Sólo Antoine Griezmann, en 2021 frente al Liverpool, había reunido en un partido de Champions dos goles y una tarjeta roja, hasta que ayer Luis Díaz quiso emularle en el Parque de los Príncipes. El colombiano decantó con su doblete el triunfo del PSG antes de marcharse expulsado poco antes del descanso tras una dura entrada que lesionó a Achraf Hakimi en el tobillo izquierdo. [Narración y estadísticas (1-2)]
El protagonismo de Díaz, para bien y para mal, no debe eclipsar el formidable triunfo del equipo de Vincent Kompany, que esta temporada enlaza ya 13 victorias consecutivas. Los bávaros supieron defender con aplomo su ventaja, después de que Joao Neves apretara el marcador en el minuto 74. En ese tramo final destacó, como a lo largo de toda la noche, Dayot Upamecano.
Además de su segunda derrota de la temporada, el vigente campeón también tuvo que lamentar la lesión de Ousmane Dembélé. Poco antes de la media hora, el Balón de Oro pareció resentirse de sus problemas en el muslo derecho. Kang-in Lee, su sustituto, no anduvo especialmente inspirado, ni siquiera durante los minutos de superioridad numérica.
Mejor con Ramos
Abrumados por la intensidad física de los muniqueses, el PSG pagó caro su error en el minuto, cuando Díaz aprovechó un disparo de Michael Olise que Lucas Chevalier había rechazado. Traspasada la media hora, el ex del Liverpool se benefició de un grave despiste de Marquinhos para doblar la ventaja. El Bayern, con Harry Kane a los mandos, evidenciaba una superioridad abrumadora.
Quien sí dio otro aire al PSG fue Gonçalo Ramos como principal referencia ofensiva a partir del minuto 66, cuando relevó a Bradley Barcola. El delantero portugués atrajo la atención de los centrales y dio mayor sentido a la pizarra de Luis Enrique. Sin embargo, los minutos de asedio no lograron concretarse ante Manuel Neuer, autor de varias intervenciones de gran mérito, especialmente ante Warren Zaïre-Emery en el minuto 78.
Con este último revés, el PSG encadena cinco derrotas ante el gigante bávaro, su peor racha contra un rival en la Champions. Paradójicamente, su último tropiezo oficial se produjo durante el Mundial de clubes frente al conjunto parisino (2-0).
Con el billete al Mundial casi en el bolsillo, Luis de la Fuente tiene un objetivo: encontrar un '9' antes de mayo. Si en la Eurocopa y la Nations League se amparó en Álvaro Morata, y aunque el capitán no está descartado, necesita un delantero centro puro que convocar entre los 26 que buscarán llegar a la final de Nueva Jersey el próximo 19 de julio. Eso sí, mientras se decide a escoger, Oyarzabal y Mikel Merino se han puesto ese disfraz para cumplir a la perfección. Suyos están siendo los goles decisivos que impulsan a España.
Sin agobios pero sin confianzas, el técnico riojano sigue con su casting. Ante Georgia y Bulgaria tenía dos opciones en la convocatoria y, aun así, no dudó en alinear a Oyarzabal el pasado sábado en Elche hasta que, con el encuentro cerrado -precisamente, por un gol de falta del capitán de la Real-, le dio minutos a Borja Iglesias. Anoche en Valladolid, apostó por el joven futbolista del Oporto de inicio para mandarlo al banquillo y en favor del atacante gallego en el descanso.
"Han hecho los dos un trabajo fantástico, lo que teníamos previsto. Samu ha trabajo mucho para abrir espacios en una defensa muy cerrada, cuando lo suyo es correr al espacio, en transición. De eso luego se ha beneficiado Borja, porque esto es un equipo. Estoy contentísimo con los dos. Su carencia no es el gol, ya lo meterán", aseguró el seleccionador que se acogió a una gran evidencia para sustentar su falta de preocupación por no temer un killer de área: "La fortaleza de este equipo es que muchos futbolistas meten muchos goles".
103 minutos en ocho partidos
Sin faltarle razón al seleccionador, Samu salió de Valladolid con el pesar de haber tenido hasta tres ocasiones claras ante Vutsov para haber cogido algo de ventaja en el casting del seleccionador. La primera se la fabricó Pedri y la tercera fue un regalo de Merino, pero en la segunda, en el minuto 23, fue capaz de revolverse atosigado por defensas búlgaros para armar un zurdazo... al cuerpo del guardameta. No acaba de romper un joven futbolista, a quien el seleccionador ha llamado en ocho partidos, pero apenas le ha dado 103 minutos en total: 45 en su debut ante Suiza en la Nations League, 13 en la semifinal ante Francia y la media parte en el Nuevo Zorrilla.
Si sus fallos se lamentaron en el primer tiempo, los de Borja Iglesias lo hicieron en el segundo. El atacante del Celta, con el 9 a la espalda, cruzó en exceso su primer remate y no cabeceó con acierto un centro perfecto que le puso Álex Baena. Era un caramelo para el jugador gallego que en toda su trayectoria solo ha disputado tres partidos como internacional: el de su debut ante Suiza con Luis Enrique en 2022 y, hasta el partido ante Georgia, De la Fuente solo lo había alineado durante 24 minutos en el partido ante Escocia de la ventana de su debut en el banquillo, el peor partido de la era del riojano. En esta búsqueda necesita testar cómo se acoplaría a esta España muy hecha.
El que no hay dudas de que encaja como anillo al dedo es Mikel Merino. Su figura ha crecido en el centro del campo, más aún con la ausencia de Fabián Ruiz, pero su descorche como goleador le está haciendo brillar. Con España no solo se recuerda su testarazo ante Alemania en los cuartos de final de la Eurocopa, sino también los tres goles que le marcó a Turquía, a los que sumó los dos en Valladolid. Y eso que forzó un penalti que no se atrevió a pedir. Suma diez en sus 39 partidos como internacional, de los que seis son en los últimos tres años para convertirse en el segundo máximo goleador de la España de Luis de la Fuente, solo superado por Oyarzabal.
