2-2 en Celtic Park
Los de Simeone, con la camiseta del 74, no pasan del empate ante el rival más débil del grupo (2-2).
Es complicado volver a viejos amores o desamores. A lugares pasados pese a que tus recuerdos, aunque violentos, tuvieron finales felices. Lo hacía el Atlético de Madrid vestido como aquella vez: rojo pasión. También de la misma manera le esperaban los escoceses. Pero ambos habían cambiado. Se olvidaron las discusiones y los tantarantanes por una actitud festiva. Ya que nos vemos, pasemoslo bien, debieron pensar. Y así lo hicieron y firmaron un empate divertidísimo. [Narración y estadísticas (2-2)]
El Atlético no es aquel equipo que llegó a Glasgow en el 74 dispuesto a matar o morir. El Celtic tampoco es el conjunto que enamoró a Europa hace 50 años. Los de Simeone son la escuadra más goleadora del viejo continente en este 2023 sólo por detrás del Borussia Dortmund. El Celtic, aunque domina con puño de hierro el campeonato local por falta de competitividad, lo cierto es que en Europa ha ganado apenas un partido de los últimos 23. Pero esto es fútbol, no una fiesta, ¿o sí?
Se podía pensar que los escoceses saldrían rabiosos por lo ocurrido en su estadio hace 50 temporadas, pero esta vez no fue una batalla sino una fiesta de la espuma. Decía Simeone en la previa que no le gustaban ambientes hostiles sino divertidos, “con gente riéndose en las tribunas”. Pues el conjunto de Brendan Rogers salió tan alegre como le gusta el público al argentino.
Preguntando por Galán
Con transiciones rápidas, los escoceses hacían mucho daño por las bandas. Galán y Molina sufrían un tormento con la poca ayuda que recibían del centro del campo. Así llegó el primer gol. Balón en profundidad a la espalda del lateral pacense, pase atrás a la frontal del área y diagonal de Furuhashi, que recibía en ventaja para picarla ante Oblak.
El Atlético llegaba, pero no mordía. No le hubiera venido mal algo del espíritu del 74 para la primera parte. Glasgow era una fiesta y los rojiblancos ponían las serpentinas. Afortunadamente, la conexión argentina consiguió igualar el electrónico tras forzar un penalti con picardía. El Celtic era alegre, pero inocente. Aunque Hart detuvo en primera instancia, el rebote llegó a Griezmann que enmendó su error.
El juego seguía suelto, con poco control. El césped parecía una fiesta de baile con el balón de un lado a otro y con ambos equipos rotos al medio. Aún se desconoce en qué melodía pensaba Witsel cuando decidió agachar la cabeza a un centro desde la espalda de Molina. Igual el limbo. Ese movimiento dejó pasar un regalo que Palma decidió convertir en el 2-1 y la defensa atlética preguntando por Galán. Tres goles y ni una mala patada. Cuatro amarillas, eso sí. No parecía el del alemán, Felix Zwayer, un arbitraje Champions.
La victoria del Feyenoord sobre el Lazio obligaba a los rojiblancos a no descuidarse. Ganar los dos partidos ante los escoceses podrían permitir a los de Simeone sentirse casi en octavos pero, como dice el Cholo, partido a partido. Así que resultaba clave llevarse los tres puntos de Celtic Park. Y quizás eso pesó en las piernas de los rojiblancos, aunque también sufrieron un desmadre ante los holandeses en casa y finalmente consiguieron enmendar la plana.
Irresponsabilidad de De Paul
Y con esa intención salió en la segunda parte, como cuando el dueño de la casa enciende las luces y apaga la música. En este caso fue Morata, un delantero que este año sonríe más que otros y eso se traduce en los 12 goles que lleva en la temporada. Esta vez, se encontró sin nadie alrededor un centro de Llorente al segundo palo y solo tuvo que cabecearlo a la red.
Pero los invitados se resistían a dejar la fiesta. Habían marcado dos goles, el doble que en los dos partidos anteriores, y por poco encuentran el tercero tras una contra en la que la defensa rojiblanca consiguió cortar el pase atrás de O’Riley, que llevaba muy mala intención. Igualmente, en el guateque ya predominaba el rojo, aunque hubiera alguna salida blanquiverde con peligro.
Entonces, De Paul cometió una irresponsabilidad en el centro del campo que le costó la expulsión. Sobre todo, porque el arbitraje, insistimos no era muy de Champions. La música había vuelto, pero de tensión. Volvía la fiesta y el alegre Celtic, aunque no hubo tiempo de más fanfarria. La espuma se había disipado.