Después de una semana, ya tenemos algunas certezas:
1ª. España está entre las cuatro favoritas. Para qué negarlo: no hay nadie mejor. Ni Inglaterra, ni Francia, ni Portugal. Al mismo nivel, acaso Alemania. Mejor, nadie.
2ª. La certeza número uno tiene mucho más mérito si tenemos en cuenta un detalle: no ha habido selección que se haya enfrentado a dos rivales así. Croacia quedó tercera en el último Mundial e Italia ganó la última Eurocopa.
3ª. Luis
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"Volando bajito se vive mejor". No quiere Nico Williams despegar los pies del suelo, ni siquiera para rematar de cabeza, "que es algo que no se me da bien". Ante Italia, destrozó a Di Lorenzo, encaró sin piedad a Bastoni y se convirtió en el mejor jugador del mejor partido de España. "Puro cine Jr.", le escribía en redes sociales su hermano Iñaki.
Todas las miradas estaban puestas en él, hasta la de Felipe VI, que no salió del vestuario hasta saludarle. Como ya no estaba en el césped cuando acabó el partido y el cuerpo técnico hizo pasillo a los futbolistas, se llevó la ovación en el vestuario. Llegó con el trofeo de MVP en la mano, que tiene destinataria: "Eso es para mi madre, que se lo ha ganado durante muchos años". María Arthuer lleva años recibiendo alegrías de sus hijos, pero ayer Nico ante Italia, la campeona de Europa, dio un paso más. Eso es lo que le dijo su hermano Iñaki en un audio que se encontró en el móvil nada más agarrarlo en el vestuario. "Me ha dicho que he llevado el apellido de los Williams al mundo del fútbol", admitía el jugador sujetando un trofeo ligero de peso pero muy valioso.
Nico reconoció que había cuajado "el partido más completo" con la selección desde su debut en septiembre de 2022 ante Portugal, con Luis Enrique en el banquillo. Un año antes, Luis de la Fuente ya lo había enrolado en su Sub-21. "Una de mis virtudes es que conozco mucho a los jugadores y sé darles lo que necesitan", explicaba el seleccionador tras la victoria. Nadie puede negarle que así es. Les exprime y les lleva a cumplir sueños. "Me pide que encare, y eso hago. Hace unos años sólo soñaba con jugar una Eurocopa y ser el mejor jugador", confesaba Nico, que tiene un reto.
Pese al descaro juvenil, no se atreve Nico a bautizar el juego de España más allá de con la palabra "verticalidad", pero promete que lo pensará: "Hemos variado un poco, no todo es jugar con posesiones muy largas, porque estamos jugadores como yo, Lamine, Ferran o Ayoze, que nos gusta encarar y driblar y está muy bien este nuevo estilo".
Se lleva muy bien con Cucurella como socio de banda -"nos entendemos a la perfección", puntualiza- para repartir ataques y repliegues. Se ampara en la veteranía de Navas pero, sobre todo, conecta de una manera generacional con Lamine Yamal, que ayer enloqueció también a Di Marco y a Pellegrini. No marcó, pese a que tuvo algún disparo endiablado y eso le hace tener que cumplir el reto que le lanzó Nico. "Le he picado con el trofeo. Ya le he dicho que tiene que aprender de su padre, que disfrute de esto y ojalá pueda conseguir uno, que se lo merece". Son los deberes de Yamal en esta Euro. Nico, ya se ha puesto al día.
A esta nueva selección le ha acompañado hasta Alemania una máxima: la muerte del 'tiqui-taca'. Se ha dicho con algo de hastío, incluso desprecio. Lo primero que hay que decir es que el tiqui-taca dio mucho a España, el mejor periodo de su historia, una trilogía única: Euro-Mundial-Euro. Respeto, pues. Esta selección está a otra cosa, porque cambian los futbolistas y cambian las tendencias, ya que el fútbol no es ajeno a la 'Ley del péndulo', pero
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Hay una cosa maravillosa con la selección y es que nos permite disfrutar de una de las mejores sensaciones de la vida: venirse arriba. Durante la temporada de clubes es un placer del que sólo disfrutan los madridistas, mientras el resto, incluso cuando nuestros equipos van como aviones, nos pasamos las semanas esperando a que el cielo se derrumbe sobre nuestras cabezas (y generalmente se derrumba), pero con España es diferente.