Mikel Merino marca su primer gol ante Bulgaria en Valladolid.R. GARCÍAEFE
"Esto llegando y me caen los balones. No es casualidad, pero hay que tener un poco de fortuna. La verdad es que es la primera vez que estoy tan acertado, pero ojalá siga, porque es importante que un centrocampista sume goles", aseguró el jugador reconociendo que era una faceta que quería mejorar. A lo que no se atrevió es a pedirle a Oyarzabal el penalti que provocó. "Con la que se montó el otro día... Él es el designado, el que pone en la pizarrita, y decidí seguir las reglas", bromeó.
El navarro arrancó su relación con el gol en la temporada 23/24, cuando marcó ocho goles en la temporada -cinco en Liga, dos en Champions y uno en Copa-. La cifra la superó con la camiseta del Arsenal, convertido precisamente en delantero centro por Arteta. Entonces hizo nueve, siete en la Premier y dos en la Liga de Campeones. Esta temporada, con su club solo ha logrado uno, pero con la selección suma cinco en cuatro partidos en las últimas dos ventanas. A Bulgaria ya le marcó en Sofía y se marcó de Turquía con un hat trick. Con él, De la Fuente gana tiempo para buscar al mejor matador.
La selección búlgara se aloja en un hotel algo alejado del centro de Valladolid, pero incluso de haber estado en la mismísima calle de Santiago nadie hubiera reparado en ellos. Es el rival de España esta noche, y se llenará el José Zorrilla para ver al equipo de Luis de la Fuente, que en realidad no juega contra Bulgaria, a la que, se sobreentiende, va a ganar sin apenas esfuerzo, sino contra sí misma. ¿Por qué? Sencillo. Si hoy gana (o al menos no pierde, y no perder sería un cataclismo), igualará una cifra que pone sobre el tablero de nuevo una pregunta recurrente: ¿Se puede comparar a esta selección con la del periodo 2008-2012?
Si España no cae esta noche, sumará 29 partidos oficiales consecutivos sin hacerlo. Igualará la mejor racha de la historia de la selección, firmada entre 2010 y 2013 por el equipo dirigido entonces por Vicente del Bosque. Aquel equipo cedió en el primer partido del Mundial (que terminaría ganando) contra Suiza, y estuvo esas 29 citas hasta que hincó la rodilla contra la Brasil de Neymar en la final de la Copa Confederaciones de 2013. Entonces, fueron 24 victorias y cinco derrotas.
Este equipo, es sabido, perdió contra Escocia en la fase de clasificación para la Eurocopa, era marzo de 2023, y de momento ahí sigue. Por matizar, que siempre hay tiquismiquis, FIFA y UEFA cuentan los partidos que van a los penaltis como empates.
28 de marzo en Doha
Por eso, a esta España no le cuentan como victorias la final de la Liga de Naciones de 2023 contra Croacia ni los cuartos de final de esa misma competición este año, en marzo ante Países Bajos. Como tampoco le cuenta como derrota la final de junio contra Portugal, resuelta en una tanda. En el caso del presente, España suma 23 victorias y cinco empates, exactamente igual que la gran España de Del Bosque.
Mirando un poco más allá de esta noche, el equipo tiene en noviembre la posibilidad de igualar esta racha a nivel mundial. De momento, es Italia la selección que en toda la historia del fútbol más partidos ha permanecido invicta. Son 31. Si España no pierde en noviembre en Georgia (día 15) y en Sevilla con Turquía (día 18), estará a esa altura, y entonces se multiplicaría el morbo de la siguiente cita. Sería ya en marzo, sería probablemente en Doha, sería probablemente el sábado 28, y sería ante Argentina, ante Leo Messi, cuando España podría convertirse en el equipo con la racha de partidos sin perder más larga de la historia del fútbol. Casi nada.
«Primero vamos a clasificarnos para el Mundial», insiste De la Fuente, aunque él, como todos, tiene en la cabeza estas cosas. Porque la comparación con la mejor época de la selección española la tienen presente todos los miembros de la Federación, conscientes de estar ante un equipo que ya ha ganado una Eurocopa (también una Liga de Naciones, pero sobre todo una Eurocopa), que ha llegado a las finales de las tres últimas competiciones que ha disputado y que mira al Mundial sabiendo que es una de las dos-tres grandes favoritas, sino la gran favorita.
Pedro Porro, ante Dvali, el sábado en el Martínez Valero.AFP
Si a todo eso se le une la edad media del grueso de los internacionales, especialmente de sus estrellas (Nico, Lamine, Huijsen, Zubimendi, Fabián, Merino, Cubarsí, Pedri, Cucurella, etc...) no es una locura pensar en marcar una época, que siempre luce mucho en el currículum.
De momento esta noche se intuye un equipo de Luis de la Fuente que certifique todavía más la idea de de aquí puede jugar (casi) cualquiera. Sin apagarse los ecos del lío con Lamine Yamal, con Dani Olmo ya en Barcelona y con Ferran siguiéndole desde ayer, parece claro que va a dar descanso a muchos jugadores, especialmente a Pedri y a Cubarsí, en una noche que se presenta plácida. Tanto que casi ya no se juega contra el rival sino contra sí mismo.
Lo que iba para baile, terminó entre sudores fríos. Un par de intervenciones, casi sobrenaturales, de Gianluigi Donnarumma salvaron al PSG de una debacle en Villa Park, donde antes de la media hora se había adelantado con dos goles. Estas son las curas de humildad de la Champions. El aprendizaje que todo aspirante, por muchas ínfulas que gaste, debe asumir. Sólo colgado de su portero, descomunal en un mano a mano ante Marco Asensio, el equipo de Luis Enrique pudo esquivar la prórroga. [Narración y estadísticas (3-2)]
Maldijo la afición de Birmingham la celeridad con la que se esfumaron los tres minutos de añadido decretados por Sánchez Martínez. No hubo recompensa al asedio inglés, truncado por un despeje bajo palos de Pacho ante la volea de Ian Maatsen. Si quiere competir con seriedad en las semifinales, el PSG no puede permitirse desvanecimientos así. Hasta la media hora había manejado el partido a su antojo. Cuando bajó un punto su nivel, el Aston Villa se lo llevó por delante. Todo el crédito para Unai Emery, que imploraba de rodillas a la fortuna esquiva.
