El ‘seny’ es una de las palabras que define la ponderación como parte de la idiosincrasia catalana. El catalán, sin embargo, tiene también su antónimo, la ‘rauxa’, referido al impulso irreflexivo. Por mucho que Joan Laporta quiera representar lo primero, por mucho que en su círculo le dijeran que se contuviera en la exposición, los días previos a su comparecencia ante los periodistas, cuando llegó el turno de preguntas, el presidente se desató, e
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Miedo en los 11 metros. Podría ser el titulo de un thriller, pero es el titular de una crónica de fútbol, el diagnóstico de un mal que atrapa al jugador que llegaba al Madrid para ser el mejor del mundo y, hoy, es el futbolista más débil del mundo. Mbappé no ha perdido ninguna de sus cualidades, como demostró en el disparo que dio origen al efímero empate blanco, gracias a Bellingham, pero ha perdido la fe cuando se sitúa en el lugar en el que se encuentra a solas con sus pensamientos. Dos penaltis fallados y uno rechazado en tres partidos lo demuestran. El Madrid tiene un problema que va más allá de una derrota ante un Athletic mejor en todo lo que puede serlo, la intensidad o la fe. Lo demás es cosa de Vinicius, ausente, y Mbappé, de alguna forma también ausente. [Directo y estadísticas]
Sin lo mejor de esos dos futbolistas y muchas bajas en defensa, Ancelotti recompuso el equipo con sentido de la precaución. El regreso de Tchouaméni no fue un regreso a la defensa. Era una buena noticia para Asencio, cuyo trabajo había dejado buen sabor para el chef Carlo. Poco se le podía reprochar de lo que sucedió en Anfield. En San Mamés, dura plaza, una mala lectura suya y de Rüdiger dejó en ventaja a Sancet y Berenguer en la acción del primer gol. En descargo del canterano hay que decir que estaba cojo por una acción precedente.
Luis TejidoEFE
Tchouaméni volvió a situarse en el pivote, acompañado de Ceballos. Es un rol donde no se ha encontrado ni el Madrid ha encontrado lo que quiere. La inserción del francés, además, condicionó la disposición del equipo, al restar una pieza al ataque y dificultar la transición ofensiva, con Mbappé y Rodrygo a demasiada distancia. Era un Madrid muy largo. Valverde, a su vez, estaba más preocupado de auxiliar a Lucas Vázquez que de las conducciones con las que abre en canal a los rivales. El gallego y Fran García, en los laterales, eran dos talones de Aquiles, no uno, para el Madrid frente a tipos como Nico Williams o Sancet.
La ausencia de Vinicius
La presión alta del Athletic, intensa y constante, tenía una parte de la responsabilidad, pero no toda, ya que el Madrid en ocasiones encontraba caminos para superarla. El problema era cómo enlazar con sus piezas ofensivas antes de que el Athletic replegara, con un Vivian omnipresente. No lo consiguió. Mbappé recibía al pie, no al espacio. En mitad del tráfico se movía mejor Rodrygo, aunque ninguno, con metros o sin ellos, se mueve como Vinicius. Su baja para el Madrid es como decirle a un púgil que en el ring no use el directo.
Rodrygo pudo ser objeto de un penalti por parte de Gorosabel, que puso la pierna con la que contactó el brasileño. De ese modo lo entendió Figueroa Vázquez en el VAR, pero no Sánchez Martínez al revisarlo en el monitor. No es lo habitual. La jugada había acabado con un remate a la red de Mbappé, en posición de fuera de juego. Fue lo más cerca que el Madrid estuvo del gol en el primer tiempo. Poco, muy poco y poquísimo del francés frente a una defensa en la que Ernesto Valverde realizó hasta tres cambios con respecto a la última victoria, en Vallecas. La dinámica del partido, volcado el juego sobre el área de Courtois, no ayudaba al francés, pero un jugador de su jerarquía está para cambiar dinámicas por sí mismo. No es uno más. Se supone.
La mirada al césped de Mbappé
Esa dinámica, pese a no haber disfrutado el Athletic más que de una ocasión de Gorosabel tras un taconazo de Iñaki Williams, le llevó finalmente al gol tras volver del descanso. El mayor de los Williams fue quien volvió a lanzar un balón al área cargado de veneno y, tras la pasividad de los defensas blancos, Berenguer no tuvo más que empujar el balón en la llegada conjunta con Sancet, ambos hasta la línea, superado ya Courtois.
LUIS TEJIDOEFE
El Madrid se estiró, pero fue un error de Aguirrezabala al medir mal la salida y golpear en la cabeza de Rüdiger, lo que ofreció la reválida a Mbappé. Lanzó como un niño, blando, blando. El portero del Athletic detuvo el lanzamiento. El francés volvió a mirar al césped.
