«Es una jugada de riesgo. No sólo porque se trata de un nuevo modelo de financiación, sino por los plazos tan grandes que pretenden hacer frente. He escuchado muchas comparaciones con la Super Bowl, pero dados los horarios de madrugada más bien diría que han intentado reeditar la parafernalia de las veladas de boxeo». Baste este vaticinio, trasladado a este periódico desde uno de los circuitos urbanos del Mundial, para entender que la apuesta de la Fórmula 1 por Las Vegas se parece bastante a un todo o nada en el casino: «Hay demasiado en juego como para permitirse que el negocio no funcione».
No se trata simplemente de nombres históricos, como Bellagio, Ceasar’s Palace, Mirage, Flamingo o The Venetian. Ni del deslumbramiento por los 1,2 millones de luces LED de The Sphere, la faraónica estructura que desde hace seis semanas ilumina su skyline. Los atractivos sin número de Las Vegas palidecen ante la jugada del Gran Circo, que ha gastado unos 500 millones de dólares para organizar, durante los próximos 10 años, un gran premio en la Ciudad del Pecado. Sin confiar en un promotor independiente, como suele ser habitual, la F1 ha decidido convertirse en el promotor de la carrera. «El mayor evento en el mundo en 2023», según la hiperbólica definición de Steve Hill, CEO de Las Vegas Convention and Visitors Authority. No obstante, más allá de los neones y las fanfarrias, late también otra realidad.
«Por aquí desfila mucha gente con dinero y algunos van presumiendo de su entrada VIP. Pero también hay clientes, con menos recursos, que hablan de cómo se pueden adquirir otras localidades por un precio muy inferior al inicial», revela Sophie a EL MUNDO desde el Hotel Hilton. La preceptiva discreción de su trabajo obliga a la crupier a esconder su identidad bajo un nombre falso. Sin embargo, los casos que describe se ajustan al cambio de tendencia.
Paquetes de 100.000 dólares
Y es que las previsiones de Liberty Media, que había prometido un sold out, no han terminado de cumplirse. Fundamentalmente por los exorbitantes precios, en torno a los 2.500 dólares por una tribuna para los tres días. Si hablamos de entradas con el lujo propio de los hospitalities, el gasto asciende a los 10.000 dólares. A estos dispendios, por supuesto, hay que añadir las estancias en los hoteles, que tampoco dudaron a la hora de acaparar grandes lotes de tickets para ofrecer a sus clientes una experiencia completa a cambio de 100.000 dólares. Según las estimaciones de Renee Wilm, CEO de Las Vegas Grand Prix, 315.000 espectadores lo disfrutarán en directo a lo largo del fin de semana. Una cifra más que respetable, aunque notoriamente inferior a las 480.000 personas que asistieron al último GP de Gran Bretaña.
Este mastodóntico esfuerzo, obviamente, se ha abordado para que reporte beneficios. Cuanto antes, mejor. «Se trata de una carrera muy rentable para nosotros. Una vez que superemos algunos de los costes de la puesta en marcha… las ganancias aumentarán aún más», subrayó Greg Maffei, consejero delegado de Liberty Media, durante un encuentro con los analistas de Morgan Stanley. Según los datos de la consultora Applied Analysis, reproducidos hasta la saciedad por la Fórmula 1, el impacto económico de la carrera ascenderá a 1.300 millones de dólares, más del doble que la Super Bowl, programada para el próximo 11 de febrero en el Allegiant Stadium de Las Vegas.
Para intentar desenmarañar el enredo de cifras, este diario se ha puesto en contacto con una de las empresas líderes en el diseño de circuitos. «El modelo de negocio de Las Vegas no es el de una pista normal, porque existen muchas variables, ingresos y acuerdos que no se pueden cuantificar como ganancias directas», arranca su fundador. A la hora de explicar, del modo más sencillo posible, los esfuerzos de la F1, recurre a un cálculo.
«Dos dólares por aficionado»
«Con una audiencia potencial de 500 millones de espectadores y un gasto de 280 millones de dólares para comprar los terrenos y levantar el paddock, podemos concluir que han invertido dos dólares por cada aficionado. No sólo eso, ya que seguirán contando con un edificio permanente y 15 hectáreas de propiedad que continuarán aumentando su valor», analiza. «No me sorprendería que funcionara en Las Vegas, aunque no puedo decir lo mismo de otras ciudades», concluye el directivo, con 22 años de experiencia en el sector.
