Vienen de ganar su 16ª liga por delante de PSV y Ajax, los gigantes holandeses. Conseguían su primera Eredivisie tras seis años sin ganarla. Era un éxito para este club, no tan pequeño, de Rotterdam. ¿La clave del Feyenoord? “Una identidad propia”, expresaba el tecnico del conjunto holandés, Arne Slot, sobre el éxito de su equipo pese a jugar ante dos equipos más poderosos.
“Creo que Simeone y el Atlético son un ejemplo para nosotros. Era un club con problemas financieros antes de su llegada y supo crear su éxito con una identidad propia”, explicaba el entrenador del Feyenoord sobre su ‘espejo’ español.
Simeone coincide en que ocurre en más ligas eso de luchar contra ‘gigantes’ y aprecia que el Feyenoord tiene un juego que “le gusta” porque tiene “mucha impronta de su entrenador”. Por lo que espera llevar el partido “donde creen que se les pueda hacer daño”.
Aunque el Lazio parecía el rival con el que el Atlético de Madrid se iba a jugar el primer puesto del grupo, si el equipo era capaz de olvidar lo que ocurrió la temporada pasada en la que no consiguieron ni entrar en Europa League, el Feyenoord lidera este grupo E tras su victoria ante el Celtic y el empate entre españoles e italianos. “El Atlético de Madrid es la mayor resistencia que vamos a tener en este grupo”, expresaba el entrenador holandés.
Otra de las resistencias son las bajas. Un nuevo paralelismo entre ambos es la baja de los dos Giménez. El defensa del Atlético de Madrid ha sufrido una contractura en el sóleo que, probablemente, le impida jugar mañana. Mientras que el delantero del Feyenoord, Santiago Giménez, el gran goleador del conjunto neerlandés, tampoco estará mañana.
Noticia que ha aliviado bastante al que, probablemente sustituya en el centro de la zaga al uruguayo. Witsel, que comparecía en rueda de prensa junto a su entrenador, agradecía la ausencia de un jugador que estaba en racha con 10 goles en ocho partidos ligueros. “Es lo único bueno. Yo toco madera para no caer lesionado. El año pasado fue una sorpresa lo de jugar de central, pero me siento muy cómodo en esta posición” pero, continuaba el rojiblanco “yo estoy para lo que necesite el Cholo“.
El enfado de Simeone
A quien no le hacía ninguna gracia la gran cantidad de bajas (Reinildo, Soyuncu, Savic, Giménez, Barrios, Lemar y Memphis) que estaba sufriendo su equipo era a Diego Simeone. El argentino, visiblemente molesto ante las preguntas de los periodistas, lamentaba la carga de partidos entre selecciones y clubes porque ellos “necesitan a los futbolistas”, pero concluía que una vez pite el árbitro en el partido de este miércoles “a nadie le importará quién juegue”.
El PSG fue la tranquilidad y el Sparta, la consolidación. De temer por la eliminación, a luchar con uñas y dientes para entrar entre los ocho primeros y, de paso, quitarse unos dieciseisavos de final en el que habrá algún coco, probablemente, el vecino. Había que aprovecharse de la benevolencia del calendario. El Slovan era una banda y para terminar, tenía otra, el Salzburgo. Sólo en medio amenazaba el Leverkusen de Xabi Alonso. De momento, 10 victorias seguidas. La última, cómoda, ante los eslovacos. [Narración y estadísticas, 3-1]
Y eso que el equipo de Vladimir Weiss empezó respondón. Inerme a las cinco derrotas con cinco goleadas salvo la más o menos honrosa del Girona. De hecho, sus aficionados, unos 2.000, animaban como si se jugara la final de Champions. Después se acabó la tontería. El Atlético adelantó líneas, tanto que Lenglet jugaba muchas veces desde el pico del área rival. El Cholo le pedía incluso al francés que amagara con disparar. Y así, empujando y combinando, llegó la jugada del asado mecánico. Todo al primer toque hasta que el cuero aterrizó en las botas de Julián, que decidió poner una rosquita a la escuadra. Comenzaba el espectáculo.