Quizás porque es u
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En el minuto 84, la afición italiana celebró un córner como si fuera un gol, y quizá no haya mejor resumen que ese para explicar lo que fue el partido de anoche. Un España-Italia dominado de principio a fin por España, mucho mejor, más vertical, más atrevida, más divertida, más coral, más todo. A lomos de un futbolista brutal como Nico Williams, la selección de Luis de la Fuente bailó con Italia, hizo con ella lo que quiso y certificó, más allá de lo ajustado del marcador, dos cosas: primero, que jugará los octavos de final y, segundo, que en Alemania hay un señor equipo y se llama España. [Narración y estadísticas (1-0)]
Cuando Vincic, un árbitro terrorífico cuyo único mérito debe ser compartir nacionalidad con el presidente de la UEFA, dispuso el descanso, España había hecho 25 ataques, por cinco de su rival; había disparado nueve veces, por una de su rival (de ellas, cuatro a portería, por ninguna del rival); había dado 299 pases, por 177 del rival... ¡Ah! Y había tenido el balón un 61% por el 39% del rival, pero como el debate de la cansina posesión ha sido superado, quede a título meramente informativo. Cuando Vincic, pues, dispuso el descanso, España había hecho suficientes cosas como para ir ganando el partido, pero su rival, Italia, salió indemne del primer tiempo, que era lo mejor que le podía pasar. La selección, mucho mejor en todas las facetas del juego, más dinámica, más peligrosa, más ambiciosa, se dejó en las manos de Donnarumma y en sus propia ceguera la opción de ponerse por delante.
Aprovechando unas molestias de última hora de Nacho, De la Fuente dio carrete a uno de sus fetiches. Laporte es un futbolista con una jerarquía incuestionable al que solamente su decisión de jugar en una Liga de juguete, con todo lo que ello conlleva, permite cuestionar. El central zurdo es uno de los referentes del vestuario y en tanto que eso, que líder, supone un asidero hasta emocional para el equipo a juicio del entrenador. Quitando eso, el resto fueron los mismos que el sábado, no hace ni una semana, tiraron menos, atacaron menos, pero iban ganando 3-0 al descanso.
Sin noticias de Chiesa y Barella
La primera jugada fue un aclarado para dejar a Nico frente a frente con Di Lorenzo. Le encaró y sacó un centro que, de no haber sido Pedri el cabeceador, hubiera sido gol. Pero el menudo mediapunta remató con la destreza con la que hubiera colgado una lámpara. Ninguna de las suertes le resulta familiar, de modo que, con toda la portería para él, se la puso a Donnarumma en el guante. El portero italiano, con todo, sufrió para sacarla por lo cercano del remate. Los italianos, por cierto, también eran los mismos que le ganaron a Italia. Spalletti, un buen técnico, está construyendo desde el verano pasado un equipo bastante apañado, pero no cuenta con la calidad individual de otras épocas. La baja forma de Chiesa y Barella, probablemente sus dos mejores jugadores, tampoco ayuda.
La segunda jugada fue más de lo mismo. Nico contra Di Lorenzo. Vencedor, Nico. En el otro costado, Lamine Yamal estaba más vigilado, primero por Di Marco, el lateral, pero luego por Barella y Pellegrini, atentísimos a esas ayudas. España intentó probarse otra vez su traje nuevo de equipo vertigionoso, y un balón largo de Unai Simón lo bajó Morata para Pedri, y Pedri para Morata y Morata para Nico, que a medio metro de la portería hizo lo más difícil que podía hacer en su remate de cabeza: echarla fuera.
España veía pasar por delante ya muchas opciones, media docena a la media hora tras un eslalon de Lamine, un disparo desde su casa de Fabián que despejó apuradísimo Dunnarumma y un 'huy' de Morata, algo ofuscado. Veía pasar España esas opciones y observaba un partido raro, con Italia relativamente cómoda pese al acoso y con algún susto cuando Scamacca lograba, fue muy pocas veces, dejar de cara para que corrieran los de fuera. Nada serio. De hecho, lo más serio fue la amarilla a Rodri que le impedirá jugar contra Albania el lunes.
Chiesa, ante Cucurella, en el Veltins Arena.AFP
A la vuelta del descanso, Spalleti quitó a Jorginho. El jugador del Arsenal las había pasado canutas con Pedri a su espalda. Entró Cristante, que le dejó un recado a Rodri a modo de saludo y que vio la amarilla. La tuvo Pedri tras otra buenísima jugada de todo el equipo, pero la envió, como Nico en la primera parte, incomprensiblemente fuera.
