Copa del Rey
Ida de semifinales (0-1)
El equipo de Xavi, contracultural y con la defensa como pilar, derrota a un Madrid errático, con Vinicius ofuscado y Benzema sin foco (0-1).
La lectura del último mohicano del toque fue propia de un iconoclasta: no estaba el Barça para defender su catecismo. Estaba para resistir y esperar, huérfano sin el sextante de Pedri, el mazo de Lewandowski y el desborde de Dembélé, el Vinicius azulgrana. Tiene más argumentos su equipo, por supuesto, pero no tiene la fe, lejos de Europa y tembloroso, pese a esos siete puntos de ventaja en la Liga, que son como puntos de sutura sin cicatrizar. En cualquier momento pueden abrirse. La única certidumbre, hoy, está en su defensa, por lo que Xavi se aferró a Koundé y Araujo, además de Ter Stegen, para presentar a un Barça contracultural. Si eso permite salir vivo del Bernabéu, nadie lo discute en un barcelonismo desorientado, fuera de la senda del Grial europeo y amenazado por fantasmas del pasado que chapotean el barro dejado por Negreira. El club y la gent blaugrana necesitan más que nunca a su equipo, que al menos en el barro de un mediocre clásico, sin paradas de sus porteros, pone en ventaja la Copa en casa de su anticristo. [Narración y estadísticas (0-1)]
El clásico acabó realmente embarrado, un duelo con más errores que aciertos por parte de los dos equipos y en el que todos miraron a Martínez Munuera demasiado pronto. Es otro de los legados de Negreira. Cuando eso pasa, se pierde energía y concentración, y el damnificado es quien está en mejores condiciones. Lo era, sin duda, el Madrid, dominador en su arranque, pero obtuso en su ataque y ofuscado cuando el árbitro mostró la primera tarjeta amarilla a Vinicius, quizás excesiva. El brasileño puso entonces cara de mártir, con el coro de la grada: «¡¡Corrupción en la Federación!!» Mal asunto. Cada minuto que el brasileño piensa en el árbitro es un minuto que deja de pensar en el regate, en su oponente.
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La oda defensiva de Xavi en el Bernabéu
En el primer round de esta semifinal era Araujo. Xavi lo movió al lateral porque es el futbolista con mejor balance frente al brasileño. Koundé le ofreció ayudas, pero sobre todo el francés controló a toda la defensa, también en las correcciones a Marcos Alonso, improvisado y correcto como central. La profundidad de Vinicius hizo que el Madrid se volcara en la izquierda, hecho que favoreció la labor defensiva del Barça, con muchos problemas en la salida de balón. En realidad, fue algo común a ambos equipos.
Sucesión de errores
Salvo por un remate a la red en fuera de juego, el Madrid no creó ocasiones claras en un partido gris, en el que Modric, que pudo tener un mano a mano nada más empezar, intentó llevar el peso, con menos protagonismo del habitual por parte de Valverde. La presión de los dos equipos era defectuosa, porque no está en la dinámica habitual de ambos. No es éste el Barça que reaccionaba como un resorte a la pérdida de la pelota. Los fallos se sucedían, aunque el más garrafal correspondió a Camavinga, al dejar un balón al Barcelona. Kessié recibió en la izquierda, progresó y su remate fue rechazado por el pie de Courtois, pero el balón golpeó en Militao y Nacho para acabar en la red. La jugada era la mejor metáfora del partido.
La ventaja con la que se llegó al descanso consolidó el ideario de Xavi. Nada devuelve la confianza como un resultado, y más después del fallido golpe de mano a la Liga que pudo dar en Almería, donde el Barça acabó, asimismo, con el argumento ofensivo de los equipos pequeños: centros y más centros que dibujaron una lluvia de impotencia. En el Bernabéu le salió mejor en el área contraria, la propia.
Espacios a su espalda
El Madrid regresó del vestuario con más intensidad, pero sin claridad, errático, con los riesgos, además, de ofrecer espacios a su espalda para los contraataques del Barcelona. Ancelotti estuvo lento en buscar alternativas para cambiar la dinámica, y es que hasta pasada la hora no llamó a Rodrygo, con un Vinicius que buscaba el centro pero sin entrar lo necesario en juego y Benzema fuera de foco.
Xavi vio que las posibilidades se abrían y llamó a Ansu Fati, porque a partido roto la ganancia podía ser, incluso, mayor. En Ansu Fati, curiosamente, golpeó el balón que iba hacia la red lanzado por Kessié en una llegada limpia. Había en este clásico de imprecisiones, realmente, muchos obstáculos y a todos se adaptó mejor el Barcelona, aunque fuera a costa de hacerse pequeño, para sacar ventaja camino de la final de Copa, un tesorito cuando no se pueden dar sorbos a las copas europeas. La vuelta en el Camp Nou queda en ventaja pero abierta, porque es el Madrid y porque dentro de un mes, una eternidad en el fútbol, nada será igual.