O parecía, porque los rojiblancos bajaron el pistón como si el partido ya estuviera hecho. Y se les olvidaba que aún quedaba más de medio partido y, aunque no les gustase, esto era la competición más exigente del mundo de clubes. Aunque uno de ellos fuera el Slovan. Un palo en una contra con excesiva relajación atlética avisó a los del Cholo que, quizás no perder, pero un susto tonto se podían llevar si no se tomaban el partido en serio.
Así, el Atlético volvió a acelerar y Lino, a perdonar. Le está costando al brasileño ver puerta pese a su gol ante el Sevilla. En una bonita jugada de los rojiblancos, el balón llegó a las botas de Llorente que, sin presión, le puso una picadita al interior colchonero que lo intentó primero con la cabeza y luego, tras el rechace de Takac, con el pie. Agua. El que no perdona es Griezmann. Otro para su cuenta tras un centro de volea del mismo pasador. Es un puñal por la derecha. Molina va a tener un candado en su puesto de lateral derecho.
El Slovan empezaba a ver lo que podrían ser los segundos 45 minutos si los de Simeone buscaban hacer sangre. Y de repente, la tontuna. Un pie absurdo de Lenglet para hacer un penalti aún más ridículo. Gol en contra. No debería peligrar la victoria, pero... Quiso responder el Atlético pronto a ese pero. Lo hizo a través de Julián. Falló las dos que tuvo.
Griezmann, letal
Pero, insisto, el francés no falla. Suma y sigue. Uno más a la buchaca. Tranquilidad para Simeone y sofocada la rebelión eslovaca. Fue tras un poco de pinball en el área, pero qué más da.
Terminó el duelo así, porque el Atlético quiso y quizás no debió pese a un sustito postrero del Slovan, palo incluido. Los goles en esta loca nueva Champions cuentan y mucho. Y el Slovan, con todos los respetos, era el rival propicio para eliminar por completo el borrón de Lisboa. El top-8 está allí, pero hay que agarrarlo.
Llegaba el Inter en octavos de Champions, último finalista de la competición, sin perder desde septiembre, salvo un duelo en Coppa ante el Bolonia. Con una riqueza táctica y técnica que impresionaba en Europa. El partido de San Siro para el Atlético de Madrid fue como una visita al dentista salvada por Oblak, como anestesista, y por una gran falta de acierto italiano. Entonces, el éxtasis en la vuelta en el Metropolitano, de nuevo con el esloveno como héroe.
El Atlético de Madrid volvía a hacerlo. Como ante el Chelsea en 2014, el Bayernde Múnich en 2016 y el Liverpool en el 2020, el equipo rojiblanco se sobreponía a una presunta inferioridad sobre el papel para salir victorioso, aunque fuera en la agonía de la tanda de penaltis. "Gran parte de los logros del Atlético son mentales, ante los grandes se motivan", explica a EL MUNDO el ex guardameta rojiblanco, Abel Resino.
Una de las primeras gestas futbolísticas fue la remontada ante el Chelsea de Mourinho en Stamford Bridge en 2014. Era el acceso a la primera final de la Champions del Cholo y la segunda en la historia del club. Los pupilos del argentino tuvieron que sobreponerse no sólo al empate a cero del Calderón en la ida, sino a que 'su Niño', Fernando Torres, adelantara a los blues en la primera media hora del encuentro.
"Sentíamos que podíamos con cualquiera. Habíamos ganado todo y nos faltaba la Champions. Fuimos muy superiores, a pesar de que ellos se adelantaran", cuenta Mario Suárez, uno de los mediocentros titulares del conjunto rojiblanco. Adrián y Diego Costa de penalti darían la vuelta al marcador, Arda Turán remataría al Chelsea y encargaría el ticket para la final de Lisboa, que se terminaría perdiendo con el Madrid.
Adrián tras marcar al Chelsea.
El viaje a la segunda final del Cholo conllevaría otra semifinal que asombraría al mundo y daría cuenta de la capacidad de resiliencia del conjunto rojiblanco. Sería, además, frente al Bayern de Guardiola en 2016. Saúl hizo en la ida en el Calderón uno de los goles más bonitos de la historia de la Champions y, probablemente, el más importante de su carrera. Con esa exigua ventaja llegaba el Atlético a Múnich a sufrir uno de los mayores asedios de la historia de la competición.
