El ‘show’ de Noah Lyles fue el ‘show’ de la derrota. No hubo victoria en el 200, donde más seguro se sentía, sólo bronce, metal que no consuela a quien se siente un icono, como puede leerse en su pecho. Ni oro ni récord, un récord lejano, mucho menos que el de 400 vallas femenino, batido por su compatriota Sydney McLaughlin-Levrone (50.37), una atleta que agita la plusmarca en los últimos años con un dominio abrumador. Es el segundo récord en Saint Denis tras los 6,25 de Armand Duplantis en pértiga. Quique Llopis, por su parte, se quedó a un puesto del podio, al ser cuarto en 110 metros vallas.
La forma en la que Lyles saltó al tartán, al ser anunciado como una ‘primadona’, fue el de alguien que ya celebra lo que todavía no ha ganado. Saltaba como un poseso ante la mirada, incrédula, de sus rivales. En especial la de Letsile Tebogo, su némesis y vencedor de un 200 muy rápido. Después de acreditar el récord de África, con 19.46, el atleta de Botswana se fue del mismo modo que lo hizo en semifinales, sin acelerar su paso, sin gesticular a nadie, con un autocontrol que no había tenido el estadounidense. Lyles, tercero y tendido sobre el tartán, se preguntaba qué había pasado.
El ‘show’ como terapia
El ‘show’ es parte del personaje y parte del atleta. La incógnita es si correría mejor sin semejante hiperactuación en la pista o si es precisamente al contrario. Después de su victoria en los 100, Lyles confesó a través de uno de sus perfiles en redes sociales: «Tengo asma, alergias, dislexia, TDAH, ansiedad y depresión. Pero te diré que lo que tienes no define lo que puedes llegar a ser. ¿Por qué no tú!?» Palabras propias de un libro de autoayuda. No es la primera vez que el velocista se refiere a problemas de salud mental padecidos en el pasado, lo que le convertía en un personaje vulnerable, presa incluso del ‘bullyng’ de niño.
Se puede ser fuerte y rápido, y al mismo tiempo débil. «La pista era el lugar donde todos esos problemas desaparecían», ha confesado el norteamericano. La pista es, hoy, el lugar donde puede permitírselo todo, pero donde no siempre gana. Después del bronce de Tokio en 200, sabía que en París llegaba su momento. La victoria en el 100 le reafirmó, pero quizás le vació de energía o le desconcentró, porque la realidad es que estuvo lejos de los 19.31 que realizó en los ‘trials’. Fue tercero, en 19.70.
Las carreras y las bravuconadas van, pues, en paralelo, como si Lyles necesitara reafirmarse en todas partes. Es su forma de combatir la inseguridad, por lo que a las grandes victorias le han seguido grandes confesiones, no únicamente en París. Después de ganar su primer título mundial de 200, en Doha en 2019, escribió en Twitter: «He empezado a tomar medicamentos antidepresivos y ha sido una de mis mejores decisiones en mucho tiempo. Desde entonces, he sido capaz de pensar sin matices oscuros en mente, sin aceptar que nada importa. Gracias a Dios existe la terapia psicológica». Hay que ver si las derrotas, como la sufrida en esta final ante el atleta africano, inspiran las mismas reflexiones.
El título de 100 pertenece en París a Lyles, pero la forma de caer en el 200 no colma todos sus deseos. Le queda el relevo de 4×100. Veremos cuáles son los efectos físicos y morales de esta derrota.
Todos los grandes ‘sprinters’ han preferido el 100, aunque las características de algunos se adaptaran mejor al doble hectómetro. Incluso al dueño de ambas plusmarcas, Usain Bolt, le ocurría. El jamaicano tenía piernas para haber dominado del 100 al 400, pero decidió no afrontar la vuelta completa para concentrarse en la velocidad pura, en las distancias del rey y en el glamour. Lo era todo, atleta, campeón y ‘showman’. Lyles y su equipo de trabajo han preparado mucho el 200, pero en París no han podido materializar lo que ya dicen sus registros.
Tercero del ranking de 200
Es el tercer hombre de la historia en el ránking del doble hectómetro, por detrás de Bolt (19.19) y Yohan Blake (19.26), pero no ha entrado en el top ten del 100 ni siquiera con los 9.79 de París. Está a 12 centésimas del récord mundial en 200. En estos Juegos, sin embargo, se quedó a 51. En el caso del 100, el tiempo que le separa de la plusmarca mundial es mayor (21), también en posesión del jamaicano con 9.58. Casi el doble de tiempo en la mitad de distancia.
Lyles está lejos, pues, de hazañas como las de McLaughlin-Levrono, que ha batido por cuarta vez el récord de 400 vallas desde Tokio, en 2021. Lo hace como lo hacía Bolt, como querría hacerlo Lyles.
LA OPORTUNIDAD DE LLOPIS
El cuarto puesto de Llopis en los 110 metros vallas es un excelente resultado para este atleta, aunque deje el mal sabor de boca de quedarse a un puesto de las medallas. Las medallas podrían haber estado a su acceso si hubiera realizado su marca de este año (13.09), que es con la que se repartieron la plata y el bronce. El oro olímpico, en general, exige bajar de 13 segundos. Grant Holloway lo alcanzó con 12.99.
El valenciano, de 23 años, acabó en 13.20, tres centésimas más que en la semifinal, y admitió que “he acusado el esfuerzo de la semifinal”, además de lamentar haberse quedado tan cerca de las medallas por puestos, aunque para ello debería haber realizado su mejor carrera de siempre. Su margen de mejora es importante, especialmente en los primeros apoyos. Centésimas que le pueden acercar al podio en una prueba con un excelente nivel en España.