Vi a Novak Djokovic más motivado que nunca por poner el broche de oro, valga el tópico en esta ocasión, a su colosal carrera tenística. Después de la contundente derrota sufrida en la final de Wimbledon, el serbio ha sabido renovar su propuesta, buscando incluso en ocasiones el saque-red, dado que sabía que Carlos Alcaraz era superior desde el fondo de la pista. Tal vez, y pese a todo lo que ya ha hecho con tan sólo 21 años, al español le llegó d
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Durante unas centésimas de segundo, Carlos Alcaraz estuvo a punto de romper una raqueta por primera vez en su carrera. Nunca estuvo tan desesperado, porque nunca estuvo tan exigido. Sólo cabe el consuelo en la derrota, pero al español le quedará que perdió el oro en los Juegos Olímpicos de París ante el mejor jugador de la historia, Novak Djokovic, en su última misión. A estas alturas, al serbio ya no le va de ganar otro Grand Slam, pero el oro olímpico era el anhelo que en los últimos meses le hizo levantarse de la cama, entrenar, soñar.
Al acabar el partido con victoria por 7-6 (3) y 7-6 (2), Djokovic, tan acostumbrado a ganar, lloraba como un niño contra su toalla blanca, consciente que ya está, ya lo tiene todo. Alcaraz, en cambio, miraba al suelo sin saber cómo reaccionar. Hacía muchos meses que no perdía y, además, la victoria había estado en su mano. Eso seguramente era lo más exasperante.
"Es complicado. Hemos luchado en un partido de casi tres horas en dos tie-break. Él siempre da un nivel muy muy alto en esos momentos difíciles. Se merece esta oportunidad y después de perder de la manera que he perdido, me voy con la cabeza alta", comentaba Alcaraz al acabar el encuentro, aún sobre la pista de la Philippe Chatrier.
En otra galaxia respecto a la final del último Wimbledon, cuando Alcaraz pasó por encima del serbio, esta vez la igualdad fue absoluta y sólo se decidió por dos factores: Djokovic había jugado mucho, muchos más partidos de tanta importancia y Djokovic llevaba mucho, mucho tiempo pensando en esta final. Alcaraz jugó mejor al tenis, pero para derrotar a Djokovic no sólo se necesitaban dejadas, había que poner el corazón, el alma, la vida. Eso hizo Djokovic, a sus 36 años, lo puso todo.
El mejor set en mucho tiempo
El primer set fue un set... ¡Qué set! El mejor set del año, el mejor set en mucho tiempo. Alcaraz se presentó en la Philippe Chatrier con los nervios propios del momento: su primera final olímpica, su segunda final en el lugar. Era un avión en despegue sobre la tierra batida, pegaba con la dureza de un peso pesado, pero fallaba demasiados golpes. Cuesta recordarlo, con sus cuatro Grand Slam y con sus cientos de victorias en el circuito ATP, pero no deja de ser un joven de 21 años. Djokovic, más sereno por experiencia, supo entonces que sobre la lenta arcilla tendría más opciones de victoria que sobre la hierba de Wimbledon y generó cuatro bolas de break en esos primeros juegos. Pero perdonó. Y entonces llegó el momento del español.
Robusto en los intercambios y ligero con la dejada, castigó al serbio y tuvo hasta ocho ocasiones para romperle el saque. De hecho, con 4-4 en el marcador, el juego se eternizó entre deuces y ventajas para Alcaraz. Pero perdonó. Y se expuso al riesgo del tie-break. En el tenis actual, en esas posiciones decisivas, no hay nadie mejor que él, pero Djokovic no pertenece al tenis actual. Djokovic es el tenis de ayer, de hoy y de mañana. Djokovic es aquel tenista capaz de hacer un resto a un ángulo imposible y cubrir la red cuando un passing shot de Alcaraz ya estaba hecho. Con esos dos golpes se llevó el periodo y situó a Alcaraz ante el abismo.
