La “falta grave” impide al Consejo Superior de Deportes tomar una medida cautelar, como ha hecho la FIFA, y únicamente podría llegar a una inhabilitación de dos años
El Tribunal Administrativo del Deporte (TAD) abre expediente a Luis Rubiales por “falta grave”, por lo que no podrá ser suspendido en sus funciones de forma cautelar por el Gobierno, como ha hecho la FIFA, para lo que debería haber estimado “falta muy grave”.
La “falta grave” se ha sustentado en torno al atentado a la dignidad y el decoro deportivo. El TAD era reticente a entrar a valorar como “falta muy grave”, por abuso de poder, el beso a la Jenni Hermoso, algo que estima que no podía sostener con las imágenes. Por ello, califica esa acción de Rubiales como indecorosa.
La situación deja en una delicada situación al Gobierno, ya que no podrá suspender cautelarmente a Rubiales como hizo con Ángel Villar, algo que únicamente puede realizar con las faltas “muy graves”. Ello es lo que ha dilatado el fallo del TAD, reticente desde el principio a la calificación que pretendía el Gobierno a través del Consejo Superior de Deportes (CSD) . Las presiones han sido importantes, pero no han cambiado el criterio de los seis juristas del TAD. Este fallo incide más en la crisis originada por la actuación del presidente de la Federación, en lugar de resolverla.
Bajo el impacto global del escándalo, esta resolución debilita la posición del Gobierno y la reputación del país. Si no fuera por la suspensión de la FIFA, Rubiales seguiría en su cargo con un Ejecutivo en falso, que antes, durante la etapa de José Manuel Franco, ya dejó pasar todas las denuncias que habían llegado en su contra al CSD.
El organismo que ahora dirige Víctor Francos formuló hace una semana una denuncia al TAD por vulneración de los artículos 76.1.a de la Ley del Deporte y 14.h del Real Decreto 1591/1992 por parte de Rubiales. Ambas infracciones son consideradas “muy graves”, lo que posibilitaba, según el CSD, una suspensión cautelar. El artículo 76.1.a de la Ley del Deporte hace referencia a los abusos de autoridad y el artículo 14.h del Real Decreto 1591/1992 a los actos notorios y públicos que atenten a la dignidad o decoro deportivos.
El TAD, en cambio, no ha opinado del mismo modo y ha abierto un expediente por “falta grave”, no “muy grave”, al no apreciar indicios o no poder demostrar cómo sostenerlos jurídicamente, de “abuso de autoridad” en el beso a Jenni.
«Estamos ya en el segundo tiempo, vamos a sacar de centro tras el segundo gol del Sestao, cuando veo que Cheikh se acerca a retirar una botella. Se oyen gritos, muchos, aunque es difícil percibir lo qué dicen. De pronto, se gira hacia la grada, señala, se acerca y salta donde se encuentran los aficionados. En ese momento, se me pasa por la cabeza el insulto racista, claro, pero lo primero que pienso es en sacar de ahí a mi compañero. Cuando llego, tiene cogido a un aficionado por la bufanda de su cuello, y agarro a Cheikh prácticamente en volandas».
El relato de Jorge Casado, capitán del Rayo Majadahonda, revive los nuevos instantes de la vergüenza en la que se ha instalado el fútbol español, tras lo sucedido el sábado en el estadio Las Llanas de Sestao. Un fútbol que socava la reputación del país por los episodios de racismo y corrupción de los casos Negreira y Rubiales, justo cuando ha de decidirse el reparto del Mundial 2030 con Portugal y Marruecos. Al mismo tiempo que al senegalés Cheikh Sarr le llamaban «puto mono» y «puto negro de mierda» en Sestao, según su testimonio y la denuncia presentada ante la Ertzaintza, Marcos Acuña y Quique Sánchez Flores escuchaban en Getafe cómo les gritaban «¡vienes del mono!» y «¡gitano!», respectivamente, como si el racismo fuera una metástasis que se extiende por los campos, imposible de erradicar.