Prueba de madurez
Llegó el gol, no podía ser de otra manera. Y llegó, tampoco podía ser de otra manera, con Nico otra vez encarando a Di Lorenzo (el lateral del Nápoles va a tener pesadillas con el chico). Su centro no lo atrapó Donnarumma y Calafiori se lo metió en propia puerta. Era una prueba de madurez para el equipo, ya por delante tras haber jugado realmente bien y con un equipo enfrente, Italia, a la que le faltará calidad, pero nunca le sobra coraje (ni algo de suerte). Dio un paso adelante el equipo de Spalletti, no le quedó otra, pero entretanto Pedri no cazó una por muy poco y Nico, quá noche la suya, estrelló un balón en la escuadra.
Agotado Pedri y confuso Yamal, De la Fuente dio entrada a Ferran Torres y Alex Baena, dos que debutaban en el torneo, igual que Ayoze. Dio igual. España no concedió un solo tiro más a Italia. Fueron 20 tiros contra tres. Fueron 57 ataques contra 11. Fue poca posesión (56%). ¿Y? Fue, así como suena, un baile.
Llega con el móvil, con el que pasa entre tres y cuatro horas todos los días, aunque con la sonrisa con la que estima el tiempo se intuye que es algo más. Nico Williams (Pamplona, 21 años) tiene una de esas risas contagiosas y una de esas personalidades que caen bien. Se extraña un poco cuando se le adelanta que, de fútbol, poco. Pero luego se relaja. Y se divierte. Y convierte las mentirijillas en respuestas sinceras de la juventud que tiene. Ju
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En el fútbol, en la vida, en todo, hay un momento en el que alguien, o algo, llámese azar, llámese fortuna, llámese incluso Dios, si alguno quiere, llámese como se quiera llamar, hay un momento, decíamos, en que ese alguien, o ese algo, debe ayudar, dar un empujoncito, cerrar una puerta y abrir otra, a quien haya sido designado. Este sábado alguien, o algo, designó a España ganadora del partido ante Croacia. Ese alguien, o algo, fue sutil. Escondido tras el buen hacer de la selección, ordenó que los matices fueran siempre para ella, ordenó que tras el gol de Morata, justo después, Kovacic disparase mal, ordenó que tras el gol de Fabián, Brozovic no acertara con la portería, ordenó, por último, que Budimir no llegase por un milímetro al 2-1 mientras Carvajal sí lo hacía en el descuento. España ha venido a la Eurocopa y al descanso del primer partido iba ganando 3-0 a un buen equipo. España ha venido a la Eurocopa y sale del debut con la mejor de sus sonrisas. [Narración y estadísticas (3-0)]
Ese mismo fútbol, esa misma vida, enseña también que no conviene deslumbrarse por una tarde como la de este miércoles en Berlín, y que apenas hace falta retroceder al Mundial de Qatar, rememorar el 7-0 a Costa Rica (un equipo infinitamente peor que Croacia) y saber cómo terminó aquello. Pero esto es fútbol, caramba, y esto es la vida, y si con un debut como el de España no está permitido ilusionarse, apaguen y váyanse. El equipo de Luis de la Fuente es eso, un equipo, un equipo menos dogmático, más versátil, un equipo que toca, pero que también corre, un equipo que presiona, pero que también mete el culo junto al portero, un equipo que juega en corto, pero también le da un patadón a la pelota si es lo que hace falta. Porque sí, en el fútbol, vale dar patadones. Vaya que sí. Es más, este 3-0 viene acompañado de la primera vez que España pierde el porcentaje de posesión contra su rival desde la Eurocopa de 2008, casi nada. (46% contra 54%).
Afronta pues España de lo más tranquila lo que queda de grupo, reforzada como pocas veces antes en el inicio de un gran campeonato, lo mismo que su capitán, Morata, dueño de un gol reconfortante en lo futbolístico y en lo personal a la espera de ver en qué queda su lesión. España hizo debutar al tipo más joven en comparecer en una Eurocopa, Lamine Yamal, y presentó la mejor versión de un centrocampista moderno, un box to box como dicen los ingleses, forma resumida de interpretar a un tipo, Fabián, que une al talento una capacidad física superior. Funcionó bien la pareja Nacho-Le Normand, dejando a un lado, de momento, el asunto Laporte, y aunque apenas se vio, el peligro latente de las bandas hace que los equipos contrarios no estén tan cómodos ni replegados (por los regates de Lamine) ni presionando (por la velocidad de Nico Williams). Cucurella, por cierto, adelantó a Grimaldo, pero no deja de ser una anécdota.
