Con Alemania y España clasificadas ya para los cuartos de la Nations League, el resto de las clásicas potencias europeas buscan su clasificación en esta ventana, y lo hacen en circunstancias muy distintas. Francia lo hace sin su líder y capitán, Kylian Mbappé, en una peligrosa crisis de reputación en su país. Portugal, en cambio, lo hace liderada por el incombustible Cristiano, que ha sabido poner siempre en paralelo su ambición personal con el compromiso con su selección, con su país. Como Messi. Para sucederlos la próxima era, Mbappé sabe que necesita a Francia.
Frente a Israel, hoy, la selección francesa tiene un reto sencillo en lo deportivo, aunque el foco estará en las grandes medidas de seguridad en París. El castigo de Didier Deschamps a Mbappé es un pulso, pero en el que cuenta con el apoyo de buena parte de la prensa y la opinión pública. Con Cristiano no hay debate, no todavía, porque no lo ha permitido Roberto Martínez. Jugar en Arabia no es ya un problema. Laporte, con España, es un ejemplo. A Portugal le basta un punto ante Polonia, con la que se medirá mañana, y en la que no estará Lewandowski. Líder de la selección polaca, no estará por problemas físicos. A Lewandowski su selección no le ayuda a dimensionar su carrera como a Cristiano o Mbappé.
En la misma circunstancia está Italia, imbatida, gracias especialmente a la victoria que obtuvo a domicilio ante Francia. El primer intento es conseguirlo, hoy, en Bélgica, donde sobre la crisis de su selección ya se empieza a debatir acerca del retorno de Courtois. De no conseguirlo, deberían hacerlo ante Francia, en casa, en el segundo partido de la ventana, enmarcadas todas claramente en el grupo más duro de esta Liga de Naciones.
Italia, imbatida
Países Bajos y Hungría, en el grupo de Alemania, y Dinamarca y Serbia, en el de España, van a jugarse dos plazas en una primera categoría de esta competición en la que no se encuentra Inglaterra. Los pross se juegan la credibilidad, especialmente tras su derrota ante Grecia en Wembley, después de que una plaga de lesiones haya levantado sospechas sobre el compromiso de los futbolistas, justo antes de que se produzca el relevo en el banquillo con la llegada de Thomas Tuchel, a partir de enero.
Alexander-Arnold (Liverpool), Declan Rice y Saka (Arsenal) Foden y Grealish (Manchester City), Palmer y Colwill (Chelsea) y Ramsdale (Southampton) no estaban disponibles, según la FA. El madridista Bellingham volverá a ser el líder, como ya ocurrió en la Eurocopa. Serán los dos últimos partidos del técnico interino Lee Carsley, en los que para volver a la primera categoría, perdida en 2022, deberán imponerse en Atenas, hoy, con al menos dos goles de ventaja, y vencer a Irlanda el domingo.
El alemán Thomas Tuchel se convertirá en el nuevo seleccionador de Inglaterra tras llegar a un acuerdo con la federación inglesa (FA, por sus siglas en inglés).
Tuchel, que tiene pasado en Inglaterra con el Chelsea, al que llevó a la conquista de la Champions League en 2021, sustituirá en el cargo a Lee Carsley, que ha sido técnico interino de los ingleses desde la salida de Gareth Southgate tras la Eurocopa en la que Inglaterra llegó a la final contra España.
La contratación del preparador alemán ha sido cuestión de horas, después de la derrota la semana pasada de Inglaterra contra Grecia en un tétrico partido en Wembley. Tras la derrota, la primera de los 'Tres Leones' en la Liga de Naciones, Carsley, ex de la sub21, dejó en el aire que no era el técnico adecuado para este equipo debido a su falta de experiencia al máximo nivel.
La FA, que sondeó a Pep Guardiola el pasado verano, no ha querido perder el tiempo, ya que como pronto, no abandonará el Manchester City hasta verano, y se ha hecho con un entrenador de renombre, que salió el verano pasado del Bayern de Múnich tras no ganar un solo título con los bávaros.
Tuchel, sin embargo, sí ganó la Champions, la Supercopa de Europa y el Mundial de clubes con el Chelsea, dos ligas francesas con el Paris Saint Germain y una copa alemana con el Borussia Dortmund.
El anunció será oficial en las próximas días y supondrá el tercer técnico extranjero en la historia de Inglaterra, tras Sven-Goran Eriksson, que estuvo desde 2001 hasta 2006, y Fabio Capello (2008-2012).
Sus primeros partidos con la selección será en el próximo parón por fútbol de selecciones, del 11 al 19 de noviembre, y su primera gran tarea serán los clasificatorios del Mundial de 2026 que comenzarán en marzo.
Sven-Göran Eriksson, el primer entrenador no británico de la selección de Inglaterra, que llevó a los ingleses a los cuartos de final en tres torneos importantes durante su período de cinco años a cargo, entre 2001 y 2006, ha muerto este lunes a los 76 años. "Al final todo ha ido muy rápido. Esta mañana falleció en su casa, rodeado por su familia", dijo a SVT su agente, Bo Gustavsson. El sueco dirigió 12 clubes, entre ellos Manchester City, Leicester, Roma y Lazio, ganando 18 trofeos.
