El central, que ha llegado al club a coste cero tras la finalización de su contrato con el Athletic, firmará por dos temporadas y tendrá una cláusula de rescisión de 400 millones de euros
EFE
Íñigo Martínez ya es oficialmente nuevo jugador del Barça. A pesar de que la llegada del central, quien ya estuvo en la agenda del club azulgrana el pasado verano, era poco menos que un secreto a voces, la entidad azulgrana ha esperado unos días para oficializar finalmente una llegada que, como en el caso de Ilkay Gündogan, no supondrá ningún coste a nivel de traspaso.
El defensa, de 32 años y cuyo contrato con el Athletic expiró el pasado 30 de junio, firmará por dos temporadas, hasta el 30 de junio de 2025, y tendrá una cláusula de rescisión de 400 millones de euros.
“Vengo con muchas ganas y mucha ilusión de aportar todo lo que tengo. Llegar a este grandísimo club, la verdad, es tremendo. Han sido muchos años para dar ese salto que cualquier jugador desea”, ha asegurado el propio Íñigo Martínez, ataviado ya con un polo con el escudo azulgrana, en los medios digitales de la entidad barcelonista. “La confianza que depositaron en mí desde el primer minuto fue muy grande y quiero devolvérsela en el campo haciendo mi trabajo”, ha recalcado el futbolista.
“Si estamos bien y el equipo hace las cosas bien, como el año pasado, estoy convencido de que los resultados llegarán”, ha insistido el nuevo fichaje azulgrana, quien no ha tenido además problema alguno a la hora de definir su perfil como jugador. “Tengo mucha experiencia y muchos partidos jugados. Mi papel va a ser intentar liderar esa defensa”, ha señalado un Íñigo Martínez quien se ha mostrado además más que satisfecho con su llegada al Barça y con el hecho de ponerse bajo las órdenes de Xavi Hernández. “Para mí, tener a Xavi como entrenador es un auténtico lujo. Le he estado siguiendo desde que era jugador, fue un tipo de futbolista en el que nos fijamos todos a los que nos gusta el fútbol, y todo lo que puede aportar y enseñar ahora como técnico va a ser maravilloso”, ha sentenciado.
El club ha querido anunciarlo en dos partes en redes sociales. Primero con una silueta del jugador y, poco después, con un vídeo en el que es el mismo Íñigo Martínez el que confirma su llegada con un gracioso gesto y estas palabras: “Ya estoy aquí, culers. ¡Visca el Barça”.
El central llega al Barça con una experiencia de 13 temporadas en Primera División, en las que ha jugado un total de 357 partidos de Liga. A pesar de ese número de encuentros disputados y su posición como zaguero, sólo ha visto dos tarjetas rojas directas en esta competición, a las que se le sumarían tres más por acumulación de amonestaciones. En el otro extremo del campo, mientras, a lo largo de su etapa en la élite, en la que ha pasado por las filas tanto de la Real Sociedad como del Athletic Club, ha marcado un total de 22 tantos y ha repartido siete asistencias.
Overbooking en la zaga
Su llegada, en este caso, significa un nombre más en una zona del campo para la que el Barça cuenta ya con jugadores como Ronald Araujo, Jules Koundé, Andreas Christensen o Eric García.
Este último, quien llegó al club también a coste cero procedente del Manchester City, podría verse empujado o bien a buscar una salida o bien a reubicarse en otra posición. Xavi, de hecho, ya lo probó la campaña pasada en varios partidos como posible relevo de un Sergio Busquets que abandonó la entidad el pasado 30 de junio.
Uno de los primeros desafíos que Iñigo Pérez (Pamplona, 1988) debió afrontar en el comienzo de esta temporada fue el césped de la Ciudad Deportiva del Rayo Vallecano. La hierba no reunía los requisitos mínimos para un equipo profesional, así que el técnico tuvo que trasladar los entrenamientos al Estadio de Vallecas. Poco parecían interesar aquellas penurias, porque por entonces toda la atención se centraba en James Rodríguez, el fichaje estrella del verano. Sin embargo, el ínfimo nivel competitivo fue relegando al colombiano, que apenas disputó 205 minutos en siete partidos antes de hacer las maletas. Pérez no iba a ceder ante las pretensiones del ex madridista o el pésimo estado de Raúl de Tomás. Tampoco ante Óscar Trejo, su capitán, que sólo ha formado como titular en cuatro jornadas de Liga. El argentino, idolatrado por la afición franjirroja, sólo es siete meses menor que el técnico navarro, el más joven de Primera (37 años). Un tipo que no necesita alzar la voz para imponer su autoridad y que hoy visita el Bernabéu al frente de un Rayo a un paso de los puestos europeos.
«Allí por donde pasa deja una imagen de integridad, de alguien capaz de reunir a gente que quiera hacer camino junto a él. Cuando acabe de triunfar dirán que esto se veía venir, como ahora sucede con Xabi Alonso o Mikel Arteta», cuentan desde el entorno del pamplonés. Sin embargo, a diferencia de los entrenadores de Leverkusen y Arsenal, Iñigo no pudo cumplir las expectativas que había apuntado sobre la hierba.
Desde 2009 a 2022 disputó 87 partidos en Primera, repartidos entre Athletic y Osasuna. A los 34 años, cumplido su último contrato como rojillo, rechazó una oferta del Málaga. Sus horizontes se habían ensanchado. Ya no quería influir en cada partido con su pie izquierdo, sino a otro nivel, más integral. En El Sadar le ofrecieron un hueco en el cuerpo técnico de Jagoba Arrasate. Tras siete temporadas juntos, tres en el Numancia y cuatro en Osasuna, Iñigo ejercía no sólo como la prolongación de Jagoba sobre el césped, sino como su confidente. Sin embargo, una llamada de Andoni Iraola desde Vallecas iba a cambiarlo todo. Los lazos forjados en Lezama, durante su etapa común con Marcelo Bielsa, pesaron lo suyo.
