Bellingham gana el clásico a capela frente a un Barça dominador

Bellingham gana el clásico a capela frente a un Barça dominador

1-2 en Montjuic

Actualizado

El inglés empata y define el duelo en Montjuïc después de que los azulgrana se adelantaran y redujeran a un Madrid errático en el arranque (1-2).

Bellingham celebra su gol.LLUIS GENEAFP

Los talentos del fútbol son como los grandes tenores. Cantan con orquesta o cantan a capela. De esa forma gana el clásico Jude Bellingham, capaz por sí solo de cambiar el decorado de Montjuïc y las calamidades de su equipo, poco intenso y mal trazado en su presentación. Como un do de pecho que surge de la nada, llegó su primer golpeó para empatar frente a un Barça mejor gracias al ánimo de futbolistas que muerden el futuro a bocados, Gavi y Fermín. Como un aparecido en el lugar de los elegidos, el inglés volvió a regatear a la lógica en el desenlace. El primer clásico de este prodigio de 20 años fue como la crónica en pequeño de su breve y ya gran historia en el Madrid, en apenas una docena de partidos. No se puede decir tanto en tan poco tiempo. No se puede marcar tanto en tan pocos partidos. No se puede saber hasta dónde llegará, pero el rostro de sus rivales, desde Xavi a Ter Stegen, contesta de dos formas: la incredulidad y miedo. [Narración y estadísticas (1-2)]

Esta aparición que el clásico constata, con muy pocos precedentes, habla del acierto del Madrid con su fichaje en la misma medida que señala una dependencia temprana y peligrosa, y que se evidenció en su juego errático, al menos durante la primera hora, en la que no supo cómo responder al Barcelona. De eso hay que preguntarle a Ancelotti, que dejó a Camavinga en el banquillo y, una vez entró en el campo, demostró más energía que buena parte de sus compañeros.

Para saber más

Probablemente era la necesaria para combatir la intensidad inicial de los jóvenes azulgrana. La lengua de los Rolling no los identifica realmente. Lo de Gavi y Fermín no es rock, es ‘heavy metal’. Irreverentes y metálicos, pusieron fútbol y percusión donde el Madrid creía ser superior, aunque el gol azulgrana llegara al compás de una balada bailada en el área por Gündogan entre los tropiezos de los madridistas. El austriaco Alaba no está ni para un vals.

Pero el peor error del Madrid no fue el cometido en su área nada más empezar. El error más grave fue su indefinición. Ni era un Madrid para correr, algo que no hicieron ni Valverde ni Rodrygo, ni era un Madrid para disputar la posesión, porque le faltaba la intensidad en las disputas para, a continuación, poner en valor a Kroos y a Bellingham. Al contrario, las disputas físicas descubrían una y otra vez el talón de Aquiles del alemán, para el que correr hacia atrás es un suplicio. El joven Fermín lo hizo sin el respeto que hay que tener a la jerarquía. En un campo de fútbol no se deja el asiento a los mayores.

Las dudas se acumulaban en el centro del campo blanco, sin que Tchouaméni pudiera mandar parar y poner criterio en la salida de la pelota. El Madrid sólo era capaz de estirarse en las bandas mediante Carvajal, el único que decidió jugar el clásico desde el inicio, y Vinicius, enfrentado en cada acción a su dualidad: el regate y la ira. Es el ‘yin y el yang’ de este talento. Lo sabe el brasileño, lo sabe Ancelotti, que lo sacó del campo de la mano al ser sustituido, y lo saben sus rivales. Las caricias de Xavi en la banda sobraron.

ARAUJO ANTE VINICIUS

El entrenador azulgrana repitió maniobra, al llevar a Araujo a la derecha para frenar a Vinicius. Nadie lo ha hecho mejor. Repitió. Ello supuso adelantar a Cancelo, aunque en realidad el Barça partió de tres centrales, con inclusión de un buen Íñigo Martínez como titular en la izquierda, y Cancelo y Balde un paso por delante. De esa forma contrapesaba las lagunas que tiene el portugués en defensa. Pese a la baja de Koundé, no pasó apuros en la primera hora de juego, con un único remate de Carvajal y un tiro blando de Kroos. El desenlace sería otra cosa.

Todo lo contrario de lo que ocurría en el área de Kepa, con disparos de Fermín, uno de ellos al palo, y las peligrosas llegadas, en vertical o diagonal, de Joao Félix. Es un futbolista distinto al del Atlético, como si se hubiera soltado las cadenas, aunque algunas probablemente estaban en su cabeza. El Barça es su último tren en la alta velocidad del fútbol. Si no lo coge, quedan los apeaderos.

La madera la volvió a encontrar Íñigo Martínez en un remate a centro de Fermín y el rechace mostró los reflejos de Kepa. Bajo palos es un gato. En las salidas no vuela del mismo modo. La acción se produjo nada más iniciarse la segunda mitad, en la que el Madrid arrancó con otra intención e intensidad. Algo debieron escuchar en el vestuario. Volvió al campo, sin embargo, sin cambios, y la lesión de Mendy hizo que Ancelotti echara mano, entonces sí, de Camavinga.

AL INTERCAMBIO DE GOLPES

A más intensidad, más balón, y a más balón, más Modric, también ya en el terreno de juego. El primer efecto fue la recuperación del juego interior, por donde se mueven Valverde y Bellingham. El inglés no necesita lubricarse. Los genios pasan de cero a 100, porque la calidad es un instante. Recibió por dentro, miró y redujo a Ter Stegen a su condición humana desde la distancia. La visión del alemán pudo verse obstaculizada cuando salió el balón, pero la potencia era brutal, aderezada, además, con un efecto perverso.

Xavi necesitaba algo más para contrarrestar la entrada en el clásico del Madrid. Empezaba otro partido. No había querido arriesgar con quienes regresaban de lesiones, jugadores clave como De Jong, Raphinha o Lewandowski. Llamó a los dos últimos, además de Lamine Yamal. En un posible intercambio de golpes, necesitaba pegadores, pero, hoy, nadie pega como Bellingham, con orquesta o a capela.

kpd