A sus 76 años, en enero de este año anunció en la radio sueca P1 que le habían detectado ese cáncer inoperable y que le quedaba "como mucho un año de vida". "Todo el mundo puede ver que tengo una enfermedad que no es buena, y todo el mundo supone que es cáncer, y lo es. Pero tengo que luchar contra ella el mayor tiempo posible", comentó al respecto.
Tras una larga vida dedicada al fútbol, en febrero de 2023 dejó el puesto de director deportivo que ocupaba en el club sueco Karlstad debido a problemas de salud. Anteriormente, se había convertido en el primer seleccionador extranjero de Inglaterra, cuando fue nombrado en 2001 para dirigir a los 'Three Lions'. El sueco fue el entrenador en el Mundial de 2002, la Eurocopa de 2004 y el Mundial de 2006, llegando en los tres torneos hasta los cuartos de final.
Como técnico también dirigió al Degerfors IF y al Göteborg en su país natal, con el que conquistó la Copa de la UEFA, así como al Benfica, donde en dos etapas cosechó tres Ligas y una Copa de Portugal; luego entrenó a la Sampdoria, con la que se proclamó campeón de la Copa de Italia, y la AS Roma, con la que logró otra Copa de Italia.
Pero su etapa más destacada como entrenador de clubes la vivió con el vecino del conjunto 'giallorosso', la Lazio, con la que levantó una Serie A, una Supercopa de Europa, una Recopa de Europa, dos Copas de Italia y dos Supercopas transalpinas en las cuatro campañas en las que dirigió al conjunto romano, entre 1997 y 2001.
Desde que hizo pública su enfermedad, Eriksson recibió varios homenajes públicos, tanto en su país como en otros donde había entrenado, tales que Reino Unido e Italia.
Gareth Southgate ha dimitido este martes tras ocho años como seleccionador de Inglaterra. Su renuncia se produjo a los dos días de su derrota contra España en la final en Berlín y tras haber llevado a su equipo a dos finales sucesivas de la Eurocopa, incapaz de acabar con la sequía de títulos internacionales que dura ya 58 años.
"Como un inglés orgulloso, ha sido un honor jugar para Inglaterra y entrenar a Inglaterra", escribió en su carta de dimisión. "Ha significado mucho para mí y lo he dado todo. Pero es el momento del cambio, de escribir un nuevo capítulo. La final contra España en Berlín ha sido mi partido final como entrenador de Inglaterra".
"El equipo con el que fuimos a Alemania está lleno de excitantes jóvenes talentos que pueden ganar todos los trofeos con los que sueñen", agregó el ex seleccionador de 53 años y ex jugador del Crystal Palace y del Aston Villa. "Estoy muy orgulloso de ellos y espero que todos les arropemos día a día para mejorar el fútbol inglés y entender el poder del fútbol para impulsar cambios positivos".
El Príncipe Guillermo, al frente de la federación inglesa de fútbol, aceptó su dimisión y reconoció sentirlo por su doble calidad de hincha, testigo de la derrota ante la Roja el pasado domingo junto a su hijo George. "Gracias por mostrar humildad, compasión y verdadero liderazgo bajo la más intensa de las presiones", escribió en las redes el heredero de la Corona. "Debes sentirte increíblemente orgulloso de lo que habéis conseguido".
Southgate había sido duramente criticado durante la fase de grupos de la Eurocopa por el juego aburrido, cauteloso y defensivo de Inglaterra, pese a contar con algunos de los máximos goleadores de las ligas europeas en su equipo. Las críticas tocaron techo con el empate a cero contra Eslovenia que predispuso en su contra a la hinchada británica, silbando a su propio equipo.
Bellingham (ante Eslovaquia), Trent Alexander Arnold (con su último penalti ante Suiza) y Watkins (ante Holanda) consiguieron salvar la piel al entrenador y alcanzar la final ante España con relativas expectativas, y con un estallido repentino de triunfalismo en su propio país, pese a no partir como favoritos.
Según varios medios británicos, las fricciones entre el seleccionador y los jugadores llegaron hasta la misma final, cuando el propio Jude Bellingham (criticado por su labor errática en los últimos partidos) no pudo ocultar su frustración por el juego del equipo y se encaró directamente con él. Southgate fue acusado también de apostar por Harry Kane pese a llegar en baja forma a final de temporada, por ubicar a Foden fuera de su demarcación habitual y por no haber dado más cancha a jugadores ofensivos como Palmer, Watkins, Eze, Toney o Gordon.
El entrenador del Newcastle Eddi Howe y los ex preparadores del Chelsea Graham Porter, Mauricio Pochettino y Thomas Tuchel figuran en la lista de posibles sucesores. Howe y Porter parten inicialmente como favoritos por el fútbol ofensivo y directo del Newscastle y del Brighton en las últimas temporadas.
Southgate había asumido el puesto de entrenador como Inglaterra en el 2016 tras la renuncia repentina de Sam Allardyce. Su única experiencia como entrenador hasta esta fecha había sido con el Middlesborough entre el 2006 y 2009. Antes de la Eurocopa había insinuado que no seguiría en el puesto sin Inglaterra no regresaba con el título.
