Más sabe el diablo por viejo que por diablo. Y el Atleti es un viejo diablo. Experimentado, pillo y con tablas y más tres tropezar tres veces con la misma piedra. Los rojiblancos son el abuelo cebolleta que cuenta las historias de guerras y trincheras al nieto mientras este mira el móvil sin atender mucho a lo que le cuenta. Pero debió hacerlo, porque la veteranía es un grado y no se entra 11 años seguidos an Champions por nada. Victoria y cuarta plaza, casi certificada. [Narración y estadísticas (3-1)]
Simeone plantó un partido de eso, de trincheras. Quiso meter vallas a los Williams con un 5-4-1, una táctica más densa defensivamente que su tradicional 5-3-2. Correa ayudaba a Molina en el flanco derecho y Llorente en el izquierdo. Por este vinieron las dos primeras llegadas del Athletic, ambas de Iñaki, pero no demasiado claras.
Había que cortar la sangría defensiva, de una manera o de otra. Eran 12 partidos seguidos encajando, con este 13. Ya puede poner el argentino un autobús frente a Oblak, que el esloveno va a tener que darse la vuelta a recoger un balón de la red. Son ya 64 goles encajados, la peor temporada a nivel defensivo del Atlético desde la llegada del Cholo.
Al menos, al inicio de esta 2023/24, el equipo contaba con los tantos de Morata y Griezmann. Ayer uno estaba en el banquillo tras recuperarse del peor dolor que puede sufrir el cuerpo humano, una neuralgia del trigémino, y el otro sigue sin aparecer al nivel que le conoce la parroquia. Además, involuntariamente, asistió a Iñaki Williams en el inicio de la jugada del empate del Athletic. El delantero bilbaíno tardó en ser consciente del regalo, pero cuando lo fue, descargó en Guruzeta que cruzó a Nico y este perforaba la portería de Oblak.
Justicia poética
Se señalaba la piel el menor de los Williams. Lo hacía ante la grada del Frente Atlético de la que, unos minutos antes, había escuchado cánticos racistas cuando se disponía a sacar un córner. Justicia poética.
Resultaba sorprendente que el gol de Nico fuera el del empate. Y es que el Atlético, más concretamente De Paul, se había encontrado el primer tanto casi sin quererlo. Al argentino se le podrán criticar sus fallos, pero nunca la actitud. En quince minutos recuperó tres balones, hizo dos faltas, recibió una amarilla y marcó un tanto. Fue de suerte, sí, pero vale igual.
El viejo Atleti quería rebelarse a la juventud bilbaína. A esa que quería quitarle el tresillo del salón desde donde se ve mejor la tele. Pero Los Leones son un rival con mucha pujanza. Ya recuperados de la resaca de la Copa, que les costó dos empates, el Athletic de Valverde volvió a ser ese equipo rápido, dinámico y dominador.
Último truco
Pero el abuelo aún tenía algún truco bajo la manga. Tenía que ser Koke, el único superviviente desde la llegada de Simeone, el que diera un pase en profundidad medido a Correa. El argentino, sin la maldición del ataque del Atlético, regateó a Unai Simón e hizo el segundo para los locales.
Tiró Valverde de veteranía para igualar a la vieja guardia rojiblanca. Entraron Muniain y Ander Herrera, dos viejos leones, el primero ya de salida del club, y también sacó a Berenger, el futbolista que rompió la racha de 28 partidos sin perder del Metropolitano.
Pero, insistimos, más sabe el diablo por viejo que por diablo. Lino disparó tras una gran jugada colectiva del Atlético, el balón pegó en el poste y en Unai Simón, y se metió. Un nuevo zarpazo al león y se acabó el partido. Cuarta plaza para los rojiblancos y despedida de los bilbaínos. Al menos tienen su Copa y su gabarra. Que les quiten lo bailao.