Cuando Wirtz empató en el minuto 89 para forzar la prórroga en Stuttgart, todo el estadio recontó los jugadores que España tenía sobre el campo. Se había marchado la irreverencia de Nico Williams y Lamine Yamal, también Le Normand amenazado con una amarilla y Carvajal se tenía que manejar con cuidado porque cargaba con otra. Ante el arrebato al que se alentaba desde la grada, España tenía que responder con los jugadores a los que De la Fuente les había confiado el partido tras mirar al banquillo. Todos le respondieron para volver a demostrar que la fuerza de la familia que han creado. Ahora le reto es repetirlo ante Francia. “No me van a fallar. Voy a muerte con ellos y ellos conmigo”, no dudó en proclamar Luis De la Fuente.
Es ahora cuando más se va a mirar al banquillo. España llegará a las semifinales sin algunas de las piezas más valiosas para el entrenador, pero con un rendimiento extraordinario de quienes no han conseguido aún hacerse un hueco en el once. Un dato apuntala este argumento: un tercio de los 11 goles marcados por España los han conseguido jugadores que partían como suplentes.
Es el caso de Dani Olmo. Marcó para cerrar la goleada ante Georgia y ayer no sólo volvió a hacerlo para abrir el marcador, sino que de su bota salió el balón que Mikel Merino cabeceó en el 119 con una plasticidad que deja una imagen para la historia. Se convierte así el futbolista aún de Leipzig en el máximo asistente de la historia del torneo en su fase eliminatoria al haber hilvanado cuatro goles. Pero, además, el tanto de ayer le permite igualar a Cesc Fábregas como el jugador de España que más goles ha marcado sin ser titular.
Ante Francia, Olmo estará entre los once que escuchen el himno junto al colegiado porque el debate abierto entre el catalán y Pedri se lo zanjó a De la Fuente Toni Kroos. Una entrada lesionó al canario en los primeros minutos y dejó el estadio con la rodilla vendada y cojeando. Ninguno de sus compañeros le da por descartado, pero el primer diagnóstico de esguince lateral interno no es positivo, y menos cuando quedan tres días para el partido.
Tampoco podrá jugar Carvajal, que provocó su expulsión en el último instante del duelo como sacrificio para asegurar la clasificación. Eso supone que Jesús Navas será quien ocupe la orilla derecha por donde suele moverse Mbappé. El capitán del Sevilla, el hombre más veterano de esta selección, campeón de Europa con 55 partidos a sus espaldas, tiene muy claro su papel. Sólo jugó como titular ante Albania y aguantó los 90 minutos con molestias en el pie para proteger a Carvajal, apercibido de sanción. En los octavos jugó nueve más y ante Alemania tuvo escuchitas con De la Fuente y fue uno de los primeros que lanzarse al festejo sobre el césped. El martes estará preparado.
Otro que podrá jugar en Munich Le Normand. Vio una tarjeta que provocó que se quedara en el vestuario en el descanso y que no se enfrente a su país de origen. Nacho, que acabó con molestias, tendrá que ser la pareja de Laporte. El ex capitán del Real Madrid, subido al carro de esta selección en el último momento, fue titular ante Croacia y después cedió su lugar a Laporte. Era la idea del seleccionador, que se vio reforzada por unas molestias. Su experiencia le gana la partida a Vivian, el cuarto central de España.
La falsa amarilla de Morata
La dificultad podía haber sido mayor si, como se temió durante algunos minutos, Álvaro Morata hubiera visto una amarilla en el banquillo durante los últimos instantes del partido cuando todos los futbolistas invadieron el área técnica. Así apareció en algunas estadísticas. “No, no puede ser. Si me ha sacado tarjeta tenía que haberlo hecho a todo el banquillo de Alemania”, se lamentaba en la zona mixta antes de que le confirmaran que no, que no está sancionado y podrá jugar la semifinal.
Y es que en los minutos tras el gol de Alemania hubo mucho tumulto tras el banquillo de España, incluso hubo un mareo de la madre de Oyarzabal por la tensión del que pronto se recuperó. Y el segundo de Nagelsmann se encaró varias veces con De la Fuente. Todo lo apaciguó el tanto de Merino. “Ha sido un pedazo de gol, probablemente por el minuto y la importancia, el gol de mi vida”, reconocía Merino. Había logrado algo extraordinario el navarro. 33 años antes, cuando ni siquiera había nacido, su padre, Miguel, marcaba el 2-3 de para darle la victoria a Osasuna ante el Stuttgart y el pase a los octavos de final de la Copa de la UEFA. Era 1991 y el padre de Merino lo celebró girando sobre el banderín de córner. Ante Alemania su hijo tuvo la cabeza fría de recordar esa celebración y repetirla en el estadio donde fue, por primera vez, internacional absoluto. “Me he duchado rapidísimo porque quería ir a la grada a ver a mi familia y a decirle a mi padre que ya no podrá recordarme más que él marcó en Stuttgart”, admitía el jugador muy feliz, consciente que para eso está en esta selección, en el once o en el banquillo, sin rechistar. La familia, siempre lo primero.