Osasuna toma San Mamés de madrugada y se planta en su segunda final de Copa

Osasuna toma San Mamés de madrugada y se planta en su segunda final de Copa

Copa del Rey


Athletic 1 – Osasuna 1

Actualizado

Una volea de Pablo Ibáñez en el 116′ de la prórroga decide al primer finalista del torneo que espera el rival que salga del clásico

Los jugadores de Osasuna celebran su pase a la final de la Copa del Rey.Luis TejidoEFE

Al profesor de Educación de la Universidad de Navarra, David Isaacs Jones, le gustaba contar en clase el chiste de cómo meter 500 navarros en un Seat 600: «Diciéndoles que no pueden». Osasuna demostró que la tozudez es algo que en el fútbol te puede llevar muy lejos, o por lo menos a una segunda final de Copa en más de cien años. [Narración y estadística]

Los Athletic de Bilbao-Osasuna son de esos partidos para tipos que se comen los chuletones con cuchara. Con un ambiente con el que, una vez puesto el balón en juego, la cosa pierde muchísimo, y ahí llevó el partido Jagoba Arrasate, a una muerte lenta cuya defunción firmó en el minuto 116.

El desequilibrio en las vitrinas no tardó en verse sobre el terreno de juego. No como en la Liga, donde ambos se disputan la conquista de tierra de nadie. Decía en la previa el profe de sexto de Primaria en excedencia Arrasate: «Tenemos que hacer cosas con el balón», sin precisar o quizá sin saber cuáles. De ahí que a los 30 segundos de partido, el portero Sergio Herrera empezara a perder tiempo, como si llevara veinte semifinales de Champions en los guantes. Hasta que en el minuto 7 vio delante con el balón a Guruzeta, después de que Aridane descubriera que no puede despejar con los rizos, y se dio cuenta de que el partido se le iba a hacer larguísimo.

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Sancet, ex alevín de Osasuna, pero sobre todo Nico Williams, otro ex alevín, se echó la semifinal a la espalda y empezó a regatear por la banda izquierda hasta con los tentáculos con los que se peina. Aunque pasada la media hora, fue su hermano Iñaki el que se llevó los aplausos del público, como pasa en todas las familias, tras meter dentro la primera que tuvo. Otra cosa es lo de la familia osasunista, que parecía condenada a criar eternamente a sus verdugos.

El delantero del Athletic Nico Williams persigue el balón delante de Jon Moncayola.Luis TejidoEFE

Se quejaron los rojillos de que la Ertzaintza les hizo llegar media hora tarde a San Mamés, y pidió retrasar el partido diez minutos. Aunque viendo como comenzó, lo más inteligente habría sido pedir entrar al césped a tiempo en el mismo autobús, e incluso abandonarlo un poco antes de la prórroga en el mismo vehículo.

Valverde, quizá recordando sus años en el Barça, dijo que en la ida: «Parecía que los dos equipos estábamos peleados con la pelota». Y así trató de no jugar Osasuna la segunda parte y la prórroga. Abde fue hasta el 66 la referencia ofensiva pero su mayor aportación a la semifinal fue romper el ayuno del Ramadán a la puesta de sol y comerse un plátano. «Necesitamos al diferente para culparlo de todo», dejó dicho sobre sí mismo para la posteridad Michael Robinson, con la gracia de que a él la culpabilidad le traía al pairo.

La cosa invitaba a pensar aquello que decía Del Bosque de que si mirabas el partido no veías a Busquets, pero que si mirabas solo a Busquets veías todo el partido. En San Mamés hubo muchos momentos en los que, si alguien quitara la pelota, habríamos visto el mismo partido.

La estadística decía que sólo cabía esperar el segundo del Athletic. Nico tuvo dos clarísimas antes de la prórroga que envió a las nubes con una calidad abismal, que recordaron al peor Vinicius. Cuando llegó el añadido, Osasuna llevaba sin marcar desde el gol de Abde en la ida. Cinco partidos y medio. Más de 500 minutos. Por eso Arrasate acabó recurriendo a su máximo goleador, el Chimy Ávila, al que Osasuna descartó dos días antes al 99,9%.

El portero del Athletic, Julen Agirrezabala, encaja el gol de Osasuna.Luis TejidoEFE

Con el paso de los minutos Osasuna jugaba menos y el Athletic se cansaba más, lo que acabó equilibrando la eliminatoria. Chimy llevaba toda la semifinal mirando el partido con la expectación del búho que lleva tatuado en el cuello. Y en algún momento se vio a Jagoba Arrasate pensando en si sacar al menos al búho. Al final sacó a los dos.

En una jugada larga lo intentó primero el Chimy, quien empezó a pedir penalti tras taponarle un disparo la defensa del Athletic. La jugada seguía entre sus protestas y el balón salió llovido hacia la frontal, donde Pablo Ibañez se inventó una volea con el interior del pie pegadita al palo, imparable para Agirrezabala. San Mamés enmudeció. Y Bilbao enmudeció lo suficiente para casi escuchar la fiesta que se estaba armando en Pamplona, a 150 kilómetros por segunda vez en su historia.

kpd