Un Djokovic agigantado en el segundo set
Durante el primer set Djokovic había mostrado desesperación -"No me ayudáis a responder a su saque", gritó a su equipo-, pero al final fue el español quien padecía. Sentado en su banquillo, colocaba la frente sobre la empuñadura de su raqueta buscando explicaciones a lo que acababa de ocurrir. En un partido a cinco sets, como en una final de Grand Slam, su margen todavía sería grande, pero este domingo en la final olímpica ya no se podía perdonar un fallo. Y no falló. Hasta el segundo tie-break, el español estuvo muy seguro, nuevamente letal en los intercambios, pero enfrente le apareció un gigante.
Si en el primer set Djokovic fue vulnerable, en el segundo ya era invencible. La cercanía al éxito que completaría su carrera hizo que el serbio desplegara el mejor juego de su vida y especialmente el mejor servicio. Ni una bola de break tuvo Alcaraz a su disposición y las nubes se fueron ennegreciendo y ennegreciendo a su alrededor. Ahí fue cuando, durante unas centésimas de segundo, estuvo a punto de romper una raqueta por primera vez en su carrera. Ahí cuando llegó la muerte súbita todo estaba perdido.
Sentir las miradas encima sin mirar a nadie. Un difícil ejercicio de concentración que ya era apreciable cuando Jon Rahm apareció en el putting green, la última zona de calentamiento. Fueron minutos, al contrario que sus rivales. Un último contacto con la hierba bajo un sol oblicuo, menos húmedo que los anteriores. Refugiado del ruido en sus auriculares, no embocó ninguna. No importaba, ahí no.
Salió disparado, entre gritos de "¡Rahm!, ¡España! o ¡Europe!" A ninguno respondió, a ninguno escuchó. Estaba en modo concentración, en modo recorrido, perfecto hasta la mitad del campo, que cerró con cuatro golpes de ventaja. En el hoyo 11 llegó el problema; en el 14, el hundimiento del que no pudo reponerse. Fue quinto.
"No sé cómo explicarlo", se repetía una y otra vez Rahm, abatido. "Cuando lo tienes tan cerca, es muy doloroso perder de este modo", insistía, sin querer hablar de futuro, de una nueva experiencia olímpica en Los Ángeles 2032: "Ahora no me habéis de futuro. Me va a costar reponerme de esto". Admitió que los errores afectaron a su concentración, pero, en su opinión, "el problema no estuvo en el hoyo 11 o 12, sino en el tercer golpe del 14".
+4 en los nueve últimos
La concentración ha sido un elemento clave en el crecimiento de Rahm, desde los tiempos en los que la Federación lo sancionaba por explotar en el green, golpear los palos y las bolsas. Incluso fue obligado a trabajar con golfistas discapacitados, una especie de servicio social que siempre ha reconocido como clave en su vida. Eso cambió a Rahm y alumbró al campeón que se observó en París durante una primera parte del recorrido perfecta, fuera en el tee como en el green.
En los 10 primeros hoyos tan sólo se fue fuera de la calle en dos ocasiones, algo que solventó sin superar nunca el par. Birdie a birdie, con cuatro en cinco hoyos consecutivos, firmaba un -5 en los primeros nueve hoyos. En los siguientes nueve, un +4. Partió con -14 y acabó en -15. Había dicho que era necesario estar seis golpes por debajo del par. Acertó en el diagnóstico, no en el tratamiento. Sólo arañó uno al campo.
La mayor dificultad del último tramo no explica la diferencia, porque la crisis llegó antes, con dos bogeys en los hoyos 11 y 12, donde las jornadas anteriores había realizado par y birdie. Marcado por esos errores, en el hoyo 14, un par 5 y, por tanto una oportunidad para el birdie, incluso para el eagle, que había logrado en la primera jornada, acabó por realizar un doble bogey.
Scheffler, Fleetwood y Matsuyama, en el podio.EFE
Ese tramo fatal no sólo le hizo perder el liderato con el que había arrancado la jornada, igualado en el hoyo 12 por el británico Tommy Fleetwood, también las posiciones de podio. Cuando salió del doble bogey era quinto, empatado con el francés Víctor Pérez, una de las sorpresas del torneo olímpico de golf, que realizó un recorrido de -8 el último día.
