El presidente del Madrid, que no faltó ni al debut de Figo ni al primer encuentro después de la pandemia, se quedará en la capital. El Barça había renunciado a la comida de directivas.
El clásico de este domingo en el Camp Nou será el primero desde que la Fiscalía denunciara al FC Barcelona por el ‘Caso Negreira‘ y el Real Madrid decidiera personarse como acusación particular en el proceso. Una situación que ha derivado en la renuncia por parte de los dirigentes culés a realizar la tradicional comida de directivas, que sí se celebró en Madrid en el último enfrentamiento entre ambos en la Copa del Rey.
“Nos defenderemos y atacaremos“, dijo ayer Joan Laporta, alentando a una masa social azulgrana que sigue teniendo al Madrid en la diana. Esto, unido al momento futbolístico del encuentro, con el Barça liderando la Liga nueve puntos por encima de los blancos, convertirá el estadio culé en una olla a presión contra el cuadro madridista.
Por todo ello, según ha podido saber EL MUNDO y salvo cambio de planes de última hora, Florentino Pérez no acudirá al Camp Nou este domingo. En el entorno del club esperan un recibimiento muy hostil a la expedición del Madrid y consideran que es un riesgo que no merece la pena correr. El presidente, que no faltó ni siquiera a aquel debut de Luis Figo después de su fichaje por el conjunto blanco ni al primer partido pospandémico, sentándose en el palco con mascarilla, se quedará ahora en la capital de España.
Esta decisión histórica del Madrid busca no aumentar la tensión de un choque marcado por el ‘Caso Negreira‘, un escándalo mayúsculo para el fútbol español, que es visto en la Ciudad Condal como una “campaña” contra el club azulgrana. “La campaña que estamos sufriendo no es casualidad. Tendré tiempo para explicaros quién, por qué y cómo quieren orquestar esta campaña”, insistió ayer Laporta.
El pasado viernes día 10, una semana después del Madrid-Barça de Copa en el que se lanzaron billetes con la cara de Laporta en los aledaños del Bernabéu, la Fiscalía de Barcelona denunció oficialmente al conjunto catalán “por un delito continuado de corrupción en los negocios, en su modalidad de fraude deportivo, otro de administración desleal y otro de falsedad en documento mercantil”. Además, también acusó al ex vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros (CTA), José María Enríquez Negreira, a los ex presidentes del Barça, Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu, a sus directivos, Óscar Grau yAlbert Soler.
La Fiscalía señaló que “a través de los presidentes Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu, el Barça alcanzó y mantuvo un acuerdo verbal estrictamente confidencial” con el denunciado Enríquez Negreira, al que llegaron a pagar más de 7 millones de euros por asesorías ficticias de vídeos arbitrales
A España no sólo la ha encaminado hacia la cuarta Eurocopa de su historia el desparpajo de chavales en el campo, también fueron ellos los que dirigieron los festejos. En el césped hubo lágrimas, abrazos, manteos a De la Fuente y fotos, muchas fotos, pero pareció una celebración contenida hasta que estalló en el vestuario. Música y baile bajo la batuta de, cómo no, de Nico y sobre todo Lamine Yamal. Fue el DJ, contagió a Álvaro Morata en calzoncillos e hizo bailar no sólo a su hermano Williams, MVP de la final, sino a los lesionados Rodri, Pedri, Ferran y hasta Gavi y Navas, que movió su dolorida cadera. No se quedaba atrás tampoco Fermín, otro del clan salvaje.
A sus 17 años, Lamine tuvo un momento de tranquilidad sobre el césped, jugando con su hermano pequeño, pero luego dio rienda suelta al festejo, primero con un sombrero y después con gafas de sol camino del autobús. "Es increíble poder estar aquí. ¿A Cibeles? No, a Madrid". Antes, una foto con la copa y dos checks: "La ESO. Campeón de Europa". La fiesta acababa de comenzar.
Ya había sonado Raphael, la Potra Salvaje y toda la playlist que ha acompañado las previas de los siete partidos y había quien empezaba a desesperarse. "¡Creo que ya me están llamando!". Cucurella no dejaba de apretar el claxon del autobús, rápidamente personalizado con la pegatina de campeones de Europa, mientras Rodri se emocionaba recordando su lesión, su MVP y su primera Eurocopa. "Cuando ha marcado Mikel, me he puesto a correr como un loco y se me ha olvidado la lesión hasta que el médico me ha dicho '¡eh, ojo!'. Estaba muy triste, pero chapeau por estos chavales".