Uno de los primeros debates que surgieron en Berlín, una vez superado el éxtasis inicial, fue el del Balón de Oro. No por un excesivo interés en el premio, sino por las dudas sobre qué futbolista había sido el mejor del torneo y del año ahora que todas las competiciones tienen dueño. Y la realidad es que el Imperio ha sido España, pero el fútbol continental parece no tener Rey, lastradas sus estrellas por un calendario eterno y por la cobardía de muchos de los seleccionadores.
Esa es una de las grandes conclusiones del torneo. Recuerden los partidos que han visto. ¿Qué equipos, más allá de España, han sido verticales y valientes y han buscado su propio gol antes que evitar el del rival? A Países Bajos hay que reconocerle sus virtudes, Turquía fue la revelación y Austria, atractiva en fase de grupos, perdió ante los otomanos.
Las grandes potencias, sin embargo, han sido una decepción. No tanto por los resultados sino por el estilo. En la historia quedará un apretado 2-1 contra España, pero la reacción ante la derrota de Inglaterra es de «decepción». Así lo resumió Jude Bellingham, lejos de su nivel en el Madrid. De Phil Foden y Harry Kane siguen esperando noticias, limitados, como el madridista, por lo extenuante del calendario.
52 partidos de Bellingham
«La gente tiene que entender que el fútbol de selecciones no es como el de clubes. Llegamos aquí después de una temporada muy larga y exigente, no podemos salir a ganar 5-0 los partidos, hemos tenido que jugar a otra cosa», admitió Bellingham en la zona mixta del Olympiastadion. Lesionado en varios momentos del curso, el inglés ha disputado 52 partidos, 12 menos que Lamine Yamal, el español con más encuentros.
Francia es la otra gran decepción del torneo. Llegaba después de ser finalista en Qatar y con Kylian Mbappé recién fichado por el Madrid, aunque su mes en Alemania ha tenido más política que fútbol. Didier Deschamps, que como Gareth Southgate llegará hasta el Mundial 2026, ha vuelto a construir un equipo rocoso en defensa, pero sin ideas en ataque. El cansancio de la temporada ha hecho mella y sus técnicos no han encontrado las soluciones de Luis de la Fuente.
Southgate tardó en apostar por jóvenes como Watkins, Mainoo y Palmer, y Deschamps apenas ha contado con Barcola, que demostró por momentos tener una velocidad más que sus compañeros. Contaban con ingredientes, pero los dejaron en la nevera. De la Fuente, por su parte, no dudó en apostar por los niños y, cuando los necesitó, por secundarios como Merino, Zubimendi y Oyarzabal.
Miedo a perder
Alemania y Portugal detuvieron su paso en cuartos ante España y Francia. Un pequeño traspié para dos proyectos que deben decir «adiós» a sus jerarcas. Toni Kroos ya ha dado un paso al lado, ¿lo hará Cristiano Ronaldo (o lo hará Roberto Martínez)? Jamal Musiala, Florian Wirtz, Vitinha y Rafael Leao ofrecen suficientes argumentos como para que sus países lleguen a la Copa del Mundo en las primeras filas de la parrilla.
El torneo se ha caracterizado por el miedo a perder, la guerra táctica y, especialmente, el poco protagonismo de las grandes estrellas. España ha acumulado más ataques (411) y más regates (146) que nadie, por encima de Francia (341 y 129) e Inglaterra (344 y 120). Queda claro el mejor equipo, pero ¿y la gran estrella?
Kroos y Musiala fueron de más a menos, Bellingham dejó una chilena histórica y varios encuentros irregulares, Kane se lleva el Pichichi compartido con b, pero no ha aparecido en los momentos importantes, Mbappé, ausente en el inicio por su fractura de nariz, volvió a casa con una asistencia entre octavos, cuartos y semifinales, Cristiano y Antoine Griezmann no han marcado...
Mientras, la Copa América se la llevó la Argentina de Leo Messi y Brasil quedó varada en cuartos, rebajando las opciones de Vinicius, clave en la Liga y la Champions del Madrid. Las estrellas tienen claro por qué no han aparecido: la culpa es del calendario. «Necesito descansar y recuperarme, ha sido una temporada muy larga», manifestó Mbappé tras la derrota ante España en semifinales. Hoy se presenta en el Bernabéu. Así es el fútbol. Esto no para.
Berlín no es Madrid, ni Viena, ni Johannesburgo ni Kiev. Ni falta que hace. Berlín es Berlín, y desde este domingo el nombre permanece ya para siempre en la historia de un país, España, como la ciudad donde la selección culminó una epopeya maravillosa, la de su cuarta Eurocopa, tejida desde la diversidad más bonita, desde la fe, ciega, en un imposible, desde la humildad, sincera, de quien se reconoce en el compañero, más allá de su color y el de su camiseta, desde la convicción, firme, de que el camino era el correcto, desde la seguridad, en fin, de que esto era real. Vaya que sí. España, la reina, recupera el trono de Europa 12 años después, nadie tiene más Eurocopas, cuatro, nadie la quiso más en Alemania, expulsando en su camino a cuatro campeonas del mundo, ganando los siete partidos, llevándose todos los trofeos individuales (el mejor joven y el mejor jugador) deleitando la vista unas veces y mordiendo los labios otras, como ayer, cuando desmanteló a Inglaterra en un cuarto de hora sublime, pero se levantó con la mandíbula firme del gol del empate. [Narración y estadísticas (2-1)]
España ha sido el equipo más completo, el mejor. Luis de la Fuente ha construido una familia que, además, observa el futuro con una sonrisa, pues los niños, los fabricantes del primer gol, son insultantemente jóvenes, y el corazón del grupo ronda los 27 años. Ríe hoy España y mira a los que nunca le dieron ni el pan ni la sal, pero los mira con el corazón limpio, sin reproches. España es campeona de Europa con todas las letras, nadie se ha acercado siquiera a ella desde el pasado 15 de junio, cuando debutó en este mismo estadio, en esta misma ciudad, Berlín, que no es Madrid, ni Viena, ni Johannesburgo ni Kiev. Berlín es Berlín, qué carajo.
