Albert Park, un circuito de la vieja escuela, no dio tregua durante las dos primeras sesiones libres del GP de Australia. Charles Leclerc marcó el mejor tiempo (1:17.277) del viernes a 245,8 km/h, con 38 centésimas sobre Max Verstappen y 43 ante Carlos Sainz, de regreso tras su apendicitis. A primera hora, Lando Norris había encabezado la tabla con su McLaren (1:18.564), mientras Fernando Alonso sufría una espectacular salida de pista en la curva 10. La evidencia de que este trazado urbano, cada año más vertiginoso, supone un examen permanente para los pilotos.
Verstappen, por ejemplo, tuvo que regresar por la tarde al garaje tras apenas 21 vueltas y sin el balance de las tandas largas con el neumático medio. Una nota de incertidumbre en Red Bull, que aún no conoce el rendimiento y la degradación de los neumáticos ni la estrategia de carrera, entre una y dos paradas. Pirelli ha traído a Melbourne los tres compuestos más blandos de su catálogo, así que la única certeza es que los rojos quedan descartados.
El tricampeón mundial, con apenas una victoria tras siete carreras en suelo australiano, irá puliendo su RB20 según avance el fin de semana. Sin embargo, las cuatro zonas de DRS en Albert Park parecen encajar mejor con los puntos fuertes de sus rivales. Por ejemplo, los del AMR-24 de Alonso, un monoplaza capaz de acercarse a Red Bull y Ferrari a una vuelta.
“Cambiando el suelo”
El asturiano arrancó el viernes con algo nada habitual: un error en la enlazada de la 9 y 10. Tras la excursión por la grava en una zona de alta velocidad, Fernando supo, al menos, evitar los muros con una pericia asombrosa. “Estamos cambiando el suelo”, confirmaron desde el box dirigido por Mike Krack, confiando en demorarse apenas un cuarto de hora. Alonso, incómodo con los reglajes de la suspensión trasera, decidió volver a la configuración anterior.
En ese punto de alta velocidad, George Russell y Valtteri Bottas también sufrieron sendos sustos. Mención especial para el finlandés, capaz de regresar al asfalto tras un estremecedor giro de 360º. Los problemas de Mercedes habían quedado claros desde el arranque de la sesión, cuando Lewis Hamilton ya se había quejado de un pedal de freno con demasiada holgura. En su pulso frente a McLaren, las Flechas de Plata parecen aún un paso por detrás.
L, el de la bandera roja provocada por Alex Albon. El británico perdió el control al pisar el bordillo de la curva 8. Por fortuna pudo alcanzar el centro médico por su propio pie y sin mayores contratiempos físicos, mientras los comisarios retiraban los múltiples desperfectos ocasionados. Los daños en la suspensión trasera del Williams no sólo le impidieron volver a pista en la segunda sesión, sino que comprometen severamente sus opciones para el resto del fin de semana.
A Dani Benítez (Lloseta, 1987) no se le cayeron los anillos cuando aceptó trabajar en una empresa de fertilizantes. Con ese salario sacaría adelante a la familia, mientras mataba el gusanillo en el Arenas de Armilla, de Tercera REFF. Su vida en Granada ya no es aquel desenfreno que acabó de forma abrupta en febrero de 2014 por un positivo de cocaína. Hoy es feliz.
Usted ya no prueba ni una gota de alcohol, ni ha vuelto a coquetear con las drogas. ¿Se considera totalmente curado?
Eso sería admitir que yo he tenido un problema con estas sustancias, cosa que no ha sido el caso. El alcohol, por ejemplo, realmente no me gusta. La gente que está a mi alrededor lo sabe. Realmente no me apetece, así que no bebo.
Una de las claves de su libro es la importancia que otorga a quienes en un momento tan difícil le echaron una mano...
En esa época tenía un trato prácticamente nulo con mi familia, pero siempre he contado con amigos que me han ayudado muchísimo. Lo que sucedía es que por entonces no escuchaba a nadie. Siempre he ido muy a mi rollo y tal vez si hubiese hecho caso a a mucha gente que tenía cerca, no hubiese cometido algunos errores. El problema era mío, que no escuchaba a nadie.