"Lo sujeta de la bufanda"
«Otros aficionados se acercaron para agredir a nuestro portero, pero Cheikh no pasó de sujetar por la bufanda al que había identificado. Es injusto que ahora sea él quien haya tenido que pagar por todo esto, ya que el árbitro lo sancionó con tarjeta roja. Puede que en ese momento se equivocara en su reacción, pero Cheikh es la víctima en todo esto, no al revés, como lo es Vinicius o lo fueron Acuña y Quique», prosigue Casado, en conversación con este periódico. Cheikh ha sido, asimismo, denunciado por el aficionado al que sujetó en la grada, y el colegiado García Riesgo reflejó en el acta que se acercó a él con «intención de agredirme».
El partido correspondía a la competición de Primera RFEF, no enmarcada en el fútbol profesional, por lo que el capitán rayista lamenta que «en estas categorías no existan los medios para probar estos episodios, como micrófonos. Mientras sea de ese modo, muchos de los que insultan saldrán indemnes. Yo creo a Cheikh».
Denuncia en la Ertzaintza
Casado acompañó al portero y a un vicepresidente del club a una comisaría de la Ertzaintza, donde pusieron una denuncia. Se ha identificado a un grupo de aficionados que estarían en la grada en estado ebrio.
«Fallaron, además, los protocolos, porque el árbitro debía haber suspendido el encuentro. En cambio, cuando llegó y yo le insistí, me dijo: 'No me lo pongas más difícil'. Lo único que hizo fue expulsar a nuestro portero, lo que todavía provocó más ira en él, y tuvimos que volver a sujetarlo», continúa Casado. La suspensión únicamente llegó, en el minuto 84, cuando los futbolistas visitantes decidieron que no continuarían jugando y el resultado favorecía al Sestao River (2-1). El colegiado argumenta que no lo hizo, porque ni él ni sus asistentes pudieron escuchar que fueran gritos racistas. Las cámaras pueden arrojar luz. Hubo momentos de mucha tensión e incertidumbre, en los que hasta Casado llegó a colocarse la camiseta de portero.
«Cuando entramos en el vestuario, vi a Cheikh abatido. Apenas podía hablar, mientras se cubría la cabeza con las manos. Sentía rabia y a la vez vergüenza por su reacción, y eso es injusto», añade Casado. «Lleva tiempo en España y, como todos, hemos recibido insultos en los campos de todo tipo, pero decía que nada comparable a lo de esta vez. Todos decimos que es terrible lo que pasa, pero nosotros nunca sabremos el dolor que sienten bajo su piel», , concluye el capitán que sacó a Cheikh de la grada, pero no de la vergüenza donde el fútbol español continúa.
Esta es la España que sí sabe ganar, frente al anfitrión, frente a la atmósfera o contra las adversidades. Es la España de los antidivos, como lo era Fermín López, autor de dos tantos para remontar en la final, hace unos meses y lo es Sergio Camello, un futbolista comprado por el Rayo al Atlético a precio de saldo, que cerró la final con dos goles en la prórroga como lo hacen los grandes, sutil y mortal. Es la España que conoce bien Santi Denia, aunque no lo hagamos los demás, un entrenador de silencios, pero un entrenador independiente, fuera ante Luis Rubiales, al que no aplaudió en la Asamblea de la vergüenza, o ante quien sea. El título olímpico premia una forma de ser y de hacer que no está de moda, pero, hoy, es de oro.
La victoria del fútbol masculino llega en un clima depresivo para los equipos españoles, a la espera de las mujeres del waterpolo, una selección de época. Las selecciones olímpicas de fútbol, en cambio, son efímeras debido a la normativa, que sólo permite menores de 23 años con tres excepciones, pero la que se impuso a Francia (3-5) en el Parque de los Príncipes se ha ganado que su recuerdo permanezca, como lo hizo la del 92. El oro del fútbol se ha hecho esperar 32 años. Está de vuelta.
Ese oro regresa en un año especial, el mismo en el que España ha conquistado la Eurocopa para lograr un doblete que únicamente consiguió Francia hace 40 años, al ganar en su Eurocopa y en Los Ángeles'84. El primer título lo levantó en el mismo Parque de los Príncipes donde pierde esta final y a costa de España, en cuya portería Arconada tuvo un fallo que marcó injustamente de por vida a un portero colosal. Del mismo modo empezó la final olímpica, cuando Arnau Tenas no pudo despejar un disparo de Millot que acabó por introducir en su portería. Maldito destino.