El Olímpico vio a una selección madura, respetuosa, tranquila, con los niños sentados en el sofá sin pedir de comer en casa ajena, pero mirándose con la picardía de quien no va a aguantar mucho y termina levantándose sin permiso para coger una chuchería. Eso hicieron Lamine Yamal y Nico Williams nada más comenzar la segunda parte, desmontar el partido con una trastada, y de ahí nació el partido que enseñó, escrito está, todas las versiones de este equipo: la brillante, hasta el empate, y la madura, desde él, para levantar el trofeo con una sonrisa mestiza, millenial, una sonrisa que reconoce al diferente como igual, una lección de fútbol, y de vida, para todo un país.
Enredados en la tensión
En fin, que el saque de inicio correspondió a Inglaterra. El balón fue directamente a Pickford sin pasar por nadie, y el portero del Everton mandó una pelota larguísima que salió por línea de fondo. Ese saque lo hizo España en corto, de Unai Simón a Le Normand, y la jugada salió limpia para morir, como todas las de la primera parte, en la maraña que los ingleses montaron en el balcón de su área. Fueron las dos primeras jugadas del partido, algo así como una presentación de intenciones.
Dos no se pelean si uno no quiere, y como hubo uno que no quiso, pues no hubo pelea en la primera parte. Inglaterra salió a que no pasara nada. Pero nada era nada. Ella estaba dispuesta a no atacar, y se metió tan atrás que impidió a España hacerlo. Enredados los dos equipos en la tensión propia de una final, en lugar de un partido de fútbol aquello devino en una partida del Risk, por no recurrir al tópico del ajedrez. Cada movimiento de España era contrarrestado por Inglaterra. Southgate empleó a Foden para perseguir a Rodrigo, y a Mainoo para atosigar a Fabián. Rice vigilaba con el cogote los movimientos de Dani Olmo.
Como quiera que los extremos no podían recibir en ventaja, la cosa se atascó de mala manera. No hubo que contabilizar ni una sola parada de los porteros. España tuvo más el balón, sí, pero fue para nada, mientras que Inglaterra se fue acomodando en esa monotonía en la que metió la noche. Ninguno de los entrenadores había inventado, quizá no había que hacerlo (Southgate metió a Saw en lugar de Trippier, pero vaya), y ninguno de los jugadores quiso pasar a la historia como el tipo que se equivocó en una final. Jugaron todos con miedo, agarrotados, y de ese modo salió un tostón muy serio hasta el descanso.
Inglaterra no quería jugar, y España no quería arriesgar, confiada en que el paso de los minutos validase el día más de descanso que había tenido por jugar su semifinal el martes. El partido, así las cosas, necesitaba que ocurriese algo. Lo que fuera, algo que agitase las cosas en cualquier dirección. Y lo que ocurrió fue que Rodrigo se marchó llorando al vestuario, lesionado, y el faro de España se quedó sin luz. En su lugar apareció Zubimendi, en otra demostración más de que, si falla el titular, aquí juega el suplente. Sin más. Pero claro, en el caso del mejor mediocentro del mundo, la baja podía ser más grave.
No dio tiempo a reflexionar mucho sobre ello pues a los dos minutos llamaron a la puerta los niños con el ímpetu de quien quiere jugar a la pelota en el parque. La cogió Lamine en su banda, tiró la diagonal hacia dentro amagando con la cintura, atrajo la basculación de los ingleses y descargó, justo a tiempo, para la llegada de Nico, que cruzó abajo, imposible para Pickford y sus florituras. Pudo sentenciar Olmo un minuto después, con Inglaterra grogui, pero el caso es que lo que necesitaba el partido, ya había ocurrido, y encima había sido bueno para España.
Ya por delante, la selección, claro, empezó a jugar más suelta y mereció sentencia. Quitó Southgate a Kane, inmóvil, pero el cambio que le dio la vuelta al partido fue la entrada de Palmer. En una mala salida a la presión de Cucurella, Inglaterra armó su mejor ataque y un disparo incontestable del futbolista del Chelsea igualó el partido a falta de 20 minutos, ya con Oyarzabal por Morata en el campo. Pero esta España es mucha España. Agarró de nuevo la pelota, tranquilizó al personal y fue acumulando ocasiones hasta que Cucurella, un catalán que vive en Londres, encontró a Oyarzabal, un vasco sin complejos, para poner el punto y final a una preciosa historia de amor por el fútbol y por la vida. La vida de todos para todos. La vida en España.