¿Ningún amigo le decía que estaba tirando su vida por la borda?
Me lo han dicho muchas veces, pero es que con aquel Dani era muy complicado. Estaba tan cerrado en mi pensamiento y en mi mundo que era imposible. Mikel Rico, por ejemplo, fue posiblemente el compañero del fútbol que más veces me lo dijo, pero Dani hacía lo que quería.
Los íntimos de Maradona decían que siempre había que distinguir entre Diego, el chico que había crecido entre la miseria de Villa Fiorito, y Maradona, el personaje que él mismo se había montado para protegerse del mundo. ¿Le suena de algo?
Me siento bastante identificado. A ver, yo siempre he sido una persona muy sencilla y muy cercana con todo el mundo. De hecho, gente que me ha pedido una foto por la calle siempre me lo ha dicho: "Oye, pues qué normal". Es que yo soy una persona normal, de carne y hueso. Lo que pasa es que en torno a mi figura futbolística se construyó un personaje muy diferente a quien realmente soy. Es cierto que tenía ese punto de niño más extrovertido, más dinámico, más de llamar la atención. Pero no tenía nada que ver realmente con todo lo que lo que se ha dicho que he hecho. Granada es una ciudad donde está a la orden del día hablar de la gente o inventar cosas. Se han dicho cosas que quien las haya inventado o iba borracho o se ha querido pegar una vacilada con sus colegas. Incluso dijeron que me había jugado un Audi R8 en una partida de póker. Es de locos.
A lo largo de todos estos años en el fútbol habrá conocido a mucha gente sin escrúpulos. ¿Aún guarda rencor a alguien?
Sinceramente, no. Ni a gente del fútbol ni a nadie. Soy cero rencoroso. Aunque evidentemente haya vivido situaciones o momentos donde podría tener ese rencor, es algo que no me gusta.
"Ya no se preocupaban por mí, ni siquiera para mandarme un mensaje y ver cómo andaba"
Hoy se habla de que los futbolistas viven aislados en una burbuja que les aísla del mundo real. Ahora que usted vive un poco alejado de todo eso. ¿Cómo ve este fenómeno desde fuera?
En mi época, tras el entrenamiento nos íbamos al bar de enfrente con la afición a tomar una Coca-Cola, una cerveza o unas tapas. Hoy en día eso es imposible. Y vosotros, los de la prensa, lo sabéis, porque cada día os cuesta más llegar a un futbolista simplemente para entrevistarle. Y por una parte lo entiendo porque si la gente habla muchísimo, al final tú como futbolista lo que buscas es pasar un poco desapercibido. Por esa parte lo entiendo y lo respeto. Pero por otra no. Creo que se ha perdido un poco el acercamiento con la afición. Y creo que eso también es bueno tanto para el club como para los jugadores. Es cierto que no todos son así. Hay algunos cercanos. Pero también hay mucho miedo a las críticas, a que hablen mal de él. Y sabe perfectamente que de un día para otro puede pasar de muy bueno a muy malo. Ese miedo es el que ha hecho que se cierren un poco.
Guti solía decir: "Yo me veo saliendo con 20 años, no con 60. Me veo ahora en la discoteca, no dentro de 40 años".
Eso lo piensa el 90% de la gente, pero claro, al ser más mediático, el mensaje de Guti tenía mucha más fuerza. Estaba siendo sincero y eso lo admiro.
El estigma social de verse señalado en Granada debía de resultar complicado, pero verse como un apestado entre sus compañeros de profesión pudo escocer aún más...
Soy consciente de que me lo gané por lo que hice, pero también es cierto que me dolió bastante. Porque no te lo dicen, pero tú lo percibes. Tonto no soy y me daba cuenta de que ya no era lo mismo. Ya no se preocupaban por mí, ni siquiera para mandarme un mensaje y ver cómo andaba. Los futbolistas quieren tener los menos problemas posibles y es muy raro que salga alguien a defenderte. Pero eso también me ha servido para saber realmente quién ha estado junto a mí y quién no. De todo se aprende en esta vida.
