Leo en ‘Mil ojos esconde la noche’, el libro monumental de Juan Manuel de Prada, la llegada de las tropas de Hitler a París. Aquellos muchachotes arios, de mandíbula cuadrada, que hacían que a las francesitas se les fuera el miedo al invasor y les entraran ganas de otras cosas. (Y que Ruanito contara de las bondades del Fuhrer y de la magnanimidad con la que el Reich trataba a los derrotados). Muchos años después hay que imaginar cómo serían esas
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El Madrid es el líder de la Liga y Xabi Alonso ha llegado para ser el líder del Madrid, el líder del juego, se entiende, no el líder máximo. La primera crisis del equipo blanco, porque de ese modo se califica en el Bernabéu a una serie de dos partidos sin ganar, no es tanto la del líder que todavía manda en la tabla como la del líder que pretende ser su entrenador. La atonía del Madrid en Anfield y en Vallecas apuntan a una acelerada descompresión del conjunto que propuso con fuerza el sorpasso en el fútbol español tras dominar el clásico ante el Barça.
La reacción de Xabi Alonso, más allá de sus comprimidas palabras y llamadas a la «mesura», no ha sido suficiente, como si no tuviera un plan B, como si la parálisis hubiera afectado, asimismo, al banquillo. Liverpool y Rayo no recibían al Madrid en su mejor momento. Irregulares los primeros en la Premier, los rayistas acababan de celebrar una remontada ante el Lech Poznan, pero su último resultado en Liga había sido un 0-4 frente al Villarreal en el mismo escenario.
Cualquiera de los dos resultados, derrota y empate, por separado habría tenido coartada, fuera el nivel del rival en el caso de los ingleses, o los antecedentes del Madrid en Vallecas, donde esta temporada también ha empatado el Barça. Los dos resultados encadenados crean, en cambio, una tendencia, mala para Xabi Alonso.
lesiones y cambios
Obligado a realizar cambios por la lesión de Tchouaméni, convertido en la boya del juego posicional que el tolosarra desea, Xabi Alonso retrasó a Güler en Vallecas. El futbolista con mejor visión para el último pase estaba demasiado lejos de la portería contraria, hecho que, además, rompió la excepcional conexión del turco con Mbappé.
El delantero francés estuvo ausente, tanto que únicamente tocó 11 veces la pelota en el primer periodo ante el Rayo. En su caso, no hubo diferencias con el partido que realizó en Anfield, donde estuvo desaparecido. No es casual que en esos dos encuentros el Madrid no consiguiera ni un solo gol, ya que Mbappé ha marcado el 52% de los tantos de los blancos esta temporada, 13 de 26 en Liga, la mitad exacta, y seis de ocho en Champions. En la posición de 9, hablamos de un finalizador que se resiente del mal juego de los suyos, por supuesto, pero al que en los dos últimos partidos se le ha observado desconectado, sin la rebeldía necesaria para generar ocasiones de la nada, como se espera de un futbolista de su jerarquía. Con sus luces y sombras, lo que hace Vinicius.
El brasileño y el entrenador dieron por cerrado el episodio del clásico, aunque con las dudas que generó su comunicado, sin mencionar explícitamente al técnico. Un caldo de cultivo peligroso si la duda acerca de su trabajo germina en el vestuario. Vini, su entorno y buena parte del club no han entendido alguna de sus suplencias y cambios. En definitiva, la pérdida de la condición de titularísimo. Lo mismo siente Valverde, anclado de momento al lateral, con Carvajal lesionado y Trent en el banquillo.
Xabi Alonso, el domingo, en el estadio de Vallecas.EFE
Pese a observar a un Madrid sin gol y con un Mbappé ofuscado, Xabi Alonso no utilizó a Gonzalo, su gran hallazgo en el Mundial de clubes, donde demostró valentía ante las jerarquías, pese a la lesión del francés. Endrick, por su parte, parece olvidado, a la espera de una cesión. En ataque, además, el técnico todavía no ha definido con claridad la banda derecha, en la que su preferencia es Mastantuono, lesionado. En Vallecas apareció Brahim y después Rodrygo. Ninguno funcionó. No es únicamente una definición de hombres, también de sistema.
