La cita es a las cuatro de la tarde, hora en la que Lorenzo Bonicelli termina sus numerosas sesiones de terapia y con la psicóloga. Después tendrá que ocuparse de los procedimientos nocturnos, acostarse, electroestimulación, cenar y dormir. Mamá Vania y papá Simone me acompañan a la primera planta de la Unidad Espinal Unipolar del Hospital Niguarda, dirigida por el doctor Michele Spinelli. El 23 de julio, en las Universiadas de Essen, el joven italiano de 23 años cayó al realizar un triple salto mortal al salir de los anillos. El traumatismo cervical con subluxación de la quinta vértebra le ha dejado inmovilizado.
Lorenzo está agotado, pero con los ojos vivos. “Hoy he trabajado mucho. Sigo siendo un atleta, es mi naturaleza, les digo a los terapeutas: déjenme trabajar, no me tengan encerrado. El resultado es que me han llenado el programa diario, por la noche vuelvo a la habitación destrozado”.
- ¿En qué trabaja concretamente?
- Me centro en la parte superior, es decir, en los brazos. El primer objetivo es intentar mantener el equilibrio estando sentado. Parece sencillo, pero para personas como yo, con algunos músculos que funcionan y otros que no, es más complicado. El equilibrio es esencial, sin necesidad de un respaldo que me sostenga. Ahora estoy en una silla de ruedas eléctrica porque, lamentablemente, a mi trayectoria clínica se han sumado las úlceras por presión. Las úlceras duelen mucho, me han explicado que es algo fisiológico en mi condición.
- ¿Me cuenta algún avance?
- Hace un mes me emocioné mucho. Por primera vez me dejaron probar la silla de ruedas manual, la que se empuja. Iba solo de un vestíbulo a otro con la fuerza de los brazos, porque no puedo usar las manos. A veces me impaciento, pero aquí me repiten: tranquilo, es un camino muy largo.
- ¿Cómo es un día normal para ti?
- Dos sesiones de terapia, una por la mañana y otra por la tarde. Entre medias, hago pesas en el gimnasio. He empezado un programa de introducción al deporte paralímpico, he probado el tiro con carabina y me encanta. Se me hace la boca agua por probar otros deportes. En enero se inaugurará la nueva piscina, estoy deseando que llegue ese momento. Algún día también probaré la bicicleta de mano, ya que tengo fuerza en los brazos.
- El Ghislanzoni Gal, su club, y la selección italiana. Da la impresión de que ha encontrado un tercer equipo, muy numeroso.
- En Niguarda me están ayudando muchos profesionales maravillosos. Cuento con el apoyo de la Federación Italiana de Gimnasia y de mi club de Lecco, pero también con el de muchas personas que no conozco, a las que me gustaría dar las gracias a todas. Cuando publiqué un post en Instagram, me inundaron los mensajes, no me lo esperaba.
- El mérito es su fuerza…
- Me importa mucho demostrar que soy el mismo Lorenzo de siempre, a pesar del accidente. Me he esforzado mucho para que eso se vea reflejado en el exterior.
- ¿Es un esfuerzo?
- Al principio fue un esfuerzo. No quería ver a nadie más que a mis padres, mis hermanas y mi novia Lisa. Era categórico, nada de visitas, prefería aislarme. Luego comprendí que necesitaba ver a mis amigos. Ahora vienen a visitarme y me gusta ver que ninguno de ellos ha cambiado su actitud hacia mí. Soy el Lorenzo de siempre, aunque con una movilidad corporal diferente.
- Me cuentan que los domingos son muy animados…
- Los domingos somos un grupo numeroso aquí en la sala de visitas, no menos de diez, comemos juntos y vemos mucho deporte, desde tenis hasta Fórmula 1. Haber recuperado las relaciones humanas de siempre es una gran ayuda. Soy afortunado, me encanta ver a todos sonreír. Los terapeutas ya me dan sermones preventivos: ¡ay de ti si una vez que salgas de aquí te encierras en casa, que vamos a ir a buscarte!
- ¿El momento más difícil, por la mañana o por la noche, antes de cerrar los ojos?
- Al principio era al despertarme, ahora es por la noche. Antes de dormirme, los pensamientos me juegan malas pasadas, lo comento a menudo en las sesiones con la psicóloga.
- ¿Le apetece hablar de ello?
- Sí, porque hablar de ello, afrontarlo, descomponerlo, elaborarlo, también es un entrenamiento. Es una gran mezcla de tristeza, rabia, al principio también había remordimiento. Miles de millones de dudas y preguntas. Hay miedo. En mi mente tengo imágenes de mí mismo, visiones del pasado, visiones que también se adentran en mi futuro.
- ¿A qué se refiere cuando habla de remordimiento?
- A todo lo que pasó aquel 23 de julio en la Universiada. Yo estaba allí, hice el ejercicio en las anillas, me pregunto en qué me equivoqué, por qué salió mal. Son preguntas demasiado grandes, nunca tendré una respuesta. Muchas veces pienso en mi familia, en cómo mi accidente también cambió inevitablemente sus vidas. ¿Conoce la sensación de estar mal por alguien? Yo la tengo, no lo oculto.
- En el ascensor, de camino a su casa, su madre me dijo: “Muchas veces es Lorenzo quien nos da fuerzas a todos”.
- Vaya. Pensar que a veces me siento tan frágil… Mamá y papá son las dos personas más importantes de mi vida, me han criado, me han guiado para que sea libre de irme. Saber que soy capaz de tener este poder sobre ellos es especial. Significa mucho.
- ¿Qué sueña?
- Siempre he sido un soñador con grandes ambiciones, no solo como deportista. Ahora me concentro en vivir el día a día, precisamente para no cargarme con demasiadas cosas. Pero no me siento falto de sueños, solo tengo que encontrarlos.
- Una vez salió del hospital y le llevaron a un bar a tomar un aperitivo. Si pudiera, ¿a quién de sus ídolos invitaría a cenar?
- Sería una mesa muy larga. Lewis Hamilton, empecé a seguir la F1 gracias a él. Recientemente he leído las biografías de Federer y Djokovic, y me acaban de regalar la de Michael Jordan, son símbolos que trascienden el deporte. También veo disciplinas que conozco poco. En los Juegos de París admiré la explosión del nadador Leon Marchand. Ayer no me perdí el esquí alpino en Colorado. Estoy deseando ver los Juegos Olímpicos de Milán Cortina. Ya he pedido a mis amigos expertos en deportes de invierno una lista de las competiciones que no hay que perderse.
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