¿Se puede explicar con palabras lo que sentía conduciendo un coche a casi 300 km?
No, no se puede. Supongo que alguien puede pensar «este tío es tonto», porque que me jugaba la vida y la de los demás, que es aún peor. Pero era una sensación de desconexión total. Ponía el volumen a toda hostia y a todo lo que diera el coche. Ese momento de adrenalina no lo suplía con nada. Me evadía de todo. Lo hacía como quien tiene un problema y necesita tomarse unas pastillas.
De todas las mochilas con las que ha tenido que cargar en la vida, ¿cuál ha sido la más pesada?
Evidentemente, una fue el fallecimiento de mi madre en 2011. La otra es que siempre he echado de menos tener una familia. Cuando vienes de padres que no tienen una buena relación... Esa es la mochila que más problemas me ha traído. Aunque yo no dijera nada, lógicamente lo sufría en silencio.
JAVI MARTINEZ
Cuando el cáncer se llevó a su madre, usted andaba en una espiral de excesos que le impidió sentir nada...
Perdí la ilusión por todo, me daba igual que todo fuera blanco o negro. Ese fue mi problema. No percibía nada, ¿sabes? Es como si mi vida hubiera acabado, como si hubiera estado un tiempo en standby. Hoy lo afronto con mucha más tranquilidad.
¿Este libro le va a ayudar a perdonar a su padre?
Mi padre está perdonado desde hace tiempo. La semana pasada me preguntaron si me había maltratado. Mi padre no me maltrató. O sea, no me pegó palizas. Pero que el que yo hable así de él es porque me dolió mucho que no haya sabido gestionar lo que es una relación entre padre e hijo. Porque ahora yo, que soy padre de tres niños, lo veo muy diferente, ¿sabes? Si tuviera que perdonarle algo es el hecho de no haber gestionado mejor, de no haber estado más cerca. Cada uno sabe lo que hace en su vida y si él no ha tenido esa decisión de decirme a mí nada, o bien por orgullo o bien porque él lo ve de un modo diferente, pues ya está. Al final es mi padre y eso no lo va a cambiar nadie.
Una de las imágenes más potentes del libro es la suya encerrado en su casa de Mallorca, con las persianas bajadas, tras el positivo por cocaína. ¿Llegó a pensar en el suicidio?
Sí, por supuesto. Coincidió con mi separación y fue posiblemente el momento más duro de mi vida. Llegó un punto que dije "o voy palante, afronto todo e intento cambiar o me quiero ir de este mundo". Porque no tenía sentido que yo siguiese aquí.
¿Recurrió a la ayuda de algún profesional?
Respeto totalmente a los psicólogos y a los psiquiatras, pero considero que al final sales por ti mismo. Con eso me me valió para tirar, para ser cabezón y para conseguir lo que quería, que era cambia. No fui nunca ni necesité ayuda de un profesional.
"Uno de mis fallos fue ser tan normal y cercano con todo el mundo"
Algunos jugadores no ven el fútbol como un fin en sí mismo, sino como un medio para adquirir fama y dinero. ¿A uste te gustaba realmente el fútbol?
Uno de mis fallos fue ser tan normal y cercano con todo el mundo. Y eso también fue contradictorio porque yo amo el fútbol y odio la fama. Soy un tío con mucha personalidad y siempre me ha dado igual.
Sólo ha pisado una vez de nuevo el estadio de Los Cármenes. Quizá por nostalgia de una época muy buena en cuanto fútbol, pero también muy negra a nivel personal...
Fui una vez con mi con mi hija Candela, pero no he querido volver por sentimiento de culpa. Me decía: "Hostia, estaba ahí dentro jugando y y ahora estoy aquí por esto y por esto". Y luego también por la gente, porque imagina meterte con todo el mundo que prácticamente sabe quién eres. Cada vez me agobian más los sitios con mucha gente, donde no paran de pedirme fotos. No me gusta. La parte mala es que el Granada no ha querido saber nada de mí y eso me ha dolido mucho más que cualquier otra cosa. Así que prefiero no ir. A nivel de directiva y de club, se están haciendo las cosas muy, muy mal. Por eso está así el club, la verdad.
