Javi Sánchez: “Cada vez que me lesionaba era como bajar al sótano. Vengo de una familia humilde y era mi trabajo, mi dinero… Lo pasamos mal”

Javi Sánchez: "Cada vez que me lesionaba era como bajar al sótano. Vengo de una familia humilde y era mi trabajo, mi dinero... Lo pasamos mal"

Javi Sánchez nació en Getafe, pero es de Humanes, localidad del sur de Madrid desde la que iba casi todos los días en transporte público a Valdebebas. Del chico que empezó con ocho años en la cantera del Real Madrid al capitán, de 27, del Real Valladolid hay una carrera de garra, lucha contra las lesiones, entrenamientos con estrellas y presión por no descender. De todo charla con EL MUNDO antes de recibir al conjunto blanco.

Entró en las categorías inferiores del Real Madrid con ocho años. ¿Cómo fue?
Si te digo la verdad, no sé a qué edad empecé a jugar al fútbol. Sé que a los siete empecé a hacer las pruebas para el Madrid y a los ocho ya estaba con ellos. Pero lo poco que recuerdo de antes es que jugaba en Humanes y que luego estuve en el Atlético Hispanidad, en Fuenlabrada. Pero fue poco tiempo. Un día mi padre llegó de trabajar y por lo visto le habían mandado un fax para que fuera a hacer las pruebas al Madrid. Y es curioso porque le dije que no quería, porque justo antes había ido a unas pruebas que hizo la Fundación Real Madrid en Fuenlabrada y pararon el entrenamiento porque llovía mucho. Y dije “esto no me gusta, si llueve no pasa nada” (risas). Y cuando llegó el fax le dije a mi padre: “Allí no vuelvo, que paran el entrenamiento cuando llueve”. Me impactó muchísimo. Mi padre me dijo que iba a ser diferente, fui a hacer las pruebas a la ciudad deportiva antigua, la de las cuatro torres, y me quedé.
Alucinaría.
Imagínate, tan pequeño, llegas allí con tanto niño… Y yo que era del Madrid, que toda mi familia era merengue, que tenía desde pequeño la famosa camiseta de Teka… Era increíble. Te empiezan a dar un montón de ropa y yo que no estaba acostumbrado digo “¿Pero dónde estoy?”.
¿Y sus amigos del colegio?
Me llamaban El Madridista (risas). De hecho, hasta que llegué a Valladolid para ellos he sido El Madridista. Hasta en la camiseta de la peña de Humanes pone Madridista en la espalda.
¿Cómo era la vida en Humanes?
Mi padre trabajaba haciendo conductos de ventilación en hospitales y tal, y mi madre no trabajaba. Y luego tengo una hermana cinco años más pequeña. Y Humanes pues… Yo vengo de una familia muy humilde y el barrio también lo es, pero he sido muy feliz. No paraba de jugar al fútbol en la calle y teníamos todo lo que nos gustaba. Jugábamos en el jardín, en la plaza, en los colegios… Nos saltábamos las vallas para entrar a jugar.
¿Y en el colegio qué tal?
Hasta el instituto bien (risas). Luego es verdad que mi madre no ha tenido coche nunca, mi padre salía a las siete de trabajar y yo a esa hora estaba ya entrenando. De Humanes a Valdebebas tenía dos horas de transporte público. Salía del instituto a las dos, iba a comer rápido a casa de mis abuelos y me iba directo a Valdebebas porque empezaba a las cinco. Salía a las ocho de la mañana para el instituto y llegaba a casa a las nueve o diez de la noche entonces… (Risas). No tenía tiempo, cenaba, estaba con mi familia un poco y ya a dormir.
En la cantera del Madrid pasó por todas las categorías. ¿No se vino arriba en el barrio? ¿No le han tenido que decir nada sus padres?
No, nunca he sido un chico que se haya flipado por estar allí, siempre he sabido de dónde vengo. Me considero un chaval humilde y es lo que me han inculcado en casa. Alguna vez que salía un viernes a cenar con amigos y tenía partido el sábado, pues “oye, no vengas tarde”. Cosas así, pero no he sido un balilla, por así decirlo.
De adolescente empiezan las lesiones.
Yo era un chico de estatura normal, no destacaba mucho, pero de repente crecí mucho y empecé a tener lesiones por el tema del crecimiento. En el Madrid, con la prueba de la muñeca, me dijeron que iba a ser bastante alto, pero todavía no había pegado el estirón. Y cuando empecé a pegarlo empecé a lesionarme. Me frustraba bastante, pero el Madrid se portó bien, me ayudó y me supo aguantar. Ese tema del crecimiento me afectó mucho. Mi etapa juvenil fue la peor en ese sentido. Pero luego en el Castilla logré estar bien.
Cuatro años en el Castilla y llega a debutar con el primer equipo a las órdenes de Solari.
Era 2018. Vienen de ganar tres Champions y de repente te ves ahí… Me llamaron para hacer la pretemporada y dije “¿Dónde estoy?”. Era como la oportunidad de mi vida, lo que tenía como objetivo lejano cuando empecé de pequeño. Me sorprendió la profesionalidad de cada uno, el hambre, la voracidad… Como si no hubieran ganado nada.