España es la eterna gloria e Inglaterra es la tragedia eterna. Sólo así se puede explicar la forma de saltar al campo de los de De la Fuente y el plan de los británicos. Pequeños a pesar de su galaxia de estrellas, conscientes de su constante drama durante los últimos 58 años. Ahora serán, mínimo dos más hasta el Mundial de Estados Unidos. El fútbol sigue sin volver a casa porque en casa no juegan para que el fútbol vuelva.
Cuatro de los cinco goles de Inglaterra en las eliminatorias de octavos, cuartos y semifinales habían llegado más allá del minuto 80. No es una estadística vacía, es una manera de pensar. Un plan. Que no pase nada durante mucho rato y que al final alguien destape el bote y salve al país. Y en la final contra España, una España que domina y que es vertical cuando le das opciones y espacios para serlo, el cerebro de Gareth Southgate actuó igual. Un partido largo, muy largo. Una Inglaterra sólida en defensa, muy sólida. Dos muros entre los cuatro defensas y los cinco centrocampistas para apagar fuegos.
Los 'Three Lions' se plantaron en su segunda final de Eurocopa consecutiva insistiendo en que «el fútbol está volviendo a casa», pero el fútbol es España, ellos son la piedra en el camino y por eso volvieron a perder. No se puede explicar de otra forma un equipo cuya única manera de intentar ganar es desconectar las virtudes del rival y no potenciar las propias, con el mejor jugador de la Premier, de la Liga y el Pichichi de la Bundesliga en sus filas. Ni así.
Inglaterra entregó por completo la posesión, ganada en todos y cada uno de sus partidos en el torneo, y apenas superó el 30%. Se encajó atrás y buscó robar para correr en las pocas acciones que tuvo. Porque ahí residió su plan de equipo pequeño: que no pasara nada.
Southgate escoró a Bellingham a la izquierda para fajarse con su compañero Carvajal e introdujo a Luke Shaw para limitar a Lamine Yamal mientras Walker hacía de 'stopper' con Nico Williams.
Marcajes al hombre sobre Rodri y Fabián
En el centro, marcaje al hombre de Foden y Mainoo sobre Rodri y Fabián. Al hombre y constante, especialmente en el caso de los compañeros del Manchester City. Todo mientras las 50.000 almas británicas superaban en ruido y masa a los 10.000 españoles. Tampoco sirvió.
El plan de Southgate aguantó lo que tardó España en desperezarse: 46 minutos. El partido espeso de la primera parte se convirtió en líquido con el gol de Nico a pase de Lamine. Inglaterra, como en octavos, cuartos y semifinales, empezaba el duelo perdiendo. Es lo que suele suceder cuando no se va a por los partidos.
El arranque del segundo acto fue una tragedia shakespeariana. Inglaterra, incapaz de nada, claudicó ante una España superior y sólo el poco acierto hispano evitó una goleada. Dio igual la lesión de Rodri, timón español, las estrellas de la Premier estaban hincando la rodilla ante una generación española que no le teme a nada.
Kane, señalado
Southgate no dudó y retiró a Harry Kane, muy lejos de su mejor forma física prolongando su sequía de títulos, y le dio más de media hora a Watkins, héroe en las semifinales. Un cambio imposible en otro torneo y necesario para ellos en este. El técnico británico apuró sus opciones y metió a Cole Palmer, estrella del Chelsea, autor de la asistencia a Watkins en semifinales y futbolista que dio a Inglaterra el Europeo sub'21 del año pasado ante España. Retiró a un mediocentro como Mainoo, bajó de posición a Bellingham y puso todos sus nombres sobre la mesa. Fue valiente por primera vez en la final y le salió bien, porque así es el fútbol y porque Palmer enfrió los ánimos a los dos minutos de saltar al campo. Empate.
Pero Inglaterra fue presa de sus propios miedos y España de sus sueños, de saber levantarse de los golpes. No ganar nada desde 1966 convierte en tóxica a la selección inglesa porque 58 años son muchos. Es una tragedia constante para una generación de oro que sigue de vacío. España es gloria eterna e Inglaterra es una eterna tragedia.
"Hemos competido hasta el final de la final. Hoy no mantuvimos la posesión lo suficientemente bien. Los márgenes son pequeños, pero España ha sido el mejor equipo del torneo y se lo merece", reflexionó Southgate, que criticó el calendario.
"Hay una desventaja por tener un día menos para prepararnos, pero estuvimos en el partido hasta los 80 minutos", dijo, insistiendo en que "ha sido un periodo duro para los jugadores, también para Harry Kane".
No podían aguantarse en el banquillo. Álvaro Morata no quería mirar al campo. Se llevaba las manos a la cabeza, se abrazada con el utillero, lloraba, miraba a su familia... No había manera de contener la tensión mientras llegaba el pitido final. Entonces estalló todo. «Nadie daba un duro por nosotros y lo hemos logrado», decía Le Normand sin poder contener el llanto. «Dijimos desde el principio que éramos un equipazo y no nos creían», decía Nico Williams, que abrió el marcador para avanzar a España en sociedad con su bro Lamine Yamal, que se lo regaló.