Después de uno de sus errores, Rahm agitó el palo, gesto de desesperación que jamás había hecho hasta entonces en todo el recorrido. Necesitaba volver a su estado del principio frente a un desenlace en desventaja. Un putt larguísimo le permitió hacerlo en el hoyo 15 y empatar con -17 con el japonés Hideki Matsuyama en la tercera plaza. El oro estaba a dos golpes, demasiado en dos hoyos. El bronce, en disputa. Un nuevo bogey en el 17 le dejó a merced de un birdie en el hoyo más difícil. Volvió a hacer girar su palo, desencajado. Mal asunto. El resultado fue un nuevo bogey. Miró al césped. Desencajado, tampoco quería mirar a nadie.
El número uno del ránking
Los 18 hoyos del Golf National, tomado por una peregrinación cuyas intenciones nada tenían que ver con la que tomó el cercano Palacio de Versalles, siguieron al español, convertido ya en un icono, hasta el final. Unas 80.000 personas, más de las que acudieron a la Ryder Cup en este mismo campo o de las que caben en el estadio de Saint Denis. El polémico fichaje por el circuito saudí LIV lo ha apartado de determinados focos, pero su carisma sigue intacto.
Rahm no pudo devolver tanto cariño en forma de oro y vio cómo lo ganaba el estadounidense Scottie Scheffler, el hombre al que Rahm, de ganador a ganador, le puso la chaqueta verde este año en Augusta. El estadounidense, el mejor del ránking este año, fue de menos a más en el torneo olímpico para acabar con el récord del campo en la última jornada (-9) y una tarjeta global de -19. La plata fue para Fleetwood (-18) y el bronce para Matsuyama (-17). Dos golpes malditos separaron, pues, a Rahm del podio, aunque los golpes malditos en París fueron muchos más.
España destronó a Bélgica en París y volverá a una semifinal olímpica después de 16 años, tras ganar la plata en Pekín 2008, con una victoria histórica (2-3) en cuartos de final que rompe muchos pronósticos, tras los goles de Jordi Chefo Basterra, Marc Reyné y Marc Miralles, que forzaron dos veces a los belgas a remontar.
La resistencia de España aguantó hasta el final ante un equipo que intimida por físico, posesión y velocidad. Pero los favoritos se toparon esta vez con un grupo valiente y competitivo, capaz de quebrar la defensa belga para adelantarse dos veces y sentenciar con un golazo de penalti córner en el último cuarto. El partido mantuvo el misterio hasta el último suspiro por una controvertida decisión arbitral que dio a Bélgica una opción de jugada con el tiempo cumplido y 2-3 para los españoles, que jugaron sin complejos de principio a fin.
Al principio, belgas y españoles alternaron posesiones y llegadas al área rival, aunque en la primera parte solo Bélgica ganó penaltis córner, tres que Alexander Hendrickx no pudo transformar. Luis Calzado y la defensa lo impidieron y en la puerta de Bélgica, hoy con Vincent Vanash en lugar de Van Doren, hicieron lo propio con un golpeo diagonal de Marc Vizcaíno. José María 'Chefo' Basterra tuvo otras dos que se marcharon fuera por muy poco, igual que Rafa Vilallonga, volcado también en trabajo de recuperación.
Tom Boon mandó alta una bola tras la reanudación del partido, que dio a España su primer penalti córner, bien atajado por la defensa belga, aunque los de Max Caldas respondieron con una contra muy bien culminada por Jordi Bonastre hasta la línea de fondo y un envío para Basterra, que no perdonó y marcó su cuarto gol en París. Bélgica tardó un minuto en reaccionar y desde la banda izquierda Arthur de Sloover coló la bola entre las piernas de Luis Calzado.