"Fue un ejercicio de fe", apunta Suárez, "saber que para ganar y conseguir el objetivo hay que sufrir", añade. El Bayern tuvo un 73% de posesión y realizó 33 remates, pero sólo consiguió vencer por dos goles a uno con Griezmann y Oblak como héroes de la noche y se hizo bueno el valor doble de los goles fuera de casa. "El equipo ante los grandes tiene que saber en todo momento lo que tiene que hacer. No puede salir a tumba abierta. Hay que realizar un juego defensivo sin fisuras", apunta Resino.
Saúl tras su gol al Bayern.MARCA
De nuevo, la alegría que lleva a la decepción de perder la segunda final consecutiva ante el Real Madrid. En un club en el que, tras otro palo, entraron las dudas desde la cúpula hasta el banquillo pero, como dice Abel Resino, solo había que tener un poco de memoria. "El cambio que produce la llegada de Simeone es como el día y la noche. La gente que dice que ya ha pasado no se acuerdan de cómo era el club antes de él. No se entraba en Europa, se quedaba décimotercero...", apunta.
Y es cierto que desde la llegada del argentino hay más Chelseas, Bayerns y otras gestas; como la del Liverpool en el año de la pandemia, con esa remontada épica en Anfield por dos goles a tres con aquel doblete de Llorente in extremis y el gol de la victoria de Morata; que decepciones. "A nivel emocional estos partidos de Champions te sacan lo mejor", comenta el ex futbolista rojiblanco Filipe Luis, presente en Stamford Bridge, pero apunta también el bajón mental que se produce tras estas grandes exigencias.
Las decepciones
Filipe se refiere a los partidos ligueros entre eliminatorias europeas, pero esa relajación quizás también afecte al equipo ante retos más sencillos en Europa. De hecho, todos los equipos querían el pasado 15 de marzo que le tocase la bola del Borussia de Dortmund en el sorteo de los cuartos en Nyon. Era, a priori, el rival más asequible. Le cayó al Atlético y, a juzgar por la primera media hora en el partido de ida, parecía que iba a ser un paseo. Entonces, se relajó la tensión y, lo que iba a ser un partido de 3-0 terminó dos a uno, y gracias.
"No fue relajación, a lo mejor ese día con ese equipo no juegas bien. Tan fácil como que no metes las que tienes", explica Mario Suárez. Una explicación y una relajación que se extiende a otras sombras europeas como aquella fase de grupos en 2017 en la que el equipo rojiblanco no consiguió ganarle un partido al desconocido Qarabag y quedó tercero de grupo. Aunque luego se alzara ese mismo año con la Europa League ante el Olympique de Marsella.
Tampoco podemos olvidar la derrota ante el Leipzig en aquella Champions de la pandemia cuya fase final se jugó a partido único en Portugal. Y, por último, la mayor decepción europea del Cholo hasta la fecha cuando el equipo, el año pasado, no consiguió pasar de la primera fase de la máxima competición en un grupo en el que coincidió con el Brujas, el Oporto y el Leverkusen. "No es que el entrenador no consiga mentalizar, es que el propio técnico cree que ante ese tipo de partidos no hace falta hacerlo. No es lo mismo un partido ante un City que ante un Almería o Villarreal", apunta Resino.
Esta noche en Alemania el equipo deberá elegir qué cara poner, si la de las grandes noches europeas o la de las grandes decepciones. "El Atlético de Madrid tiene plantilla como para ganar la Champions y a eso se suma que los jugadores se lo llegan a creer", apunta Abel. Como dice el eslogan rojiblanco: "Nunca dejes de creer".