El primer deber de su equipo era meter en temperatura a Villa Park, un escenario con 128 años de historia, sobre el que sigue impreso un lema: "Donde nuestros héroes son villanos". Por allí se cuentan historias de la Copa de Europa arrebatada al Bayern. Para excitar aquella magia, Emery necesitaba un par de incursiones tempranas con las que enardecer a la afición. Esas buenas intenciones se vinieron abajo en el minuto 10.
Vulnerables a la espalda
Fue un balón al espacio de Nuno Mendes hacia la cabalgada de Bradley Barcola por la izquierda. Demasiado espacio abierto ante Emiliano Martínez, cuyo mal despeje fue aprovechado por Achraf Hakimi. Un martillazo para el estadio. Más terrible aún que el fallo de la megafonía, que durante la ceremonia de presentación de los equipos hizo sonar el himno de la Europa League.
El castigo se suponía acorde al riesgo asumido por una defensa tan adelantada. Pretendía el Aston Villa imponer el músculo de Boubacar Kamara y Amadou Onana, a riesgo de mostrar una alarmante vulnerabilidad a la espalda de sus mediocentros. Con tanto campo por delante, los laterales del PSG desplegaban sus alas. Así que no fue casual que Mendes, antes de la media hora, ajustase con la zurda a la red un balón servido por Ousmane Dembélé.
El defensa portugués, autor del 3-1 en la ida, compendiaba todas las virtudes de este PSG, que cuando no domina con la posesión también penaliza los fallos del rival. Un equipo que sólo había perdido uno de sus últimos 30 partidos. Desde el pitido final en París, Luis Enrique venía avisando de sus intenciones para la vuelta. No maneja más alternativa que la victoria. Del mismo modo que no admite otra alternativa ante la presión que el balón jugado.
El remate de Nuno Mendes para el 0-2 en Villa Park.AP
Cuando pisaba campo rival, Hakimi volvía a filtrarse entre sus centrocampistas para dar superiodad. Cuando Mendes buscaba la superioridad con Barcola, Vitinha retrocedía para tapar a su lateral zurdo. Los movimientos acompasados del PSG excedían con mucho la resistencia del Villa, que bastante hizo al encontrarse, traspasada la media hora, con un afortunado remate de Youri Tielemans tropezado en Pacho.
Con todo perdido, Emery empleó el descanso para reforzar la moral de sus muchachos. No hizo ni un solo cambio, pero el Villa pareció otro equipo, con un ritmo frenético, una agresividad distinta, una convicción casi suicida. Un disparo de John McGinn, rozado de nuevo por Pacho, galvanizó al príncipe de Gales en el palco. Dos minutos más tarde, Donnarumma salvó un gol cantado de Marcus Rashford. A la salida de ese saque de esquina, el ex delantero del United sirvió el 3-2 con un lacito a Ezri Konsa.
En las tribunas, la gente llegaba al delirio. Como cuando Dennis Mortimer alzó la Orejona al cielo de Rotterdam en 1982. Con Asensio y Maatsen ya en liza, la gente de Birmingham vio la prórroga en sus manos, pero Donnarumma se interpuso a tiempo.
No se le da bien el mes de marzo a España. Perdió hace dos años ante Escocia metiéndose en un buen lío. Perdió el año pasado ante Colombia en un amistoso intrascendente, y estuvo a punto de perder este jueves de nuevo ante Países Bajos, aunque un fallo de Verbruggen le permitó salvar los muebles en el descuento. Decidirá Mestalla el domingo en la vuelta de estos cuartos de final de la Liga de Naciones, con la campeona de Europa obligada a ganar después de una noche gris donde las piernas pesaron más de la cuenta, donde el balón no transitó como suele y donde, en fin, España fue mucho menos España. [Narración y estadísticas (2-2)]
La selección ya se fue al descanso con mala cara. Después de muchos meses sin verse, en mitad de una temporada asfixiante, Luis de la Fuente apenas había tenido tiempo de juntarles para descansar, relajarles y recordarles mínimamente los automatismos que les han llevado hasta aquí, ganando Liga de Naciones y Eurocopa por el camino. España se fue con mala cara al descanso porque hacía mucho tiempo que un equipo no le metía en su campo para no dejarle salir. Y eso fue lo que consiguió Países Bajos en la primera parte.
Y eso que la noche no pudo empezar mejor. Con la alineación que todo el mundo esperaba, porque el seleccionador no es amigo de experimentos, el partido se rompió enseguida gracias a un jugador mayúsculo, seguramente el mejor centrocampista del mundo hoy. En el minuto ocho, lo primero que pasó es que Hato se hizo un lío morrocotudo y Lamine Yamal porfió hasta quitarle la pelota. Se la dio a Pedri, ese jugador mayúsculo, ese que es seguramente el mejor centrocampista del mundo hoy, e hizo algo que muy pocos hacen. Casi en el área pequeña, recibió de espaldas. Paró el balón, se giró, levantó la cabeza (todo esto, conviene insistir, con un central encima y cerca del área pequeña) y se la dio a Nico, que finalizó con un giro sobre sí mismo.
Sin balón se apaga la luz
Muy pronto, pues, España estaba por delante y todo parecía ir cuesta abajo, en la línea que acompaña a este equipo desde hace tiempo. De hecho, un rato después Morata tuvo el segundo tras una jugada colectiva impecable. Pero ahí se apagó la luz. Epaña perdió el balón y se fue metiendo atrás. Le costaba incluso atravesar el centro del campo, y eso permitía a los holandeses merodear por el área hasta que encontraron el hueco tras una jugada de Frimpong que terminó Gakpo en el otro costado.
El empate no era, sin embargo, la peor noticia. La peor noticia es que no había noticias de jugadores como Zubimendi, Fabián o Pedri. Tampoco de Nico ni de Lamine. Morata bastante tenía con ayudar a achicar agua allá donde hiciera falta, lo mismo daba en una banda que por el centro que defendiendo un córner.
