Iga Swiatek, tenista polaca de 23 años que actualmente ocupa el segundo puesto en el ránking de la WTA, ha aceptado un mes de sanción tras dar positivo por trimetazidine (TMZ) en una muestra tomada el pasado mes de agosto durante un periodo sin competición, según ha anunciado la Agencia Internacional para la Integridad en el Tenis (ITIA, por sus siglas en inglés).
El organismo, después de entrevistarse con la jugadora y su entorno y de llevar a cabo investigaciones y análisis en dos laboratorios acreditados por la AMA, acepta que el positivo se produjo de manera no intencionada al contaminarse Swiatek debido a la ingesta de un medicamento que había estado tomando para combatir el ‘jet lag’ y los problemas de sueño.
Al haber sido suspendida provisionalmente del 22 de septiembre al 4 de octubre, perdiéndose tres torneos en Seúl, Pekín y Wuhan a la jugadora, que además perderá el premio económico del Abierto de Cincinnati que se celebró justo después de la toma de la muestra, solo le restan ocho días de castigo por cumplir.
“Este caso es un recordatorio importante para los jugadores de tenis sobre la importancia de que consideren cuidadosamente el uso de suplementos y medicamentos. Es vital que se lleve a cabo la debida diligencia para minimizar el riesgo de infracciones involuntarias como ésta”, señaló al respecto Karen Moorhouse, CEO de la ITIA.
"Estoy agotado. Necesito un vino o una cerveza. Y este domingo el puro, seguro", bromeaba Carlo Ancelotti en los pasillos del Estadio de Wembley, una vez superada la celebración sobre el césped, la entrega de la copa, los compromisos con los medios oficiales, la rueda de prensa y la zona mixta. El técnico italiano, a sus 64 años, vivió otro partido después de la final de la Champions League. El Real Madrid, su Real Madrid, levantó la Decimoquinta con cierto sufrimiento pero mucha felicidad, dos palabras que el italiano ha repetido sin cesar durante esta temporada, y cuando el colegiado anunció el final se inició un nuevo partido en el estadio que tuvo de todo: fiesta, muchas fotos, muchas palabras, risas, cánticos e incluso alguna pelea. Veamos.
Las lágrimas de Courtois tras el pitido final fueron el comienzo de la fiesta. Bellingham saltó del banquillo sin control, dando saltos de alegría, y se sumó al corrillo que se había creado alrededor de Carvajal, Rüdiger y Nacho. Mientras, en el banquillo, tranquilo, Toni Kroos iba abrazando a todos los presentes y buscaba con la mirada a su compatriota Hummels, amigo de la selección. Para él fue su saludo más sincero y su primera pausa. Un señor hasta el final.
Kroos, a hombros.ADAM VAUGHANEFE
A unos metros comenzaban los bailes. Vinicius se acercó a celebrarlo con el fondo madridista mientras Tchouaméni y Camavinga bailaban y el resto cantaba ese "Cómo no te voy a querer" y los operarios de la UEFA preparaban el escenario para la entrega del trofeo, momento reservado para Zidane, que entregó la copa a Nacho. El francés y Gareth Bale fueron los ex que acompañaron al equipo. Todo quedó en familia.
Carvajal y Vinicius.ADAM VAUGHANEFE
Manteo, bailes, el capote...
Después de que el capitán elevara la orejona al cielo de Londres, la situación se descontroló. Los jugadores celebraron el triunfo en la zona del césped más cercana al fondo de la afición madridista y en el córner donde se congregaban la mayoría de los familiares de los futbolistas. Y desde un primer momento esa situación fue un problema, porque la seguridad del estadio no quería dejar pasar a los familiares al césped y los jugadores sólo querían celebrar con ellos.
Trabajadores del Madrid intentaron reconducir la situación mientras la fiesta seguía. Manteo a Ancelotti, baile con el italiano, Nacho con el capote torero, Kroos a hombros de Militao rodeado de sus compañeros en una imagen icónica... Y todos levantando la copa, incluido Jeremy de León, jugador del Castilla que ha viajado con el equipo en Champions para cuadrar el número de jugadores en los entrenamientos y al que en el vestuario llaman, con cariño, el "amuleto".
