El Manchester City de Pep Guardiola, roto en defensa: 1,53 goles, el peor balance tras pérdida y 60 millones por Nico González

El Manchester City de Pep Guardiola, roto en defensa: 1,53 goles, el peor balance tras pérdida y 60 millones por Nico González

«Todos se fijan en mis datos ofensivos, pero los que más me interesan son los defensivos. La defensa refleja tu trabajo como entrenador». Esta frase, recogida por Martí Perarnau en Dios salve a Pep (Corner, 2023), comprime una de las grandes obsesiones de Pep Guardiola. El técnico que ha llevado a lo más alto el fútbol ofensivo en el siglo XXI sufre ante cualquier contratiempo cerca de su área. Por lo tanto, cuando se siente vulnerable intenta minimizar el peligro con la mera posesión del balón. Sin embargo, desde la lesión de Rodri toda su estructura se ha desmoronado. En 32 partidos de Champions y Premier League, ha encajado 49 goles (1,53 de promedio). Sin su Balón de Oro, el Manchester City es el equipo de la liga inglesa al que más disparan al contragolpe. Precisamente, el punto fuerte del Real Madrid que hoy visita el Etihad.

El pasado sábado, el City se expuso a 13 disparos del Leyton Orient, un rival de tercera división, antes de cerrar su apurado pase a la quinta ronda de la FA Cup (1-2). «Es difícil terminar con Rico [Lewis] como lateral izquierdo y Bernardo [Silva] como lateral derecho», admitió Guardiola sobre su línea defensiva, parcheada con dos centrocampistas no precisamente fuertes ni altos. Una semana antes ya había sido vapuleado por el Arsenal (5-1), en la derrota más abultada a domicilio del City en la Premier desde 2008. Era el cuarto partido de la temporada en que Guardiola recibía cuatro o más goles. El peor registro de toda su carrera en los banquillos.

Kylian Mbappé, Vinicius y Rodrygo encarnan hoy el peligro del Madrid, un equipo que no necesita elaborar para plantarse frente al portero. Hace menos de un año, los brasileños ya desestabilizaron en el Bernabéu a un City sin Nathan Aké y Kyle Walker, sus dos pilares defensivos. Hoy, el holandés arrastra una lesión muscular que le apartó de los cuatro últimos partidos, mientras el lateral, muy criticado por los hinchas, fue traspasado al Milan. Guardiola también cuenta con la duda de Rúben Dias, víctima de un problema en la cadera. Con sus centrales titulares entre algodones, podría llegar el turno de Abdukodir Khusanov, incorporado en el mercado invernal. Sin embargo, el debut del uzbeco en la Premier, con un par de errores groseros ante el Chelsea, no invita precisamente al optimismo.

11 derrotas en 37 partidos

«Sus jugadores de arriba son excepcionales. Tienen capacidad para jugar en corto y en largo, así que deberemos imponer nuestro fútbol», vaticinó ayer Guardiola. «Podemos jugar bien, aunque no seamos tan consistentes como antes. No puedo negar que confío en quienes fueron tan buenos en la última década», admitió, en referencia a Ilkay Gündogan (34 años), Kevin de Bruyne (33), Mateo Kovacic (30) o Bernardo Silva (30). El pasado 25 de enero, su veredicto resultaba mucho menos alentador: «Me encantaría no conceder tanto, tener más control, pero por las ausencias que tenemos, somos un equipo viejo».

Después de 37 partidos oficiales, Guardiola suma ya 11 derrotas, a sólo una del peor dato de su carrera, allá por 2020. Quinto en la Premier, a 15 puntos del liderato, su único objetivo realista pasa por asegurar el top-4. En sus 17 temporadas como entrenador, jamás terminó una liga por debajo de la tercera plaza. Por eso, tampoco puede permitirse deslices en este agotador febrero, donde aún esperan Newcastle, Liverpool y Tottenham. El vigente campeón de Inglaterra, que enlazó nueve derrotas en 12 partidos a finales de 2024, ni siquiera parece fiable cuando el viento sopla a favor: fue incapaz de ganar nueve partidos en los que anotó el 1-0.

Entre todas las urgencias, ninguna tan acuciante como la de su fragilidad atrás. Con 1,45 goles en contra, la defensa de Guardiola sólo supera a nueve en la Premier. Esta abrumadora estadística duplica las de sus días de gloria. Durante aquellas cuatro temporadas en el Camp Nou, Pep encajó 0,73 tantos de media, haciendo del Barça el equipo menos goleado de LaLiga. Tras su marcha a Múnich, aún pulió esa cifra, consolidando al Bayern como la mejor defensa de la Bundesliga (0,69 de promedio).

Stones, Kovacic y Lewis, durante el 5-1 ante el Arsenal.