Tras toda la mañana lloviendo, salió el sol en Berlín para embellecer el maravilloso Estadio Olímpico, donde Hitler pretendió una cosa y Jesse Owens dictó otra. Salió España con la pelota en el pie y no la soltó hasta el minuto 13, primera posesión de los croatas cerrada en nada y que sirvió, sin embargo, para darle la vuelta al calcetín. Despertaron los balcánicos, a los que quizá le falten piernas, pero a los que les sobra fútbol. Se hicieron con el balón y se animaron a presionar a España, que lo notó.
Carvajal y Lamine celebran el gol del primero.AFP
Era el momento de sufrir y la selección lo hizo, corriendo detrás de la pelota y metiendo a los once durante un rato en campo propio, igual que ocurriría en la segunda parte, ya con el duelo muy devaluado. Pero, volviendo al inicio, alguien, o algo, decidió que, cuando peor lo pasaba España, marcase gol. Fue justo a la media hora, en un balón largo de Croacia que despejó Cucurella al tun-tun'. La pelota le cayó a Fabián como le podía haber caído al vecino del quinto, pero le cayó a Fabián, que casi sin mirar filtró un pase para Morata con la defensa de Croacia abierta en canal (tenía también a Nico). El capitán, como menos le gusta, con metros para correr y por lo tanto para pensar, definió estupendamente con el interior de la izquierda, a un ladito, suave.
A la jugada siguiente, Kovacic condujo hasta la frontal y su tiro fue flojo, y a la jugada siguiente, Fabián apareció también por el balcón del área, recortó y marcó un golazo. Pero es que, perdón por la insistencia, a la jugada siguiente, un tiro de Brozovic encontró la mano milagrosa de Unai Simón. En el minuto 32, el marcador podría haber sido un empate a dos, pero era un 2-0. Así es esto. Por si no había quedado claro, resulta incomprensible cómo no fue gol un remate de Gvuardiol que esperaba Budimir, igual que incomprensible que Carvajal encontrase el hueco entre los maromos croatas.
Poco tras el descanso
El segundo tiempo hubiese contado a título de inventario de no haber sido por la lesión de Morata, que dejó en el aire la única mancha para el vencedor, un poco apurado en el inicio por el brioso inicio del rival, pero tranquilo la última media hora, ya con Modric y Kovacic sentados en el banquillo, pues debió pensar Dalic que si alguien, o algo, no quería que Croacia se acercase ayer en el marcador, era mejor dejar a los veteranos descansando para Albania. Faltaba, claro, la última aparición de ese alguien, o ese algo, esta vez de una forma mucho más obscena, más obvia, dejando sin castigo una confianza de Unai Simón que terminó en penalti y que no fue gol ni en el lanzamiento (lo paró el propio Unai) ni en el rechace, atrapado por Perisic, que se había adelantado antes del lanzamiento de su compañero.
Era obvio, pues, que alguien, o algo, quería que España, al margen de sus virtudes, que las tiene y las enseñó, iniciase esta Eurocopa con una goleada a un buen equipo, resolviendo así el siempre peliagudo trámite de debutar en una gran cita.
Caído el imperio de la posesión, que fue la Roma del fútbol, a España le han pasado muchas cosas. Unas son las propias de la decadencia, de la pérdida de poder e influencia. Otras llegaron por obra y gracia de un puñado de cretinos que confundieron servir al fútbol español con servirse a sí mismos. La especie, lamentablemente, abunda. La reconstrucción sobre la ruina deportiva y moral es compleja, y más para Luis de la Fuente, que lleva un año es
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En esta Europa superada por los acontecimientos, aparece el fútbol para intentar poner orden: los extremos buenos son los que desbordan por la banda. Especialmente en España. Una vez jubilado definitivamente, y tarde, el tiqui-taca, que nos dio cinco años de gloria y 10 de sopor, la modernidad ha llegado a la selección y la única duda es si el espíritu conservador de Luis de la Fuente es capaz de entenderlo y deja fluir la alegría. La alegría, po
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Luis de la Fuente ha dirigido 15 partidos a la selección absoluta, a la que cogió inmediatamente después de que fuera expulsada de mala manera por Marruecos en el Mundial de Qatar luego de ofrecer 1.019 pases (un 77% de posesión) para un solo disparo a puerta. En ese invierno de 2022, mes de diciembre, se hizo famosa la necesidad de un Plan B, que en realidad no era otra cosa que buscar deshacerse, definitivamente, de una herencia tan bonita como nociva. La gran España, la España de la posesión, del tiqui-taca, la campeona en 2008, 2010 y 2012, había muerto hacía tiempo, pero nadie parecía haberse dado cuenta. De la Fuente ha sido el encargado de enterrarla.
