Al principio me hacía gracia, todo melena, gestos y testosterona sin refinar. Luego le cogí manía, más por la turra con la tóxica ‘cultura del esfuerzo’ y los “Don Rafael Nadal Parera” ajenos que por los tics y las quejas propias. Ahora no sé qué será mi vida sin él. Nuestras vidas.
Como loco del deporte, no hay muchos síntomas de respeto mayores que querer que alguien pierda con tanta ansia como deseas que los tuyos ganen. Nadie va contra el insi
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