El impacto del error lo sufrió todo el equipo, también Ancelotti, que agitó el banquillo en busca de soluciones. El disparo que propició el empate de Bellingham era una prueba de vida, algo a lo que aferrarse, pero es difícil hacerlo tras una derrota debido al error del Valverde en el tanto de Guruzeta. No todo es culpa de Mbappé, pero esta caída que frena al Madrid en la caza del Barça, lleva su nombre, su miedo.
El fútbol español no para. Después de la Eurocopa y de los triunfos de la selección femenina, los 'tapados' de Santi Denia también quieren soñar. Esta noche lo hacen con el oro, después de derrotar en tierra hostil, la caldera de Marsella, a Marruecos (1-2). Su rival será Francia, la anfitriona, que resolvió su eliminatoria con una sufrida victoria en la prórroga para citarse con España en la final del próximo viernes en el Parque de los Príncipes (18:00). Los que empezaron como pajes se sienten ya príncipes.
Fermín es quien mejor representa ese sueño, uno de los futbolistas del torneo, con cuatro tantos. El cuarto sirvió para igualar un choque muy complejo, por la potencialidad del rival, por su juego, preparado para la contra, y por la atmósfera. El barcelonista añadió la asistencia a Juanlu, que entró en tromba en el área, hacia el gol y hacia París. Los Juegos de verdad les esperan.
Cuarta final
El fútbol masculino repite, pues, final tras perder la de Tokio, entonces con futbolistas reventados, como Pedri. Fermín jugó la Euro, pero apenas minutos. Está fresco, como Baena y el resto. Será la cuarta final olímpica, después de obtener la plata en Amberes'20, tras perder la final ante Bélgica, ganar en Barcelona'92 y perder de nuevo ante Camerún, en Sidney 2000, y Brasil en Tokio, hace tres años. Denia tiene que repasar qué se hizo bien y mal en cada caso. Por ahora, su gestión es impecable, con el único borrón de la derrota ante Egipto en día de rotaciones. El técnico movió el banquillo con rapidez cuando era necesario. Juanlu, el hombre del gol decisivo, fue uno de sus cambios.
Marsella era Casablanca. España iba a jugar como visitante en un estadio Velodrome de un solo color, tomado por la comunidad de origen marroquí de la segunda ciudad más poblada de Francia. Para contrarrestarlo sólo había un camino: la pelota, el dominio. Lo intentó el equipo de Santi Denia desde el principio, era su plan, pero un penalti innecesario le obligó a cambiar.
Hakimi intimida
Barrios llegó tarde a un despeje e impactó en el gigante Richardson en el área. No podían existir dudas cuando le advirtió el VAR. Era claro. Rahimi, el mejor delantero del torneo hasta entonces, no falló, seguro y determinado ante Arnau Tenas. Hakimi intentó desconcertarlo antes del lanzamiento, de compañero a compañero, ya que ambos pertenecen al PSG.
El ex jugador del Madrid es uno de los mayores de 23 años elegidos por su federación para disputar los Juegos. Tiene sentido, por calidad, por puesto y por liderazgo. Lo decide todo sobre el campo, la verdadera extensión del entrenador. Incluso más.
España tenía, pues, que acelerar el ritmo de balón, porque hasta entonces apenas había presentado un lanzamiento de Fermín. La coyuntura, además, era la más peligrosa posible, ya que el juego de Marruecos está basado en la rapidez de sus transiciones, gracias a Hakimi, Targhaline o Balde. Cuanto menos toques, mejor. La olímpica no se diferencia en su juego de la absoluta que echó a España del Mundial de Qatar.
La selección de Denia necesitaba llevar el miedo a Marruecos, que acosó a España con el viento de cola del gol hasta el descanso, demorado más de 10 minutos por la lesión del colegiado, al que tuvo que sustituir el cuarto árbitro por un choque con Pubill. Baena lo había intentado con dos disparos aislados, uno de ellos repelido por el exterior del palo. Era necesario más.
Marruecos se preparó para resistir ante España y buscar las contras. Akhomach, el futbolista del Villarreal, probó cerca de Arnau. En su despliegue era peligroso; en su área no era seguro. Fermín lo intuyó y se aprovechó de una jugada sucia cerca de Munir para marcar un gol de los que le distingue. En estos Juegos se ha destapado con un rol muy distinto al que tiene en su club o en la selección absoluta. Es el jefe.
Con la misma ira que marcó pateó el banderín de córner, lo que le valió una tarjeta que, por fortuna, ya no es peligrosa para la final. Con la pausa necesaria habilitó a Juanlu en el camino del gol y del sueño del oro.
