Justo después de fallar Kevin Punter ese triple para empatar de nuevo el partido a falta de 24 segundos, viendo en la repetición la imagen de Chus Mateo mirando impotente la acción del alero norteamericano, a este cronista le dio por recordar esa deliciosa charla de hace 5 años con el tipo que más reforzado sale de esta eliminatoria de eliminatorias para la historia de la Euroliga. En aquel gimnasio colegial a media luz, y tras hablar de lo divino y lo humano, se nos ocurrió terminar como lo suele hacer ese programa de la tele que cuenta la vida de los madrileños por el mundo…
¿Volverás algún día al banquillo como primer entrenador, Chus?
Ahora mismo ni me lo planteo, Pablo. Sacrifiqué demasiadas cosas por intentarlo y creo que no ha merecido la pena,
Como en una de aquellas maravillosas fábulas que escribía Joan Cerdá en la revista Nuevo Basket, el banquillo tenía claramente otros planes para el descreído Mateo ¿Y si 5 partidos de baloncesto acabaran por dar sentido a una vocación? Lo que Chus ha vivido estas dos semanas ha sido una vida entera para cualquier entrenador. Tras un planteamiento muy mejorable al inicio de la eliminatoria, propició dos baños tácticos a un mito viviente en su propia casa de Belgrado. Casi enterrado antes de la meta por la falta de respeto absoluto de los árbitros hacia su figura en este partido decisivo, tomó la mejor decisión de su carrera; subirse como último recurso a la cuadriga de sus caballos veteranos (Chacho, Rudy, Llull…), en uno de los últimos servicios de estos genios a nuestro baloncesto, uno que estará entre los más recordados, y mira que los han tenido para recordar.
El Chacho juega
Esta obra de arte en forma de playoff a 5 actos, se ponía muy a favor de un final digno de recuerdo. Y ya nos avisaban los entendidos de que las mejores Operas no acaban jamás hasta que canta la gorda. El Chacho, con esa barba de ermitaño que luce desde hace años, con ese ‘flow’ que siempre ha tenido y que cautivó a los americanos apenas veinteañero, tras una temporada probablemente muy frustrante para sus iniciales y veteranas expectativas, delante de todos sus incondicionales, de los seguidores del Real Madrid y del baloncesto europeo, recitó probablemente el mejor aria de su carrera deportiva, por la dificultad, por la trascendencia, por la belleza.
Con 15 puntos de desventaja, superado Mateo por el planteamiento rival y por dos forzudos de gimnasio vestidos de naranja con un silbato, el descreído director de orquesta tuvo que poner su presente y claramente su futuro en manos del baloncesto según el Chacho. Hasta ahí había llegado con las zonas, con los cambios tácticos, con decisiones muy de autor como la de Ndiaye de titular en el choque decisivo. “Toma Sergio, yo ya no sé más. Haz lo que puedas”. Sergio intuyó claramente el apoyo de Rudy para cambiar la dinámica con su inteligencia natural sobre el parqué: puso en marcha a Hezonja, y Mario, sin esa melancolía que a veces lo invade, llega donde muy pocos pueden llegar en el baloncesto europeo. Y finalmente pidió a Llull el toque de corneta para subir las pulsaciones de todos los presentes en el momento preciso. Un último intento de los forzudos por alargar el evento (el arbitraje profesional no pita partidos, ahora gestiona espectáculos) puso en manos de Punter la bola del empate, y nos dejó esa imagen de Mateo, la foto de portada ideal para la biografía de un descreído entrenador, al que habrá que volver a preguntar si todo esto le ha merecido la pena.
Mientras tanto, ‘la Gorda’ Rodríguez, al fondo, exhausto, trataba de que los periodistas comprendieran que jugar al baloncesto significa para él un canto a una infancia feliz, y es muchas veces un simple juego de niños.