Roland Garros
Fotografías junto a su estatua y un intenso aroma a melancolía recorren las instalaciones del torneo. Dos expertos periodistas analizan cómo influye su ausencia: “No hay comparación posible”.
Quien más y quien menos se detiene frente a la efigie del 14 veces campeón, desenfunda el móvil e inmortaliza su imagen junto a él. Desde el domingo ya se juega en Roland Garros. Este lunes París tuvo cerca la grata sorpresa de ver ganar a uno de los suyos frente a un cabeza de serie, pero Benoit Paire rindió las armas en el quinto set ante el inquebrantable Cameron Norrie.
La vida sigue sin Rafael Nadal, por primera vez ausente del torneo en los últimos 18 años. «Le he visto ganar todos sus títulos, desde que era un chaval, en 2005, con su larga melena y los pantalones de pirata», recuerda Alberte, un economista de mediana edad que se pasea por el recinto, sin esconder una mirada de melancolía.
Alexia, una muchacha que no hace demasiado que abandonó la adolescencia, tampoco pierde la oportunidad de agregar su silueta a la réplica del ídolo, fotografiada por su pareja. «No pierdo la esperanza de verle de nuevo. Amaba a Federer por su elegancia natural, pero poco a poco me fue conquistando la fortaleza de Rafa, su admirable combatividad».
«En todos los deportes hay récords, alguno de ellos de extraordinario valor, pero siempre se pueden superar. No hay ninguno inaccesible. Diría que el de Rafa sí lo es. Sus 14 títulos son imposibles de batir», comenta a este periódico Ubaldo Scanagatta, periodista responsable de la web Ubittenis.com, que ha cubierto 167 torneos del Grand Slam.
La figura de Nadal flota alrededor de un torneo difícil de comprender sin su presencia. De un modo u otro, casi siempre enseñando los dientes en la gira de arcilla, el zurdo se ha presentado en París con la bien ganada etiqueta de máximo favorito. Así lo hizo también el pasado año, cuando, pese a jugar infiltrado todos los partidos debido a su lesión crónica en el pie, se hizo de nuevo con la copa. «Nadal ha ganado más del doble de títulos que el hombre que le sigue [Bjorn Borg ganó seis]. No admite comparación alguna», dice Philippe Bouin, histórico periodista de L’Équipe. «La relación entre un campeón y un gran torneo tiene dos fases. Al principio, cuando el jugador es joven, alimenta su propia gloria con los triunfos. Cada Roland Garros le ayuda a construir su reputación. Con el paso del tiempo, es el torneo el que se nutre también de sus victorias, en un proceso de retroalimentación».
Novak Djokovic, que este lunes se deshizo sin dificultad de Aleksandar Kovacevic en su debut en esta edición del torneo, se ha quedado como único representante del Big Three, tras la retirada de Roger Federer el pasado septiembre y la ausencia temporal del español, que tiene la intención de regresar para despedirse el próximo año. «Ganar 14 veces un Grand Slam significa ganar siete partidos en el mismo torneo cada año. No se puede pensar que su ausencia no vaya a tener efecto», prosigue Scanagatta.
La relación con el público
«El público francés no siempre ha tenido una relación afectuosa con Nadal. Solía esperar la sorpresa. Entre otras cosas, apoyaba a Federer porque el favorito era Nadal, algo que en cierta medida sucedía a la inversa en Wimbledon. Creo que las dos ocasiones en las que el español ganó allí tienen bastante más valor que la suma de algunas de sus grandes victorias en Roland Garros».
París tardó en admitir la hegemonía de un jugador que perpetuaba la tradición española en estas pistas. Nadal, contemporáneo de Richard Gasquet y Gael Monfils, en quienes los seguidores franceses tenían depositadas enorme esperanzas, se encargó pronto de señalar distancias que fueron adquiriendo un carácter abismal. «Más allá de los tenistas franceses, el favorito sentimental de la mayoría de la gente era Federer, siempre derrotado por Nadal. Con los años, su actitud, su respeto hacia los rivales y hacia los aficionados y su talento devolvieron al español la recompensa del cariño del público», apunta Bouin.
“Llegó Rafa y generó el desencanto”
«Cuando ellos empezaron, Richard, Gael, se creó una atmósfera entusiasta en Francia. Siendo muy distintos, tanto uno como otro parecían reunir las condiciones para hacernos soñar. Entonces llegó Rafa y generó el desencanto. Le admiro por todo lo que ha hecho, pero creo que el torneo gana en emoción y competitividad. Me apetece ver a gente joven, como Alcaraz, Sinner o Rune, aunque en mi país sigamos sin contar con un candidato al título», me comenta Bertrand, tras abandonar la Suzanne Lenglen después de la derrota de Paire.
«Francia no tiene un campeón desde que ganó Yannick Noah en 1983 y ha de apoyar a tenistas extranjeros. El que más les gustó fue Gustavo Kuerten [tres veces campeón]. Todo el mundo recuerda cuando dibujó un corazón sobre la arena de la Central. Bjorn Borg jugó ocho veces el torneo y lo ganó seis. En 1973 y 1976 le superó Adriano Panatta», recuerda Scanagatta. «La rivalidad de Nadal con Djokovic o con Federer es algo único. Necesitaremos al menos diez años para encontrar algo parecido, aunque será de un nivel inferior. Puede ser Alcaraz-Rune o incluso Alcaraz-Sinner, aunque creo que el danés es más completo que mi compatriota», vislumbra el veterano periodista transalpino.
Sin tratarse de una despedida definitiva, sí se respira en Roland Garros un aroma a fin de época. «Los torneos del Grand Slam hicieron a Federer, Nadal y Djokovic, pero el hecho de que estos tres campeones se repartieran los títulos durante 20 años ha hecho a los majors incluso más prestigiosos: las casas de los dioses», concluye Bouin.