La derrota de los turcos ante la Portugal de Cristiano y Bernardo Silva en el último partido fue muy dura. Contundente. Quizá no esperada por la gran diferencia que se vio entre ambas selecciones y por los tres puntos logrados en el primer partido ante Georgia. Ayer a Turquía le valía con un empate para clasificarse, pero su técnico Montella no quiso especular y apostó por dar la titularidad a Arda Güler para intentar vencer a una República Checa que, con un único punto, necesitaba la victoria para pasar de ronda. [Narración y estadísticas (1-2)]
El poderío físico de los checos fue evidente desde el primer minuto de partido. Solo fue necesario un saque de banda de Coufal para hacerse una idea de que no iba a ser un partido plácido. Más bien todo lo contrario. Provod fue el primero en probar a Günok con un disparo desde media distancia, pero una imprudencia de Barak dejó a la República Checa con uno menos en el minuto 20. Y Turquía, que vivía cada balón parado con un nudo insoportable en la garganta, pudo tomar algo de aire y soltarse un poco más. Sobre todo en ataque, donde Yildiz y el extremo del Real Madrid atraían todas las miradas.
Todo pudo cambiar
Justo antes del descanso el arquero turco tuvo que esmerarse para tapar un veloz contragolpe que quiso finalizar Jurasek. Una ocasión que con el resultado de Georgia, pudo cambiarlo todo.
En la segunda parte, Turquía salió decidido y un centro de Yilmaz por la izquierda, lo finalizó Calhanoglu con un disparo cruzado. Todo parecía sentenciado, pero un balón aéreo mal blocado por Günok, lo envió Soucek a la red para empatar el partido en el 66 y poner todo el grupo pendiente de un gol. Con el partido roto, los turcos resistieron y en el 94, Tosun lo sentenciaba con un contragolpe letal.
Parecía llamado a dominar la futura banda derecha del Real Madrid y a ser la puerta millonaria del club hacia el tan deseado mercado asiático, pero Takefusa Kubo (Kawasaki,, 2001) sigue sin pasar el umbral del vestuario local de Chamartín y cada vez está más lejos. Por él, cansado de esperar desde su fichaje en 2019, y por el propio conjunto madridista, confiado su carril diestro a Rodrygo, Brahim y Güler. Hoy vuelve a visitar la Castellana con la Real Sociedad, dueña de sus derechos federativos y del 50% de lo que genere la plusvalía de una futura venta. El otro 50% es del Madrid, que lo vendió por seis millones a los txuri-urdin y se guardó esa opción, esperando ahora un ingreso millonario cuando alguien se acerque a los 60 millones de su cláusula.
A sus 23 años, Kubo volverá al Bernabéu con el mismo ánimo de revancha y la misma rabia acumulada de siempre, amenazando futbolísticamente al equipo que un día llamó a Japón y le recuperó para el fútbol español después de haber abandonado las inferiores del Barça.
Y es que la historia de Kubo en la capital es la de la espera y el rechazo. Un «no» constante que ha condicionado la primera etapa de su carrera. Aterrizó en el verano de 2019, formando parte de una camada adolescente que era vista en la cúpula como la heredera de la época dorada. Por ahí estaban Vinicius y Valverde, firmados en 2018, más Brahim, Rodrygo y Kubo, cuyos fichajes llegaron en 2019 junto a Militao y Mendy.
El ejemplo de Odegaard
De todos ellos, sólo Kubo se ha quedado en la carretera, compartiendo con Martin Odegaard el foco de los proscritos. En su momento, el noruego decidió que no iba a esperar y el club le vendió al Arsenal por casi 40 millones, previo paso brillante por la Real Sociedad. Lo suyo fue rápido y ahora es el capitán de los gunners.
