Es la segunda vez que se desvanece en un campo. Ya ha sido trasladado al hospital y está estable
El capitán del Luton, Tom Lockyer, se ha desplomado en pleno partido ante el Bournemouth, este sábado en la 17ª jornada de la Premier League, lo que llevó al árbitro Simon Hooper a detener definitivamente el duelo.
El defensa, de 29 años, ha sufrido “un paro cardiaco” en el minuto 59 del partido y ha caído al césped. Un hecho que ha enmudecido al estadio al recordar una escena similar vivida al término de la pasada temporada.
Los jugadores han vuelto al vestuario con un empate a uno en el marcador, mientras el jugador era atendido por los servicios médicos y a la espera de qué ocurría con el encuentro, que ha sido suspendido.
“Nuestro personal médico ha confirmado que el capitán sufrió un paro cardíaco en el campo, pero ya estaba respondiendo cuando lo sacaron en camilla. Recibió tratamiento adicional dentro del estadio, por lo que una vez más agradecemos a los equipos médicos de ambas partes”, ha explicado la entidad en un comunicado.
“Tom fue trasladado al hospital, donde podemos asegurar a sus seguidores que está estable y que actualmente se está sometiendo a más pruebas con su familia junto a su cama. Nos gustaría agradecer a todos por su apoyo, preocupación y mensajes cariñosos para Locks”, añaden.
Lockyer se había desplomado en mayo en Wembley en un duelo entre el Luton y el Coventry. Después de aquello fue sometido a una intervención cardíaca.
ABRAHAM P. ROMERO
@AbrahamRomero_
Actualizado Lunes,
18
diciembre
2023
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21:00La pareja española, número 1 del mundo durante tres años, tenía decidida...
Un día, plena adolescencia, Lucía Martín-Portugués (Villanueva de la Cañada, Madrid, 1990) cruzaba la atestada calle Preciados y, de repente, todo se fundió a negro. "Cuando volví en mí estaba en medio, con los coches cruzándome por los lados y sin que nadie se parase a a ayudarme", recuerda. Uno de aquellos episodios que eran tortura sin explicación hasta que tiempo después descubrió, "tras muchos estudios y pruebas", que se trataba de epilepsia. Apenas un obstáculo superado: este verano, el culmen de una carrera, buscará una medalla en sus primeros Juegos Olímpicos.
Lucía, risueña, «dicharachera», «una ridícula profesional» como autodefinición, es una fiera sable en mano. A ella de pequeña, «como a todas las niñas de los 90», la apuntaron a ballet mientras que su hermano hacía esgrima. Y aquí, su frase de cabecera: «Lo mío era menos tutú y más tratrá». «Me va más lo de pegarme que lo de las poses y las danzas. Y me fue bien desde el principio», rememora esta odontóloga que en París alcanzará un hito: desde 2008, Araceli Navarro, no había una española olímpica en esgrima.
Y allí, en el Grand Palais, se acordará de su padre, fallecido hace 11 años de un cáncer de pulmón, del que no pudo despedirse porque, ya en sus últimos días, le dijo que se fuese a disputar el Europeo y ella le lloró a 2.000 kilómetros. Por eso, siempre en su cuello, las joyas de Miguel Ángel, las que en uno de los últimos torneos le salvaron. «Me dieron un golpe, pero le dieron un golpecito a uno de los collares y está marcado. Y gané. Es como si él hubiese parado un ataque», cuenta.
Pero para experiencia vital, el trance de superar lo desconocido, esas «crisis de ausencia» que no entendía. «Lo tengo supercontrolado, hace siete años que no me da una. Pero para llegar a este punto me ha costado. Muchos intentos de medicaciones, higiene de vida... Siempre digo que no hay que resignarse, que hay que seguir luchando», admite, antes de relatar el proceso. «Cuando murió Antonio Puerta yo me asusté muchísimo, porque leí que él también se mareaba. Me hicieron estudios, me vieron un montón de médicos en el CAR y me dijeron que no era nada del corazón. Me mandaron a un neurólogo, que rápidamente identificó una epilepsia, sólo había que ponerle nombres y apellidos: crisis de ausencias».
Lucía estaba pero no estaba. Se encontraba mal y de repente ya no se acordaba de lo que sucedía. «Le decía a la profesora: '¿Puedo ir al baño?' y lo siguiente que recordaba era estar sentada en la silla. La gente me contaba cosas, vives como en un metaverso», explica. «Me podían dar 12 o 14 crisis de epilepsia en un día y como tuviese una semana un poco estresante, estaba dos o tres días así. A veces era peligroso».
La madrileña, en plena batalla ahora por subir su ránking olímpico, es una apasionada de la música, del reguetón a Sabina pasando por el tecno si es necesario. Porque lo que más le sorprende de sí misma es su transformación sable en mano, el «modo supervivencia». «Cuando mis amigos vienen a verme competir siempre se quedan alucinados. Me dicen: 'Parece que les quieres matar'. Antes de salir a la pista, en el equipo chocamos y decimos: 'Matar o morir'. Tyson decía que no le gustaba mucho en lo que se convertía cuando se subía al ring. Sabes que uno de los dos va a perder, va a morir y tienes que hacer lo que sea dentro del deporte para no ser tú. Me gusta esa esa adrenalina. Pero no me gusta ese nivel de agresividad que saca esa Lucía deportista».