Sentir las miradas encima sin mirar a nadie. Un difícil ejercicio de concentración que ya era apreciable cuando Jon Rahm apareció en el putting green, la última zona de calentamiento. Fueron minutos, al contrario que sus rivales. Un último contacto con la hierba bajo un sol oblicuo, menos húmedo que los anteriores. Refugiado del ruido en sus auriculares, no embocó ninguna. No importaba, ahí no.
Salió disparado, entre gritos de "¡Rahm!, ¡España! o ¡Europe!" A ninguno respondió, a ninguno escuchó. Estaba en modo concentración, en modo recorrido, perfecto hasta la mitad del campo, que cerró con cuatro golpes de ventaja. En el hoyo 11 llegó el problema; en el 14, el hundimiento del que no pudo reponerse. Fue quinto.
"No sé cómo explicarlo", se repetía una y otra vez Rahm, abatido. "Cuando lo tienes tan cerca, es muy doloroso perder de este modo", insistía, sin querer hablar de futuro, de una nueva experiencia olímpica en Los Ángeles 2032: "Ahora no me habéis de futuro. Me va a costar reponerme de esto". Admitió que los errores afectaron a su concentración, pero, en su opinión, "el problema no estuvo en el hoyo 11 o 12, sino en el tercer golpe del 14".
+4 en los nueve últimos
La concentración ha sido un elemento clave en el crecimiento de Rahm, desde los tiempos en los que la Federación lo sancionaba por explotar en el green, golpear los palos y las bolsas. Incluso fue obligado a trabajar con golfistas discapacitados, una especie de servicio social que siempre ha reconocido como clave en su vida. Eso cambió a Rahm y alumbró al campeón que se observó en París durante una primera parte del recorrido perfecta, fuera en el tee como en el green.
En los 10 primeros hoyos tan sólo se fue fuera de la calle en dos ocasiones, algo que solventó sin superar nunca el par. Birdie a birdie, con cuatro en cinco hoyos consecutivos, firmaba un -5 en los primeros nueve hoyos. En los siguientes nueve, un +4. Partió con -14 y acabó en -15. Había dicho que era necesario estar seis golpes por debajo del par. Acertó en el diagnóstico, no en el tratamiento. Sólo arañó uno al campo.
La mayor dificultad del último tramo no explica la diferencia, porque la crisis llegó antes, con dos bogeys en los hoyos 11 y 12, donde las jornadas anteriores había realizado par y birdie. Marcado por esos errores, en el hoyo 14, un par 5 y, por tanto una oportunidad para el birdie, incluso para el eagle, que había logrado en la primera jornada, acabó por realizar un doble bogey.
Scheffler, Fleetwood y Matsuyama, en el podio.EFE
Ese tramo fatal no sólo le hizo perder el liderato con el que había arrancado la jornada, igualado en el hoyo 12 por el británico Tommy Fleetwood, también las posiciones de podio. Cuando salió del doble bogey era quinto, empatado con el francés Víctor Pérez, una de las sorpresas del torneo olímpico de golf, que realizó un recorrido de -8 el último día.
Después de uno de sus errores, Rahm agitó el palo, gesto de desesperación que jamás había hecho hasta entonces en todo el recorrido. Necesitaba volver a su estado del principio frente a un desenlace en desventaja. Un putt larguísimo le permitió hacerlo en el hoyo 15 y empatar con -17 con el japonés Hideki Matsuyama en la tercera plaza. El oro estaba a dos golpes, demasiado en dos hoyos. El bronce, en disputa. Un nuevo bogey en el 17 le dejó a merced de un birdie en el hoyo más difícil. Volvió a hacer girar su palo, desencajado. Mal asunto. El resultado fue un nuevo bogey. Miró al césped. Desencajado, tampoco quería mirar a nadie.
El número uno del ránking
Los 18 hoyos del Golf National, tomado por una peregrinación cuyas intenciones nada tenían que ver con la que tomó el cercano Palacio de Versalles, siguieron al español, convertido ya en un icono, hasta el final. Unas 80.000 personas, más de las que acudieron a la Ryder Cup en este mismo campo o de las que caben en el estadio de Saint Denis. El polémico fichaje por el circuito saudí LIV lo ha apartado de determinados focos, pero su carisma sigue intacto.
Rahm no pudo devolver tanto cariño en forma de oro y vio cómo lo ganaba el estadounidense Scottie Scheffler, el hombre al que Rahm, de ganador a ganador, le puso la chaqueta verde este año en Augusta. El estadounidense, el mejor del ránking este año, fue de menos a más en el torneo olímpico para acabar con el récord del campo en la última jornada (-9) y una tarjeta global de -19. La plata fue para Fleetwood (-18) y el bronce para Matsuyama (-17). Dos golpes malditos separaron, pues, a Rahm del podio, aunque los golpes malditos en París fueron muchos más.