DECISIONES ARBITRALES
Muy animados desde el público en la grada, Jordi Bonastre, Marc Recasens y Marc Reyné probaron suerte sin éxito, igual que los del neozelanés Shane McLeods en tiros de Tom Boon y Anoine Kina para llegar al vibrante cuarto final. El videoárbitro estimó dos reclamaciones de España contra dos penaltis córner para Bélgica; Basterra mandó una bola rozando el poste, pero Marc Reyné ajustó otra con toda el alma y Marc Miralles culminó un penalti córner de pizarra.
Hendricks, de penalti, aún pudo revivir a su equipo a dos minutos del final y la decisión arbitral con el tiempo cumplido todavía dio a los belgas una oportunidad de tiro que Luis Calzado desbarató para que España vuelva a una semifinal olímpica.
Enmanuel Reyes Pla, con su personalidad arrolladora y su verborrea desafiante, es de bronce (-92 kilos). A sus 31 años, en su segunda oportunidad en unos Juegos, el púgil nacido en La Habana y llegado a España tras mil peripecias en 2016, no podrá pelear el próximo viernes en Roland Garros por el oro o la plata (22:34 h., contra el ganador del Mullojonov-Boltaev). Cayó por decisión dividida con su compatriota Loren Alfonso, otro cubano exiliado que combate por Azerbayán.
El Profeta buscaba ser el primer campeón olímpico en boxeo español, igualar al menos la plata del Balita Rafael Lozano en Atlanta 96. Pero no hubo forma con la desafiante guardia baja de Alfonso, que se impuso claramente en el primer round y ya marcó el resto del combate. A Reyes Pla le costó leer la técnica rival y, ya a la desperada, no pudo hacer nada en el asalto definitivo.
Reyes Pla había derrotado hace poco a Alfonso, bronce olímpico en Tokio en otro peso (-81). Fue hace unos meses en Italia, en el clasificatorio. "Va a recibir palos", había desafiado en la previa. Pero no hubo forma.
Cuando hace tres años Enmanuel perdió en cuartos contra su compatriota Julio César la Cruz, después campeón olímpico, en el cuadrilátero había algo más que boxeo. "Patria y vida no, patria o muerte. ¡Venceremos!", gritó La Sombra ante los medios en Tokio, un canto al castrismo en oposición a las reivindicaciones de quien tuvo que huir de la isla.
Ayer, en el Arena Paris Nord eran dos habaneros también los que peleaban. Uno defendía la bandera de España y el otro la de Azerbayán. En estos Juegos hay más de 20 cubanos bajo otros colores (entre ellos, por ejemplo, el atleta Jordan Díaz). Loren Alfonso también escapó, aunque, cuando en París derrotó en primera ronda a La Cruz y le impidió igualar los tres oros olímpicos de Teófilo Stevenson y Félix Savón, el púgil hizo un alegato de sus orígenes que fue aplaudido hasta por el presidente Miguel Díaz-Canel.
Fue el combate más fiero y complicado que tuvo que encarar el Profeta en estos Juegos. Si en primera ronda, duelo clave, acabó con el chino Han, en segunda, mucho más sencillo, se deshizo del belga Schelstraete. Desde ese inicio, Enmanuel, que tiene escrito en sus botas frases de la Biblia en honor a su abuela cristiana, no se cambia ni los calcetines ni lava sus calzones.
Quedaba menos de una hora para que cerraran las inscripciones del Mutua Madrid Open del pasado mayo cuando Sara Sorribes recibió una llamada de su habitual compañera de dobles, la checa Marie Bouzkova. Sufría problemas físicos, no podía jugar. Sorribes, que ya entonces aspiraba a compaginar individuales y dobles en los Juegos Olímpicos de París vería cómo se le complicaba el camino. Tenía que jugar, necesitaba dominar la especialidad, disputar cada torneo. Pero no tenía pareja.
Y así empezó a buscar un reemplazo por las instalaciones de la Caja Mágica, en el gimnasio de los tenistas, en el comedor, por todos los lados. Hasta que se encontró a Ion Bucsa, olímpico por Moldavia en biatlón en Nagano 1998 y Salt Lake City 2002, y padre de Cristina Bucsa. "¿Cristina puede jugar el dobles?", le preguntó Sorribes, la respuesta fue afirmativa, se apuntaron "a ultimísima hora" y ganaron el torneo. A partir de ahí, ya se sabía: iban a ser la pareja española en los Juegos, tenían posibilidades de medalla.
