Dispuesto a cumplir su año si quiere Florentino, se pronuncia sobre la entrada de Boehly en el vestuario del Chelsea. Cree que necesitan un partido completo pese a la ventaja de 2-0
Ancelotti, en Stamford Bridge.ADRIAN DENNISAFP
Frank Lampard se siente como un meritorio donde Carlo Ancelotti está en su elemento, como entrenador en el sentido personal y como entrenador del Madrid, el rey de la Champions, como horas antes dijo Kepa, portero español del Chelsea. Estuvo en su sitio para decir que él y sus jugadores son únicamente una «pequeña parte de la historia de este club que tiene 14 Copas de Europa», y optó por una posición meridianamente clara cuando dijo que «un propietario tiene el derecho de conocer las decisiones de su entrenador». No lo dijo por Florentino Pérez, que es presidente, no dueño, sino por Todd Boehly, el nuevo jerarca del Chelsea, tras su iniciativa de entrar en el vestuario de su equipo tras perder en el Bernabéu.
A continuación, y con media sonrisa, el italiano dijo: «Puede que Camavinga juegue en la izquierda, sí…». Por si a alguien no le gusta. Conocer las decisiones no es decidirlas, aunque no es la primera vez que Ancelotti es condescendiente con el poder. La aristocracia conoce sus deberes. Ha cohabitado con todos los grandes jerarcas, desde los Agnelli y Silvio Berlusconi hasta FP o Roman Abramovich, precisamente en el Chelsea al que, por segundo año consecutivo, puede echar de la Champions, camino de las semifinales. No quiere que sea con poner únicamente a salvo el 2-0 de la ida. El mensaje del entrenador y el de sus jugadores, expresado por Militao, es el de, hoy, «salir a ganar».
EL MISMO ONCE
Todo indica que Ancelotti repetirá el once de la ida, aunque fue claro al señalar que «hablar sólo de un once es faltar al respeto al resto». «No sólo por Nacho -insistió-, también por Asensio o todos los demás».
Su situación es muy diferente a la de Lampard por la posición en el club, el historial como entrenador o la desventaja en el marcador. También por la bajas. Sin Chilwell, expulsado en el Bernabéu, y Koulibaly, lesionado, Lampard se ve obligado a recomponer su defensa, en la que podría entrar Cucurella. Todo indica que, debido a las necesidades, pasará a utilizar una línea de cuatro en lugar de los cinco defensas que alineó en el Bernabéu. El posible paso a un 4-3-3, ya con Havertz en el once y, quizás, con Mudryk en lugar de Sterling entre los titulares, aumentará las exigencias defensivas del Madrid, especialmente en el arranque del partido, siempre bajo la eléctrica atmósfera de la bombonera de Stamford Bridge, incrustada en pleno barrio de Chelsea.
EL VALOR DE MILITAO
Ese hecho pone en valor a Militao, convertido en el pilar del Madrid desde la marcha de Sergio Ramos. «Antes tenía más errores, pero creo que desde entonces en lo que más he progresado es en la concentración, que es lo que necesitas en este puesto y es lo que me pide el equipo», afirmó el brasileño, asediado acerca de si se consideraba ya el mejor central del mundo: «Es una opinión, no lo sé, pero creo que estoy en el buen camino».
Dudas sobre la respuesta del propio cuerpo, incógnitas acerca del planteamiento, presión excesiva del entorno y miedo al fracaso. Es el peligroso cóctel emocional al que se enfrentan los jugadores del Barcelona ante el clásico, el domingo en Montjuïc, inmediatamente después de haber caído en la Champions frente al Inter. Los psicólogos consultados por este periódico plantean los escenarios que suelen darse en estas situaciones, aunque desde la distancia, sin la información que tienen quienes lo hacen en el vestuario azulgrana. Entre ellos, ninguno de estos profesionales, porque como ya dijo Hansi Flick: «El psicólogo soy yo».
El entrenador, los futbolistas, el presidente, Joan Laporta, y el director deportivo, Deco, compartieron el jueves una barbacoa en la Ciutat Esportiva, convertida finalmente en una comida-conjura para el partido ante el Real Madrid. Fuentes próximas al equipo aseguran que estaba convocada antes de caer eliminados en el Giuseppe Meazza, aunque no con la presencia del presidente. Laporta pidió el máximo a los futbolistas, después de haber hecho ya un llamamiento a todos los aficionados para que acudan al estadio. «Es un partido clave para lograr la Liga. Hemos de llenar Montjuïc entre todos. Se lo pido a todo el barcelonismo para que podamos ganar al Madrid. Entre todos hemos de conseguir que los jugadores recuperen la mentalidad».