Si alguno de sus hijos se enfrenta un día a los problemas que usted sufrió... ¿cómo cree que actuaría?
Intentaría hablar con él, explicarle las cosas. No creo que pase, la verdad, pero si se diera estoy completamente preparado para pasar por eso y ayudarle para que no tenga ese problema. Gracias a Dios. mis hijos están fenomenal. Son chavales muy listos y no creo que vayan a sufrir lo mismo.
JAVI MARTINEZ
Ahora se habla mucho de los insultos en los estadios. A usted le cantaron de todo. ¿Alguna vez pensó que lo tenía merecido?
Si mi nombre fuera Vinicius... ¡madre mía! Ha sido una locura lo que he vivido en campos de Tercera, pero nunca he pensado que lo mereciese. Creo que no hay excusa para entrar en el terreno personal.
Usted cree mucho en el destino. ¿Considera que todo este sufrimiento ha merecido la pena?
Por supuesto. He aprendido muchísimo y me ha hecho madurar. Porque el mayor de mis males ha sido la falta de madurez.
Max Verstappen dio otra cátedra para su cuarta victoria consecutiva en Imola, escenario de una carrera confusa, plagada de variables, donde Fernando Alonso y Carlos Sainz perdieron sus opciones por culpa de la estrategia. Tampoco supo resolver ese puzle McLaren, que bien puede dar por bueno el doble podio de Lando Norris y Oscar Piastri. Sin embargo, a la menor adversidad, los jóvenes aspirantes se desinflaron de nuevo ante el vigente campeón.
El octavo puesto de Sainz y el undécimo de Alonso dejaron en evidencia a Williams y Aston Martin, que jugaron mal sus cartas. De un modo sangrante en el caso del madrileño, al volante de un monoplaza cada semana más veloz y estable. Alonso, por su parte, puede maldecir tanto la inoportuna aparición de un virtual safety car como su remontada interruptus en las últimas vueltas. Tras sendos adelantamientos a Nico Hulkenberg y Pierre Gasly en Tosa, no pudo finalmente ante Yuki Tsunoda. Salir de vacío en Imola tras partir quinto escuece de veras.
El Autodromo Enzo y Dino Ferrari, tan exigente a nivel técnico, realzó aún más la grandeza de Verstappen. Apagado el semáforo, el holandés estiró la frenada en Tamburello para hacer y deshacer a su antojo frente a Piastri. En sus fauces, el líder del Mundial pareció un recién inscrito en una academia de karting. Hasta George Russell, con muy buen tino a la hora de soltar el embrague, lamentó el escaso coraje de Piastri, que le había taponado a la entrada de la chicane. Mucho más decidido se mostró Norris, autor de un fabuloso adelantamiento ante el propio Russell en la Variante Villeneuve.
Ferrari rompe la baraja
Ese buen rato respirando aire sucio no le vino nada bien al autor de la pole. Mucho menos las prisas de McLaren, que se precipitó con su temprana estrategia. El primero en abrir fuego con los pit-stops para montar los duros había sido Charles Leclerc, ganando la posición a Russell y Sainz, no tanto por la fuerza del undercut, sino por una simple consecuencia del tráfico.
Ese movimiento de Ferrari iba a generar tanta confusión que McLaren llamó a Piastri. Y Aston Martin a Alonso, cuyo ritmo era más que decente. En la vuelta 16, el asturiano había perdido la posición frente a Sainz, aunque sus opciones seguían intactas. Tantas prisas iban a resultar muy malas consejeras en Imola, el circuito donde más tiempo se tarda en recorrer el pit-lane (29 segundos).
