1-1 en Roma
Irregular en Liga, el equipo de Simeone pierde dos puntos por un gol de Provedel en el último minuto del añadido (1-1).
Era un partido para elegir entre el cielo y el infierno y qué mejor que Roma para hacerlo, un lugar que tiene puertas a ambos mundos. Al Atlético, en cambio, le tocó el purgatorio, pero no lo eligió él, sino la bisoñez de un Lazio que mereció más y no pudo encontrar la portería de Oblak hasta el final. Curiosamente no fue un delantero quien lo hizo, sino el portero. Sí, como lo leen. Tras un córner en el último minuto, Provedel entró a rematar como un obús y empató un partido que parecía muerto. [Narración y estadísticas (1-1)]
Lo cierto, es que fue un empate de fe. Un empate que mereció una vuelta de honor al estadio para algarabía de un Olímpico entregado a su equipo. Hay empates y empates y este, claro, sabe muy bien. Por el minuto y por su protagonista. El Lazio, como le gusta decir a cierto entrenador italiano, salió con más eneryía que el conjunto de Simeone. No que el entrenador argetino quien, quizás espoleado por el bonito recibimiento brindado por la afición laziale, veía la primera tarjeta amarilla del partido por salirse repetidas veces de su área técnica. Algo, por cierto, que este año la UEFA mira con lupa ya que apenas 15 minutos después, la veía también Maurizio Sarri.
Aunque el Atlético sería el que primero dispararía a puerta tras una internada de Lino, era el Lazio quien imponía My way, la canción de Sinatra versionada para el himo local. El equipo se mecía al ritmo de Luis Alberto, un futbolista diferente que trota, no corre, recuerda a cierto futbolista argentino recientemente campeón del mundo, salvando las distancias. El gaditano tiene la magia esa de los buenos futbolistas del sur que son capaces de encontrar espacios andando. Pudo coronar su partido con un gol de bandera si hubiera embocado una preciosa volea desde el borde del área. El balón lamió el poste. Mala suerte.
Homenaje a Lemar
Quien sí la tuvo fue Barrios. El canterano del Atlético se convirtió en el futbolista más joven de la historia rojiblanca en marcar en Champions, superando a un compañero que tenía en el campo, Saúl. En el minuto 29, el chico culminó un gran pase atrás de Molina, quien no estaba teniendo su mejor noche, para hacer el primero. El tiro parecía fácil para el portero, pero un defensa desvió y… la suerte también juega.
No obstante, el gol fue un premio al buen desempeño del canterano y un homenaje a Lemar, su compañero recién operado con éxito de una rotura del tendón de Aquiles.El joven, casi debutante en Champions, destacó en defensa y en ataque. Pareció no pesarle el encuentro, aunque en el descanso tuvo que ser sustituido por Giménez por unas molestias. Quizás fuera físico, quizás influyera la bisoñez. Aunque para muestra de bisoñez, la de Immobile, il capitano del Lazio, y eso que tiene 33 años. Lo hace todo bien, pero cuando le toca rematar, se le viene la noche. La que tuvo tras un mal despeje de Oblak fue para ponerla en un vídeo a los canteranos celestes y explicarles que el muñeco, y más cuando es el portero esloveno, es el peor lugar para rematar.
La velocidad de Lino
Era la primera clara de la segunda parte y a partie de ella se abriría el partido hacia lugares que al Cholo no le gusta transitar. Aunque Griezmann pudo poner la puntilla justo después si un mal bote no le hubiera provocado rematar alto hasta el graderío de la Curva Sud. La segunda parte fue un ida y vuelta en el que la suerte volvió a aperecer, pero todos sabemos que Morata no es, precisamente, un jugador al que comprar lotería. Un disparo suyo también fue desviado por un defensa, aunque en lugar de entrar, el balón se estrelló en la madera. No fue el partido para el madrileño, pero lo pudo ser para Lino.
El brasileño ha salido más decidido que Riquelme a hacerse con el puesto de carrilero izquierdo tras la ausencia de Carrasco. El joven se exprimió en la banda para ayudar a Hermoso y al propio Morata. Sí, como suena. Era capaz de hacer la transición defensa- ataque a una velocidad superior a la de los ojos de este cronista. Tuvo el segundo en el minuto 70 pero, como Immobile, remató al centro. No parecía tener pólvora el Lazio hasta que la encontró en su portero. ¿Qué se puede decir ante eso? Un milagro romano. Un ángel volador que bajó el cielo en el último segundo para salvar a su equipo.