Era el único entrenamiento a puerta abierta de la semana y Didier Deschamps lo sabía. «¿Estás listo, Eduardo? ¿Podemos empezar?», dijo con ironía al principio de la sesión. A la media hora, con las cámaras agolpadas en la grada, el seleccionador francés se acercó a Camavinga. Empezó con un lenguaje corporal normal, de charla entre técnico y futbolista, pero con el paso de los segundos comenzó a agitar los brazos, a andar de aquí para allá mientras no paraba de hablar. En un momento, le dio la espalda al jugador, se volvió y se quedó mirándole durante unos instantes, en silencio, con cara de profesor enfadado. Así siguió durante tres largos minutos mientras los periodistas franceses no daban crédito. «Clásico Didier», apuntaron cuando el colega español les cuestionó la situación. Para terminar, varios movimientos de brazos más y un acercamiento cara a cara que resultó extraño para todos.
Lo curioso, por decirlo de alguna forma, es que se suponía que el origen de esa discusión estaba resuelto. Todo surgió tras el partido entre Francia y Polonia, el tercero de la fase de grupos. Camavinga, que todavía no ha sido titular en esta Eurocopa, siempre por detrás de N’Golo Kanté y Adrien Rabiot, saltó al campo en el minuto 61 y tuvo varias acciones que enfadaron al seleccionador. Se resbaló un par de veces y Deschamps se lo recriminó tras el duelo, incidiendo en sala de prensa en las pocas soluciones que habían aportado los suplentes.
Para saber más
20 años de pelea contra los Le Pen: “Que no gane la Agrupación Nacional”
Según los periodistas galos, el técnico discutió con Camavinga en el mismo vestuario del Signal Iduna Park. ¿Era necesaria una nueva conversación, delante de toda la prensa, 48 horas después? «Me resbalaba todo el tiempo, así que el entrenador me pidió que me pusiera tacos aún más altos, de rosca, pero me dolían bastante los pies», había asegurado el futbolista.
La relación entre Camavinga y Deschamps nunca ha sido ideal. Mientras Carlo Ancelotti desea «bailar con Eduardo Camavinga» en cada fiesta del Madrid, el seleccionador nunca se ha mostrado como un gran fan del jugador. «Al principio de la Eurocopa vino a decirme cuál iba a ser mi papel. No hablamos todo el rato, porque sino sería un poco tóxico», admitió Camavinga el sábado en sala de prensa, dos días después de la discusión.
Otra circunstancia que sorprendió a los enviados especiales: la necesidad de sacar otra vez al foco al joven futbolista tras los tres minutos de bronca cuando ya había sido el protagonista en la zona mixta ante Polonia. «No suelen repetir», explicaban los compañeros galos, que no le preguntaron sobre las elecciones celebradas este fin de semana en Francia, tema central para el vestuario.
«Sigo sin disfrutar ahí»
En el entrenamiento, después de la discusión, Deschamps utilizó a Camavinga como lateral izquierdo. Theo Hernández estaba realizando trabajo en el gimnasio y el seleccionador no tenía más laterales zurdos, así que optó por el madridista. «Sigo sin disfrutar ahí, eso no ha cambiado, pero soy un jugador de equipo y si tengo que jugar de lateral, lo haré».
Deschamps fue el primero en utilizar al centrocampista en la banda, incluso antes que Ancelotti. Lo hizo durante el Mundial de Qatar y aunque a Camavinga no le gusta, sabe que es su única opción. En el medio es misión imposible. «No estoy contento, pero sé que un día u otro llegará mi momento», admitió, sin querer echar más gasolina a los problemas: «No veo muchas diferencias entre él y Ancelotti», cortó rápido, preguntado por su entrenador en el Madrid. La realidad es que sí las hay.
Para Carletto, Camavinga es capital, el décimo jugador más utilizado de la temporada a pesar de sufrir una lesión en la rodilla a finales de 2023. Es un fijo en el once campeón de Liga y de Europa. Para Deschamps, sin embargo, es el fondo de su armario. El jugador acumula 19 partidos, nueve de ellos como titular y diez como suplente, y otros diez en los que ha sido convocado pero no ha disputado ni un solo minuto. Hoy, ante Bélgica, nueva oportunidad.