El navarro fue el MVP de la final y el catalán el mejor joven del torneo. Olmo la Bota de Oro a pesar de haber rescatado ese remate bajo palos de Inglaterra. Ellos han hecho historia, pero también otros secundarios como Mikel Oyarzabal, a quien buscó Remiro tras el gol al filo del pitido final. Su compañero sabe lo que ha sufrido. «Han sido meses muy difíciles por la lesión, por todo lo que he pasado», explicaba entre lágrimas el donostiarra. Mientras, Gavi saltaba con Lamine y Williams, que se habían marcado otro bailecito. Ambos se han regalado una Eurocopa, la cuarta para España, por su cumpleaños.
Mientras buscaban las camisetas con el 4 de cuatricampeones a la espalda, Morata se preparaba para su momento. Salió del campo el minuto 67, después de vaciarse, como en cada partido, y Luis de la Fuente buscó la frescura de Oyarzabal. Otro acierto del seleccionador. Morata pudo haber jugado sus últimos minutos con la camiseta de España, pero el destino le iba a deparar el mejor premio: recoger la copa del campeón. También fue justo con Rodri, que fue proclamado mejor jugador del campeonato. España era campeona después de masticar el hueso inglés y reponerse de golpes futbolísticos y anímicos.
En una de las últimas jugadas del primer tiempo, Rodri buscó un despeje y arrolló a Laporte. Se temió por la rodilla del central, pero la lesión la sufrió el pivote. Se llevó las manos a los isquios de la pierna izquierda, advirtió a Unai Simón de que no iba a poder seguir y, cuando el colegiado señaló el descanso, encaró el túnel de vestuarios con lágrimas en los ojos y diciéndole a sus familiares que se había roto. Un contratiempo fue perder a la pieza que da equilibrio a España, perseguida por Foden todo el partido. Saltó Zubimendi y, antes de que lo ubicaran los ingleses en el campo, las dudas las solventó Nico Williams. Luego hubo que afrontar el zurdazo de Cole Palmer hasta que apareció la contra que remató Oyarzabal para batir a Pickford. Las lágrimas de Rodri lo decían todo.
El Rey y la Infanta, felices
Si en el césped se sufrió, en el palco también. Presidiendo el partido junto a Alexander Ceferin estuvieron Felipe VI, acompañado de la futbolera Infanta Sofía, y el Príncipe Guillermo, que acudió a Berlín con su hijo George. Las confidencias entre ambos acabaron en cuanto arrancó el partido. Mientras el monarca español ha visto a la selección campeona de Europa dos veces y campeona del Mundo, la Casa de Windsor se tiene que conformar con las imágenes en blanco y negro del Mundial de 1966, cuyo trofeo entregó la fallecida Reina Isabel en Wembley.
«Es un partido muy igualado, estamos dominando el juego, ahora tiene que haber ocasiones y que las aprovechen. Pero tengo fe», confesaba Felipe VI al descanso. Acertó y tanto él como la Infanta Sofía posaron con los campeones.
Estuvieron en el palco representadas las dos coronas, pero también los jefes de Gobierno. Pedro Sánchez, junto a la ministra Pilar Alegría, compartió un saludo con el recién estrenado Primer Ministro británico, el laborista Keir Starmer, y departió durante con el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier. Pedro Rocha, como la presidenta de la Federación inglesa Debbie Hewitt, estuvieron en la primera fila, pero esta vez les tocó guardar un discreto segundo plano.
A los poderes fácticos se unieron también los futbolísticos, con muchos quilates. Estaban campeones de la Eurocopa 2008 y 2012, algunos también campeones del Mundo. Estaba Andrés Iniesta, David Villa y Xavi Hernández. Imposible de igualar la calidad en un palco donde los británicos más reconocibles eran Ashley Cole y el galés Gareth Bale. Al partidazo se apuntaron neutrales como Patrick Kluivert o Giorgio Chiellini, encargado de entregar la Copa Henri Delaunay.
El silencio resignado de 55 millones de hinchas se instaló en el pub The Torch con el cruce certero de Mikel Oyarzabal en el minuto 86. Los diez millones de pintas de cerveza, repartidas entre los 3,5 millones de espectadores que se congregaron en 35.000 pubs como este a la sombra de Wembley, no bastaron para acabar con la sequía de trofeos internacionales de Inglaterra que dura ya 58 años
Jim Mason, de 32 años, se mordía la camiseta con el número 10 de Bellingham temiendo lo peor, entre el mar de banderas con la cruz de San Jorge que ondeaban en The Tordjen: "España ha sido mejor desde el principio, pero nosotros íbamos a más, y pensábamos que Jude podía marcar en cualquier momento la diferencia. Y si no él, Palmer, Watkins o Toney, capaces de dar la sorpresa".
"Conviene recordar que medio país pedía la cabeza de Southgate después del empate a cero con Eslovenia", recordaba Mason. "Saltaba a la vista que Harry Kane no estaba en forma, y a Bellingham se la he visto cansado y no ha jugado a su nivel en los últimos partidos".
