Baloncesto
El lunes comunicó a Scariolo que no estaba bien, se fue a su casa en Barcelona y allí decidió el jueves que no regresaría para jugar el Mundial por su salud mental
El lunes todo se desmoronó de golpe. Ricky Rubio acudió a hablar con Sergio Scariolo y le contó algo que el seleccionador no sospechaba: “No estoy bien, no me veo capaz”. Poco rato después, viajaba rumbo a su casa en El Masnou, donde tomó la decisión de no regresar, al menos, este verano.
Hasta ese día, el base y estrella de la selección, MVP del último Mundial cuyo título defiende España desde el 25 de este mes, no había dado ningún síntoma de que algo marchara mal. Se incorporó a la concentración con una sonrisa, participó sin problema alguno en los entrenamientos, las sesiones de fotos y los actos publicitarios y protocolarios, físicamente estaba perfecto y parecía feliz de haber dejado atrás una temporada complicada en Cleveland.
Sin embargo, este sábado un comunicado del jugador, a través de la Federación, remataba una semana en la que todo fue a peor muy rápido: “He decidido parar mi actividad profesional para cuidar mi salud mental. Quiero agradecer todo el apoyo que he recibido de la FEB para entender mi decisión. Hoy La Familia tiene más sentido que nunca. Gracias”.
“¡Qué ganas tenía de estar aquí!”, repetía, según explican desde la concentración del equipo, tras un curso en la NBA que comenzó tarde debido a la recuperación de la grave lesión de rodilla sufrida en la 21-22 y que acabó con Ricky fuera de la rotación de los Cavs.
Desde su entorno apuntan que esos meses resultaron muy duros para él, que perdió parte de la ilusión que ha empujado siempre una carrera plagada de obstáculos y pudieran ser el origen de la situación actual, pero nada lo indicaba hasta el lunes. Ricky llegó con maleta bien llena y planificó con la FEB diversos compromisos para el próximo mes y medio. Estaba convencido de que el ambiente siempre especial de la selección, esa Familia que tanto le arropa, le haría olvidar todo lo malo. Por desgracia, algo se rompió de golpe entre el domingo y el lunes.
Una vez que comunicó su estado de ánimo al seleccionador y al presidente, Jorge Garbajosa, estos le mostraron su apoyo y le concedieron un permiso sin fechas marcadas para ausentarse de la concentración de Madrid y tomarse un tiempo en su casa barcelonesa y ver si se encontraba mejor. Ante lo delicado del problema, decidieron no hacerlo público, aunque los entrenamientos del equipo son a puerta abierta y desde el martes allí no estaba la estrella. Sorprendentemente, la noticia no trascendió y permitió a los implicados ganar tiempo para esperar la evolución de Ricky. Dio igual.
Aunque en principio todos confiaban en que regresaría, según transcurrieron las horas y las conversaciones entre jugador, técnico y dirigente, el pesimismo empezó a cundir en la selección. Scariolo convocó de urgencia a Juan Núñez, el joven base del Ulm, y recorría los pasillos del hotel Meliá Castilla como si una nube negra le sobrevolara permanentemente.
En lo estrictamente deportivo, la baja de Rubio, que con 32 años y 157 partidos con España era el gran referente del equipo (máximo anotador de los Juegos de Tokio 2021 con 25,5 puntos por partido), es un golpe tremendo que se confirmó el jueves. Ese día, Ricky llamó a Scariolo desde El Masnou y le dijo que, definitivamente, no volvería para jugar el Mundial. Aunque ya no había vuelta de hoja, se decidió retrasar 48 horas el anuncio oficial para no enturbiar el primer amistoso ante Venezuela, el viernes en Madrid. Como muchos de los veteranos descansaron, nadie se preguntó dónde estaba Ricky pese a que era el único de los ausentes que no se sentaba junto al banquillo de WiZink. Por desgracia, estaba ya a muchos kilómetros de allí.
Nadie en el entorno del jugador se atreve a aventurar qué deparará el futuro más allá de este campeonato. “Puede ser un mes, seis, dejarlo…”, apuntan, aunque casi nadie cree que Ricky no volverá a jugar. No es la primera vez que el fabuloso base catalán habla abiertamente de su salud mental. Tras la muerte de su madre, en 2016, sufrió una larga depresión y desde entonces se ha erigido en una de las estrellas del deporte más comprometidas en la lucha por normalizar, cuidar y afrontar estas enfermedades. Ahora le vuelve a tocar. Ya ha vencido antes.