Rüdiger en la grada.Kiko HuescaEFE
A su lado, Rüdiger casi acaba con Modric. "¡Mi rodilla!", le tuvo que gritar el croata, en broma, al alemán cuando éste le cogió a hombros. "¡Seis, seis, seis, seis!", repetía como un loco el central, en referencia a las Champions ganadas por Luka.
Pelea entre la seguridad
En la grada, los miembros del club consiguieron convencer a la seguridad para que los familiares saltaran al campo, pero hubo algunos malentendidos y la situación se tornó en pelea. Trabajadores del departamento de seguridad del Madrid y de seguridad del estadio de Wembley (no de la UEFA) se enzarzaron en una discusión que llegó a las manos, con agarrones y empujones entre ellos. Todo porque no dejaron pasar a algunos familiares, lo que provocó el enfado de los futbolistas y del club. Los trabajadores del estadio argumentaban que esas personas no tenían la acreditación correspondiente y los propios futbolistas tuvieron que subir a los asientos a buscarlos. La situación continuó en el interior con varios operarios de seguridad de Wembley empujando contra las paredes del estadio a los de seguridad del Madrid. Un caos.
Bellingham y su familia.JUSTIN TALLISAFP
La madre de Bellingham, fan de Mourinho
En el césped, el hermano de Vinicius corría a abrazar a Bellingham, que le recibía como un familiar más. El inglés hizo de gancho entre su madre y Jose Mourinho, al que le pidió una foto con ella. "Mi madre es una gran fan de Jose desde hace años y le tuve que pedir que se sacara una foto con ella", explicaba el jugador, que le regaló la medalla de la Champions y la camiseta del partido a su madre. "Si la próxima temporada te enfrentas al Fenerbahce, relájate", le dijo el técnico portugués, que acaba de fichar por el conjunto turco.
Vinicius se acercó a la grada a saludar a su 'jefe', el rapero Jay-Z, propietario de la agencia de representación Roc Nation, que el pasado verano adquirió la empresa que lleva los negocios del brasileño. Fue uno de los VIP que se acercó a los jugadores, junto a otros como Lando Norris, piloto de Fórmula 1, que bajó al césped a sacarse fotos con varios futbolistas. En la portería, Camavinga, incansable, jugaba al fútbol con su hermano pequeño y con los hijos de otros compañeros. Tenía gas para más.
Vinicius.GLYN KIRKAFP
La fiesta se trasladó a la zona mixta y al autobús, donde Vinicius apareció ya con gafas de sol. No se las quitó en toda la noche mientras tarareaba canciones del Madrid. "Llega un momento que los jugadores del Madrid dicen 'ahora', y van y ganan", resumía Florentino Pérez en los pasillos. "Sin armar ruido, creo que hemos hecho una buena temporada", bromeaba el presidente.
Al lado del máximo responsable del club estaba Vinicius, que le pedía "que me renueve otra vez, quiero estar aquí para siempre". Toni Kroos, admitía que es "el final perfecto" para su carrera, Bellingham reconocía que "no es una temporada perfecta, nos faltó la Copa", y Modric recordaba que está "cansado de que hablen de la edad, yo me siento bien". Todo mientras desde el bus se escuchaban los golpes de las manos contra las ventanas. Ya había empezado la música que no se apagará hasta que termine la fiesta en Cibeles, este domingo por la noche.
En el camino del Mallorca hasta la cuarta final de Copa del Rey en su historia se levantan dos piedras miliares. Doshitos, lances donde la moneda voló al aire y salió cara. Uno, el de los pies que el portero gigantón Dominique Greif movió felinamente sobre la línea para atajar el penalti de Brais Méndez en San Sebastián. Era el descuento de la primera parte de la semifinal y ante el precipicio de lo que suponen los goles psicológicos. El otro, el del gol en la prórroga de los octavos en Tenerife anotado por uno de los grandullones del vestuario: un tipo canadiense de hechuras pugilísticas y que llegó hace un año al club bermellón tras una fulgurante irrupción en Valladolid, con ocho goles en 16 partidos disputados.