Al ritmo de De Jong, que ha recuperado el nivel con el que un día deslumbró, el equipo de Koeman se sintió cómodo ante la campeona, a la que arrinconó en su propio campo y a la que hizo correr detrás de la pelota durante demasiado tiempo. Porque a España, a esta España, no le incomoda meterse atrás. Pero un rato. No durante casi media hora. La lesión de Cubarsí, que dio paso a otro jovencísimo que llega, Huijsen, cerró un primer asalto en el que Reijnders pudo haber puesto las cosas peor si su remate desde la frontal hubiese encontrado la red en lugar del larguero.
Van Hecke salta con Ayoze.NICOLAS TUCATAFP
Falló antes del descanso, pero no después. No tardó ni un minuto en marcar el segundo gracias, de nuevo, al velocísimo Frimpong, cuyo pase atrás lo estampó el jugador del Milan en la red. Por debajo en el marcador, la selección reaccionó y al menos tuvo la pelota. No hizo gran cosa con ella, pero jugó en campo contrario. A falda de media hora, De la Fuente renovó al equipo metiendo a Oyarzabal por Lamine, a Olmo por Pedri y a Ayoze por Morata.
No cambió el panorama. Olmo sí fue capaz de hilar un poco más el ataque español, que terminó el partido en busca del empate, más cuando Países Bajos se quedó con uno menos por una entrada a destiempo de Hato sobre Le Normand. Pudo en un último suspiro igualar gracias a un error grosero de Verbruggen a disparo de Nico. Mikel Merino, que pasaba por allí y que le está cogiendo el gusto en el Arsenal a esto de jugar como delantero, salvó los dos años sin perder un partido oficial y puso a Mestalla bajo el foco.
El 15 de octubre del año pasado, en la penosa sala de prensa del Nuevo Arcángel de Córdoba y tras sellar prácticamente su clasificación para los cuartos de final de la Liga de Naciones, Luis de la Fuente, sonriente, dijo esto: «No se trata de estar agrandado, son cosas ciertas. La tierra es redonda, aunque algunos piensan que es plana. No se puede ir contra las cosas ciertas. Estoy muy tranquilo, no estoy agrandado, pero si lo estuviera, me lo habría ganado porque otro, en estas circunstancias, tiraría de carisma. Yo soy humilde y no voy a cambiar. Ahí la dejo, báilala».
Eran tiempos en los que, incluso desde algún sector cercano al poder en la Federación, con Pedro Rocha apartado, se deslizaba que sí, que al seleccionador se le había subido a la cabeza la Eurocopa y que esa reclamación de un mejor contrato se le había ido de las manos. Porque ya en ese momento, octubre del año pasado, De la Fuente demandaba públicamente una renovación que ayer se cerró hasta 2028. Entre ese 15 de octubre y ayer, 27 de enero, han pasado 104 días y no pocas cosas.
Para saber más
De la Fuente, antes de la Eurocopa, había apalabrado su nuevo contrato con Pedro Rocha, el hombre que designó Luis Rubiales para guardarle el sillón mientras Luis Rubiales creyó posible irse para volver. El técnico tenía un contrato de personal de alta dirección desde que fue nombrado seleccionador sub'21, por el que cobraba alrededor de 600.000 euros brutos anuales. Al pasar al primer equipo escaló, aproximadamente, hasta los 800.000. Su acuerdo verbal con Rocha subía a 1,2 millones.
Habiéndole devuelto a España un título internacional de primer nivel, ocurren dos cosas nada más volver de Berlín: De la Fuente entiende que esa cifra debe revisarse, y Rocha ve cómo el martes 16 de julio, apenas dos días después de la final de la Eurocopa, el TAD (Tribunal de Arbitraje Deportivo) le inhabilita durante dos años. Es decir, De la Fuente se queda sin interlocutor válido para cambiar de contrato. Porque él, al margen del dinero, quería tener un contrato como seleccionador nacional. La situación de interinidad en la Federación impide que se firme nada. Nadie, ni la Junta Gestora ni el Secretario General, querían dar ese paso por miedo a seguir el camino de Rocha.
Difícil rehabilitación
De la Fuente, ante sus más allegados, se muestra molesto con su situación, y lo hace público en esa ventana de partidos de octubre, poco después de comenzar a trabajar con su nueva agencia de representación, conocida también por llevarle sus asuntos a Fabián Ruiz o Alexia Putellas (es en ese momento, conviene subrayarlo, cuando una parte de los que mandaban entonces en Las Rozas hablan de «recrecimiento» por su parte).
Solventados los partidos de noviembre y conocido el rival para cuartos en el sorteo, De la Fuente decide afrontar un reto que llevaba aplazando varios meses: el 3 de diciembre entra en el quirófano para operarse de su rodilla, algo que le va a exigir una rehabilitación difícil. Para ella, para la rehabilitación, se queda en Madrid y no falta ni un día a su cita con el gimnasio y con los fisios. Poco después, el 16 de diciembre, Rafael Louzán gana las elecciones a la presidencia y ese mismo día dice que lo primero que hará es llamar a De la Fuente para cerrar la renovación.
Luis de la Fuente.EFE
Pero no fue lo primero que hizo. Tardo varios días en llamarle, algo que tampoco gustó al entrenador, que sin embargo, por supuesto, se sentó con él para cerrar a principios de este mes un acuerdo que llega hasta 2028 y que ronda, si se cumplen todos los objetivos, los dos millones de euros brutos al año, un sueldo, ahora sí, de campeón de Europa. Esos pequeños malestares quiso ignorarlos ayer: «No ha habido discrepancias. Siempre he dicho que estaré en los sitios mientras sea feliz y lo soy. Ha habido sintonía y cercanía en todo momento. Es un momento de alegría para mí, para mi familia y espero que para todo el mundo del fútbol». Lo de la sintonía y la cercanía es discutible, pero eso dijo.
