Las recientes muertes de jugadores de renombre internacional como Gianluca Vialli y Sinisa Mihajlovic han reabierto un tema que ya en finales de los años 90 causó gran revuelo en el fútbol italiano, es decir, la posible relación entre uso y abuso de
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El oro lo albergaban los pies y el amor propio de dos atletas de época. María Pérez y Álvaro Martín, los dioses de la marcha, una pareja que recordará la historia, campeones olímpicos en París en la novedosa prueba del relevo mixto. Completaron una mañana impecable a los pies de la torre Eiffel, un maratón de éxtasis dividido en cuatro en 2:50:31, para la octava medalla de la marcha atlética nacional, el semillero de leyendas.
Fueron un martillo, la perfección. El temple y la calma cuando tocó, el sufrimiento en el momento oportuno. Mientras el resto padecía con la parte técnica, a ellos ninguna sanción en las casi tres horas de prueba. Cuando María cruzó la meta llegó el abrazo emocionante, las lágrimas. Justo asomaba el sol en el Trocadero. Son bicampeones mundiales, plata y bronce olímpicos individualmente y ahora también oro. Oro puro.
Había amanecido París con grisura, algo más fresco y lluvioso, con esta humedad que se va tornando en insoportable. El asfalto mojado, la brisa en un escenario idílico en el que marchar, en el estupendo circuito diseñado en los alrededores de la Torre Eiffel. Álvaro Martín, con su competir matemático y pulcro, cumplió en la primera posta (la más larga de todas, 11,45 kilómetros), sin abandonar la cabeza, sin entrar en pánico con los tempraneros intentos de fuga del japonés Kawano y del canadiense Dunfee.
El extremeño iba a llegar, limpio de amonestaciones técnicas, en el quinteto de cabeza que dio el relevo tras 43 minutos y 32 segundos, con una pequeña ventaja sobre los chinos que pronto remontó la campeona olímpica Jiayu Yang y su llamativo ombligo tapado, esta vez con el rojo de su bandera. No fue frenético el ritmo femenino, cómoda María Pérez, y el grupo se amplió a ocho con la llegada de la australiana, la mexicana (que, con problemas, hacía la goma una y otra vez) y la peruana.
La alarma saltó en esos últimos metros finales, cuando la granadina cedió con el pelotón de cabeza, menos grave los segundos, siete, que las sensaciones. Quizá sólo era un respiro. Porque Álvaro iba a recuperar enseguida. Y en ese comienzo de su relevo fue cuando todo se empezó a resolver.
Primero, por el tirón del ecuatoriano Daniel Pintado que sólo el español consiguió aguantar. Por atrás, un reguero de víctimas, entre ellos el italiano Stano, pero también el chino Zhang, que, además, iba a arruinar todas sus opciones con hasta dos tarjetas rojas.
Pintado era cada vez más agresivo pero también navegaba en los límites. Vio la segunda roja, a una ya de la sanción de tres minutos. Sobre aviso hasta los restos. Martín, que paladeaba la gloria, sufría. Perdió unos metros, pero sin venirse abajo. Todo lo contrario, puro coraje, remontó, adelantó al campeón olímpico, se dejó la vida y le dio tres segundos que eran un diamante para María, con 10800 metros hasta la meta.
Los dos estaban asegurando la medalla, casi 40 segundos con el italiano. Y todo iba a quedar en manos de María y Glenda Morejón. La ecuatoriana fue sexta en la plata de la española el pasado jueves. Esa era la esperanza de oro. Y pronto voló María, con su marchar rítmico, espoleada por las banderas españolas que poblaban el corazón de París. En su mente todos los peajes del éxito, la operación de este invierno, los kilómetros y kilómetros en la altitud de Sierra Nevada. Ese cuarto puesto de Tokio. Los problemas pretéritos con la técnica. Hasta el cielo se llega por caminos insospechados. Pero María tuvo tiempo para saborear todo eso, clavando parciales como un metrónomo, sonriendo ya al otear la meta, porque su ventaja con la ecuatoriana se fue ampliando sin prisa pero sin pausa.
La dupla ecuatoriana se quedó con la plata, a 51 segundos de los españoles. El bronce fue para Australia, con Jemima Montag y Rhydian Cowley. La otra pareja española - Miguel Ángel López y Cristina Montesinos- terminó en novena posición.
Es la octava medalla de la historia olímpica de la marcha española -que se había estacado desde Atenas 2004 y esa plata de Paquillo Fernández-, la punta de lanza del atletismo nacional desde el pionero Jordi Llopart. Es el segundo oro también, después del único de Daniel Plaza en los 20 kilómetros de Barcelona 92.