A Montse Tomé (Pola de Siero, 1982) apenas le queda un hilo de voz. Afónica dirigirá a España en el partido más importante de su historia en suelo nacional. Ante Países Bajos se juega el billete a los Juegos Olímpicos de París, algo que en septiembre cuando arrancó la Nations League parecía imposible. Su cometido ha sido acompañar a las jugadoras para que sortearan la tormenta, no sin problemas, y que en el vestuario reine sólo el fútbol.
- ¿Si aquella noche en Oliva le dicen que tendría el billete a los Juegos en sus manos, ¿qué hubiera pensado?
- Justo aquella noche era imposible pensar en nada de esto, sólo en cómo resolver aquella situación para centrarnos en lo que más nos gusta, que es el fútbol y poder competir aquellos dos partidos.
- ¿Pero se veía llegando en el banquillo hasta aquí? Hubo quien no le dio ni una semana..
- En aquellos días de septiembre era complicado verse en el banquillo en esta fase final, pero sí tenía la confianza de que ellas pudieran comenzar a resolver los conflictos poco a poco, a tener paciencia y disputar aquellos dos partidos. Sobre lo que iban a hacer dentro del campo no había dudas. Una vez pudimos empezar a jugar, se vio.
- ¿Esa relación entre jugadoras, cuerpo técnico y Federación se ha destensado durante estos meses?
- Ahora el vestuario está contento. En aquel momento estaba triste, porque había una situación especial que hacía que no se pudiera pensar en otra cosa. Como era algo negativo, que no nos hacía felices, esa emoción era la que se transmitía.
- Se ha esforzado en recordar que no es Jorge Vilda pese a que fue su segunda. ¿Alguna vez ha pensado que pudo intentar cambiar las cosas desde dentro?
- Siempre he hecho mi trabajo de manera profesional. Comencé hace seis años y, cuando estás en un staff de élite, tienes un jefe, como lo tenemos todos. A partir de ahí tratas de cumplir tus tareas con la mayor profesionalidad. Siento que he hecho las cosas con mucho respeto, con mucha humildad y con transparencia. Cada uno puede tener una opinión, pero yo, al menos, me siento tranquila con lo hecho.
- ¿Cansa el ruido que parece rodea siempre a esta selección?
- Al cuerpo técnico y a las jugadoras nos gustaría hablar más de fútbol, que es lo que más controlamos y ante lo que nos sentimos seguras. Hay preguntas que nos hacen para las que no tenemos respuesta. A mí, sobre cuestiones que no me competen y que, por educación, tratas de dar una respuesta cuando a veces ni la tengo. Por eso prefiero enfocarlo todo hacia lo que puedo dominar, que es lo deportivo.
- ¿Se corre el peligro de identificar fútbol femenino con problemas?
- Espero que no pase. Yo siento el fútbol desde los cuatro años y he crecido en él desde el barro, desde los campos de arena. He visto la progresión y muchas hemos jugado por pasión. Con los pasos que hemos dado todas se ha conseguido que las futbolistas tengan las condiciones que se merecen y esperamos seguir transmitiendo buenos valores.
- ¿Se ha acostumbrado a que, como seleccionadora, ahora pida y la RFEF se lo dé?
- (Sonríe). Es una suerte. No todo el fútbol femenino tiene esta oportunidad de la que yo disfruto en la Federación. Ahora mismo siento que puedo estar rodeada de un staff con mucha capacidad, recursos humanos y materiales. Eso hace que podamos hacer nuestro trabajo de seguimiento de las jugadoras con mucha profesionalidad. Yo sé lo que era el fútbol femenino desde los 16 años aquí en la Federación, porque lo he vivido, y por eso valoro el trabajo de las personas que hacen que podamos disponer ahora de otra situación.
- ¿Su voz se escucha con la misma rotundidad que la del seleccionador Luis de la Fuente?
- Sí. Tengo el mismo respeto y un gran trato tanto con Luis, como con el resto de su cuerpo técnico, a los que conozco mucho. Compartimos despachos en la misma planta y hablamos mucho de fútbol.
- ¿Fue más difícil ser seleccionadora en septiembre o jugadora a principios de los 2000?
