Permanentemente, Ricky sostenía un rostro serio. Durante el largo calentamiento previo, durante la presentaciones. No se rompió ni con la emotiva ovación del Príncipe Felipe, lleno hasta la bandera para la ocasión, entregado al protagonista. El gesto de concentración era absoluto, como si quisiera interiorizar toda la esencia de una jornada para no olvidar. Habían pasado más de 300 días (los playoffs con los Cavaliers) desde la última vez en una cancha, seis meses y medio desde su abrupto adiós al baloncesto para cuidar su salud mental y más de dos años y medio desde que se puso por última vez la camiseta roja de su querida selección. La frase de la noche la iba a dejar después, una reflexión que es mucho más: “No hay nada como jugar un partido de baloncesto”.
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Ricky partió de titular y evidenció su falta de ritmo y de tacto. Aquella última vez todo entraba, 38 puntos al USA Team en Saitama en los Juegos de Tokio. Ante los intensos y duros letones, los lanzamientos se quedaban cortos, faltaba muñeca, feeling. Así que el base optó por repartir alegrías, conectar con sus compañeros, pases mirando al tendido, Jaime Pradilla como principal beneficiario de sus genialidades. Con el joven pívot maño departió tras acabar la primera parte, lecciones que no tienen precio.
A la vuelta de vestuarios Ricky siguió fallando (acabó con un dos de 11 en tiros) y repartiendo asistencias. Y, a falta de 4:52 (iba a estar más de 20 minutos en pista), cuando España no lograba rematar su remontada, Scariolo le devolvió a cancha. Entonces, como siempre había hecho, el nuevo jugador del Barça asumió la responsabilidad, para bien y para mal. Nueve de sus 11 puntos llegaron en ese tramo, la primera canasta, el primer triple. Estuvo a un paso de la gesta, forzando una falta de ataque que levantó al Príncipe Felipe, pero Lomasz tenía la cruel respuesta a la vuelta. Incluso falló tres tiros libres en ese abismo final. La derrota era casi lo de menos. La victoria era su vuelta.
“Me he sentido bien, casi como un ‘rookie’, con muchos nervios, pero al final es baloncesto, es como volver a aprender a ir en bicicleta. Va a costar, pero estoy contento. El amor al baloncesto siempre ha estado ahí, se oscureció un poco y ahora tenemos que quitarle el polvo para volver a disfrutar”, explicó en su breve aparición en zona mixta. “Puedes hacer lo que quieras en la cinta, correr lo que quieras para estar en forma, pero nada imita a jugar un partido de baloncesto. Ya veremos como nos levantamos mañana después de tanto tiempo”, confesaba en catalán, asomándose a la nueva oportunidad, el domingo en Charleroi contra Bélgica. Y la siguiente, la próxima semana contra el Mónaco en Euroliga, ya de azulgrana.
“A Ricky lo he visto como en los entrenamientos, con voluntad, serenidad y deseando hacer bien las cosas pero todavía con una falta de ritmo importante que puede conseguir compitiendo y jugando. Esto es un primer paso muy bueno para volver a la competición de club y luego para lo que tendremos en el verano”, destacó Scariolo, que elogió “su instinto y su chispa”.