En el caso de Kubo, todo ha sido diferente. Una situación peculiar limitada desde el principio por su pasaporte extracomunitario. La acumulación de extranjeros en el Madrid, especialmente brasileños, obligó al conjunto blanco a elegir desde 2019 a varios descartes, y Rodrygo siempre le ganó la partida a Kubo en el extremo derecho. Mientras el brasileño crecía junto a Vinicius en el ataque madridista, el japonés vivía temporadas complicadas entre Mallorca, Getafe y Villarreal. Cuestión de elecciones y de destino.
Así que el Madrid ganó la Champions 2022 con Rodrygo como héroe de la eliminatoria contra el Chelsea y el City en el momento en el que Kubo terminaba su segundo paso por Mallorca. Antes, había pedido dejar el Villarreal a mitad de año porque Unai Emery no contaba con él, y acabó unos meses en el Getafe de José Bordalás. Un camino de espinas que le revolvía el estómago, presionado mediáticamente en Japón y con la obsesión de brillar en Europa.
Kubo, rodeado de jugadores del Valladolid, el sábado en el Reale Arena.EFE
De blanco sólo le hemos podido ver en una pretemporada, la de 2019, cuando fue uno de los protagonistas por la ilusión que despertaba su fichaje. Se fue a la gira americana con Zidane, tuvo minutos y volvió para ponerse a las órdenes de Raúl en el Castilla, donde compartió algún amistoso con el propio Rodrygo. Un casting que terminó ganando el brasileño, que aceptó jugar varios partidos oficiales con el filial.
El japonés, mientras, observaba la elite con ansia. «Era cabezota. Tenía mucha personalidad y muy claras sus decisiones», recuerdan en Valdebebas fuentes consultadas por este periódico. «Me estresaba muchísimo en cada entrenamiento porque quería demostrar mi valía», admitió hace unos meses en una entrevista.
No llegó a debutar en partido oficial con el Madrid porque salió cedido al Mallorca justo antes del inicio de aquella temporada. Una decisión que el club veía bien para su formación, pero que quizás llegó demasiado pronto y el foco, lejos del Bernabéu, se fue apagando. No volvió a jugar de blanco. La pandemia en 2020, los Juegos en 2021 y su fichaje definitivo por la Real en 2022 lo impidieron.
Retraso en las nacionalizaciones
En esa operación, el Madrid se guardó una opción preferencial para recuperarle y el 50% de la plusvalía de una futura venta a cambio de seis millones. Seguía gustando en Valdebebas, pero el retraso en las nacionalizaciones de Militao, Rodrygo y Vinicius lo alargaba todo. Tres años después, todo parece haber cambiado. El japonés renovó con la Real hasta 2029, aunque mantuvo la cláusula en 60 millones, una decisión que desliza la intención de una futura venta.
El Madrid tiene hueco para extracomunitarios, nacionalizados ya los brasileños, pero la nueva zurda joven se apellida Güler y el nombre de Kubo se ve más como fuente de ingresos que en la espalda de la camiseta, esperando en Valdebebas ese salto definitivo en la carrera del talento asiático. Hoy, en la vuelta de semifinales de Copa, nueva reválida.
El Madrid vive de impulsos, de momentos y de chispas. Contra el Espanyol recuperó ritmo de juego y mereció más en la primera parte, pero se vio por debajo en el marcador tras un rebote. Apareció ahí, por fin este año, Vinicius, chispa e impulso del conjunto blanco durante los últimos años. Entre él, Carvajal, Rodrygo y Mbappé remontaron el duelo. [Narración y estadísticas (4-1)]
Ante las exigencias del calendario y el físico del equipo, Ancelotti inició las rotaciones que había prometido hace unas semanas. Le dio la oportunidad en el once a Fran García y a Arda Güler, que entraron en el lugar de Mendy y Vinicius. Además, Carletto desplazó a Tchouaméni a la defensa para dar descanso a Rüdiger.
