Justo, trascendente y soberbio triunfo del Atlético de Madrid . Por fe, un espíritu indomable que fomenta el diácono Simeone, el Atleti ha sido capaz de despechugar al Real Madrid en dos partidos épicos, en Liga y Copa.
Se dice que cuando te gana un
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El Atleti se estrenó en el Mundial de clubes ante el mejor equipo del momento con una banda izquierda formada por Javi Galán y Samu Lino. No es una errata: Galán y Lino. Para sorpresa de absolutamente nadie, no salió bien. Tres pérdidas seguidas del brasileño espabilaron a un PSG aún con leve resaca y el resto fue un paseo. Si necesita meter ocho, los mete. O nueve.
El sector groupie del cholismo lleva sacando pecho desde noviembre por una victoria en Champions en París que fue un milagro: 22 tiros cayeron ante cuatro remates y una genialidad, otra más, de Correa. Creer que esos triunfos accidentales dicen algo del nivel real del Atleti ha sido un mal crónico en esta época mustia de la era Simeone, pero lo grave al comparar ambos duelos es ver la evolución de unos y de otros desde entonces.
En estos meses, Luis Enrique trabajó su modelo, pulió a Doué y el PSG ficho a Kvaratskhelia. Miguel Ángel Gil Marín decidió no reforzar las obvias carencias en invierno, cuando aún podía ganar tres títulos, ni hacer un esfuerzo previo a este Mundial. Baena y Cardoso llegarán, pero el club prefiere ahorrarse un par de millones por cabeza y traerlos en agosto que mostrar un mínimo de dignidad y ambición para un torneo que, tal vez, no vuelva a jugar en mucho tiempo. Eso es este Atleti.
Si usted fuera Julián Álvarez, ¿se quedaría?
Simeone hace tiempo que decidió ser buen soldado y tragar con la mediocridad de su directiva (que cada cual decida si es víctima o cómplice), pero lo que nadie le ordena desde el palco es sacar de titular y dar 90 minutos a Griezmann, que lleva 17 partidos sin marcar, y dejar sentado a un Sorloth que, con sus limitaciones, lleva 12 goles desde el último de Antoine. En el descanso, 2-0 abajo y con Gallagher en el banquillo, apostó por Koke como revulsivo. En 2025. El inglés y el noruego llegaron el verano pasado por 40 millones cada uno como miembros clave del plan renove, pero el técnico prioriza a dos iconos en declive. ¿Recuerdan cuando aplicaba la meritocracia?
Si usted fuera Baena, ¿ficharía?
Y así el Atleti va a lograr un hito: masacrar la innegociable ilusión de sus aficionados antes incluso de empezar la temporada. Nuevo récord mundial de mala gestión.
Si usted fuera abonado, ¿renovaría?
Bueno, esto sí porque el club ya se ha encargado de cobrar el carnet antes de mandar al equipo a América a hacer el ridículo. Mediocres sí, pero tontos ni un pelo.
Resultó una insospechada noche de regalos, pasión y sufrimiento en el Metropolitano. Ni rastro de la supuesta fiabilidad alemana, como flanes desde el mismísimo amanecer los jugadores del Borussia. Casi tanto como el Atlético en el desenlace, el gol encajado, los balones al larguero y "la sensación de estar defendiendo" que dijo Griezmann. Aunque para prestaciones, las del Atlético de Simeone, no tan lejos de regresar a unas semifinales de Champions siete años después. Porque, pese a los traumas de las finales perdidas, de lo que pudo ser y no fue, pocos compiten como ellos cuando se juega sin red. Y menos en casa.
Fiel a su tradición, el Cholo volvió a salir triunfante de un duelo de eliminatorias Champions jugando en el Calderón o el Metropolitano, aunque el gol de Haller y los apuros estropearan un poco la cosa. Números de escándalo, de campeón sin trofeo: 17 noches, 11 triunfos y seis empates. Sólo encajó cinco goles en ese trayecto (en 12 de esos partidos dejó la portería a cero). Y no jugó contra cualquier en esta era en la que pisó dos finales: City, United, Liverpool, Bayern, Inter, Milan, Juventus, Real Madrid, Barça.... Ni uno solo pudo vencer en Madrid.
Hasta el minuto 80, el Atlético fue seriedad, fue contundencia, fue colmillo y fue, también, experiencia. Rascó y ganó cada duelo desde el amanecer, desde que tembló Maatsen para dejarle en bandeja un gol a De Paul que ni el argentino se creía: apenas tuvo que empujarla. También sonrojante fue el error de un veteranazo como Hummels un rato después, en el despeje de un saque de banda: esta vez Griezmann se la cedió a Samu Lino para el 2-0 que era un tesoro. Se movían los locales a dos velocidades más que el Dortmund y ni el temido Jadon Sancho suponía una amenaza. Entre otras cosas porque el encargado de cercarle era César Azpilicueta. Y el único jugador de la plantilla rojiblanca que sabe lo que es ganar una Champions (junto a Morata) -y también en levantar el trofeo que el Chelsea ganó al City en 2021-, fue el porqué de casi todas las buenas cosas que le sucedieron al Atlético.