"Lo bueno era que esta vez no partíamos como favoritos", apuntaba por su parte Geena Payne, en el momento en que Palmer, el gran "tapado" de la noche, levantaba a los hinchas de sus asientos con el 1-1. "No hemos pecado de triunfalismo ni nos hemos dejado contagiar el espíritu de superioridad, como nos ocurrió con las "Leonas" inglesas cuando perdimos con la Roja en el mundial femenino".
Connor Evans, 71 años, fue testigo del último trofeo internacional conquistado por Inglaterra en 1966, en aquel legendario triunfo por 4-2 frente a Alemania Occidental en la final de la copa del mundo. Su hijo Aaron decidió darle una sorpresa y pagar 422 libras (500 euros) por una mesa familiar en el BoxPark de Wembley, junto al estadio donde vio jugar en su día a Bobby y Jack Charlton, a Bobby Moore y a Geoff Hurst.
El ruido atronador del inmenso local, con el coro socorrido del "Sweet Caroline", no echó para atrás a Connor, que reconocía estar "listo para la nueva batalla", al cabo de 58 años... "Teníamos entonces un equipo con grandes jugadores como ahora. Nos faltó hace tres años ante Italia ese impulso final que distingue a los campeones, pero estamos ya muy cerca".
La final de Eurocopa supuso 48 millones de libras extras (55 millones de euros) en los pubs y bares de la islas británicas, según estimaciones de Emma McClarkin, directora ejecutiva de la British Beer and Bar Association. En una medida prevista ya por el anterior Gobierno conservador, antes de la derrota electoral, los locales lograron permiso para extender el "toque de queda" de alcohol del domingo hasta la una de la madrugada del lunes.
El "premier" laborista Keir Starmer, gran aficionado al fútbol e hincha del Arsenal, acudió a Berlín con la esperanza de contagiar sus aires de reciente vencedor a la selección. Starmer escribió una carta personal de agradecimiento al entrenador Gareht Southgate "en el nombre de toda la nación" y transmitiéndolo su orgullo por llegar a la final: "Como hace tres años, y pase lo que pase, debes saber que has unido el país y que todos estamos contigo".
"Lo último que necesitas es un comentario de un político diciendo lo que debes o no debes hacer", agregó Starmer. "Has llegado hasta aquí por tu trabajo duro y porque te lo has ganado a pulso (...) Todos debéis estar orgullosos de lo que habéis logrado, y espero que sintáis la fuerza de los millones que estarán dando cada patada al balón por vosotros".
Keir Starmer fue comparado con Southgate por su propio biógrafo, Tom Baldwin, trazando una paralelismo entre la reciente contienda electoral y la finalísima de Berlín: "Como Southgate, Starmer se ha distinguido por la cautela. Como Southgate, ha redibido muchas críticas por no arriesgar más. Esa estrategia le dio un buen resultado político. Y lo cierto es que el fútbol y la política tienen mucho en común, pero también grandes diferencias".
El Príncipe Guillermo, que viajó a Alemania con su hijo George (mientras Kate Middleton reaparecía en Wimbledon junto a Charlotte) fue más escueto en su mensaje a Southgate: "We believe!" ("¡Creemos!"). Guillermo, hincha del Aston Villa, ensalzó la actuación y el gol de Ollie Watkins ante Holanda, en un intento subliminal de apostar por él en la alineación final.
El rey Carlos, que nunca se había distinguido como "futbolero", se apuntó a la fiebre posando recientemente junto al actor Idris Elba en un despliegue de camisetas blancas, y mandándole de paso a Southgate una consigna seguramente compartida por millones de británicos en la hora "H"...
"Si pudiera incitarle a asegurar la victoria antes de que necesitemos goles maravillosos en el último minuto o tengamos que enfrentarnos al drama de los penaltis. Estoy seguro de que el estrés de la nación, el ritmo cardíaco colectivo y la presión sanguínea se verían grandemente aliviados. ¡Buen suerte, Inglaterra!"
En Escocia, eliminada en la fase de grupos, la hinchada se puso del lado español por su histórica rivalidad en el fúbtol y rugby con los vecinos del sur. El diario independentista The National sacó en portada a Rodri, vestido con la roja, y dando una patada en el culo a un hincha inglés disfrazado de balón.
En un sarcástico editorial, la publicación escocesa daba públicamente su apoyo a España en estos términos: "Todos los veranos, llenan vuestras playas. Se beben vuestra cerveza. Alborotan vuestras plazas. Toman desayunos fritos en vez de probar vuestra maravillosa comida. Se jubilan en vuestros pueblos y exprimen vuestros servicios públicos. ¡Es el momento de la venganza!".
Las banderas y las camisetas rojas habían arropado horas antes a Carlos Alcaraz en su triunfo en la pista central de All England Club sobre Novak Djokovic. El doble campeón de Wimbledon, abucheado el viernes por el público por predecir que "el domingo será un gran día para España", no se amedrentó ante el micrófono y llegó a decir: "Yo ha he hecho mi trabajo, ahora les toca a los del fútbol".
La puntilla de la noche la puso Gary Lineker en la BBC: "¡Felicidades, España!" (en versión original).
