y San Siro. Del banquillo de la Reggiana a las puertas de su quinta Champions.
"Durante su primera etapa en la Reggiana tenía dudas sobre si valía para los banquillos"
Han transcurrido casi tres décadas desde aquel debut en los banquillos en la Serie B, quizá la fase menos conocida de su carrera. «En esa época Carlo estaba preocupado, con dudas sobre si valía o no, pero también tenía mucha motivación», apuntan sus conocidos de entonces. Reggio Emilia, capital de la región, no entendía el pésimo momento de un equipo que únicamente sumó cuatro puntos en las siete primeras jornadas. «Él siempre repite que fue uno de sus peores momentos. Incluso se planteó la dimisión, pero le dieron confianza y terminaron ascendiendo».
Su filosofía originaria aún encaja en las horas previas de una séptima final de Champions: «Ninguna noche impide al sol salir por la mañana». No obstante, al éxito con la Reggiana le sucedió una repentina crisis. «Repetía a sus asistentes: "Esto es demasiado estresante". Decía que lo iba a dejar en tres o cuatro años. De hecho se ponía como fecha límite el año 2000».
La electricidad de un banquillo quizá sólo sea equipareble a la de la política. Y de eso va sabiendo lo suyo Roberto Angeli, con tres legislaturas ya a las espaldas. «Le conocí en casa de Angela, durante la fase de reconstrucción del pueblo. Hace tiempo que no nos vemos, porque siempre anda muy ocupado, pero cuando gana algún título hablamos por teléfono», comenta el alcalde de Reggiolo. Aunque comparta una casa en Vancouver con Mariann, su esposa, Carlo guarda otros proyectos para la jubilación. «Todos esperamos con ilusión su regreso a Reggiolo. Ya me han pedido un homenaje de bienvenida, así que lo recibiremos con los brazos abiertos. Organizaremos una gran fiesta en la que participará todo el pueblo», finaliza Angeli.
Entre la brisa mecida por los cerezos llegan ecos lejanos de la Champions. Algo especial habrá en la Emilia-Romagna, tierra de Arrigo Sacchi y Alberto Zaccheroni. O de Simone Inzaghi, natural de Piacenza y Stefano Pioli, de Parma. Sacchi revolucionó el fútbol, pero Ancelotti ha perfeccionado, como ningún otro, la fórmula ganadora.
Sus rutas gastronómicas
M.A.H.
Durante su niñez de posguerra y privaciones, la dieta semanal se limitaba a una sopa con tocino, unos huevos con cebolla y un trago de vino. Para los días de fiesta, alguna perdiz o gallina frita. El pequeño Carletto siempre tuvo buen apetito y el dinero del fútbol simplemente hizo aflorar su lado más gourmet. Apasionado del jamón ibérico y los caldos gran reserva, el técnico blanco no pierde ocasión, cuando viaja a su tierra, para el buen yantar. Entre sus rincones favoritos, el Ristorante La Pinta, en San Bernardino di Novellara. Regentado por Jeris Folloni, en sus paredes aún cuelga una foto del entonces centrocampista del Milan. De sus tiempos en el Parma queda registro en cada visita a la Hostaria da Ivan, situada en la pequeña localidad de Fontanelle di Roccabianca. Sobre estas líneas, el Ristorante Toscanini, su favorito de Reggiolo.
en el Wizink
MIGUEL A. HERGUEDAS
@herguedas
Madrid
Actualizado Martes,
17
octubre
2023
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23:04Campazzo (18 puntos, nueve asistencias), Poirier (18 puntos, siete rebotes)...