Llama la atención la duración, pues se rompe una regla no escrita en la Federación, desde hace más de tres décadas, según la cual a los seleccionadores se les renueva de gran campeonato en gran campeonato. De la Fuente ha firmado estar en dos seguidos (el Mundial 2026 y la Eurocopa 2028), con los riesgos que eso conlleva. En estos siete meses, De la Fuente ha tenido ofertas, la mayoría de ellas bastante «exóticas», según fuentes de su entorno, que no confirman ofrecimientos de Oriente Medio y algún escarceo poco claro con la Liga estadounidense a través de un famoso intermediario que ya llevaba los asuntos, en su día, de Luis Aragonés. "Estoy donde quería estar. Nunca he pensado en otra selección. Estoy feliz aquí y nunca he querido irme. Desde la estabilidad se trabaja mejor y eso es lo que tengo en mi casa, la Federación. Espero seguir muchos años más", zanjó ayer, y en algo tiene razón: él nunca quiso irse.
Nadie les hubiera puesto en el once de mejores jugadores de la Eurocopa el 14 junio. Quizá sólo Rodri hubiera podido hacerse hueco. Del resto de futbolistas españoles podía esperarse un buen rendimiento, pero no que salieran de Alemania convertidos en estrellas. Y menos todos a la vez. Una de las claves del éxito de España es, precisamente, un big bang sincronizado de talentos que han ido repartiéndose el galardón de MVP en los siete partidos del torneo.
Alguno, como Lamine Yamal con 16 años, ha sido absolutamente inesperado. También Marc Cucurella, pese a los años de experiencia. De otros se venía esperando un paso al frente para convertirse en estrellas y saltar al mercado con una etiqueta con muchos ceros. Es el caso de Nico Williams, Dani Olmo o Fabián Ruiz. Los tres han desempeñado un papel indiscutible en sus clubes, pero han asombrado al continente con la camiseta roja. De hecho, el futuro del navarro y del catalán está por definirse, porque todo apunta a que cambiarán de aires.
Todos han dado su mejor rendimiento en el momento oportuno y en un escaparate que, en lugar de pesar, les ha impulsado. Ha ocurrido con veteranos como Laporte, cuestionado desde su marcha a Arabia Saudí, Carvajal, incombustible, o Nacho. Los tres se han hecho mejores en este campeonato. También Rodri, si es que eso era posible.
Un eje llamado Rodri
El mejor pivote del mundo, en palabras de Pep Guardiola, aún no había tenido su momento con España. Eclipsado por Sergio Busquets, vio cómo era reconvertido a central en el Mundial de Qatar porque nadie dudaba que había que hacer hueco en el once. El problema era dónde. Luis de la Fuente lo ha tenido claro desde el principio: eje fundamental en la medular. El resultado es que se ha visto al mejor Rodri y se ha activado el runrún de si debería ser Balón de Oro.
Junto a él, otro que ha subido del notable al sobresaliente. Fabián ha catalizado el juego, marcado goles y siendo una figura más esencial que en sus buenos momentos en el Nápoles o esta temporada, a pesar de ser un fijo de Luis Enrique. Con España se ha convertido en indetectable para los rivales, dejando imágenes como el regate a tres alemanes con un solo movimiento. Su futuro está en el PSG, certeza que no tiene Dani Olmo.
El Bota de Oro del torneo con tres tantos -galardón compartido con Harry Kane y otros cuatro trigoleadores- no va a continuar en Leipzig. Su brillante campeonato, en el que partió como suplente, ha marcado goles decisivos e incluso los ha salvado bajo palos, hace que su cláusula de salida, fijada hasta el 30 de junio en 60 millones, se considere muy ajustada a mercado. A su agente, el ex internacional Juanma López, se le vio el domingo en la grada de Berlín meditando ya sobre el futuro. Puede ser el Bayern, el Barça o incluso el City, pero Olmo saldrá de su actual equipo.
Una amenaza determinante
Quien también tendrá que definir su porvenir es Nico Williams. No le gustó al presidente del Athletic, Jon Uriarte, que le preguntaran al jugador por el Barça y la posibilidad de continuar junto a Lamine, pero su protagonismo en el mercado se antoja inevitable. Su temporada en San Mamés, con la Copa del Rey, ha sido brillante, aunque sólo ha descorchado en la élite durante la Eurocopa.
Eso mismo le ha sucedido a Cucurella, que será mirado de manera diferente en el Chelsea. Llegó a esta Eurocopa por las lesiones de Alejandro Balde y José Luis Gayà, encontrando el foco tras años en el Getafe y un fugaz paso por el Brighton. Menos horas de vuelo traía Lamine. Vio su talento Xavi Hernández y lo convirtió en titular indiscutible, como De la Fuente. Así se explica por qué su padre buscó al seleccionador durante las celebraciones para fundirse en un abrazo. En el Barça Lamine ayudó, pero en la selección se ha convertido en una amenaza determinante. Y aún no se le ve el techo. Es el diamante sobre el que Hansi Flick tratará de construir.
Hay actores más secundarios que también han desempeñado un papel imprescindible y ambos comparten equipo. Mikel Oyarzabal ha ejercido como relevo de Morata en una posición en la que le educó Imanol Alguacil y que le ha llevado a marcar un gol histórico. Su compromiso como capitán de la Real Sociedad le mantendrá en el club, algo que hay dudas de que ocurra con Robin Le Normand e incluso Mikel Merino, otro jugador que deja el histórico tanto en prórroga ante Alemania. El rendimiento ha sido tan perfecto que nadie ha perdido su momento de gloria.