A su lado, Nico Williams casi soltaba una lágrima recordando a su familia. "He hablado con mi hermano a través del móvil de mi madre porque yo no he podido ver el mío todavía. Me ha dicho que me quería y que está muy orgulloso, que el nombre de los Williams está en el cima del fútbol mundial", y casi se rompe al hablar de su madre: "Mis padres lo han pasado muy mal, especialmente mi madre. Esto es para ellos".
La fiesta en la zona mixta la puso Álvaro Morata, capitán y convertido en DJ de la selección por un ratito. Con un altavoz gigante en la mano con la bandera de España, el grupo caminó con por el pasillo de medios con una cerveza en la mano y al ritmo de una versión tecno del Viva España de Manolo Escobar. "Esto es tremendo", admitía Le Normand. "Algo único", reconocía Navas. "Dentro de nueve meses va a haber un boom de natalidad", vacilaba Cucurella. El lateral, uno de los hombres de esta Eurocopa que aún ayer escuchó pitos, tendrá que pensar si se tiñe la melena de rojo, como prometió. Antes pagó otro peaje: en la cena de los campeones, ya en el hotel con las familias, Morata le hizo subirse a la mesa, agarrar el micrófono y cantar la canción que le dedican en Inglaterra. "Cucurella se come una paella, se bebe una Estrella. Tiembla Haaland, que viene Cucurella", interpretó entre el júbilo de sus compañeros.
También tuvo tiempo el lateral del Chelsea para enviarle un recadito a Gary Neville en sus redes sociales. El comentarista de Sky Sport había dudado de él. "Pienso que Cucurella es una de las razones por las que España no puede llegar a la final", dijo. "Llegamos a la final. Gracias por tu apoyo", le contestó el catalán son sorna.
Era el momento de las risas, aunque a Oyarzabal, autor de un gol para la historia, le costó desatarse. "Lo primero que pensé al marcar fue en si había sido fuera de juego, porque era muy justo. Luego ya sólo escuchaba gritos", bromeaba. Alguno eran de Álex Remiro, el único jugador que no ha disputado un minuto en esta Eurocopa, pero que predijo el gol de su compañero en la Real. "En la merienda me dijo que hoy marcaba", confesó el vasco. No fue el único. "Le dije 'cómo te huele el pie a gol, niño', y he acertado. Igual me tengo que dedicar a eso", bromeaba Morata.
No salió el capitán con un balón bajo el brazo, pero sí Ferran, Pedri y Fabián. "Nos los vamos a llevar todos", decía el andaluz entre los gritos de Viva España del canario, enfundado en su bandera. A todos les costó anoche hacerse fotos en el césped con sus amigos y familiares. La seguridad del estadio impedía que bajaran al césped y Laporte o Dani Olmo tuvieron que acercarse a negociar.
Lo consiguieron Zubimendi, cuyos familiares llevaban la camiseta de la Real Sociedad, los de Ferran y los hijos de Morata, que lloraron de emoción tanto como su padre antes de comenzar a jugar con un balón en el césped ajenos al jolgorio en el que Lamine se había puesto un sombrero con los colores de la bandera y Luis de la Fuente volaba por los aires manteado.
Guardó el seleccionador un discreto segundo plano. Eso sí, se hizo una foto con sus sobrinos y la bandera de La Rioja con el nombre de Haro e hizo una piña con sus seres queridos, como si el partido fuera a comenzar. Quien fue corriendo a abrazarle fue el padre de Lamine, consciente de lo que la apuesta del seleccionador ha supuesto para su hijo. Lo llevaba en la mano: el trofeo de mejor joven. Apareció poco más De la Fuente, por los compromisos federativos y por su perfil. Salió del vestuario casi por la puerta de atrás y con la camiseta de Reyes de Europa en la mano.
La Copa fue del vestuario al autobús en un arcón, pero era imposible que permaneciera guardada. La sacó Morata, que le cantó el 'No puedo vivir sin ti' de Coque Malla y la manosearon todos. Hasta el Rey Felipe la alzó sobre el césped como si fuera un jugador más.
A la celebración sólo le faltó una traca, esa que el delegado Fernando Giner, valenciano, se quedó con ganas de tirar a las puertas del Olímpico.
Hay diez centímetros que definen parte de lo que será el clásico de esta noche. Diez centímetros que explican la columna vertebral de ambos equipos, su eje, su forma de ser. 184 para el Real Madrid. 174 para el Barcelona. Es la estatura media de sus cuatro centrocampistas más importantes en el duelo del Bernabéu. Su diferencia más evidente. Camavinga, Tchouaméni, Valverde y Bellingham por el conjunto blanco. Casadó, Pedri, Fermín y Olmo por el cuadro azulgrana. En esos diez centímetros nace la teoría del clásico y el prejuicio. Ese que dice que los futbolistas del Madrid no tienen talento con balón y que los del Barça no son jugadores físicos. Que uno juega al contragolpe y otro al tikitaka. Olvídense de todo. Aunque las apariencias engañen, este es el clásico del Rock&roll y del fútbol moderno. El clásico del futuro, porque todos tienen entre 20 y 26 años.
