Cuando Griezmann deje el Atlético de Madrid, el equipo perderá no sólo al mayor goleador de su historia sino también a su mejor director de orquesta. Lleva el francés unos años teniendo el mismo mapa de calor en el juego rojiblanco que el de un suelo radiante. Está en todas partes y, generalmente, en todas ellas lo hace bien. Solo un equipo acomplejado en ataque impidió que su genialidad valiera una victoria. Sucic igualó la maravilla con un zapatazo desde fuera del área. Empate a golazos. [Narración y Estadísticas, 1-1]
Lo del primer gol, en cambio, no es hacerlo bien, es dar la vuelta al mundo. Hay jugadores que necesitan manosear el balón para provocar algo, Griezmann, con dos toques, atrae, controla y deja solo de tacón a Julián Álvarez para inaugurar el marcador. Si no lo han visto, corran a Youtube, es uno de los goles de la temporada. Casi asiste con otra maravilla de pase para el segundo 10 minutos después al mismo protagonista, pero el argentino se cayó o le derribaron. Dependerá de los ojos del juez que lo mire.
El Principito fue la dulzura ante una semana violenta. Una semana marcada por el fenómeno ultra en los dos frentes. Siete días para olvidar. Y a ello se pusieron ambos contendientes en el césped desde el inicio. Se rehizo la Real a ese empuje rojiblanco inicial echando el balón al piso. Y pudo empatar en una doble oportunidad tras un córner si no es por Oblak. Ya son muchas crónicas citando al esloveno. Todas bien. Lo merece. No es que haya recuperado su nivel, es que vuelve a dar puntos a su equipo. En Lisboa, pese al cuatro a cero, fue el mejor.
Este duelo era de urgencias, con el Atlético a ocho puntos del Barcelona antes del pitido inicial y la Real solo dos por encima del descenso. Quizás unos tienen más puntos de los que merecen y otros menos, pero el fútbol no va de merecimientos sino de goles y el Atlético parece que encontró su goleador.
Julián Álvarez ha abierto la lata y la definición en el primer tanto evidencia que la confianza ha vuelto al segundo fichaje más caro de la historia del Atlético. Además, el argentino, pone trabajo, así que ya tiene ganado no solo a su público sino también a su entrenador. El problema es que, tras el tanto, estuvo desasistido porque el balón, que sólo se juega con uno, lo tenía la Real. Pero los Oyarzábal, Kubo y Becker son futbolistas técnicos, pero no potenciales pichichis. Seis goles en ocho partidos, los datos no les respaldan.
En una cueva
El Atlético se refugió cerca de Oblak en un 5-4-1 a esperar a una Real volcada y necesitada. El problema es que no amenazaba como debería salvo en algún error donostiarra en salida de balón que no pudieron aprovechar. La segunda mitad inició como la primera. Una Real agarrada a la profundidad de Kubo y con más presencia en ataque gracias a la salida de Brais Méndez mientras el Atlético achicando balones y un bloque bajísimo aprovechando la ventaja en el marcador. El japonés era un tormento para la defensa atlética percutiendo sobre Lenglet y Javi Galán tanto por dentro como por fuera.
A medida que avanzaba el partido, la Real perdía fuelle, minada por el resultado, y el Atlético asomaba más desde su cueva. Estirado, muchas veces, por Nahuel Molina, los rojiblancos tuvieron alguna oportunidad ante Remiro. Sin embargo, sin juego trenzado, sin tikitaka, llegó el empate de la Real con un gol de Sucic al primer toque desde fuera del área que se coló por la escuadra de Oblak. Aún pudo ganar la Real, lo necesitaba y lo mereció, pero todo quedó en empate. A golazos.