Berlín no es Madrid, ni Viena, ni Johannesburgo ni Kiev. Ni falta que hace. Berlín es Berlín, y desde este domingo el nombre permanece ya para siempre en la historia de un país, España, como la ciudad donde la selección culminó una epopeya maravillosa, la de su cuarta Eurocopa, tejida desde la diversidad más bonita, desde la fe, ciega, en un imposible, desde la humildad, sincera, de quien se reconoce en el compañero, más allá de su color y el de su camiseta, desde la convicción, firme, de que el camino era el correcto, desde la seguridad, en fin, de que esto era real. Vaya que sí. España, la reina, recupera el trono de Europa 12 años después, nadie tiene más Eurocopas, cuatro, nadie la quiso más en Alemania, expulsando en su camino a cuatro campeonas del mundo, ganando los siete partidos, llevándose todos los trofeos individuales (el mejor joven y el mejor jugador) deleitando la vista unas veces y mordiendo los labios otras, como ayer, cuando desmanteló a Inglaterra en un cuarto de hora sublime, pero se levantó con la mandíbula firme del gol del empate. [Narración y estadísticas (2-1)]
España ha sido el equipo más completo, el mejor. Luis de la Fuente ha construido una familia que, además, observa el futuro con una sonrisa, pues los niños, los fabricantes del primer gol, son insultantemente jóvenes, y el corazón del grupo ronda los 27 años. Ríe hoy España y mira a los que nunca le dieron ni el pan ni la sal, pero los mira con el corazón limpio, sin reproches. España es campeona de Europa con todas las letras, nadie se ha acercado siquiera a ella desde el pasado 15 de junio, cuando debutó en este mismo estadio, en esta misma ciudad, Berlín, que no es Madrid, ni Viena, ni Johannesburgo ni Kiev. Berlín es Berlín, qué carajo.
El Olímpico vio a una selección madura, respetuosa, tranquila, con los niños sentados en el sofá sin pedir de comer en casa ajena, pero mirándose con la picardía de quien no va a aguantar mucho y termina levantándose sin permiso para coger una chuchería. Eso hicieron Lamine Yamal y Nico Williams nada más comenzar la segunda parte, desmontar el partido con una trastada, y de ahí nació el partido que enseñó, escrito está, todas las versiones de este equipo: la brillante, hasta el empate, y la madura, desde él, para levantar el trofeo con una sonrisa mestiza, millenial, una sonrisa que reconoce al diferente como igual, una lección de fútbol, y de vida, para todo un país.
Enredados en la tensión
En fin, que el saque de inicio correspondió a Inglaterra. El balón fue directamente a Pickford sin pasar por nadie, y el portero del Everton mandó una pelota larguísima que salió por línea de fondo. Ese saque lo hizo España en corto, de Unai Simón a Le Normand, y la jugada salió limpia para morir, como todas las de la primera parte, en la maraña que los ingleses montaron en el balcón de su área. Fueron las dos primeras jugadas del partido, algo así como una presentación de intenciones.
Dos no se pelean si uno no quiere, y como hubo uno que no quiso, pues no hubo pelea en la primera parte. Inglaterra salió a que no pasara nada. Pero nada era nada. Ella estaba dispuesta a no atacar, y se metió tan atrás que impidió a España hacerlo. Enredados los dos equipos en la tensión propia de una final, en lugar de un partido de fútbol aquello devino en una partida del Risk, por no recurrir al tópico del ajedrez. Cada movimiento de España era contrarrestado por Inglaterra. Southgate empleó a Foden para perseguir a Rodrigo, y a Mainoo para atosigar a Fabián. Rice vigilaba con el cogote los movimientos de Dani Olmo.
Como quiera que los extremos no podían recibir en ventaja, la cosa se atascó de mala manera. No hubo que contabilizar ni una sola parada de los porteros. España tuvo más el balón, sí, pero fue para nada, mientras que Inglaterra se fue acomodando en esa monotonía en la que metió la noche. Ninguno de los entrenadores había inventado, quizá no había que hacerlo (Southgate metió a Saw en lugar de Trippier, pero vaya), y ninguno de los jugadores quiso pasar a la historia como el tipo que se equivocó en una final. Jugaron todos con miedo, agarrotados, y de ese modo salió un tostón muy serio hasta el descanso.
Nico Williams festeja el 1-0 ante Pickford.AFP
Inglaterra no quería jugar, y España no quería arriesgar, confiada en que el paso de los minutos validase el día más de descanso que había tenido por jugar su semifinal el martes. El partido, así las cosas, necesitaba que ocurriese algo. Lo que fuera, algo que agitase las cosas en cualquier dirección. Y lo que ocurrió fue que Rodrigo se marchó llorando al vestuario, lesionado, y el faro de España se quedó sin luz. En su lugar apareció Zubimendi, en otra demostración más de que, si falla el titular, aquí juega el suplente. Sin más. Pero claro, en el caso del mejor mediocentro del mundo, la baja podía ser más grave.
No dio tiempo a reflexionar mucho sobre ello pues a los dos minutos llamaron a la puerta los niños con el ímpetu de quien quiere jugar a la pelota en el parque. La cogió Lamine en su banda, tiró la diagonal hacia dentro amagando con la cintura, atrajo la basculación de los ingleses y descargó, justo a tiempo, para la llegada de Nico, que cruzó abajo, imposible para Pickford y sus florituras. Pudo sentenciar Olmo un minuto después, con Inglaterra grogui, pero el caso es que lo que necesitaba el partido, ya había ocurrido, y encima había sido bueno para España.
Ya por delante, la selección, claro, empezó a jugar más suelta y mereció sentencia. Quitó Southgate a Kane, inmóvil, pero el cambio que le dio la vuelta al partido fue la entrada de Palmer. En una mala salida a la presión de Cucurella, Inglaterra armó su mejor ataque y un disparo incontestable del futbolista del Chelsea igualó el partido a falta de 20 minutos, ya con Oyarzabal por Morata en el campo. Pero esta España es mucha España. Agarró de nuevo la pelota, tranquilizó al personal y fue acumulando ocasiones hasta que Cucurella, un catalán que vive en Londres, encontró a Oyarzabal, un vasco sin complejos, para poner el punto y final a una preciosa historia de amor por el fútbol y por la vida. La vida de todos para todos. La vida en España.
Dani Olmo y Harry Kane son, de los jugadores que pueden convertirse en el máximo goleador de la Eurocopa, los que más tantos han anotado hasta ahora. También son los que más buscan el gol, porque nadie ha tirado a puerta más que ellos en sus selecciones. Están en la parte de arriba de la lista junto con el neerlandés Cody Gakpo, el alemán Jamal Musiala, Georges Mikautadze, delantero de la selección de Georgia y el eslovaco Ivan Schranz, todos ellos con tres goles. Sin embargo, estos últimos no podrán optar a superar dicha cifra porque sus selecciones ya quedaron eliminadas.