Stones, Kovacic y Lewis, durante el 5-1 ante el Arsenal.MANCHESTER CITY

Desde noviembre, el City sufre lagunas de concentración a la hora de coordinar su línea de atrás. Se vio, por ejemplo, en la visita al Brighton (2-1) o durante su tétrico paso por Anfield, donde debió recibir un castigo mucho mayor (2-0). Incluso en situaciones de uno contra uno, el City parece incapaz de defenderse con rigor en el área.

Aun siendo notorias estas deficiencias, ninguna tan grave como la lentitud en los repliegues y la incapacidad de interrumpir el juego tras cualquier pérdida. Antes de la desgracia de Rodri, el City había recibido tres disparos en transiciones. Desde entonces, suma 26, el peor registro de la Premier. Hoy, sus esperanzas pasan por Nico González recién comprado al Oporto a cambio de 60 millones. El canterano del Barça, que ayer se ejercitó con normalidad tras superar un golpe, es un todoterreno que destaca por su agresividad en la recuperación y sus hábiles conducciones. Un perfil similar al de Kovacic, cuyas aptitudes como pivote han quedado más de una vez en evidencia.

El doble pivote de 2023

Así que Guardiola, el estratega que hizo de Joshua Kimmich un central de garantías, busca a la desesperada una solución como la que en 2023 le guio al triplete. Aquel curso pudo redondearse de modo triunfal gracias al doble pivote formado por Rodri y John Stones. Con sus 188 centímetros, decisivos a la hora de defender el balón parado, y su elegancia en el toque, el centrocampista inglés protagonizó una excelsa final ante el Inter. La labor de mediocentro posicional es muy específica y él mismo ha admitido que le encanta. Ahora parecía la opción idónea. Sin embargo, durante sus 13 partidos del curso, sin excepción, Stones ha jugado como central.

Guardiola, durante la rueda de prensa del lunes en Manchester.

Guardiola, durante la rueda de prensa del lunes en Manchester.AFP

Entre tantos desajustes hoy no queda ni rastro de aquella presión tras pérdida con la que el Barça, entre 2009 y 2013, ahogaba a sus adversarios. En torno a seis segundos de promedio, a tenor de cálculos posteriores. Tampoco el rol de los defensas, descritos por Perarnau en Dios salve a Pep. «Han de saber convivir con otro riesgo: una vez que han conseguido el objetivo de asentarse en campo rival, deben permanecer cerca del círculo central, a 50 metros de su portero, para seguir empujando hacia arriba. Han de ser veloces, atrevidos y capaces de asumir el riesgo».

En este angustioso contexto, Guardiola se aferra a la Champions con la esperanza de que eliminar al Madrid supondría «un gran impulso para lo que queda de temporada». Su última derrota como local en Champions se remonta al 19 de septiembre de 2018 ante el Olympique de Lyon (1-2). Desde entonces 30 victorias y cinco empates, por lo que sigue al acecho de los récords de Bayern, invicto durante 43 partidos entre 1969 y 199, y Barça, con 38 entre 2013 y 2020.

España cierra en Berlín la hermosa epopeya de su cuarta Eurocopa venciendo a Inglaterra

España cierra en Berlín la hermosa epopeya de su cuarta Eurocopa venciendo a Inglaterra

Berlín no es Madrid, ni Viena, ni Johannesburgo ni Kiev. Ni falta que hace. Berlín es Berlín, y desde este domingo el nombre permanece ya para siempre en la historia de un país, España, como la ciudad donde la selección culminó una epopeya maravillosa, la de su cuarta Eurocopa, tejida desde la diversidad más bonita, desde la fe, ciega, en un imposible, desde la humildad, sincera, de quien se reconoce en el compañero, más allá de su color y el de su camiseta, desde la convicción, firme, de que el camino era el correcto, desde la seguridad, en fin, de que esto era real. Vaya que sí. España, la reina, recupera el trono de Europa 12 años después, nadie tiene más Eurocopas, cuatro, nadie la quiso más en Alemania, expulsando en su camino a cuatro campeonas del mundo, ganando los siete partidos, llevándose todos los trofeos individuales (el mejor joven y el mejor jugador) deleitando la vista unas veces y mordiendo los labios otras, como ayer, cuando desmanteló a Inglaterra en un cuarto de hora sublime, pero se levantó con la mandíbula firme del gol del empate. [Narración y estadísticas (2-1)]

España ha sido el equipo más completo, el mejor. Luis de la Fuente ha construido una familia que, además, observa el futuro con una sonrisa, pues los niños, los fabricantes del primer gol, son insultantemente jóvenes, y el corazón del grupo ronda los 27 años. Ríe hoy España y mira a los que nunca le dieron ni el pan ni la sal, pero los mira con el corazón limpio, sin reproches. España es campeona de Europa con todas las letras, nadie se ha acercado siquiera a ella desde el pasado 15 de junio, cuando debutó en este mismo estadio, en esta misma ciudad, Berlín, que no es Madrid, ni Viena, ni Johannesburgo ni Kiev. Berlín es Berlín, qué carajo.