Y este domingo lo confirmaron. Después de ganar a la pareja checa formada por Karolina Muchova y Linda Noskova por 6-2 y 6-2 se colgaron el bronce, la sexta medalla de España en estos Juegos Olímpicos. Si en las semifinales habían sido dominadas por Mirra Andreeva y Diana Shnaider, la dupla rusa, en la lucha por el bronce mandaron ellas. Con el juego desde el fondo de Sorribes y la velocidad de Bucsa en la red, completaron un partido en el que no hubo competencia. Desde el primer juego, break para las españolas, el dominio fue absoluto. El encuentro, de hecho, sólo duró una hora y 12 minutos, un suspiro. Al acabar escalaron a las gradas para abrazar a su familia y unirse a Anabel Medina, la capitana del equipo femenino, eufórica. Felicidad suya y felicidad para dos tenistas que han pasado dificultades.
La lesión de Sorribes, la Psicología de Bucsa
Sorribes, de 27 años, nacida en Vall d'Uixò, en Castellón, se rompió hace dos años el escafoides y estuvo seis meses sin jugar. Currante del tenis -y amante de la escritura-, llegó a caer más allá del Top 100 del ranking WTA, pero el sufrimiento le cambió la mentalidad. A partir de entonces, más profesional, cosechó sus mejores resultados, como unos octavos de final en Roland Garros, ascendió en la lista -este año fue decimoséptima- y enfiló el camino para estos Juegos Olímpicos, donde ha vivido un sueño. Fan de David Ferrer desde pequeña, estos días han compartido entrenamientos y comidas con él, capitán del equipo masculino español. Esa convivencia y el bronce han sido sus recompensas a tanto trabajo.
La misma recompensa que ha recibido Bucsa. Nacida hace 26 años en Chisinau, en Moldavia, cuando era un bebé sus padres se mudaron a Torrelavega, desde pequeña tuvo a su padre como entrenador raqueta en mano y en los torneos pequeños fue creciendo, fue creciendo hasta alcanzar, también este año el Top 20 del ranking WTA -fue decimonovena-. Estudiante de Psicología a distancia, una de las pocas deportistas que no tiene redes sociales, todavía está construyendo su camino, para lo que le ayudará el bronce.
Lo que estaba siendo una mañana tranquila en París, en la que España iba a asegurarse otra medalla con una de sus grandes bazas, ha terminado convirtiéndose en un drama. Carolina Marín, que dominaba su partido de semifinales ante la china He Bing-Jao (21-14 y 10-5 en el segundo set), ha tenido que retirarse por una lesión en la rodilla derecha. Una lesión que ha dejado sin lugar a dudas uno de los momentos más trágicos de esta edición de los Juegos Olímpicos.
Marín, tras intentar volver a la pista con una rodillera, ha tenido que abandonar minutos después entre lágrimas y desistir en la lucha por recuperar ese ansiado oro que ya consiguió en Río de Janeiro en 2016. Tras la retirada, numerosas personalidades tanto del mundo del deporte como de otros ámbitos han tratado de enviar todo su apoyo a la atleta onubense.
Una de las primeras ha sido la ministra de Educación, Formación Profesional y Deportes, Pilar Alegría, que precisamente se encontraba en el pabellón. "Los gritos de dolor nos llevan a pensar que esto puede ser mucho más serio. Esperemos que, más allá de la pérdida de la medalla, no sea tan grave como parecía". Alegría ha declarado ante los medios que ha preferido no entrar al vestuario, ya que estos "son momentos para estar con la familia y el equipo". Eso sí, aprovechó su comparecencia ante los medios para ofrecerle el apoyo del Ministerio: "Con los deportistas hay que estar antes y durante la competición, pero también después, especialmente cuando ocurren desgracias como estas".