Quienes movieron ficha tan rápido fueron ya a pie cambiado. Entre los principales damnificados, Sainz y Alonso. El madrileño quedó enredado a la estela de Russell, con un problema en la maneta del cambio de marchas y Tsunoda, que había partido desde el pit-lane. Mientras, su compañero Alex Albon se perfilaba hacia la lucha por el podio gracias a un plan mucho más propicio.
Sainz, el domingo, en el pit-lane de Imola.AFP
En la vuelta 29 McLaren paró a Norris, con tan mala suerte que sólo un minuto después, una avería de Esteban Ocon a la salida de Tosa desencadenó el inevitable virtual safety car. El timing perfecto para Verstappen, favorecido otra vez por la buena ventura.
Antonelli y el 'safety car'
Con más de la mitad de carrera por delante, todo parecía bien atado para el tetracampeón, con 18 segundos de renta frente a Norris. Sin embargo aún tuvo que hacer frente a un inesperado contratiempo en la vuelta 47 cuando Andrea Kimi Antonelli, que había llevado por la calle de la amargura a Lewis Hamilton, dejó varado su Mercedes en una zona sin acceso para los comisarios. Un safety car como postrero aliciente a un domingo sin respiro.
Verstappen, desde luego, no iba a conceder un ápice en la resalida. Nada más abrir gas se libró de la amenaza del DRS de Piastri. Con gomas muy usadas, el australiano sería también presa fácil para Norris en Tamburello. La amenaza para el líder del Mundial asomaba por detrás con los Ferrari. Albon pretendía defender su cuarta plaza, ante un agresivo Leclerc. Hamilton, que pasaba por allí, pudo aprovechar la excursión por la grava del Williams para poner la guinda a su remontada.
La ralentización, en cambio, pudo interpretarse como un alivio para Aston Martin, cuyos dos coches amenazaban ruina. "Va a ser una tortura. Esto es un naufragio. Soy el piloto más desafortunado del mundo", lamentó Alonso por radio, cuando ya sólo rodaba por delante de Lance Stroll, Franco Colapinto, Esteban Bortoleto y Oliver Bearman. Su rush final, con gomas más frescas, de nada sirvió frente a Tsunoda.
Hace poco más de un año, Shohei Ohtani dejó Asics para firmar con New Balance un acuerdo de patrocinio del que apenas se conocen detalles. Ni de su duración, ni de su cuantía económica. Sin embargo, los especialistas del sector dan por hecho que la estrella de las grandes ligas de béisbol, el deportista mejor pagado de la historia, percibirá una cantidad similar a la que New Balance abona a Kawhi Leonard, alero de los Clippers: cinco millones de euros anuales. Una suma astronómica en comparación a las de otros referentes de la marca, como la tenista Coco Gauff, el extremo del Arsenal Bukayo Saka o la vallista Sydney McLaughlin, doble campeona olímpica en Tokio. New Balance, una multinacional con 5.000 millones de euros en beneficios -más del doble que hace una década- lucha hoy encarnizadamente por su cuota de mercado. De hecho, durante el último lustro, su división de marketing ha incrementado el presupuesto en casi un 40%. Sin embargo, la coyuntura actual supone una anomalía histórica para New Balance, la firma que durante décadas diseñó el mejor calzado de running dejando de lado a los ídolos del deporte.
La idiosincrasia de New Balance, la que le permitió abrirse paso frente a competidores más poderosos, se ha cimentado en dos pilares: pragmatismo y calidad. "Han conseguido competir con Nike o Adidas, a pesar de vender zapatillas a precios elevados, gracias a una estrategia de promoción basada en demostrar que son tecnológicamente superiores", explica a este diario Kelly Cuesta, especialista en imagen de marca, marketing y comunicación de la Universidad Europea. Sólo así se explica que una firma con un diseño tan sobrio y con una paleta de colores tan reducida sea tan popular. Y sólo así puede entenderse el titánico esfuerzo de Jim Davis para edificar su imperio.