De todos los futbolistas que podrían liderar la clasificación de los jugadores con más goles en la Euro 2024, los que lo tienen más fácil son Kane y Olmo, nadie les supera en goles, seguidos muy de cerca por Fabián Ruiz y Jude Bellingham, dos goles cada uno.
El delantero del Bayern es el máximo goleador de su selección, así como el jugador que acumula más disparos a puerta. Ha anotado el 17,7% de sus tiros, aunque cabe destacar que uno de esos tantos fue de penalti contra Países Bajos. De los 17 tiros que ha hecho en toda la competición seis han sido a puerta y dos terminaron en gol. De media efectúa un disparo cada 32 minutos y marca un tanto cada 181.
Un gol cada 114 minutos
Dani Olmo también es el jugador que más lo intenta. Acierta con uno de cada cinco tiros, efectuó 15, seis de ellos a puerta, de los que tres acabaron dentro. También ha colaborado en otros dos goles con sendas asistencias, contra Albania en el último partido de la fase de grupos y la que otorgó la victoria contra Alemania en cuartos. El jugador del Leipzig ha marcado, de media, un gol cada 114 minutos y ejecuta un disparo cada 22.
A ellos se podrían unir Fabián y Bellingham que están detrás de ellos en la clasificación. El número 10 de los Three Lions no ha destacado por ser quien más dispara, tan solo cinco veces en sus 581 minutos, un tiro cada 116,2 minutos, pero ha acertado con dos de ellos. Marca un 60% de los disparos. Fabián, por el contrario, es uno de los que más ha disparado en su selección, después de Olmo y lo mismo que Yamal, 15 disparos. Un 13,3% acaba en la red, un tanto cada 226 minutos, y efectúa un disparo cada media hora aproximadamente.
El desgaste de Bellingham
Lo más probable es que Dani Olmo sea quien consiga el gol. De los mencionados es el que dispara y anota un tanto cada menos tiempo, no es el que tiene el mejor porcentaje de gol con respecto a los disparos que efectúa. Este es Bellingham, aunque conviene recordar que el jugador del Real Madrid es quien más minutos ha jugado, más que cualquier internacional de La Roja, y tan solo ha tirado cinco veces.
Por el contrario, Olmo es quien menos tiempo acumula sobre el verde, 341 minutos, y nadie ha marcado más goles que él. Después de él, Kane también cuenta con amplias posibilidades de marcar, juega muchos más minutos, 544, pero por eso mismo, anota y dispara menos, en relación con el tiempo que juega.
Estos son los futbolistas que menos tantos necesitan antes de coronarse como máximo goleador de la Eurocopa 2024. Para resolver la incógnita final habrá que esperar a última hora de hoy en Berlín.
Llega con dos pendientes, uno en cada oreja, con las venas marcadas en las piernas y con el móvil en la mano. Fabián Ruiz (Los Palacios, Sevilla, 28 años) es, junto con Rodri, el mejor centrocampista de la Eurocopa, un descubrimiento para buena parte del gran público, atónito ante el despliegue de un chico humilde que habla con cariño de los tiempos duros, de cuando había que dormir un rato en el coche mientras mamá trabajaba para luego entrenar con el Betis. Un tipo que partió de muy abajo y que hoy, a las puertas de una final de la Eurocopa, repasa su camino con EL MUNDO. Fabián, un chaval magnífico.
Para saber más
Dígame una parte del cuerpo que no le duela.
El corazón. Pero todo lo demás me duele. Es verdad que jugando una final de Eurocopa se te quitan los dolores. El partido de Alemania fue el peor, acabé muerto, se me subían músculos que no sabía ni que existían.
¿Qué come para recuperar?
Pues me obligo a comer, porque no me entra nada. Un poco de sushi, un trozo de pizza... Pero me cuesta. Intento beber batidos para la recuperación...
¿Cuándo empezó a entrenar el año pasado?
Por estas fechas, ¿no? Muchos partidos, muchas competiciones, mucho desgaste, físico y mental, estar todos los días concentrado, pensando, mejorando... Es duro, no te voy a mentir. ¡Y ojo, eh! Que sé que tampoco estamos en la mina. Pero sí que son desgastes físicos cada tres días, y el resto entrenando, y así durante un año sin parar, así que llegas a este momento en las últimas. Pero merece la pena. Es una final de Eurocopa con España.
¿Está nervioso?
No me suelo poner nervioso antes de los partidos.
Hombre ya, pero nunca ha jugado una final de Eurocopa.
He jugado de Europeo sub'21, sub'19... No es lo mismo, ya lo sé, pero bueno. Todos mis amigos y mi familia me preguntan: ¿estás nervioso? Y siempre les digo: pues no. Y me dicen: ¿cómo puedes estar tranquilo, si estamos nosotros atacados? Pues estoy tranquilo. En el momento del partido hay un cosquilleo en la barriga, pero al final te vas adaptando. Es difícil de explicar.
Foto: Pablo GarcíaRFEF
¿Cómo se imagina las horas previas?
En las horas previas sí piensas en la importancia del partido y tal, pero una vez que sales al campo, se te quitan los nervios. Yo el domingo dormiré la siesta, o al menos eso espero, porque siempre duermo antes de los partidos para descansar, y luego pues nada, a jugar.
De momento, ahí dentro, ¿sigue todo igual?
Sí, sí, todo igual. Estos días un poco de jaleo de entradas...
¿Cuántas le han pedido?
He tenido que dejar a gente fuera, porque era imposible. Creo que son treinta y pico personas. Cada jugador trae a 20 o 30 personas, porque esto pasa pocas veces, quizá solamente una, así que hay que aprovechar.
Entonces, ¿no hay menos bromas?
No, no, todo igual. Somos un grupo que no ha cambiado nada, todos los días son las mismas bromas, las mismas risas...
Inglaterra son tíos muy grandes eh...
