Mario Hezonja no es un jugador cómodo. Ni para el rival por sus variadas herramientas técnicas, ni para su afición por su variable enfoque en los partidos, ni para el departamento de prensa del Real Madrid cuando está delante de un micro. En el partido pivotante del viernes de play-in quiso resurrección anticipada tras la muerte en vida contra París. Si quiere jugar al baloncesto, muy pocos jugadores en este convulso continente, por no decir ninguno, puede parar su rango profundo en el tiro, su velocidad y motricidad en transición terrestre o aérea o su suavidad al poste medio girándose hacia atrás donde no pueden puntearle ni molestarle.
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El pasado verano, este dostrescuatro croata decidió unir su futuro deportivo a largo plazo con la casa blanca. No ha sido sencilla la liga regular para él: esa circunstancia contractual sumada a los pesados otoños de clubes como el suyo, donde los retos primaverales se ven tan lejanos. El mito de la maldición de Sísifo, subir por la cuesta la pesada piedra hasta para dejarla caer y empezar de nuevo. Un penar de meses en mitad de la clasificación de Euroliga con una plantilla liderada por Campazzo, Tavares y él. Con la vigilancia del pasajero del tiempo, Llull. Jerarquía suficiente para menos sufrimiento.
Ese tedio de acarrear el peso lo fue entreteniendo con algunas declaraciones altisonantes por lo directas que parecían. Queremos deportistas que hablen desde el corazón, pero si lo hacen, arrugamos el gesto… Donde sí hubo duda es en su porcentaje de tiro exterior, desplomado. Ha subido volumen de tiempo jugado, puntos, rebotes. Pero ha tirado peor de tres. Contra el Bayern su concentración fue ajustadísima. Pasó cuando había que hacerlo (el mejor Madrid del año invirtiendo la bola), lanzó con ritmo de pies y sin necesidad de tomar botes. Reboteó y defendió. Partido dominado. Ni siquiera le vimos acercarse a ningún árbitro, noticia.
El inolvidable agente Rust Cohle, del True Detective original, nos golpeaba afirmando que la conciencia humana fue un trágico paso en falso de la evolución. Nos volvimos demasiado conscientes de nosotros mismos. Hezonja creció en una familia con un padre exitoso en un deporte popular en Croacia. El mejor portero de waterpolo del país. Y el hijo ve el aro como una piscina olímpica desde niño. Y es muy consciente de ello. A veces parece que levita por encima de las aguas, por talento y por actitud. En otras detecta charcos, incluso pequeños.
Ahora el Madrid se enfrenta al favorito Olympiacos. Y él a Vezenkov, MVP (o casi). Sin ventaja de cancha. ¿Qué Hezonja veremos? Entre el sincericidio y la gloria hay un paso. Un Hezonja de perfil bajo fue el mejor escudero de Tavares en 2023, cuando su club más le necesitaba. Ahora también.