Dani Olmo tiene cara de alemán. Hubiera pasado perfectamente desapercibido el viernes por la tarde en el aeropuerto de Stuttgart, donde cientos de chavales y chavalas de su edad, con una lata (grande) de cerveza en la mano esperaban la salida de sus vuelos hacia Palma de Mallorca. Dani Olmo tiene cara de alemán, de guiri, del mismo modo que Nico Williams y Lamine Yamal, de esto ya hemos hablado, podrían estar en cualquier parque de España charlando con los colegas después del instituto. Dani Olmo tiene cara de alemán, del mismo modo que nueve futbolistas juegan en equipos vascos y presumen de ello, y de jugar con España, con mayor o menor entusiasmo, pero sin complejos.
Dani Olmo tiene cara de alemán, del mismo modo que Laporte o Le Normand tienen cara de franceses, pero son españoles adoptados. Dani Olmo tiene cara de alemán, del mismo modo que De la Fuente tiene cara de que le gustan los toros y rezar. Dani Olmo tiene cara de alemán, del mismo modo que Carvajal, Nacho y Joselu representan al club más competitivo del mundo, el más representativo de lo español. Dani Olmo, en fin, tiene cara de alemán, pero es español, del mismo modo que lo son, cada uno a su manera, los otros 25. Y de esta mezcla confusa ha surgido una familia con mayúsculas que esta noche, en Berlín, podría devolver a España al trono europeo 12 años después, convertirla, en solitario, en la selección que más Eurocopas tiene en toda la historia.
Para saber más
"Más allá de cualquier ideología que pueda tener cada uno, lo que hay en el País Vasco es una pasión por el fútbol. Me parece lo normal. Estamos nueve jugadores vascos en la selección". Dani Vivian, futbolista del Athletic nacido en Vitoria, respondía así a la pregunta de por qué los partidos de España tienen más de un 62% de cuota de pantalla en el País Vasco. Ocurre que lo del País Vasco no es una excepción. Las audiencias, brutales, de los partidos de España en esta Eurocopa, la instalación de cientos de pantallas en todo el país esta noche (también en San Sebastián, que pondrá una pegada a Anoeta, con Dj y todo) y el consumo masivo de información de la selección en redes sociales, especialmente en Instagram y Tik-Tok, hacen de este equipo un fenómeno tan potente como inesperado.
Inesperado porque, hace apenas un mes, cuando jugó su primer partido contra Croacia en el mismo escenario de la final de esta noche, un gesto pasó desapercibido. En el tercer gol, el centro fue de Lamine y el remate de Carvajal. El madridista, y madrileño, de 32 años, se fue con una sonrisa de oreja a oreja hacia el del Barça, catalán de origen marroquí, 16 años (la mitad) y en el abrazo, Dani le dio un beso al chaval. Era el primer síntoma visible de que Luis de la Fuente se había salido con la suya y había creado una familia entre las grandes y lujosas paredes del hotel Der Öschberghof, de donde el equipo no se movió hasta ayer mismo. Han seguido la misma rutina en el partido contra Albania, donde no había nada en juego, que en la preparación para el partido definitivo de hoy. La convivencia ha sido la mejor desde hace décadas, mejor incluso que las de los títulos de 2010 y 2012, a juzgar por los testimonios, fuera de los focos, de quienes estaban en aquellos tiempos.
La selección, tan heterodoxa, tan mestiza, ha pasado por todos los estados en esta Eurocopa. Comenzó convenciendo, incluso con un punto de suerte, ante Croacia, y luego desarboló a Italia, a la que ganó, sin embargo, con un gol en propia puerta, se sobrepuso al gol de Georgia en octavos tras pasar su peor rato aquí, enfrió una prórroga que se preveía caliente ante la anfitriona, a la que le hizo un gol en el último suspiro, y en su casa, y después también se levantó del gol de Francia para después, simplemente, controlar el partido. "No tenemos que hacer nada diferente a lo que hemos hecho hasta ahora", recuerda Dani Olmo, el que tiene cara de alemán, pero que no lo es. Es uno de los tímidos de un grupo donde los capitanes dieron voz ayer a Navas a modo de homenaje, pues hoy será su último partido.
La selección, tan heterodoxa, tan mestiza, tiene delante a Inglaterra, un equipo, parecía, con más talento individual, o con jugadores más caros, quién sabe. Un equipo que ha ido salvándose de situaciones dificilísimas (empató, en octavos contra Eslovaquia, a falta de 30 segundos) y que afronta su segunda final consecutiva de Eurocopa. La primera la perdió, en su santuario de Wembley, ante Italia en 2021. Un equipo que ha jugado, atendiendo a su once tipo, muchos más minutos que el once tipo de España, la selección que mejor fútbol ha hecho, sí, pero que mejores piernas ha demostrado, también. Y eso, las piernas, en una cita como la de esta noche, van a ser fundamentales.
Si atendemos a eso de la experiencia, España juega su quinta final (tres victorias y una derrota) e Inglaterra apenas su segunda (esa derrota en 2021). Nacho, Joselu y Carvajal por España, Bellingham por Inglaterra, aspiran a sumar Champions y Eurocopa el mismo año. Se han enfrentado los equipos 27 veces (10 para España, 13 para Inglaterra, 4 empates), y así un montón de estadísticas que esta noche importarán nada. Es una final de Eurocopa. Y España, esta España de todos los diferentes, busca coronarse y unirse al mito en que se convirtió, con razón, el periodo 2008-2012.