El 18 de abril de 1972 fue un día de esperanza para el atletismo. Por primera vez, tras 76 años de prohibición, ocho mujeres pudieron inscribirse en el Maratón de Boston. Aquel domingo, aprovechando el foco mediático, Davis cerró por 100.000 dólares la compra de una firma con más de seis décadas de experiencia en la fabricación de calzado deportivo. Aunque esa cantidad haya que multiplicarla por siete para adaptarla a los estándares actuales, lo cierto es que New Balance era una humilde empresa que elaboraba a mano un centenar de pares diarios. Un negocio pensado por y para el público estadounidense. De los antiguos dueños, Davis recibió un doble mandato: conservaría el tallaje del ancho de las zapatillas -su sello distintivo ante la competencia- y mantendría en nómina a ese puñado de trabajadores tan cualificados. Él aceptó gustoso. Su objeto era preservar el legado, aunque adaptándolo a las nuevas exigencias de una clientela cada día más volcada en el jogging y el running.
El diseñador de los Starbucks
Al poco de ponerse manos a la obra, el nuevo propietario otorgó plenos poderes a Terry Heckler para afrontar un rediseño integral. Por entonces, el diseñador del logo de los cafés Starbucks manejaba la opción de un cambio de nombre, dado que New Balance remitía a los albores de la marca, nacida en 1906 como fabricante de plantillas ortopédicas. Heckler, sin embargo, apostó por el continuismo, aunque redujo el logo a una N que a muchos les recordaba a Nike. A él no le importó en absoluto. Su otro precepto tampoco era negociable: cada modelo debía identificarse con un número. De este modo, la percepción no fluctuaría en función de los nombres y los clientes decidirían de un modo más objetivo. "De este modo comunica una sensación de orden y claridad en su oferta, lo que puede ser atractivo para los consumidores que buscan simplicidad y transparencia en sus decisiones de compra", abunda Cuesta, consultora y especialista en branding.
Allá por 1976, la N de Heckler apareció por primera vez en las 320, elegidas por la revista Runner's World como las mejores zapatillas de running de aquel año. En 1982, esa misma publicación volvería a coronar a las 420 por su tecnología Lunaris Pillow, que absorbía el impacto de la pisada. Las innovaciones y el reconocimiento de la crítica dispararon las ventas. Ni siquiera los 50 dólares de la 620, confeccionada en nylon y anunciada como "más ligera que el aire" -en clara alusión a Nike- disuadieron a los compradores. En aquel crucial 82 llegó otro salto al vacío con las 990, las primeras zapatillas que superaban los 100 dólares. "Cuando compras New Balance sabes que obtendrás productos que resisten la prueba del tiempo, tanto en calidad como en estilo. Han sabido posicionarse siempre como una marca confiable y de alta calidad, que prioriza la comodidad y el bienestar de sus clientes sobre la moda o las tendencias pasajeras", analiza Cuesta.
Jobs, con sus 990, en un número especial de 'Time' (2011).
Pese a su indudable crecimiento, a finales de los 80, New Balance ni siquiera alcanzaba el 3% de cuota de mercado. Es cierto que en las tiendas podía competir de igual a igual frente a adversarios como las Adidas Oregon, las Nike Tailwind o las Saucony Jazz, pero el nicho del running ya no parecía lo bastante amplio. Así que hubo que recurrir al baloncesto. Davis pudo reclutar a Charles Oakley, Dennis Rodman o M.L. Carr, pero el golpe de efecto llegaría con James Worthy. Tras muchas discusiones, sus ejecutivos le habían convencido para que pagase un millón de dólares al alero de los Lakers. A partir de 1987 calzaría las 790, unas botas tan resistentes y elásticas como para anunciarlas como Trust-Worthy (dignas de confianza). Sin embargo, apenas tres años más tarde, Worthy fue sorprendido en un hotel de Houston por tres agentes de paisano cuando solicitaba los servicios de una prostituta. Fue la puntilla para Davis, un tipo de férreos principios morales. Harto de los caprichos y los divismos, Davis se lanzó en 1992 a la campaña publicitaria que le granjearía fama universal.
