Susurros del deporte
El optimismo de su juego es clave, en opinión de los psicólogos, con los que el tenista ha trabajado desde sus inicios. El colapso ante Djokovic, en París, un episodio a superar en Wimbledon.
El tenis sufriente de Rafa Nadal, cual Cristo de los Dolores, deja paso al tenis lúdico de Carlos Alcaraz, tan imparable como irreverente con el duelo y la esperada Resurrección del que antes fuera Cristo del Gran Poder. La raqueta invierte el orden de las buenas costumbres para llevar a los españoles de la cuaresma al carnaval. Carlitos devuelve pelotas de Playstation con sonrisa de viñetas ‘manga’: compite porque se divierte, y se divierte porque juega. Nadal, en cambio, sufre porque compite contra sí mismo, su cuerpo y su legado. El murciano juega un partido de tenis donde el mallorquín juega un partido existencial. Juegan o jugaban, pronto lo sabremos, porque mientras Nadal espera bajar de la cruz, el campeón púber se enfrenta al dilema, a las dudas que siempre siguen a la pérdida de la inocencia, desde el Génesis. El colapso en semifinales de Roland Garros, donde aspiraba a suceder al alter ego, frente a Novak Djokovic, fue como la entrada en la edad adulta del Big Three. Wimbledon puede llevarle al mismo lecho, esta vez sobre sábanas verdes, donde sería más preocupante perder la sonrisa que perder el partido.
«Sonríe en los malos momentos…, porque en los buenos lo hace todo el mundo». Escrita en su perfil de Instagram, cuando tenía 13 años, junto a una fotografía con Nadal, no hay frase que defina mejor el acting de Alcaraz en la pista. El juego es otra cosa, pero el acting, término utilizado en el mundo de la interpretación, es el que permite llevarlo a los límites, desplegarlo con toda la creatividad. Con sus labios prominentes da mayor plasticidad a esa sonrisa que ya hemos visto en grandes campeones como Muhammad Ali, Drazen Petrovic o Usain Bolt. Número uno del tenis cuando tenía 19 años, trono que ha vuelto a recuperar, Alcaraz no muestra la irreverencia de los anteriores, pero si esa osada seguridad en sí mismo, una autoestima inflamada, como para considerarse favorito allá donde vaya. También en el All England Club, después de haberse testado con éxito en la hierba de Queen’s, aunque el vendaje en una pierna con el que se entrenó, ayer, llame a la cautela.
“Divertirse no cansa”
«Cuanto más te diviertes, mejor juegas. Divertirse no cansa. Lo que cansa es no hacerlo», afirma José Manuel Beirán, ex jugador de baloncesto y psicólogo deportivo que ha trabajado con tenistas del circuito como Fernando Verdasco. «A Carlos se le nota no sólo que disfruta jugando -continúa-, sino que lo hace compitiendo, y eso es un paso más. Es uno de sus puntos más destacables, que le permite jugar con mucho riesgo, algo característico de su optimismo. Puede que eso le lleve a perder algún partido, pero en el largo plazo le va a beneficiar. Hay veces que te preguntas por qué ha hecho tal o cual dejada». La respuesta está en su sonrisa.
Beirán afirma que no estamos únicamente ante un rasgo de su personalidad: «Hay mucho trabajo detrás, con profesionales y con la ayuda de su entorno. En la actualidad trabaja con una excelente psicóloga». Se trata de Isabel Balaguer, catedrática de psicología social de la Universidad de Valencia, donde dirige, a su vez, la unidad de investigación en psicología del deporte. «Ella es una de las principales causantes de que haya llegado a ser número uno», ha reconocido Alcaraz, que recuerda el «miedo a defraudar» que sentía cuando las expectativas sobre su progresión se dispararon. Desde niño había estado bajo la supervisión de Josefina Cutillas, durante su etapa de formación en Murcia, pero se trataba de sesiones grupales. En 2019, en cambio, decidió ponerse en manos de Balaguer.
MIEDO A LAS ARAÑAS Y LA OSCURIDAD
Desde entonces, sus miedos pasaron a concentrarse en las arañas y la oscuridad. Pero al saltar a la arena de Roland Garros para enfrentarse a Djokovic, regresaron. «Estaba cagado», dijo Alcaraz tras una derrota marcada por un colapso muscular en forma de calambres. En ocasiones, pueden ser la respuesta a una presión excesiva. Es seguro que el hecho habrá vuelto a ser objeto de una consulta con su psicóloga para identificar qué le sucedió realmente. No estaba ante las puertas de su primer Grand Slam, puesto que ya había ganado el US Open, pero se encontraba en la antesala de profanar el reino de Nadal ante el que, dos días después, sería el tenista con mejor balance en los Grand Slams (23).
Si supera el episodio, las aparentes molestias que ha hecho que se vendara el muslo y muestra la misma soltura sobre la hierba que en Queen’s, pese a estar en la parte del cuadro que le puede cruzar con Stéfanos Tsitsipas y Daniil Medvedev, podría reencontrarse en la final con un Djokovic agigantado en el escenario que quiere conquistar por octava vez. «Me gustaría jugar esa final. Aprendí mucho de la semifinal de Roland Garros. Ese partido me dio mucho para el futuro», dijo el murciano ya en Londres.
«Ha habido muchos números uno efímeros, jugadores que llegan muy rápido y se van del mismo modo. Podía plantearse esa duda con Carlos, por eso para mí es clave que después de llegar a la posición y perderla, la haya vuelto a recuperar», continúa Beirán. Para este psicólogo, lo que le ocurrió en París pudo estar relacionado con la saturación, «habitual muchas veces en los deportistas muy jóvenes». «Los descansos, las desconexiones son fundamentales -añade- y me consta que Carlos las realiza cuando el circuito se lo permite, con sus amigos de siempre».
¿Cómo ser Federer o Nadal?
Para saber si nos encontramos frente a un sucesor de los legendarios artífices del Big Three es necesaria mucha más perspectiva. «Si es por cualidades, en mi opinión las tiene: físico, juego y mentalidad. Otra cosa es la resistencia emocional para estar tanto tiempo en el ‘Top’. Habrá que ver cómo responde si en el futuro debe sostener un legado, como le ha ocurrido a Roger Federer y les sucede a Djokovic y Nadal, al que hemos visto sufrir mucho en los últimos tiempos, pero que ha disfrutado tanto del tenis como lo hace Carlos, aunque con un carácter distinto», concluye Beirán.
Los implicados tienen pocas dudas. Djokovic dijo al murciano, tras la derrota en París, que vencería en Roland Garros muchas veces y Medvedev cree que Alcaraz ganará tres o cuatro Wimbledon durante su carrera deportiva. Como número uno y primer cabeza de serie, está ante su primera gran oportunidad real, perdida ya la inocencia pero sin traumas, sin dejar de sonreír.