José Manuel Rodríguez Uribes y Pilar Alegría aplauden a Carolina Marín tras su retiradaEP
Poco después, su entrenador, Fernando Rivas, ha compartido en zona mixta las amargas sensaciones de todo el equipo tras la lesión. "Carolina está hundida. No tenemos palabras. Me ha mirado y me ha dicho: 'Me he roto'. El momento de forma en el que llegaba, cómo estaba yendo de menos a más en la competición... ", se ha lamentado Rivas ante los medios. "Más que injusto, ha sido muy cruel":
También el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha realizado una publicación en sus redes sociales con la intención de animar a la atleta onubense. "Eres y serás una campeona. Toda España está contigo", se puede leer en el tweet del presidente.
Para saber más
En la misma línea, la Casa Real también se ha pronunciado a través de su cuenta de Twitter: "No hay metal que alcance el valor de la lección de pundonor y orgullo que has dado. La más digna representación del espíritu olímpico Volverás más fuerte, como siempre has hecho y mereces la ovación de toda España. Gracias, Caro".
Minutos más tarde, el presidente de la Federación Española de Bádminton, Andoni Azurmendi, aseguró que van a solicitar al COE y al COI el bronce honorífico para Marín. "Estamos moviendo esa gestión. Vamos a tratar de solicitarlo, creo que es un clamor. Lo vamos a intentar", aseguró. "Estamos todos tristes, la están trasladando a la Villa Olímpica y la decisión que tome ella será la que hagamos", añadió.
Entre los deportistas españoles, dos futbolistas del FC Barcelona, Pedri y Alexia Putellas, han sido de los primeros en reaccionar. "Eres una campeona, Carolina Marín", ha escrito el canario en su cuenta de Twitter.
Un histórico del deporte español ya retirado como Pau Gasol ha enviado todo su apoyo a Carolina Marín también a través de redes sociales. "Nos duele muchísimo verte retirarte por una lesión, pero nos has demostrado ser una auténtica CAMPEONA. Te queremos, Carolina Marín, Estoy seguro de que pronto te veremos sonriendo de nuevo. Siempre a tu lado", se puede leer en un tweet en el que el ex jugador de baloncesto ha insertado una foto suya junto a la atleta española.
La resolución del cuadro masculino en los Juegos Olímpicos de París ha vuelto a deparar un duelo entre dos de los mejores tenistas del momento. Un enfrentamiento generacional que se ha convertido en un clásico moderno: Carlos Alcaraz - Novak Djokovic.
El serbio, más veterano (37 años), buscará redondear su palmarés antes de la retirada con el oro, logro que no ha alcanzado en sus cuatro participaciones anteriores. Alcaraz, por su parte, busca convertirse el campeón olímpico más joven de la historia en esta modalidad a sus 21 años.
Este será el séptimo enfrentamiento entre ambos tenistas y la igualdad en el cara a cara es máxima: tres victorias para cada uno. Eso sí, de las tres finales que han disputado, dos han caído del lado del español, ambas en Wimbledon. En la de Cincinnati, en 2022, cayó derrotado por dos sets a cero. En tierra batida solo hay dos precedentes. Alcaraz venció en 2022 en Madrid, mientras que Djokovic se llevó la victoria poco después el mismo año en las semifinales de Roland Garros.
DÓNDE VER EL PARTIDO DE ALCARAZ EN TELEVISIÓN
La final entre Alcaraz y Djokovic será uno de los platos fuertes de este domingo. Pero no será el único partido de tenis importante del día. Justo antes, Sara Sorribes y Carolina Bucsa pelearán por el bronce ante la pareja checa formada por Noskova y Muchova. Este partido, al igual que la final masculina, se jugará en la Philippe Chartier y comenzará a las 12:00. Por lo tanto, el serbio y el español deberán esperar al segundo turno de juego.
Ambos partidos se podrán seguir por televisión en La 1 de RTVE. Además, se emitirán en la plataforma web RTVE Play, donde se programan en directo todos los eventos.
Del mismo modo, Eurosport, que retransmite los Juegos Olímpicos al completo, ofrecerá estos partidos. Sus canales están disponibles en su propia aplicación y en las plataformas de DAZN o Max (antes HBO).