Bajada de Huijsen
La inclusión de Camavinga en el centro del campo, para pasar de un 4-3-3 a un 4-4-2, funcionó ante el Barça, pero no en Anfield. En Vallecas, el francés sustituyó a su compatriota Tchouaméni, pero Xabi Alonso acabó por llamar a Ceballos, y es que la crecida del Rayo podría haber supuesto algo peor. Lo mismo ocurrió con Militao, que empezó en el banquillo para dar minutos a Asencio y tuvo que entrar debido a la tarjeta amarilla e inseguridad de Huijsen. El central ha bajado en su rendimiento con respecto a su autoritario inicio.
Orden, meritocracia e intensidad en la presión fueron constantes que el Madrid apuntó en el Mundial de Clubes, pese a caer con un PSG mucho mejor, y empezó a consolidar en el arranque del curso. Todo progresaba adecuadamente en busca de un equipo dominante, que presione en campo del rival y tenga el control del juego a través de la posición, con sus centrales avanzados, como quiere Xabi Alonso. Un nuevo Madrid, en definitiva. Sin embargo, la abrupta desconexión en el Metropolitano y en Anfield y Vallecas, con el paréntesis del clásico, abre dudas que escalan hasta la cúpula del club, aunque con mesura, como pide Xabi Alonso, al que esperan dos largas semanas, por el parón, y tres visitas a domicilio: Elche, Girona y Olimpyakos. Después será el turno del revitalizado City de Guardiola en el Bernabéu. Otro grande. Otra prueba.
Lo mejor del debut es olvidarlo y volver a empezar, aunque la impresión es que para los buenos comienzos habrá que esperar a que pase este Mundial de clubes. Por algo Xabi Alonso quería llegar después. Todo lo que quiere hacer necesita tiempo, entrenamientos y, si es posible, no realizados en una caldera como la de Miami. Pedir tiempo en el Madrid, sin embargo, es como pedir el cielo. Imposible.
El tono inicial del equipo fue el tono del tardomadrid de Carlo Ancelotti, hasta que en la segunda parte lo acaleró la entrada de Arda Güler y es de suponer que unas palabritas del entrenador. Incluso el gol había llegado del mismo modo que siempre, en una contra que en este equipo no necesita entrenarse, porque forma parte de su instinto. El Madrid corre sin pensar. Lo que hay que valorar es qué hace a partir de lo que piensa su nuevo entrenador. La respuesta está pendiente.
La presión está en su cabeza y la prueba es la intención que partía de la posición inicial ante la salida de balón del Al Hilal. Cuando el rival la superaba, el desconcierto. Como antes. Dice Xabi Alonso que quiere que Jude Bellingham sea más centrocampista, es decir que juegue más atrás. En Miami no vimos exactamente dónde.
Más centrocampista fue Dean Huijsen, el jugador de los mejores pases interiores en la salida de la pelota. El suyo fue un debut emergente en el bajo tono general. Sin embargo, hablamos de un central, un defensa, y la línea de la que formó parte estuvo mal, y no sólo por el penalti de Raúl Asencio, a merced de las combinaciones ofensivas en el arranque del Al Hilal, mejor equipo de lo que piensan quienes miran con desdén lo que se cuece en Arabia. Simone Inzaghi lleva en su banquillo tan poco tiempo como Xabi Alonso. Al contrario que Huijsen, la première de Trent Alexander-Arnold fue inocua. Su profundidad ha de llegar. En la banda opuesta, cada día está más claro la necesidad de un fichaje, sea Álvaro Carreras u otro.
La entrada de Güler llevó a Tchouaméni al central, otra maniobra conocida, aunque es la prueba de que el entrenador, un ex mediocentro, sabe por dónde hay que dinamizar el juego del Madrid. A ese tramo le faltó gol, no únicamente el que falló Fede Valverde en el penalti. Nadie sabe si lo habría encontrado Mbappé, resfriado. Gonzalo marcó el suyo en una aparición que sí marca diferencias con el pasado.
Países Bajos apagó la revolución turca en Berlín. El conjunto otomano, revelación de la Eurocopa, se adelantó con un tanto de Akaydin a pase de la joya Güler y estuvo a unos minutos de dar la sorpresa y plantarse en las semifinales del torneo, pero entre De Vrij y Muldur, éste último en propia puerta, le dieron la vuelta a su sueño. [Narración y estadísticas (2-1)]
Cada partido de Turquía es una fiesta en Alemania, donde viven casi tres millones de inmigrantes otomanos que cada tarde en cada estadio hacen resonar ese «Ohhhhh Turkiye». Berlín volvió a ser suya, empujando a una selección intensa y divertida sobre el césped, con una sorprendente base de futbolistas del Fenerbahce y el Galatasaray y con Arda Güler y Calhanoglu como estrellas. Sus pies fletan balones que hacen volar a sus centrales, revolución de este torneo y detenidos en la orilla de las semifinales por una poderosa selección de Países Bajos, capaz, como los campeones, de levantarse cuando estaba hundida.