"Endorsed by no one (Respaldados por nadie) les posicionó como una marca auténtica y centrada en el producto. A lo largo de los años, les ha ayudado a consolidar su reputación como una firma innovadora y de calidad, atrayendo a consumidores que valoran la originalidad, la autenticidad y la excelencia", añade Cuesta sobre aquella apuesta. La que, según otro de sus eslogan, les permite "vestir a las top-model en Londres y a los padres en Ohio". La estricta ética de trabajo de Davis es leyenda en el cuartel general de Boston. Por allí aún cuentan una vieja historia. Tras ser contactado por la Casa Blanca, el jefe no pudo devolver la llamada al Despacho Oval porque años atrás había prohibido a sus empleados usar el teléfono para estos fines.
Clinton, Obama y Trump
Davis apostó siempre por la eficiencia y la perdurabilidad, por unas zapatillas azules o grises con las que cualquiera se sintiera cómodo, fuese corriendo la Maratón de Nueva York o comprando un bolso en la Sexta Avenida. Ese fue la herencia recibida por la familia de Arthur Hall y la que ha ido inculcando a su hijo Chris, actual jefe de marketing. Para mal o para bien, New Balance sigue siendo un negocio familiar que no responde ante ningún consejo de administración. Por eso se ha resistido a la deslocalización en países asiáticos, limitándose a sus cinco factorías de Estados Unidos e Inglaterra. Aunque utilice materiales importados, el objetivo prioritario pasa por obtener la preciada etiqueta Made in USA, otorgada por la Federal Trade Commission (FTC).
El patriotismo sigue otorgando jugosos beneficios a una marca anclada en la tradición e identificada con el hombre blanco estadounidense. Entre otros, Bill Clinton, un fanático del jogging que llegó a construirse unas instalaciones privadas en los alrededores de la Avenida Pennsylvania para mantener a raya los gastos de seguridad. Barack Obama recibió asimismo unas 990 customizadas antes de verse envuelto en una virulenta controversia a propósito del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP). "Con el presidente electo Donald Trump creemos que las cosas van a avanzar en la dirección correcta", advirtió Matt LeBretton, un alto ejecutivo de New Balance. El populismo de Trump se oponía a un acuerdo de libre comercio presuntamente perjudicial para los productos Made in USA. En cualquier caso, unas horas más tarde centenares de zapatillas New Balance ardían en llamas a lo ancho del país como señal de protesta.
"Hay una buena razón por la que cuesta más que cualquier otra zapatilla de running. Cuesta más porque ofrece más"
Campaña publicitaria de las 1500
Mucho más digerible fue el aura beatífica de Steve Jobs, que guardaba en el armario unas 990 para cada día de la semana. Tras su muerte, la revista Time dedicó al cofundador de Apple un especial a título póstumo con una portada donde sólo ese modelo destacaba entre su espartano outfit. El precio de aquel modelo aún fue superado por las 1300, que en 1984 se vendían a casi 150 dólares (en torno a 400 al cambio de hoy). Una cifra exorbitante que mereció otro anuncio inolvidable bajo el titular Hipoteca tu casa. "Hay una buena razón por la que cuesta más que cualquier otra zapatilla de running. Cuesta más porque ofrece más". Según varios estudios, podían resistir sin deteriorarse algo más de 1.600 kilómetros.
En el mundo de la farándula (Timothée Chalamet, Emily Ratajkowski, Kanye West, Pharrell Williams...) hoy todos suspiran por unas New Balance, la marca que hasta hace nada los adolescentes rechazaban por demodé; quien sale a correr a diario conoce de memoria el canónico perfil de las 574, con su fantástica amortiguación ENCAP; por no hablar de aquellos atletas profesionales que a finales de los 80 recomendaban el uso de las estilizadas 1500 porque, según decían, aceleraban el proceso de recuperación de las lesiones. "Lo más increíble de New Balance es su capacidad para trascender las barreras socioeconómicas. Siempre entendieron cómo posicionar su producto ante diferentes segmentos de clientes, algo difícil de alcanzar", finaliza Cuesta.