Horas antes de la final y a unos días de cumplir 29 años, Cyle Larin (Ontario, 1995) atiende a EL MUNDO. Parco de palabras, recuerda aquel gol en Tenerife que el equipo celebró como una hombrada y que descorchó de nuevo en la isla la ilusión por la competición fetiche del Mallorca 21 años después de que venciera 0-3 al Recreativo de Huelva en su última final.
Hijo de madre canadiense y padre jamaicano, Larin forma parte de la hornada de futbolistas que llevó a la selección nacional de la hoja de arce a disputar su segundo Mundial, en Qatar en 2022. En un país donde el hockey hielo es el deporte nacional, él también se calzó los patines: "Empecé con el hockey hielo, pero era demasiado caro para la familia". Lo suyo era el fútbol. Seguía sus "raíces" caribeñas. "Siempre tuve una pelota en los pies, jugaba en la calle con mis amigos, en el colegio, siempre fútbol...y se me daba bien". Llegó a jugar de portero, pero en cuanto marcó un gol, cambió su vocación.
Así llegó a la MLS y fichó por el Orlando City, donde llegó a jugar contra su ídolo: el ex delantero del Chelsea, Didier Drogba, que militaba en el Montreal Impact. Desde la distancia, dice que Canadá tiene buenos jugadores para "jugar al máximo nivel" y que "las infraestructuras están mejorando" pero admite no ser lo mismo que en Europa, donde los niños tienen "más facilidades" para el fútbol.
Su primer salto al viejo continente fue a Turquía, donde recaló en el Besiktas, club en el que permaneció durante cuatro temporadas. Como 'Águila negra' logró anotar 23 goles en 45 partidos como mejor registro anual: "Era todo muy diferente a lo que conocía, la cultura, la pasión, el ruido de la afición...fue una gran experiencia, ganamos trofeos y aprendí mucho".
Desde su aterrizaje en el club balear, en el que suma dos goles en Liga, no se han cumplido sus mejores expectativas. Hasta el momento, Larin no ha tenido en Mallorca el acierto que tuvo en Valladolid, donde cuajó una de las mejores actuaciones de un fichaje de invierno, llevando al club pucelano a luchar hasta el final por una permanencia que finalmente no pudo conseguir.
"Hemos remado duro todos juntos"
Sin embargo, en la Copa sí ha logrado buenos registros. Con el kosovar Vedat Muriqi como intocable en la punta de lanza del ataque, Larin tiene que desempeñarse como segundo punta en las variables más ofensivas de Javier Aguirre. "He podido ayudar con goles importantes en esta Copa, pero por encima de todo ha sido un trabajo en equipo, hemos remado duro todos juntos para llegar hasta aquí", explica el delantero cuando se le pregunta por aquel tanto. Un brillante zarpazo a bote pronto, a la media vuelta en la frontal del área pequeña que acabó en la cepa del poste.
"He actuado, fundamentalmente, de 9, pero en mi carrera también he estado en la izquierda y en el centro. Así jugaba en el Besiktas, moviéndome más, tocando la pelota y luego atacando el área", explica abriendo el abanico de opciones con el que espera encontrar hueco en un equipo al que le cuesta mucho hacer gol.
Además, entiende que la Copa es casi una religión en Mallorca. La isla que lleva 21 años sin disfrutar una final y donde ahora vive feliz con su mujer y sus dos hijos gemelos apreciando "la calma, la calidad de vida y la buena comida". "Sabemos lo que esta Copa del Rey significa para todos", antepone. "Vamos a ir a por ella", confiamos en nosotros", cierra
El Real Madrid está atravesando una etapa de desconexión, como relajándose después de lograr el liderato en la ACB y la Euroliga, y preparándose para las fases decisivas. Pero cuando esas etapas se traducen en derrota tras derrota, se pone en peligro
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