Para algunos de los consultados, eso es contraindicante, porque supone una «sobrepresión» innecesaria y crea la sensación de que es «la Liga o el fracaso». «Sería mejor tratar el partido como otro cualquiera e ir a la tarea, sin más», dice uno de los psicólogos.
El relato equivocado
Nada más caer en Milán, el Barcelona eligió el relato equivocado, al señalar al árbitro del partido, en opinión de un psicólogo que ha trabajado con equipos de Primera, por lo que prefiere no ser citado, como sus colegas, al estar vinculados al sector: «Habría sido más positivo centrarse en las cosas buenas que hizo el equipo en la eliminatoria, pero, en cambio, optaron por el victimismo». Un mal endémico del Barça del pasado, que siempre buscó coartadas, fuera en los arbitrajes como en hechos como la hepatitis de Maradona o el secuestro de Quini para justificar sus hundimientos en la Liga. Ese Barça no es el Barça de Lamine Yamal, con un liderazgo colosal ante el Inter pese a la derrota.
La caída europea provocó poca autocrítica, focalizados todos en el polaco Szymon Marciniak, salvo su compatriota Wojciech Szczesny. «Sin embargo, los futbolistas saben que encajaron siete goles, una cifra excesiva, y eso puede generarles internamente incertidumbres sobre el planteamiento del entrenador, aunque no lo manifiesten», explica un terapeuta habituado a trabajar con equipos. La preocupación por la defensa, muy arriesgada en el caso de Flick, aparece siempre después de las goleadas. A eso se añade la presencia de un portero circunstancial, que no ha mostrado los imposibles de Yann Sommer (Inter) o Gigi Donnarumma (PSG) durante las semifinales de la Champions, y la presencia enfrente de dos de los mejores delanteros al espacio, como Kylian Mbappé y Vinicius.
«Vamos a dejarnos el alma»
El Barça debe trabajar, pues, en el reforzamiento del juego que ha desarrollado, y eso es lo que intenta Flick durante estos días. El posible regreso de Alejandro Balde en Montjuïc devuelve cierta seguridad a la defensa. Uno de los más señalados ha sido Ronald Araújo, que pidió disculpas en las redes sociales y dijo: «Vamos a dejarnos el alma en el clásico».
«El desgaste físico no es determinante, pero pesa en los vestuarios, conscientes los jugadores de que se van a enfrentar a un rival que llegará más fresco», añaden. Los problemas del Madrid en su defensa pueden igualar ese aspecto, pero mientras para los de Carlo Ancelotti la victoria aparece como una oportunidad, los de Flick la ven como una necesidad, y «la necesidad puede conducir al bloqueo».
Después de tres victorias este curso sobre el Madrid y dos títulos (Supercopa y Copa), el del domingo será el cuarto clásico. Ninguno de los dos equipos ha logrado un pleno cuando se han enfrentado cuatro o más veces, aunque el empate mantendría la ventaja de cuatro puntos para el Barcelona. «El partido es una prueba de madurez definitiva para una generación que ha demostrado saber competir, como hizo en la Copa», finaliza uno los expertos. Primero han de vencer el vértigo.
Florentino Pérez conquista su particular 'Séptima', palabra que tiene un significado refundacional para el Madrid, pues fue la séptima Copa de Europa, ya conocida como Champions, la que abrió, en 1998, la era moderna del campeonísimo europeo, consolidada posteriormente por el crecimiento deportivo, económico y patrimonial liderado por su presidente. Hasta la 'Séptima', el legado del Madrid era el legado de Santiago Bernabéu y Alfredo Di Stéfano, presidente y jugador que cambiaron la historia del equipo de Chamartín y también la historia del fútbol. Con la levantada en Wembley, Florentino supera en un título a Bernabéu, un personaje con el que tiene similitudes, en especial por la visión universalista del Madrid y el propio fútbol, pero también diferencias, sobre todo en su condición personal y profesional. Bernabéu atrajo al Madrid a los mejores futbolistas del momento, pero jamás permitió que cuestionaran el principio de autoridad del club. Florentino siguió esa senda en su segunda etapa, después de huir de los galácticos a los que había consentido. Con ellos sumó una Champions, la 'Novena', la del gol de Zidane. Cuando regresó y actuó con Raúl, Casillas, Cristiano o Sergio Ramos como Bernabéu había hecho con el propio Di Stéfano, ganó otras seis.