- Como jugadora he disfrutado mucho, también había precariedad, pero desde mi infancia me he entregado y he disfrutado muchísimo la profesión. Es mi forma de vivir. Sí que es verdad que cuando jugaba entrenaba dos o tres horas, y como entrenadora tienes que pensar por 23 o 25, gestionar esas cabezas, a todo un staff y que se genere un clima profesional de trabajo que nos haga crecer. Eso lleva mucho tiempo y mucha dedicación.
- Llegando al fútbol en la infancia, ¿cuántos muros tuvo que saltar?
- Me considero una privilegiada porque en mi casa mis padres, desde pequeña, cuando dije que me gustaba el fútbol y siempre estaba rodeada de chicos, nunca me dijeron nada. Crecí en ese contexto, mis amigos me respetaban como uno más y nunca me hicieron sentir mal. No tengo el sentimiento de haber sufrido, todo lo contrario. Cuando se creó el primer equipo de chicas, dije ojo que esto me encanta. Uno de los problemas que me encontré es que empecé a los 14 años porque, hasta entonces, no se permitía el fútbol mixto, algo que ya no ocurre. Yo fui a apuntarme con 7 y con 8 años y me dijeron que no, pero lo aceptaba y seguía jugando en mi entorno y creciendo. Tenía muy claro lo que quería y siempre he buscado cómo lograrlo.
- Jugaba de centrocampista manejando el juego, ¿cómo de lejos se ve de las futbolistas que ahora dirige?
- El fútbol de ahora va muy rápido. Yo que con balón siempre me sentía cómoda, ahora si me meto en un rondo con estas jugadoras no toco pelota, estoy todo el rato dentro y no salgo. La calidad, el físico, lo mental, la ambición… ha evolucionado muchísimo, se juega a un ritmo muy alto. Hay más recursos, humanos y técnicos, y se ha visto la progresión. El juego es mucho mejor.
- ¿Alguna compañera suya hubiera llegado a este nivel con más medios?
- as he tenido muy buenas. En el Levante estuve con Laura del Río, que de mi edad era la jugadora top, también Raquel Cabezón, Itziar Gurrutxaga… tenían mucho nivel y, con más recursos, podrían haber llegado más lejos.
- ¿Los entrenadores le dejaron algo?
- Recuerdo alguno muy exigente, como Félix Carvallo en el Levante, o Xavi Llorens en el Barça, donde durante muchos años ha formado jugadoras. Él me llevó a Barcelona y disfruté muchísimo esos años. En el Oviedo Moderno, Jorge Villar me hizo entender desde la humildad que las derrotas forman parte del proceso y te preparan para progresar. Llegué al Levante y al Barça más preparada con esa base.
- ¿Hay pocas entrenadoras en los banquillos?
- Sí, es el reto que queda. Quizá no hay referentes para que una mujer pueda proyectar su vida como entrenadora. De hecho, siendo jugadora yo tuve dudas de si podría vivir de esto como entrenadora.
- ¿Por qué esas dudas?
- Yo estudié Magisterio de Educación Fïsica y, cuando dejé de jugar, no sabía si ese iba a ser mi camino profesional. Ahí apareció el curso de entrenador en la RFEF y me formé con Fernando Redondo, Iraola, Saviola, Scaloni… Vi que el fútbol me atrapaba otra vez y quise ser entrenadora a pesar de que no tenía referentes. Siento que hay pocas entrenadoras y creo que tenemos que ayudar a que se animen si lo sienten.
- ¿Dónde se recupera y carga las pilas Montse Tomé?
- En el deporte, que uso como medida de escape. Soy de Asturias, es donde me siento en mi mundo, y me encanta la montaña. Canalizo mucha energía con la bicicleta, aunque desde que estoy en el cargo cada vez puedo entrenar menos de lo que me gustaría. Y con la familia, porque ellos son los que sufren el tiempo que no estás con ellos. Saben que yo he elegido este tipo de vida y por suerte lo comprenden.
- La selección es favorita en esta fase final, ¿el equipo lo asimila bien?
- Esa etiqueta nos la hemos ganado como campeonas del Mundial, pero en un partido como el que vamos a jugar ante Países Bajos lo que transmitimos en el vestuario es que no hay favoritos. Estas jugadoras han conseguido interiorizar el poso y la experiencia que les dio un Mundial largo, de siete partidos en los que compitieron muy bien. A eso se suman sus ganas de competir y de ganar. Es lo que las hace diferentes.