Delante y detrás de ellos se mezclan atacantes explosivos, con Vinicius, Mbappé, Yamal y Raphinha atacando espacios, y defensas de toque y recorrido, como Militao, Rüdiger, Koundé o Balde. En el medio, tres o cuatro jugadores que resumen la evolución futbolística que ha vivido España y Europa en los últimos años. Dos evoluciones de origen diferente pero que confluyen hacia el mismo punto final: el famoso fútbol moderno, tan ráapido.
Los medios del Madrid, de físico privilegiado y natural, han ido añadiendo a sus virtudes, más pronto o más tarde, una técnica exquisita. Los del Barça, por su parte, nacieron en la escuela futbolística española, donde el balón tenía prioridad sobre todas las cosas, y en los últimos años han completado su cuerpo con un trabajo físico envidiable. Son bajitos, si lo quieren llamar así, pero son mucho más físicos que sus predecesores. Eso lo nota el estilo de juego del Barça y, ampliando el análisis a todo el fútbol español, la selección. Ni De la Fuente ni Flick amasan el balón, sino que ahogan a su rival y son verticales. Y para eso, y así lo han entendido en La Masía y en la Federación, se necesita físico. Es lo que te lleva al siguiente escalón continental.
El 'ejemplo' del Madrid
El Barça tiene el ejemplo más claro al otro lado del puente aéreo. El Real Madrid ha levantado dos Champions en los últimos tres años siendo un equipo lleno de talento técnico en el centro del campo, con Modric y Kroos como pilares, pero también impulsado por la potencia física de jugadores como Camavinga y Bellingham, jóvenes que también poseen una grandísima capacidad técnica. Sin la combinación de las dos, no se consigue nada.
Este año, Flick le ha dado alas a Bernal y Casadó, jugadores con toque pero que están muy desarrollados físicamente. El partidazo del segundo ante el Bayern muestra su evolución. A su lado, Pedri ha dado un paso adelante y ha dejado atrás sus problemas musculares, mientras que Fermín y Olmo, a la espera de Gavi, aportan físico y llegada al área.
Más presión, más pases
Vayamos a los datos. Según Mediacoach, la plataforma de análisis de datos de LaLiga, el Barça es el equipo que más rápido y más cerca de la portería rival recupera el balón y los dos clubes son primero y segundo en la altura de su defensa. Es decir, no esperan, muerden. La presión alta ha sido la obsesión de Flick y Ancelotti. «Queremos presionar alto y de forma compacta», admitió el alemán esta semana. «Cambiamos la actitud y presionamos alto, es lo que queremos y no siempre se puede por la condición física. Tenemos que ser más compactos como equipo», dijo Ancelotti tras ganar al Dortmund. Discursos parecidos.
Y todo nace en dos centros del campo que luchan contra los prejuicios y que representan esa idea del fútbol moderno. El Madrid da más pases (6.209) que el Barça (5.930) y los centrocampistas azulgrana compiten en duelos individuales con su rival. Quién lo diría, ¿no? Según la plataforma 'Opta', Tchouaméni ha ganado 73 duelos, por los 65 de Pedri, los 58 de Bellingham, los 55 de Casadó o los 52 de Valverde. El uruguayo, que es el el jugador que más balones recupera en campo rival, es también el medio que más pases acumula entre ambos equipos (639), 160 más que Pedri (480), por ejemplo.
En general, los centrocampistas del Madrid amasan más balón que los del Barça, con el conjunto culé acostumbrado a que el peso de la pelota lo lleven Cubarsí e Iñigo Martínez para filtrar pases hacia la delantera. Hay menos juego estático, menos tikitaka y más verticalidad, aunque no menos posesión. Así lo dicen los números: los centrales azulgrana son los futbolistas de LaLiga que más pases dan, seguidos por los del Madrid y por Tchouaméni y Valverde, más presentes en la construcción que sus homólogos culés.
Y todo para coronar su juego en Vinicius, Mbappé, Raphinha y Yamal, la chispa, también joven, de Madrid y Barça. Jugadores con físicos únicos y técnica extraordinaria que adoran los espacios. Son el rock&roll de este clásico que promete una década de enfrentamientos.