El Atlético, eliminado tras un increíble y cruel desenlace ante el Leverkusen

El Atlético, eliminado tras un increíble y cruel desenlace ante el Leverkusen

2-2 en el Metropolitano

Actualizado

El error de Carrasco en un penalti decretado por el VAR después del pitido final concreta el adiós del equipo de Simeone (2-2).

El penalti errado de Carrasco ante Hradecky en el Metropolitano.AP

La pasión transformada en drama. Un drama elevado a la enésima potencia, al ADN de este Atlético sufriente, eliminado de la Champions en un desenlace que no pudo ser más cruel ni insólito. Porque murió dos veces. La primera cuando Turpin señaló el final del choque en empate. La segunda cuando Carrasco falló el penalti que el VAR, como un milagro, le había concedido por mano en la ultimísima jugada. [Narración y estadísticas (2-2)]

Un adiós prematuro, un desastre sin paliativos. Pura frustración, el Atlético no estará en los octavos de esta Champions que le trae por la calle de la amargura. Esta competición que le quiere y le odia, sentimientos mutuos, pues le trae los mejores sueños y reveses inolvidables. Pocos como el de anoche en el Metropolitano. En Do Dragao el próximo martes ya sólo le quedan las migajas, en juego salvar el honor, acudir al menos a esa Europa League que, no ahora, le acabe despertando un apetito de título.

Muere por sus propios errores, por su timorato avanzar. Porque no fue capaz de hacerle un gol al Brujas en dos partidos y porque anoche ante un Leverkusen eliminado acabó pagando una errática primera mitad. En el desenfreno de la remontada que no fue, al Atlético le faltó, otra vez, la contundencia, la fuerza y la suerte necesaria. Cinco puntos en cinco jornadas, insuficiente todo para continuar en la elite continental.

Un rival ya eliminado

La noche estaba condicionada por lo que ocurriera un rato antes en Brujas. Y sucedió lo peor, que el Oporto goleó al sorprendente campeón belga, ya clasificado. Así que para el Atlético se acabaron todas las cábalas antes de empezar: la vida pasaba por dos triunfos. Más dramático para el Bayer, eliminado de la Champions antes del silbido inicial en el Metropolitano.

Simeone apostó por la valentía, con Correa, Morata, Carrasco y Griezmann en vanguardia, más madera, pero sorprendió con Hermoso compartiendo zaga con Giménez. Y mutó un sistema que le venía dando resultado, sobre todo a domicilio. Se intuía una querencia por la iniciativa, por el riesgo, por el gol rápido que encaminara un duelo al que el rival acudía entre dudas defensivas, encajando goles y más goles (10 en los últimos tres partidos) para desesperación del recién llegado Xabi Alonso.

Pero el gol rápido llegó en contra. Un mazazo. Tiene colmillo este Bayer, tanta dinamita en punta como temblores atrás. Y en el fútbol moderno las pérdidas en campo contrario son suicidios asistidos. Se la birlaron a Griezmann, la pierna dura de Andrich, y en un calambre el balón estaba en el fondo de las mallas de Oblak, zurdazo de Diaby.

Tocaba levantarse del golpe. Y no iba a ser la primera vez. Porque igualó Carrasco tras una elegante cesión de Griezmann, redimiendo su fallo anterior. Un latigazo seco desde la frontal, el primer gol rojiblanco en Champions desde hacía cuatro partidos. El subidón iba a durar un pestañeo. Porque, inexplicablemente, el Atleti se puso a divagar ante las acometidas germanas, un rival sin nada que ganar ni perder, más allá de la autoestima.

De Paul y Saúl

Se desesperaba el Cholo con la salida de balón de los suyos, como anticipando lo que se venía. Correa, demasiado cerca del área propia, se enredó ante la presión del Bayer y de nuevo el tiro al pie. Robo, pared y gol, en tres segundos. Esta vez obra de Hudson-Odoi.

El Atlético era todo incomodidad, consciente de que cada riesgo que asumía, el Leverkusen se lo penalizaba. Pero necesitaba dos goles. Y también el descanso para recapacitar, porque Hlozek no hizo el tercero sólo gracias a Oblak. Todo había salido mal.

Y por eso el Cholo hizo borrón y cuenta nueva. De Paul y Saúl, el rock and roll inaplazable. Y tres marchas más. La agresividad, la energía, la pasión necesaria. No habían pasado ni cuatro minutos cuando el propio De Paul, en una estupenda descarga de Carrasco, hizo el empate desde la frontal. Se vino un asedio. La tuvo Griezmann, la tuvo Carrasco y después el ímpetu bajó a medida que el cansancio se acumulaba y los nervios rondaban en el Metropolitano.

Joao Félix apareció demasiado tarde y ni siquiera hubo una ocasión clara. Es más, salvó Oblak dos veces. Y luego el increíble desenlace, para hurgar en la herida y la leyenda del Pupas. Hasta el rechace a la parada de Hradecky que Saúl mandó al larguero o el disparo de Reinildo que golpeó en el propio Carrasco. Demasiado cruel.

kpd