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Bernabéu fue presidente entre 1947 y 1978, 35 años en los que rescató a un club muy golpeado durante la Guerra Civil y lo llevó a la cima mundial, al ser uno de los precursores de la creación de la Copa de Europa, cuya primera edición de disputó en 1956. Florentino ha lanzado el desafío de la Superliga, aunque enfrentado al 'establishment' del fútbol. Bernabéu lo impuso desde dentro, con la mediación del periódico 'L'Equipe'. La oposición, de hecho, estaba en su propia casa, ya que el Régimen franquista era contrario a la creación de la competición, al entender que era una forma de tender puentes con las democracias que habían condenado a la dictadura española. Cuando Bernabéu y Raimundo Saporta viajaron a París para poner en marcha el proyecto, no llamaron al Pardo para comunicarlo hasta que estuvieron en el aeropuerto de Barajas.
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LA RELACIÓN CON EL RÉGIMEN
Bernabéu, pese a haber combatido en el bando nacional, no era franquista, sino monárquico, partidario de Don Juan, el padre del Rey Emérito. Una visita a la familia real en el exilio, en Lausana, levantó suspicacias en la época. Saporta, el diplomático al lado del «líder moral», como recuerda a Bernabéu Vicente del Bosque, consiguió que las relaciones del Madrid fueran más allá de las cotas que imponía el Régimen, como demostró con un encuentro en Caracas con Josep Tarradellas, al que presentó en una cena a la plantilla como el ex presidente de la Generalitat en el exilio. Los favores del franquismo al Madrid forman parte del relato de sus adversarios, particularmente el Barcelona, más que de la realidad.
Una prueba de ello es la negativa a la petición del presidente del Madrid de recalificar los terrenos del Bernabéu para construir un nuevo estadio, beneficio que sí obtuvieron el Barcelona y el Atlético, entre otros, con los antiguos estadios de Les Corts o el Metropolitano.
EL CRECIMIENTO PATRIMONIAL
El crecimiento patrimonial del Madrid es otra de las similitudes entre Bernabéu y Florentino. Nada más llegar a la presidencia, el primero fue consciente de que era necesario construir un nuevo estadio y abandonar el viejo campo de Chamartín, convencido de que el fútbol sería el nuevo fenómeno de masas de nuestro tiempo. En 1947 era ya una realidad. La llegada de Di Stéfano, en la temporada 1953/54 y la creación de la Copa de Europa, un año más tarde, dieron la razón a su instinto. Las Copas de Europa llegaron sin interrupción, al ganar las cinco primeras ediciones, tiempo en el que Bernabéu seguía una de las máximas de Florentino en su primera etapa: «Hay que cebar la bomba». Tras Di Stéfano, llegaron Kopa, Santamaría y Puskas, de forma sucesiva, del mismo modo que Florentino incorporaría a Figo, Zidane, Ronaldo o Beckham. Los galácticos, sin embargo, sólo ganaron una Champions. Florentino no era, entonces, el hombre de mano dura que sería después.
LAS CIUDADES DEPORTIVAS
Con las cinco primeras Copas de Europa en las vitrinas, Bernabéu decidió poner en marcha otros proyecto: la construcción de la Ciudad Deportiva. Pensaba el presidente en la formación de futbolistas pero también en el valor que esos terrenos, entonces al norte de Madrid, tendrían en el futuro. Acertó. Levantada en 1960, dos años después el Régimen prohibía el fichaje de extranjeros, hecho que suponía un torpedo al modelo universalista de Bernabéu, pero el Madrid ya había empezado a producir jugadores en la 'Fábrica'. La sexta Copa de Europa, en 1966, es uno de sus frutos, ya que el once que ganó al Partizán estaba formado únicamente por españoles. Era el Madrid 'yé-yé', con un puñado de futbolistas formados en su cantera, como Serena, Grosso, De Felipe o Velázquez.
La venta de esos terrenos fue clave en la reconstrucción que inició Florentino a su llegada, en 2000, al tiempo que ponía en marcha una nueva en Valdebebas, una de las mejores instalaciones de Europa. De alguna forma, conseguía en democracia lo que a Bernabéu le negaron bajo la dictadura en el caso del estadio. La condición de prohombre de la economía, como presidente de ACS, una de las constructoras más grandes del mundo, le permitía una valiosa influencia. Es difícil que a su antecesor, Lorenzo Sanz, le hubieran concedido la recalificación.
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Florentino también manejó la idea de trasladar el estadio a Valdebebas en su etapa iniciática, pero finalmente ha acabado por llevar al futuro el recinto que construyó el presidente que le da nombre, y el futuro es mucho más que fútbol para tormento de los vecinos.
En la condición profesional y personal radica una de las grandes diferencias entre Bernabéu, que siempre vivió en la austeridad, y Florentino, entre los más ricos de España, aunque no haga ostentación de ello. También en el pasado como futbolista del primero. El presidencialismo tiene muchos estilos, más o menos próximo a la afición, pero la realidad es que el socio del Madrid se siente a gusto con la fórmula, sobre todo si la Champions es su consecuencia.