La selección, cómodamente instalada en su lujosísimo hotel, escuchando a Estopa, La Oreja de Van Gogh y El Barrio cuando llegan a su campo de entrenamiento, ya no se detiene en cuestiones estéticas. Es más, repasando esos 15 partidos de De la Fuente, se descubre un dato. Quitando a la debilísima Chipre, el partido donde más posesión acumuló este equipo (77%) fue en la derrota, muy dolorosa, ante Escocia, en marzo de 2023. Es más, algunas de las mejores victorias (que son 12), algunas de las más importantes, presentan porcentajes discretos: un 62% ante Italia en la semifinal de la Liga de Naciones, un 54% en la final contra Croacia o un 59% en la victoria sobre Noruega en Oslo (59%).
"La vida pasa, y no podemos estar pensando siempre en lo que hicimos en aquellos años", sostiene Rodri, el arquitecto de este nuevo proyecto. "Luis quiere una selección más vertical, más contundente en las áreas, aunque una cosa es decirlo y otra implementarlo. Le da dos o tres pautas al jugador, no más, nos da mucha libertad", explica el mediocentro del City, que no lo dice, pero sí lo piensa: todo lo contrario que Luis Enrique, que dejaba mucho menos espacio a la improvisación del futbolista. El asturiano, por cierto, solía decir: "Nosotros jugamos siempre igual". Pues bien, esto también ha cambiado: "El juego cambia a nivel táctico dependiendo del rival, dependiendo del partido", explica Oyarzabal.
Lamine Yamal, en una sesión.AP
No confundir con no tener una idea. "Al revés, tenemos una idea clara, y no todas las selecciones tienen eso, así que hay que aprovecharlo. Intentamos dominar cada partido a través de la posesión y, sin pelota, hacemos una gran presión tras pérdida", analiza Grimaldo, uno de los nuevos. Posesión sí, pero ¿qué tipo de posesión? Intercede en este debate, de nuevo, Rodri. "Es una filosofía parecida, pero es verdad que intentamos ser un poco más verticales, sin tanta posesión. Digamos que queremos la posesión, pero para intentar hacer daño al rival".
¿Y dónde empezó todo? Pues fue en Tiblisi, capital de Georgia, en septiembre del año pasado. De la Fuente empezó con Dani Olmo y Marco Asensio en los extremos, pero ambos se lesionaron, y en el segundo tiempo salieron Nico Williams y Lamine Yamal, que debutaba. El festival terminó 1-7, con los dos chicos hiriendo a una selección no tan débil (de hecho está en la Eurocopa, pues se clasificó en la repesca). Tener esos dos aviones en las bandas ha terminado de empujar a De la Fuente a romper con el pasado. "Muy pocos extremos en Europa pueden igualar a Lamine y Nico, así que tenemos que aprovecharlo", cuenta Oyarzabal.
Otro fútbol
"Nos han venido los dos, con condiciones diferentes a lo que estábamos acostumbrados, y no podemos dejarlo pasar. Tienen regate, velocidad... Es una grandísima ayuda. Para mí, como mediocentro, jugadores que piquen al espacio son fundamentales", insiste Rodri, que ha visto cómo debe modificar sus hábitos respecto al City. "Aquí la clave", cierra Álvaro Morata, el capitán, "es que hay muchísimas soluciones, hay un abanico de tácticas diferentes que nos vendrán bien en los partidos que se complican".
En los alrededores del equipo, las cosas están más claras todavía. "Hace tiempo que no tenemos jugadores para hacer lo que se hacía hace 15 años", cuenta un veterano de Mundiales y Eurocopas, que las ha visto de todos los colores. Existe la impresión en la concentración de España, siempre desde la óptica de los que vivieron aquella época y viven esta, de que nadie ha sido capaz de asumir esa ruptura con la mejor herencia posible. Pero si Xavi, Iniesta, Silva o Cesc ya no existen, y hay futbolistas verdaderamente diferenciales en otro tipo de fútbol como Lamine o Nico Williams (sin olvidar los laterales, Dani Carvajal y Grimaldo), quizá sea el momento de olvidar los complejos. De la Fuente lo sabe.