En 2019 se va al Valladolid y tiene una época complicada con las lesiones. Le llegan a llamar “jugador de cristal”. ¿Hasta qué punto le afectó?
Cuando salí hubo alguna mala gestión de la gente que tenía alrededor en ese momento, porque llegué tarde a Valladolid y empecé a enlazar lesión tras lesión. Lo pasé bastante mal. Me apodaron “jugador de cristal” y no se daban cuenta de las consecuencias de las cosas. Yo lo intentaba todo, todo, para estar bien. Cuando me lo empezaron a decir yo intentaba pasar del tema, pero a la familia le llega y sufres. Pero gracias a Borja Mayoral, que era amigo mío de la cantera del Madrid y me presentó a gente con la que trabajaba, logré dar un salto de calidad y llegar a mi mejor versión.
¿Qué tipo de ayuda encontró?
Justo me había vuelto a lesionar y Borja me presentó a su fisioterapeuta, que fue el primero con el que empecé a trabajar. Y a raíz de ahí vio que me hacía falta un giro en la alimentación, que comía mucha pasta, muchos hidratos y cosas que a lo mejor me inflamaban demasiado y hacían que no recuperara bien. Empecé con un nutricionista y luego con un psicólogo, porque veía que hacía todo por mi parte y me frustraba muchísimo. No era feliz. A veces se necesita esa ayuda y no pasa nada por decirlo, te ayuda a cambiar. Para mí el motor del cuerpo es la cabeza y por mucho que estés bien de piernas, que no te duela nada, si mentalmente no estás bien créeme que no vas a tener resultados dentro del campo.
¿Ha llegado a contar las lesiones?
No, nunca. Pero cada vez que me lesionaba era como bajar al sótano. Era muy frustrante y mi familia también lo pasaba mal… Vengo de una familia humilde y para mí esto es mi trabajo, mi dinero… Ellos veían cada lesión como un abismo.
¿Se presionaba mucho por eso?
Sí, sí… Al final mi familia hizo muchos esfuerzos por llevarme a entrenar y eso no se olvida. Te metes tú mismo una presión para estar bien y que todo el mundo esté feliz que no ayuda.
Ahora es capitán, indiscutible, marcó un golazo contra el Espanyol… ¿Se ha liberado?
Sí, me encuentro muy bien. Llevo varios años encontrándome bien. Creo que en el año de Pacheta, en Segunda, es cuando empiezo a acumular minutos y a explotar. El año pasado tuve un pequeño traspiés, una cirugía que fue un palo muy grande, pero me encuentro bien.
En Valladolid ha vivido dos ascensos y dos descensos. Vaya montaña rusa.
Descender es durísimo. Se lo intento explicar a la gente que viene nueva y que no lo ha vivido, que es durísimo por todo. Por suerte, las dos veces que descendimos logramos ascender al año siguiente.
Hay una presión tremenda cuando se lucha por la salvación.
En el club hay mucha gente, no sólo jugadores. Utilleros, preparadores… Y cuando bajas, los salarios también bajan. No sólo jugamos por nuestro pan, jugamos por el de los demás, por la ilusión y las ganas de la gente que hace un trabajo invisible.
¿Ha notado un trato diferente por ser canterano del Madrid?
A mí me acogieron muy bien, pero es verdad que de vez en cuando te dicen “a ver el chavalito del Madrid, qué frío hace aquí…”. Tienes que demostrar, porque vienes de una buena cantera.
¿Y en el barrio?
Yo siempre he sido bastante selectivo con la gente que se ha acercado a mí. En el barrio, mi círculo cercano siempre me ha tratado igual y espero que siga siendo así, porque son los que te hacen bajar a la tierra. Me gusta estar con ellos y estar fuera de la burbuja del fútbol, ver que hay otra vida. Eso me gusta. Te cuentan sus movidas, sus problemas, sus temas familiares y ves la vida con otra perspectiva.
¿Su padre sigue trabajando?
Sí, todavía le queda. Es una persona inquieta a la que le gusta valerse por sí mismo. Mis padres son dos culos inquietos. No se dejan jubilar, dicen que esto es mi vida. Pero siempre que les puedo ayudar con algo, les ayudo. Mis padres, mi hermana y mis abuelos han sido las personas más importantes para mí. También mis tíos, que me llevaban a muchos sitios, me compraban botas porque no había mucho dinero… Toda la familia contribuía.
Ha sido padre de un niño y ahora su pareja está esperando una niña. ¿Eso le ha cambiado?
Dicen que me ven más maduro (risas). Influye mucho, son tu motor, quieres darles lo mejor. Siempre me he considerado una persona dura pero ahora la mente te hace clic, te hace centrarte más y bromear poco con lo que haces.

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