Los de Koeman saltaron al Olympiastadion con ganas de enfrentarse a Inglaterra en la previa de la final. En el primer minuto, Memphis Depay erró una clara ocasión dentro del área y el equipo dominó durante el tramo inicial. Schouten y Reijnders asumieron la posesión y los neerlandeses fueron mejores. Pero Turquía despertó.
Güler se acercó a Montella, hablaron y el conjunto otomano cambió. Dejó jugar a los centrales rivales y presionó cuando Gakpo, Simons o Reijnders tuvieron la pelota. Intensos y generosos en cada esfuerzo, así le dieron la vuelta a las sensaciones del partido.
Ritmo muy alto
Conscientes de que con combinaciones no podrían superar a Países Bajos, Turquía comenzó a buscar balones largos a la espalda de Aké y De Vrij con esos cohetes que tiene en las bandas: Muldur y Kadioglu, a los que Dumfries y Gakpo no seguían en las marcas. El duelo aceleró a un ritmo muy alto, diferente a lo visto en los encuentros de Francia e Inglaterra. Turquía mordió y encontró premio.
Después de un par de centros que murieron en el corazón del área pequeña sin que nadie los rematara, Güler por fin encontró destinatario a sus extraordinarios pases. En el 35, recogió el rechace de un córner y puso un balón magnífico con la derecha al segundo palo de Verbruggen, que dudó lo suficiente como para no llegar y que Akaydin, como hiciera Demiral en octavos, cabeceara a la red.
El shock de Países Bajos fue tan brutal como la locura turca en las gradas. El tanto fue merecido al empeño otomano en buscar el partido, en no tantear a su rival, en asfixiar la insulsa posesión neerlandesa. Baris se hizo grande en punta, forcejeando con el gigante Van Dijk y dando salida a los ataques de su equipo. La pregunta era cuánto tiene podría aguantar Turquía esa sexta marcha.
Gunok, ante Gakpo, tras la acción del 2-1.AFP
La respuesta, en la segunda parte. El conjunto de Montella se encerró en un 5-4-1 convertido en muro y Países Bajos pasó de jugar al fútbol al balonmano. Posesiones eternas de izquierda a derecha en las que se estrellaban una y otra vez con la defensa. Koeman introdujo a Weghorst para tener un referente y juntó a Depay con Gakpo por el carril izquierdo para generar superioridades, pero Turquía todavía tenía oxígeno para más.
Güler, en una falta provocada por él mismo tras una contra, estrelló un zurdazo extraordinario en el palo neerlandés. Podría haber sido otro milagro. Entre él y Baris Yilmaz volvieron locos a Aké y Van Dijk y rozaron el 0-2 en varias opciones, pero el fuelle, como decíamos, no iba a ser eterno.
Heroico Verbruggen
Mientras Turquía bajaba sus pulsaciones, Países Bajos las aumentaba. Toque, toque, toque y toque buscando el espacio y el error rival. Primero Weghorst no estuvo acertado al rematar un centro de Schouten, pero los de Koeman empatarían el partido tras un gran cabezazo de De Vrij a centro de Memphis. 1-1 y el partido cuesta abajo hacia Ámsterdam.
Era el minuto 70 y Turquía parecía K.O. Un par de jugadas más tarde, en el 75, una desconexión de los otomanos en el rechace de un córner terminó con Dumfries poniendo un balón raso al segundo palo que entre Gakpo y Muldur empujaron a la red de Günok.
En el tramo final, Turquía lo dejó todo. Pudo empatar en millones de ocasiones, todas salvadas por un enorme Verbruggen, héroe de su país y verdugo otomano con varias manos casi imposibles, una de ellas a Kilicsoy cuando la grada gritaba gol. Van de Ven, con un pie salvador, también evitó las tablas en los minutos finales. Llora Turquía y sonríe la infinita afición neerlandesa, feliz hacia una semifinal de máximo nivel contra Inglaterra.