Su regreso a los orígenes, con parte de la afición del Sánchez-Pizjuán en contra, responde a la búsqueda del equilibrio dentro de sí mismo
El mundo sólo se entiende con sus contrarios. La luz no sería un milagro sin la oscuridad y el amor sería una gimnasia vulgar sin el odio. Nadie entendería un delantero sin defensas a los que sortear, nadie entendería el aullido de las victorias sin el silencio de las derrotas. ¿Qué sentido tiene regresar si nunca te has ido? ¿Qué sentido tendría el perdón sin el agravio?
Sergio Ramos (Camas, Sevilla; 1986) vuelve al Sevilla Fútbol Club 18 años más tarde. «No es cuestión de dinero, es de filosofía y sentimiento; y donde tenía todo eso era aquí», dijo en la rueda de prensa de su presentación. A un lado José Castro, presidente del club; al otro, Víctor Orta, nuevo director deportivo. Ambos habían negado el interés por el defensa. El primero dijo: «Ramos quiere venir al Sevilla y yo quiero un avión». El segundo dijo: «No existe posibilidad de fichar a Sergio Ramos porque tenemos seis centrales». Orta, delante de Ramos, le regaló un avión de juguete a Castro. Luego Castro le regaló el avioncito a Máximo Adriano, el más pequeño de los hijos del futbolista.
Los retornos se escriben con tono épico. Futbolistas que abandonaron el club de su infancia buscando otros retos y que, pasado el tiempo, vivida la aventura, se enfundan de nuevo la camiseta con sus colores primeros, besando el escudo que siempre llevaron por dentro. Michu y Santi Cazorla al Real Oviedo. Wayne Rooney al Everton. Juan Román Riquelme a Boca Juniors. Juan Sebastián Verón como pincharrata. El fútbol siempre es una suerte de reencuentro, a veces con lo que somos, a veces con lo que dejamos de ser. Pero Sergio Ramos no tiene a todo el estadio volcado, ni su camino se está haciendo entre palmas y ramas de olivo. Hay una parte de la afición que no entiende su fichaje.
Aquel partido de Copa
Su salida del club fue atribulada. El verano de 2005, el Real Madrid pagó casi 30 millones de euros por el canterano nervionense. Sergio Ramos, con ganas de empezar de cero, se refirió a este episodio en su última comparencia: «No soy una persona rencorosa. Soy una persona que olvida. Cuando me fui, el único problema es que las cosas se contaron mal. Aprovecho para contarlo. Se vendió que lo mío fue un pago de cláusula cuando fue un traspaso y acuerdo por ambos clubes, es la única diferencia. Que la gente no lo supo o se contó otra historia en ese momento».
Tras ese día, la bienvenida siempre fue tibia en el Ramón Sánchez-Pizjuán. En el mejor de los casos, el público trataba con indiferencia al central. Sergio Ramos era, simplemente, un futbolista del equipo rival y el trato era acorde al desempeño. Pero, en la Copa del Rey de la 16/17, la relación se enfangó. Octavos de final. Real Madrid-Sevilla FC. En la ida, en el Santiago Bernabéu, un 3-0 de difícil remontada. El estadio andaluz no lo dio todo por perdido y eligió su vestido de batalla. Apretaba el Sevilla de Jorge Sampaoli. Se llegó a poner 3-1 en el marcador. Pero en el minuto 82, con el equipo volcado, Casemiro era derribado en el área. Sergio Ramos, increpado durante todo el partido, se fue a por la pelota y la puso en el punto de penalti.
Observó a la grada. Marcelo se acercó y le dijo: «Tú eres el mejor». Respiró, miró el esférico y decidió tirarlo a lo Panenka. Los Biris Norte, fondo en el que se lanzaba el penalti, se lo tomaron como una falta de respeto. El camero se encaró con la grada y se señaló la camiseta, su nombre y el dorsal. Inmediatamente después, pidió disculpas a los dos laterales y al otro fondo del Sánchez Pizjuán. Pero volviéndose de nuevo al fondo norte, se puso las manos tras las orejas. Desde aquel día, Ramos se convirtió en algo más que un rival, en mucho más que un rival, en sus visitas al estadio blanquirrojo.
«Con ellos no me disculpo. No me disculpo con quien se mete con mi madre», dijo tras el partido en zona mixta el que por entonces era capitán blanco. Estaba visiblemente triste. Cuando este verano estallaron los rumores sobre el fichaje de Ramos, muchos, y quizá él mismo, se acordaron de aquella noche. No entendió el futbolista en su momento que no hay mayor muestra de respeto hacia el club del que uno fue parte que asumiendo la crítica, aun con terrible esfuerzo. Va en el sueldo y va en este deporte. No se puede entender el fútbol, tan parecido a la vida, sin sus contrarios. Ser de un equipo no es compatible con alabar al rival. Salvo ampulosas y forzadas excepciones, de un campo el rival sale pitado. «Fue la juventud, espero que sepan perdonarme», se excusó Ramos cuando preguntaron por este episodio.
Biris Norte se expresó sobre ello, y con dureza, en un reciente comunicado: «Lo decimos una vez más: la dignidad, los valores y el respeto al escudo y la afición son la base sobre la que se debe sostener una entidad con más de 100 años de historia. Estamos hartos de ver cómo los directivos y grandes accionistas del Sevilla FC priorizan sus intereses económicos sobre lo que realmente significa ser sevillista, aunque hasta cierto punto podemos comprenderlo, ya que esto no es más que su negocio y su medio de vida». No hay perdón, de momento, en las gradas del fondo norte.
La oferta de Arabia
Ramos, sin embargo, se muestra feliz y confiado en hacer un buen papel en la cuestionada retaguardia nervionense. «Me fui siendo un niño, soltero, y hoy vuelvo con mi mujer y con mis cuatro estrellas. Le agradezco a mi compañera de viaje poder compartir con ella y hacerme disfrutar de este momento, que era un tema muy cercano y emocional, pues no tenía sentido tomar otra decisión que no fuera volver aquí», dijo ya sobre el césped del Sánchez-Pizjuán, en un acto abierto a los aficionados, con más de 20.000 personas celebrando el fichaje del hijo pródigo. Sergio viene a Sevilla por motivos personales, casi íntimos, y descartó el fútbol de Arabia Saudí para encontrar una armonía familiar y anímica difícilmente alcanzable en un destino tan lejano y exótico como el que le ofrecía el Al-Ittihad de la ciudad de Yeda. El dinero todo lo puede, menos el equilibrio dentro de uno mismo, que es el que pretende alcanzar el central sevillista en este viaje hacia el origen. Este retorno hacia lo que un día fue.
«Ahora depende de él y de su rendimiento. De su comportamiento, de su actitud y de su compromiso», ha dicho Joaquín Caparrós, el entrenador que le hizo debutar un 1 de febrero de 2004. Con Pablo Alfaro y Javi Navarro aún en la zaga nervionense. Con Mauro Silva y Juan Carlos Valerón con la camiseta albiazul del Depor, su rival aquel día. Sergio Ramos, tras un paso discreto por el PSG, quiere mirarse en el espejo del tiempo. Saber hasta dónde. Saber cómo. Saber por quién. Habló de su abuelo, habló de su padre y habló de Antonio Puerta. Con él y con Jesús Navas se hizo futbolista. De blanco y con el escudo del Sevilla sobre el pecho. El color que ahora defenderá durante una temporada de redención y esperanza. La vida y sus contrarios: no hay gloria sin infierno.