Hacía mucho tiempo que Ana Peleteiro no se presentaba así ante los medios de comunicación: cabreada, silenciosa, frágil. Después de su sexto puesto en el triple salto de los Juegos de París, en las entrañas del Stade de France ya de medianoche, la saltadora era otra. "Estoy triste, hoy he visto la otra cara de la moneda", comentaba sin ningunas ganas de hablar.
Desde que cayó a la arena en su último intento, su rostro lo decía todo. Tanto que en lugar de acercarse a su entrenador, Iván Pedroso, para valorar el salto, se fue a buscar directamente a su marido, Benjamin Compaoré, para recibir consuelo. Compaoré, ex saltador, la abrazó mientras Peleteiro digería lo ocurrido y luego hicieron lo propio uno por uno sus amigos.
Siempre dijo Peleteiro que lo único malo de su bronce en los Juegos de Tokio 2020 fue la ausencia de público, la imposibilidad de celebrar el éxito con todos a los que quiere, y por eso este sábado en las gradas del estadio parisino no faltaba nadie. Frente al foso del triple salto, ninguna saltadora tenía tanto apoyo como Peleteiro. Tanto que en su cuarto intento, aquel que marcó sus 14,59 metros finales, se desató una celebración: creían que había superado los 14,70 metros, que el bronce era suyo.
"Tenía miedo de resbalarme"
"He hablado con ellos y me han dicho que igualmente están muy orgullosos de mí. Qué me van a decir", reconocía Peleteiro. "El factor lluvia me ha tocado psicológicamente porque me veía capaz de pelear por la medalla, pero la pista estaba fatal y tenía miedo de resbalarme en la tabla porque no conseguían secarla completamente. Me he quedado muy cerquita y eso da coraje", analizaba y no le faltaba razón.
JUANJO MARTINEFE
Su primer intento fue notable (14,55 metros), pero sus rivales pronto respondieron. La cubana Leyanis Pérez, por ejemplo, lo hizo en el primer salto (14,62) y al siguiente vendrían las grandes marcas de la finalmente campeona, la dominiquesa Thea Lafond (15,04) y la jamaicana Shanieka Ricketts (14,87). Ahí, cuando tocaba un momento Peleteiro, es decir, sacar la furia, asustar al miedo, empezó a llover. Y la lluvia dificultaba su misión. El viento reducía su velocidad y el agua impedía el agarre. En esas circunstancias necesitaba superar la mejor marca de su vida para colgarse el oro o la plata. En esas circunstancias lo único posible era el bronce. Y no pudo ser.
La marca del bronce
"Este año he hecho varios saltos por encima de la marca del bronce. Quizá el esfuerzo hecho desde diciembre me ha pasado factura. He tenido algún problema en el isquio, pero he llegado bien. Estoy disgustada porque quizá no estoy para 15 metros, pero sí para 14,70. Claro que da rabia no ganar una medalla olímpica cuando sabes que estás para saltar más de lo que ha costado", comentaba Peleteiro que pese a la furia, pese al dolor, soltaba alguna frase que invitaba a la esperanza.
"No se acaba mi carrera deportiva aquí. En un abrir y cerrar de ojos llegará Los Ángeles", aseguró y con "suficiente" finalizó la comparecencia más corta de los últimos años, quizá de su vida. A sus 28 años, después de su maternidad, Peleteiro había puesto todo el corazón en colgarse otra medalla olímpica, lo había hecho todo, lo había organizado todo, y no pudo ser. Habrá otras.
Hace tres años a España le zarandeó una medalla de oro de un chico que escalaba felinamente. Se llamaba Alberto Ginés y parecía, efectivamente, un chico normal de 18 años. Lo que ocurre es que, de repente, era campeón olímpico. «Había cumplido ya el sueño de mi vida. ¿Y ahora qué hago?», cuenta a EL MUNDO sobre los peajes de un éxito tan inesperado y precoz en una disciplina que se estrenaba en los Juegos. En París, tras clasificarse en el último
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