Hay numerosos ejemplos que ilustran las dificultades a la hora de erigir y mantener un Gran Premio. Desde Corea del Sur a la India, por citar algunos recientes. Sin olvidar, claro, Valencia, donde ni siquiera el esfuerzo de Hermann Tilke, gran gurú del diseño, dotó de alma a su proyecto. Hoy mismo, Madrid trabaja a fondo para mostrar las virtudes de sus planes en IFEMA.
Sin embargo, a diferencia de las anteriores, Las Vegas cuenta con un magnetismo inigualable y encaja a la perfección dentro del plan estratégico de la F1, empeñada en expandirse por Estados Unidos. Allí, el arrollador éxito de Drive to Survive, la serie de Netflix, convive con las discretas audiencias del Mundial. Sin ir más lejos, en sólo un año, las cifras televisivas del GP de Miami se han desplomado un 24%. Así que durante este fin de semana no va a bastar con el glamour de David Beckham, Kylie Minogue y Shaquille O’Neal. Ni con los chistes de Daniel Ricciardo en el show de Jimmy Kimmel. También va a hacer falta emoción en cada curva.
Las cifras de la desmesura
5.000.000 millones de dólares
El paquete hotelero más caro, con cinco noches en el Nobu. Incluye 12 entradas en el Paddock Club, el alquiler de un Rolls-Royce y una cena a cargo del chef japonés Nobu Matsuhisa.
378 días de obras
Casi 3.000 operarios trabajaron para tener todo a punto. Para el reasfaltado se usaron 60.000 toneladas de materiales.
111 metros
La altura de The Sphere, un recinto para 18.000 personas que ha costado 2.300 millones de dólares.
31 años
Desde la disputa del último GP Caesar’s Palace, también en la ciudad, con triunfo para Michele Alboreto (Tyrrell-Ford).
Con el título decidido desde hace cinco semanas, Las Vegas se presenta como otra oportunidad para que Max Verstappen amplíe su estruendoso récord (17 victorias de 20). Aunque ni siquiera él mismo parezca muy por la labor. «Estando ahí de pie me he sentido como un payaso», admitió el miércoles tras desobedecer las órdenes de la F1, saltándose un acto VIP. «Este fin de semana es 99% espectáculo y 1% evento deportivo», concretó.
Su escaso entusiasmo por el circuito no parece, en cualquier caso, proporcionado. Porque el diseño de Carsten Tilke, semejante al de muchos trazados de la IndyCar, ha tenido que ajustarse a las limitaciones impuestas por las calles. Y el resultado final, con una recta de 1,8 km donde se registrarán velocidades semejantes a Monza o Spa, resulta sobre el papel tan atractivo como Bakú o Jeddah, las dos incorporaciones más refrescantes de la última década. Por el contrario, existe cierta preocupación en torno a la delicadísima salida del pit-lane y la escapatoria de la curva 1.
«Nos consta que es algo que ha supervisado de forma exhaustiva Pirelli. Pero yo no me preocuparía por la reincorporación con neumáticos fríos, porque en ese momento los calentadores de neumáticos aún siguen siendo eficaces. El problema real estribará el manejo de las gomas durante la carrera», explican a este diario fuentes bien informadas. Desde luego, las bajas temperaturas que se esperan para la madrugada del domingo, en un rango entre 8ºC y 13ºC, se presentan como un desafío para los ingenieros, aunque no deberían comprometer por sí mismas el espectáculo. Los aficionados aún recordarán el apasionante GP de Turquía 2020, sobre un asfalto a 14ºC y resbaladizo como una pista de hielo.
Por último, una mención al gigantesco rompecabezas logístico que deberá resolver Stefano Domenicali, CEO de la F1, con las autoridades locales. Porque las avenidas del Strip, habitualmente atestadas de taxis, autobuses y coches de alquiler, empezarán a cerrarse al tráfico desde las cinco de la tarde. «Han bloqueado nuestro párking y tenemos que aparcar en el Convention Center. Algo así como media hora caminando», detalla Sophie sobre el caos que se avecina. «Hay compañeros que aún no saben si podrán venir a trabajar», concluye.