El Olímpico vio a una selección madura, respetuosa, tranquila, con los niños sentados en el sofá sin pedir de comer en casa ajena, pero mirándose con la picardía de quien no va a aguantar mucho y termina levantándose sin permiso para coger una chuchería. Eso hicieron Lamine Yamal y Nico Williams nada más comenzar la segunda parte, desmontar el partido con una trastada, y de ahí nació el partido que enseñó, escrito está, todas las versiones de este equipo: la brillante, hasta el empate, y la madura, desde él, para levantar el trofeo con una sonrisa mestiza, millenial, una sonrisa que reconoce al diferente como igual, una lección de fútbol, y de vida, para todo un país.

Enredados en la tensión

En fin, que el saque de inicio correspondió a Inglaterra. El balón fue directamente a Pickford sin pasar por nadie, y el portero del Everton mandó una pelota larguísima que salió por línea de fondo. Ese saque lo hizo España en corto, de Unai Simón a Le Normand, y la jugada salió limpia para morir, como todas las de la primera parte, en la maraña que los ingleses montaron en el balcón de su área. Fueron las dos primeras jugadas del partido, algo así como una presentación de intenciones.

Dos no se pelean si uno no quiere, y como hubo uno que no quiso, pues no hubo pelea en la primera parte. Inglaterra salió a que no pasara nada. Pero nada era nada. Ella estaba dispuesta a no atacar, y se metió tan atrás que impidió a España hacerlo. Enredados los dos equipos en la tensión propia de una final, en lugar de un partido de fútbol aquello devino en una partida del Risk, por no recurrir al tópico del ajedrez. Cada movimiento de España era contrarrestado por Inglaterra. Southgate empleó a Foden para perseguir a Rodrigo, y a Mainoo para atosigar a Fabián. Rice vigilaba con el cogote los movimientos de Dani Olmo.

Como quiera que los extremos no podían recibir en ventaja, la cosa se atascó de mala manera. No hubo que contabilizar ni una sola parada de los porteros. España tuvo más el balón, sí, pero fue para nada, mientras que Inglaterra se fue acomodando en esa monotonía en la que metió la noche. Ninguno de los entrenadores había inventado, quizá no había que hacerlo (Southgate metió a Saw en lugar de Trippier, pero vaya), y ninguno de los jugadores quiso pasar a la historia como el tipo que se equivocó en una final. Jugaron todos con miedo, agarrotados, y de ese modo salió un tostón muy serio hasta el descanso.

Nico Williams festeja el 1-0 ante Pickford.

Nico Williams festeja el 1-0 ante Pickford.AFP

Inglaterra no quería jugar, y España no quería arriesgar, confiada en que el paso de los minutos validase el día más de descanso que había tenido por jugar su semifinal el martes. El partido, así las cosas, necesitaba que ocurriese algo. Lo que fuera, algo que agitase las cosas en cualquier dirección. Y lo que ocurrió fue que Rodrigo se marchó llorando al vestuario, lesionado, y el faro de España se quedó sin luz. En su lugar apareció Zubimendi, en otra demostración más de que, si falla el titular, aquí juega el suplente. Sin más. Pero claro, en el caso del mejor mediocentro del mundo, la baja podía ser más grave.

No dio tiempo a reflexionar mucho sobre ello pues a los dos minutos llamaron a la puerta los niños con el ímpetu de quien quiere jugar a la pelota en el parque. La cogió Lamine en su banda, tiró la diagonal hacia dentro amagando con la cintura, atrajo la basculación de los ingleses y descargó, justo a tiempo, para la llegada de Nico, que cruzó abajo, imposible para Pickford y sus florituras. Pudo sentenciar Olmo un minuto después, con Inglaterra grogui, pero el caso es que lo que necesitaba el partido, ya había ocurrido, y encima había sido bueno para España.

Ya por delante, la selección, claro, empezó a jugar más suelta y mereció sentencia. Quitó Southgate a Kane, inmóvil, pero el cambio que le dio la vuelta al partido fue la entrada de Palmer. En una mala salida a la presión de Cucurella, Inglaterra armó su mejor ataque y un disparo incontestable del futbolista del Chelsea igualó el partido a falta de 20 minutos, ya con Oyarzabal por Morata en el campo. Pero esta España es mucha España. Agarró de nuevo la pelota, tranquilizó al personal y fue acumulando ocasiones hasta que Cucurella, un catalán que vive en Londres, encontró a Oyarzabal, un vasco sin complejos, para poner el punto y final a una preciosa historia de amor por el fútbol y por la vida. La vida de todos para todos. La vida en España.