Eurocopa 2024
El debate sobre si la Federación acertó con el cambio en el banquillo aumenta tras la primera concentración del nuevo técnico
La rueda de prensa de Luis de la Fuente en el auditorio de Hampden Park fue reveladora. El constante movimiento de las manos entre respuesta y respuesta, los gestos, las miradas, descubrían un hombre nervioso, consciente, acaso por primera vez, de la dimensión real de una selección absoluta. La triste imagen de España ante Escocia se puede explicar en números:
1. España no perdía un partido por dos goles de diferencia desde los octavos de final de la Eurocopa de 2016 (2-0 ante Italia). Fueron 81 duelos.
2. España no se quedaba sin marcar en un partido de clasificación para la Eurocopa desde 2006. Y no perdía en este mismo ámbito desde 2014 (2-1 en Eslovaquia).
3. De la Fuente ha tardado dos partidos en perder, algo que no se producía desde Vicente Miera en 1991. Todos los demás tardaron más (Luis Enrique, por ejemplo, tardó cuatro).
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Así se podría seguir de forma indefinida, pues la numerología es muy precisa. Y, sin embargo, no explicaría todo lo que sucede hoy en la selección española, presa de una decisión, la de cambiar al seleccionador, que hoy, tras el debut del nuevo técnico, ofrece dudas. El debate está instalado fuera de la Federación (prensa y aficionados) pero también dentro, donde sigue habiendo una corriente de opinión contraria al cambio y que vislumbra baches en el futuro: “Va a costar esta nueva etapa”, se escuchaba dentro del vuelo de vuelta del equipo, en la madrugada de ayer.
Tomando como buena la revolución en la lista de convocados -el nivel de los jugadores españoles es el que es, y de donde no hay no se puede sacar-, el foco sí se pone ahora en la otra revolución, en la que va de un partido a otro. De la Fuente hizo ocho cambios de 11 posibles, hizo saltar por los aires la defensa entera, y el resultado fue el que fue. El foco se pone también en su rueda de prensa posterior. Más allá de los nervios que enseñaba su lenguaje gestual, el mensaje fue el peor posible: “Estoy satisfecho porque la idea que teníamos la hemos desarrollado”. “No me muevo ni un centímetro del plan”. “El plan que hemos desarrollado es el que hemos trabajado”. Son todo frases textuales. Y una última: “No me quiero comparar con el pasado. Quiero que se reconozca mi idea”.
Esa obsesión recorre la cabeza del seleccionador y de sus partidarios. Borrar el pasado. Ignorar que hubo una etapa dirigida por Luis Enrique, caracterizada por la existencia de una idea fija sobre cómo jugar, invariable más allá del rival y las circunstancias. El famoso Plan B no existía y, en parte, llevar ese ideario al paroxismo contribuyó a su defunción. Durante esta concentración, ha sido muy llamativa la proliferación de mensajes, más o menos directos, que han salido desde dentro para infravalorar la etapa del asturiano. Es cierto que dentro del vestuario hubo contestación a Luis Enrique durante el Mundial. De hecho, como desveló Marca el martes, decirle a la cara a ‘Lucho’ que quizá deberían jugar alguna vez en largo le costó a Laporte la suplencia contra Japón. Fue el único que se atrevió a decirle a la cara al técnico lo que pensaba buena parte de la caseta.
Pero, al margen de esa anécdota, durante estos días han sido varios los mensajes anti Luis Enrique: “Quizás es cierto que antes teníamos jugadores del mismo perfil y cuando necesitábamos otra alternativa no teníamos jugadores de esas características. Tener delanteros te permite tirar centros, ser más vertical…”, dijo Rodri en la previa de Escocia. En esa misma línea han hablado Aspas, Ceballos o el propio seleccionador. Sin embargo, en el ambiente de la noche escocesa, cuando el autobús de la selección dejaba atrás el estadio camino del aeropuerto, había quien tenía la certeza de que con Luis Enrique quizá el marcador habría sido el mismo, pero la imagen hubiera sido otra. Las señas de identidad de aquel equipo, que lo hicieron competitivo en todos los partidos que disputó (una posesión abrumadora, quizá excesiva, y una presión tras perder la pelota feroz) se habían diluido para dar paso a un híbrido difícil de explicar, ya visto ante Noruega, matizado ese día por los dos goles finales de Joselu.
La generación de jugadores que hoy son susceptibles de estar en la selección no tiene el nivel de antaño. Del 11 que saltó a Hampden Park, sólo tres están jugando la Champions este año (Kepa, Ceballos y Rodri). Por eso la idea de tener un equipo, con sus defectos y sus virtudes, fue lo que justificó algunas excentricidades de Luis Enrique. A De la Fuente, cuyo siguiente reto es ni más ni menos que Italia, se le exige crear lo mismo porque, al margen de tener un plan B, algo necesario y que mejoraría la anterior etapa, sería primordial tener un plan A. No ha tenido De la Fuente tiempo material para hacer reconocible ese plan A, pero ya sabe que el tiempo, en la selección absoluta, es menor que en la sub’21.
En todo caso, la tendencia del equipo, especialmente fuera de casa, viene de lejos. Con Luis Enrique, el equipo perdió en Suecia, ante Suiza en casa, ganó de milagro en Kosovo y Georgia… Fueron números muy pobres tras alcanzar la semifinal de la Eurocopa de 2021 (13 victorias, 4 empates y 5 derrotas), maquillados por actuaciones importantes ante equipos como Francia, Alemania o Italia. No sería justo, por tanto, focalizar todo lo malo en Luis de la Fuente, que sin embargo vive preso, quiera o no, de la larga sombra de Luis Enrique.