En constante formación
«En el Athletic tuvo una relación muy especial con Marcelo, que continúa hasta hoy. De hecho, Bielsa ya le dijo que cuando finalizase su carrera como futbolista quería guardarle un hueco en su grupo de trabajo», confirman desde el círculo de Pérez. La obsesión de Iñigo por cada detalle, su estricta ética de trabajo y su formación constante, sólo pueden interpretarse como una prolongación de las enseñanzas de El Loco. Iñigo acude cada día a las ocho de la mañana a las instalaciones del Rayo, donde pasa casi 12 horas con su plantilla y sus ayudantes. Entre ellos destaca Adrián López, viejo camarada de Osasuna. A la manera de Bielsa, sólo entiende el oficio desde el compromiso total y el aprendizaje continuo.
Con apenas 21 años, Iñigo obtuvo la titulación de entrenador a través de Kirolene, un centro del Departamento de Educación del Gobierno Vasco donde se imparten enseñanzas de régimen especial de grado medio y superior. Allí se habían graduado, entre otros, Jagoba Arrasate y Gaizka Garitano. Él obtuvo una de las mejores notas gracias a La biomecánica en el fútbol, un trabajo donde analizaba de forma minuciosa cada golpeo, cada remate con el pie o con la cabeza. Grababa todo con una cámara slow motion y señalaba los errores.
«Desde mi primer día junto a él me di cuenta que era alguien diferente, que entendía realmente el juego y veía detalles invisibles para el resto», explica a este periódico Fran Mérida, compañero en Soria entre 2018 y 2020. «Siempre fue alguien muy maduro, responsable, tranquilo, inteligente, muy curioso en todo. Tenía madera de entrenador», desarrolla el ex del Atlético, que hace unas semanas se acercó a Vallecas para seguir un entrenamiento de su amigo.
DENNIS DOYLEGETTY
Siguiendo el patrón de Bielsa, Iñigo no concede entrevistas para no dar privilegio a unos en favor de otros. Su responsabilidad se circunscribe a las ruedas de prensa. «En las distancias cortas siempre ha mostrado un trato muy humano. Y con los periodistas sólo hay que escucharle: la educación con la que afronta incluso las preguntas más incómodas, el modo en que mantiene la calma...», reflexiona Mérida.
Una de las facetas que más ha preocupado siempre a Iñigo es la de las relaciones con el vestuario. En Bilbao ya se matriculó en Psicología y como primer ayudante de Iraola ejerció de nexo entre Andoni y los futbolistas. «Un entrenador debe convencer del mensaje que quiere mandar y si no tiene empatía o feeling, hay poco que hacer. No hay que irse de cañas con los futbolistas, pero cuando hablas has de tener credibilidad y saber enviar los inputs adecuados», relata a EL MUNDO un miembro del staff del Rayo.
«Iñigo tiene la cabeza muy bien amueblada, no le gustan las polémicas. Es un tío muy sencillo, que no trata de buscar tres pies al gato. Cuando le llega un problema trata de afrontarlo y buscar una solución», añaden desde el club presidido por Raúl Martín Presa. Casado, con tres hijos, su sensibilidad dista mucho de la de un entrenador al uso. No se trata solamente de lo aprendido desde la cuna, en el barrio pamplonés de Chantrea, o durante su bachillerato en el colegio Trueba de Bilbao. Entre lo heterogéneo de sus pasiones, sólo citar la filosofía, la poesía o el medio ambiente.
Soria como «sanatorio»
El amor por la naturaleza y los versos de Antonio Machado se exacerbaron en Soria, una ciudad que en 2014 ejerció como «sanatorio», según sus más allegados. A las orillas del Duero llegó después de una difícil etapa en el RCD Mallorca. Apenas unos meses de cesión que él mismo quiso cortar a causa del estrés. «Aquí encontró tranquilidad y cercanía. Era un chico muy educado, se le veía con las ideas muy claras», rememora César Palacios, director deportivo del Numancia. «Se ganaba a todos hablando desde el ejemplo, con valores como la humildad y el respeto», concreta el ejecutivo de un club perdido hoy en la Segunda Federación.
Aquella simbiosis, en la que el entorno ayudó a la hora de potenciar sus virtudes, se actualiza también hoy. En Vallecas cuentan con sobradas razones para dar por buena la traba burocrática que impidió a Iñigo seguir los pasos de Iraola en el Bournemouth. Porque la Federación Española (RFEF) no quiso convalidar su título de Kirolene para obtener la licencia UEFAPro. Tras un inicio titubeante, el Rayo despegó en diciembre con un 0-1 en Mestalla, enlazando nueve jornadas sin derrota, ofreciendo un fútbol muy vertical y vistoso, con permanentes llegadas hasta la línea de fondo, especialmente desde la banda derecha, gracias a Ivan Ratiu y Jorge de Frutos.
Sin embargo, las dificultades se multiplicarán hoy en el Bernabéu, donde el extremo segoviano no podrá jugar tras su roja frente al Sevilla. Tampoco llegan otros dos pilares como Abdul Mumim, lesionado en la rodilla izquierda, y Randy Nteka, con un desgarro en un abductor. Iñigo pretende extender su racha ante el Madrid, a quien arañó sendos empates en sus dos cruces previos. «Tengo mucha fe en estos chicos. Tienen humildad, no hay egos y los resultados llegan gracias a ellos», concluyó Iñigo tras la última victoria, hace un mes frente al Real Valladolid (1-0).