Tres minutos lamentables, cuatro horas terribles y cinco días de pesadilla es el resumen de la última semana del Atlético de Madrid. Desde los incidentes del derbi, los rojiblancos andan peleados con el mundo y, futbolística e institucionalmente, las malas noticias se concatenan. Sanción y derrota en un miércoles negro para el club colchonero. Y, además, esta Champions no espera nadie. Lisboa recupera viejos demonios para el conjunto colchonero. [Narración y Estadísticas, 4-0]
Salió el Benfica a cazar un equipo empequeñecido, como hacen las águilas con los pequeños roedores. Tres disparos en 10 minutos, dos de ellos muy peligrosos y, si no está Oblak, hubiera llegado el primer gol mucho antes. Lo hizo en el 12, Aktürkolu, un menudo delantero turco muy rápido y muy solo. Witsel le olvidó en el pico del área pequeña y el jugador del Benfica no perdonó.
No está el belga como el año pasado, quizás la edad y, sobre todo, la poca continuidad le empiecen a pesar al, antaño, bastión de Simeone. Ha pasado de ser uno de los jugadores de campo más utilizados la temporada pasada solo por detrás de Griezmann, al vigésimo puesto participando apenas en cinco de los primeros 10 partidos.
Hay un ejemplo en el lado contrario, una especie de futbolista con el síndrome de Benjamin Button por el que no parecen pasar los años, de hecho tiene uno más que el belga, 36. Di María no fue un niño, fue un demonio. Por dentro, por fuera. El Fideo se colaba por cualquier rendija de la defensa rojiblanca, esta temporada más férrea que la anterior, pero en Lisboa algo dubitativa tras perder a Le Normand por una seria contusión cerebral y, durante el partido, a Marcos Llorente tras lo que, pareció, una lesión muscular.
De hecho, la pudo liar el argentino en la última jugada de la primera parte. De juveniles que a la defensa del Atlético la cogieran descolocada en un saque de banda con Di María a su espalda. Disparó el argentino tras retar al propio Witsel y un rechace en el belga le cayó a Pavlidis que disparó cruzado al palo.
Había mejorado el Atlético justo antes de ese descuido, pero lo hacía con poca profundidad en ataque y un Griezmann errático. Muchos pases falló el francés para lo que en él es habitual. Esa mejoría pudo culminar tras un centro de Lino que se envenenó y pegó en el larguero para silenciar por un momento al ruidoso estadio Da Luz. Mala suerte.
Con una ventana menos por el obligado cambio de Llorente por Molina, parecería que Simeone iba a aguantar las sustituciones para más adelante, pero el equipo necesitaba un toque de atención, más allá de la charla en el vestuario al descanso. Salieron el nuevo ídolo rojiblanco, Gallagher y Sorloth acompañados de Javi Serrano para intentar poner orden en Lisboa. La infausta Lisboa en la que, en la segunda parte, volverían a situarse para defender la portería de aquel fatídico minuto 93. Imposible imaginar el sentimiento de Simeone una persona obsesionada con las cábalas y las supersticiones.
Sin reacción
Sorprendieron los sustituidos, ya decíamos sobre la imprecisión del delantero francés, pero Koke había descansado ante el Madrid en el derbi, salió en la segunda parte. Aunque, siempre se dice que los caminos del Cholo son inescrutables. Eso sí, las cosas no pudieron empezar peor. En el primer acercamiento del Benfica al área de Oblak, Pavlidis se tiró a tres defensas rojiblancos, le pisaron dos de tres. Llamó el VAR a Gözübüyük, penalti. Di María, claro, no perdonó y casi asiste para el tercero en dos ocasiones un minuto más tarde. En la primera Pavlidis no pudo concretar, en la segunda pecó de individualista. Lo dicho, un demonio.
Si esperaban una reacción rojiblanca no sigan leyendo. No la van a encontrar. Ni siquiera Simeone agitaba los brazos. Ni siquiera corría por la banda. Los cambios no provocaron la revolución deseada y el Atlético siguió pareciendo un equipo cansado y sin capacidad de respuesta. Quizás el calendario esté pasando más factura de lo debido. Empiezan a aparecer las lesiones y las derrotas. Miércoles negro para el Atlético que aún se oscureció más con el cuarto gol del Benfica, también de penalti y pudo caer alguno más. Sancionado y apaleado. Otros cuatro en Lisboa, lo que decíamos, las cábalas.