Seis goles en el torneo
Un gol nada más empezar para inflamar a Francia, desbocada y vertical en su arranque. Es lo que hace porque es lo que tiene, no más. Thierry Henry no pudo contar con Mbappé, el capricho de Emmanuel Macron, pero tampoco con futbolistas en edad de ser olímpicos, como Leny Yoro, fichado por el Manchester United. También a Santi Denia le habría gustado contar con Lamine Yamal, pero los precedentes aconsejaban cautela. El pacto con el Barça y la absoluta de que fuera Fermín quien jugara ambos torneos resultó providencial.
Con dos goles en la final, seis en el torneo, Fermín es el futbolista de los Juegos, aunque el marroquí Rahimi sume dos tantos más. No han sido, además, goles de granero, sino claves, fuera ante Japón, Marruecos o Francia. En el Parque de los Príncipes lo hizo para empatar y adelantar a España con las llegadas al área que lo convierten en un futbolista indescifrable. Se mueve entre las líneas con una intuición natural para caer en el espacio de la muerte. Los compañeros lo buscan como lo hace la pelota. Cuando llega, pega, no titubea. Primero marcó por el centro y después a la caza de la segunda jugada, tras el rechace del portero Restes, siempre al primer toque. Un control puede ser una duda.
Los dos goles llegaron como consecuencia de lo que España necesitaba para cambiar la tendencia del partido: tener la pelota y asociarse. Si jugaba a la carrera y el choque, era peor que Francia, con el gigante Mateta en el área; si jugaba a la pelota, era mejor que el adversario. Lo sabía Henry. Por eso reclamó al público que llenara el estadio y no dejara de animar. Que donde no llegara el equipo lo hiciera la atmósfera. Cumplieron los franceses, pero el público olímpico, más festivo, no es el que acude a los partidos del PSG.
Fermín anota el 1-2 en el Parque de los Príncipes.AFP
Si en el primer gol de España fue Baena quien encontró a Fermín en el espacio dejado por los centrales -con mucha dificultad para seguir los movimientos de un jugador que no da referencias- en el segundo la acción fue más coral, síntoma de una España ya dominadora. Cubarsí lanzó a Miranda, cuyo centro fue rematado por Abel Ruiz. Al rechazo llegaba Fermín, mitad halcón, mitad hiena. Llegados en el margen de siete minutos, Francia sintió el efecto y España lo aprovechó para poner más distancia, gracias a una falta muy bien lanzada por el jugador del Villarreal y mal interpretada por el portero galo.
El valor de las canteras
El gol y la asistencia señalan, asimismo, a Baena como uno de los jugadores del torneo. Es, junto con Fermín, el otro de los campeones olímpicos que disputó la Eurocopa. El doblete de ambos sólo tiene un precedente en la historia, y es el del portero francés Albert Rust en 1984. En la absoluta era suplente de Joël Bats. La juventud del fútbol español que ya se proyectó en la Eurocopa, con Lamine Yamal o Nico Williams, continúa en estos Juegos, con el propio Fermín o Cubarsí, oro olímpico a los 17 años y el futbolista más joven en París. Yamal lo fue de la Eurocopa que también conquistó. Ambos torneos dejan un mensaje positivo para las canteras y, en concreto, para la del Barcelona. La crisis no ha podido con ella. También para la del Atlético, donde creció Camello.
Henry movió el banquillo nada más iniciarse la segunda mitad, en la que Francia aceleró en la velocidad y la presión, pero con escasa claridad. Un lanzamiento al palo y dos disparos de Kone permitieron a Arnau Tenas redimirse del error que abría la final, otro jugador de la cantera azulgrana, pero nada pudo hacer ante la falta lanzada por Olise, que acabó en la red sin que nadie la tocara, dada la falta de contundencia de la defensa española.
La celebración española del 1-3, obra de Baena.AFP
Ya sin Fermín, exhausto, y Baena, los dos mejores españoles del torneo y de la final, sobre el campo, España quiso administrar sus salidas y jugar con su ventaja, el reloj y los nervios de Francia. Estar en tu área es un peligro constante. El ligero contacto de Miranda con Nkambadio acabó en el VAR. Fue un penaltito. Mateta, pese a la presión, no dudó.
La prórroga aparecía como el peor escenario, sin los mejores ya sobre el campo y con Francia rearmada moralmente, en mitad de los temblores del cemento del Parque de los Príncipes. España respondió a los tambores con dos notas de violín de Camello ante el portero, una en cada parte de la prórroga. Las notas de una balada de oro.