La entrada del joven turco dio más dinamismo al ataque madridista durante la primera media hora. Se entendió bien con Modric y provocó las mejores ocasiones del conjunto local, aunque Mbappé no estuvo fino. El galo, de nuevo en el centro del ataque con Rodrygo a la derecha, disparó tres veces entre los tres palos en los 30 minutos iniciales, pero Joan García evitó sus goles.
Sostenidos por Valverde
En el 10, Güler dejó un buen balón de cabeza a Mbappé, el francés controló con el pecho y remató ante la salida de Joan. Dos minutos más tarde, Güler probó al portero, y cinco después le tocó a Mbappé desde la frontal, pero su remate salió demasiado centrado. Eran buenos minutos de un Madrid sostenido por Valverde en el eje, con menos acumulación de gente en la creación y más en la frontal. Mereció ponerse por delante y Mbappé lo intentó de nuevo en el 27, pero no atinó y el equipo cayó en la calma.
A partir del 30, estuvo más impreciso en el último tercio, no terminó sus ataques y dejó al Espanyol correr en transiciones, para enfado de Ancelotti. Arda, que había sido el mejor, desapareció, y con él el equipo.
En la izquierda, Rodrygo no estuvo todo lo incisivo que le pedía el duelo y el Madrid sufrió para crear. Mbappé y el brasileño intercambiaron posiciones durante algunos instantes, buscando el francés más espacio en el costado zurdo, pero el ritmo del balón era demasiado lento.
Rodrygo intenta progresar ante Romero y Cabrera.AFP
Fran García pidió penalti por un manotazo de El Hilali, pero Munuera Montero, que había sacado amarilla a Mbappé por protestar, dejó seguir sin castigo y la primera parte terminó con el público molesto con el colegiado.
Tras el descanso, Joan siguió acumulando paradas. Una a disparo de Mbappé y otra tras un gran zurdazo de Bellingham. Mejoraba el conjunto de Ancelotti, recuperando el ritmo de los primeros minutos del duelo, pero seguía sin acierto. Una constante durante estas primeras semanas de la temporada. A los blancos les cuesta abrir la lata de sus partidos, tanto en el Bernabéu como lejos de casa, y especialmente ante rivales que se encierran atrás y buscan la contra. Es el día de la marmota en Chamartín, una y otra vez.
El fútbol es caprichoso y no suele entender de sensaciones. Lo sabe el Madrid, que muchas veces ha encontrado premio en escasos intentos, y lo vivió el Espanyol, que logró el 0-1 en un pelotazo de Joan a Jofre y en un centro de éste hacia nadie que tocó en Güler y se coló entre las piernas de Courtois.
El error de Joan García
Era el minuto 54 y el Madrid necesitaba despertar, así que Ancelotti llamó a Vinicius y éste le regaló sus mejores minutos de la temporada. En 25 minutos había sentenciado el duelo con una asistencia, un gol y varias arrancadas que descosieron a la cansada defensa perica.
Carvajal empató en el 58 tras un pase de la muerte de Bellingham y un error, el primero, del portero, y Rodrygo puso por delante a los locales en el 75 tras un gran pase de Vinicius con el exterior.
Respiró el Bernabéu y aceleró el Madrid, que disfrutó de unos minutos de correcalles ante un Espanyol rendido en la batalla. Vinicius anotó el tercero tras un pase al hueco de Mbappé y el galo marcó su gol después de un penalti provocado por Endrick, que siempre produce cuando le dejan. Tres puntos más.
Un demente Rayo Vallecano no quiso perder con el Madrid ni por lo civil ni por lo criminal. Pareció que se jugaba la vida, la salvación de su alma. Vehemente, leñero y comprometido hasta que le fallaron las fuerzas.
Vaya por delante que el Madrid mereció ganar. Pero era imposible en un terreno demasiado estrecho, donde resulta muy difícil jugar para los equipos técnicos. No hay espacio. Y menos si aparece un Rayo enloquecido, capaz de dar toda la
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