Sí, sí, son muy grandes y muy buenos. Son de talla grande, jugadores que van bien de cabeza, etc... Hay que intentar estar más concentrados en el balón parado, hacer faltas lejanas, no conceder córners tontos...
El domingo, cuando salte al campo, no hablaremos de cuando gane, ¿en quién pensará?
Antes de saltar al campo siempre hago mis rituales. Me persigno y miro al cielo, por mi abuela y por mis tíos. Cuando nos ponemos en fila, miro a mi familia, que está en la grada. Cuando salgo a calentar miro a ver dónde están para tenerlos bien localizados. Y cuando suena el himno les busco para saber que están ahí conmigo.
Foto: Pablo GarcíaRFEF
¿Cómo fue crecer sin la figura paterna? [Sus padres se separaron cuando él era pequeño].
Para cualquier niño es una situación difícil. No es un momento muy agradable, pero poco a poco te vas acostumbrando, vas asimilando que por circunstancias de la vida no está. Desde hace tiempo lo asimilé y no lo echo de menos, porque he tenido apoyos por otro lado que me han compensado. Hemos podido vivir una vida diferente como familia y tirar para adelante.
¿Cuántos hermanos son?
Somos tres. Tengo un hermano mayor y una hermana pequeña.
¿Qué es su madre para usted?
Siempre lo he dicho. Es todo. Es la primera persona en la que pienso para cualquier cosa. Es mi apoyo, el pilar fundamental de mi vida, a la que le debo todo lo que soy. Ha luchado muchísimo por mí. Ahora lo hablo con ella, miramos hacia atrás y decimos: 'madre mía, hasta dónde hemos llegado'. Gracias al fútbol y al esfuerzo que hizo ella.
¿Qué es lo que más valora de lo que ha hecho por usted?
Sobre todo, el sacrificio. Ha sido enorme. Recuerdo un momento único en el que, casi sin dormir, casi sin poder ducharse, ella lo único que quería era que no me faltase de nada, y sacaba fuerzas de donde no las tenía para llevarme a entrenar o a los partidos. Dejaba de dormir, de comer y hasta de ducharse si hacía falta por llevarme. ¡Y lo sigue haciendo! Le digo: 'mamá, que ya no tengo 15 años', y ella me dice que yo siempre seré su niño y que eso no va a cambiar.
Foto: Pablo GarcíaRFEF
En este punto, Fabián relata los sacrificios de su madre. Cuenta que tuvo que dejar el colegio pronto, con 10 o 12 años, que se puso a faenar en el campo porque era de las mayores de ocho hermanos. Que tuvo que trabajar joven para ayudar a su familia, y luego empezó a limpiar casas hasta que entró en el Betis, club que le dio un empleo para poder fichar a Fabián cuando él, Fabián, era un niño.
Hay un punto en la adolescencia que puede dar vergüenza decir: 'Mi madre trabaja limpiando' delante de los amigos. ¿A usted le pasó?
Yo recuerdo que, al principio, cuando entró en el Betis, cuando me la tenía que cruzar, me daba un poco de vergüenza, como que mi madre estuviese allí limpiando, pero luego era un orgullo. Estaba deseando encontrármela, y me sentía muy orgulloso. Ahora me alegro de todos los momentos que vivimos juntos.
¿Cómo vivió aquellos años en los que su madre trabajaba en el Betis mientras usted era profesional?
Mira, al principio, cuando yo no tenía carné de conducir, me iba más temprano con ella, porque ella entraba a las siete u ocho de la mañana, y yo me quedaba en el coche durmiendo hasta que empezábamos a entrenar, que serían las 10 o así. Ahí estaba entre el Betis B y el primer equipo. Ella venía al coche, me tocaba, me despertaba y me decía: 'Fabián, venga, a entrenar'. Entrenaba y después la esperaba y nos íbamos juntos a casa. Eso hasta que me saqué el carné de conducir.
¿Qué fue lo primero que compró cuando pudo?
Mi primer gran contrato fue con el Nápoles, y ahí le dije: 'mamá, ya no trabajas más, ahora te toca disfrutar de la vida'. Y al principio le costó, se lo estuvo pensando bastante tiempo.
No me diga.
Sí, sí, se lo estuvo pensando bastante tiempo, porque para ella, su trabajo era importante, era su rutina, trabajar desde niña. Pero ya hablamos con ella, la convencimos y dejó de trabajar. Luego se alegraba claro, porque venía a Nápoles y podía estar con mis hermanos. Pero durante tres o cuatro meses decía: 'me levanto y me falta algo, necesito trabajar'. Y venía a mi casa y se ponía a limpiar a las ocho de la mañana. Yo le decía: 'mamá, que ahora nos ayuda una chica con la limpieza', pero nada. Y es ahora en París que me levanto y ella está limpiando a las siete u ocho de la mañana. Cuando me voy a entrenar, está ya limpiando, y digo: ¡pero mamá! Pero es que es superior a sus fuerzas.
Ahora que tiene mucho dinero, ¿ha cambiado?
Yo no, y mi madre tampoco. Muchas veces me cabreo con ella, porque le digo: 'mamá, relájate, sal, disfruta', pero nada. A las ocho de la mañana está limpiando, o se pone con la chica que viene a limpiar a ayudarla, a planchar... no hay nada que hacer.
Su novia es psicóloga. ¿En qué le ayuda?
Soy un poco tímido, me cuesta abrirme. Cuando eres futbolista tienes demasiada gente alrededor y eso te hace encerrarte un poco hasta que coges confianza. Mi pareja me ayuda bastante no sólo porque es psicóloga, sino porque tiene un carácter diferente al mío...
¿Ella es la divertida de la pareja?
No, soy yo. Soy tímido, pero hago muchas bromas, etc...
¿Qué hará si gana la Eurocopa?
¡Bueno! Disfrutar con los míos, celebrarlo como nunca con los amigos, la familia, los compañeros, acordarme de todos los años que hemos pasado. Si ganamos no sólo ganaré yo, que soy el que juega, sino todos los que han estado cerca de mí, que sin ellos no estaría aquí. Lo celebraré dos o tres días, hasta que el cuerpo aguante.