Lino, en la ocasión fallada que pudo ser el 3-0 en el Metropolitano.Daniel GonzalezEFE
El defensa navarro es un capitán sin brazalete. Lo que más se repite de él en las tribunas es «ha caído de pie» o «debió de llegar antes». Como un director de orquesta desde el costado izquierdo de la zaga, brazeaba, gritaba y dirigía a sus compañeros, ni un resquicio para el Borussia. Simeone ha apostado por él en el momento clave de la temporada, desplazando nada menos que al eterno Savic. De más a menos, lastrado por los problemas físicos, Azpilicueta -que acude de brillar y dar el pase de gol a Saúl en Villarreal-, se desempeñó con el sosiego del que lleva toda la vida ahí. Ya lo dijo Mourinho: «Un equipo con 11 Azpilicuetas podría ganar la Champions». Y hasta un guiño del destino para él. Porque el Atlético de Simeone sí que tiene un borró como local en las eliminatorias Champions. Perdió un partido, aunque no fue en Madrid. Ocurrió en 2021, en Bucarest (por la pandemia), contra el Chelsea... de César.
La noche de pasión en el Metropolitano tuvo de todo, aunque le sobraran los 10 últimos minutos trémulos al Atlético. Simeone, imparable como siempre, se llegó a encarar, empujones y cabeza con cabeza, con Sebastian Kehl, director deportivo de los alemanes. Y Lino, el otro gran nombre propio, tuvo el tercero en un remate al segundo palo en el 75. Muchos aciertos y dos errores el brasileño, ese y la amarilla que le impedirá jugar en la vuelta. "Siento un poco de frustración, porque es un partido muy importante. Voy a dejar mis energías positivas a los compañeros", dejó dicho en zona mixta.
"Hemos hecho 70 minutos con un control de partido importante. Y con ocasiones. La de Lino... el portero hace una parada increíble. Aunque pudimos haber empatado también, con esa de Brandt al larguero. Allí vamos a sufrir", reflexionó Simeone en sala de prensa.
La noche de pasión en el Metropolitano tuvo de todo, aunque le sobraran los 10 últimos minutos trémulos al Atlético. Simeone, imparable como siempre, se llegó a encarar, cabeza con cabeza, con Sebastian Kehl, director deportivo de los alemanes. Y Lino, el otro gran nombre propio, tuvo el tercero en un remate al segundo palo en el 75. Muchos aciertos y dos errores el brasileño, ese y la amarilla que le impedirá jugar en la vuelta.
"Los que no dejan animar, que se queden en casa", soltó Unai Simón y cambió el paradigma. Anda San Mamés revuelto porque el grupo que lidera la grada de animación, ICHH, ha decidido dejar de jalear a los suyos y, para darse una importancia que estos grupos siempre sueñan tener y jamás alcanzan, amedrentar a sus vecinos de zona para que ellos tampoco lo hagan. ¿El motivo? Creen que el club no les respalda ante un supuesto acoso policial que se traduce en multas constantes (que abona el Athletic) por sus cánticos gañanes. Que les paguen la juerga no les basta.
Tras empatar con el Leganés, el portero e Iñaki Williams, dos pesos pesados de ese vestuario, se hartaron y dejaron en evidencia que no es que estos ultras (ligeramente) disfrazados no sean indispensables, sino que sobran. Es importante porque los futbolistas son un refugio clave para este tipo de hinchas que creen que el campo es más suyo que del resto de aficionados y que ellos representan el escudo cuando, en general, sólo lo manchan. Pero el jugador, egoísta por naturaleza, no ve el daño cívico y reputacional que suponen, sólo que cantan, aplauden y empujan. Primero, yo; mucho después, el resto. Quieren sentirles cueste lo que cueste, y cuestan mucho, pero Unai e Iñaki se han cansado y, tal vez, sobre esos pilares edifiquemos un fútbol en el que cantar no valga más que pensar.
Este chantaje mafioso de ICHH llega poco después de que el Frente Atlético (ese que según el club "no existe", pero dicta el comportamiento del fondo sur del Metropolitano desde sus redes sociales) protagonizara uno similar durante cinco partidos, en protesta por el castigo tras los incidentes con Courtois. A diferencia de lo que pasa en Bilbao, ellos no intentaron que el resto del estadio callase sino, en un clásico de su estilo pasivo-agresivo, indicaron una y otra vez que a ver si animaban los demás, para así exponer al máximo la diferencia.
¿Y existe? Por supuesto que existe. No tiene nada que ver el ambiente del campo cuando canta el Frente (o lo que sea) y cuando calla. Sería ridículo decir otra cosa. ¿E influye? Simeone y Griezmann parecen pensarlo, porque llamaron a la unidad sin afearles nada y el equipo sigue dirigiéndose primero a ellos para celebrar los triunfos, pero lo cierto es que el Atleti ganó cuatro de los cinco partidos sin sus gritos. ¿Y compensa ceder al chantaje? Ni por asomo. Y ya es hora de que los futbolistas lo vean.