En un club tan especial como el Liverpool, distinguido no sólo por sus formidables logros sino por la impronta litúrgica que le ha acompañado siempre, Jürgen Klopp ya tiene un lugar junto a entrenadores del calado de Bill Shankly, Bob Paisley y Kenny Dalglish, figuras capitales en distintos momentos de su historia. El técnico alemán, que este viernes anunció su marcha al final de la temporada por carecer de la energía para continuar al frente de un equipo del que se hizo cargo en 2015, dejará a los aficionados en una profunda orfandad cuando se consume esta decisión que sorprendió al mundo del fútbol.
«Amo absolutamente todo de este club, amo absolutamente todo de esta ciudad, amo absolutamente todo de nuestros aficionados, amo al equipo, amo al staff. Pero tomo esta decisión porque estoy convencido de que es la correcta», manifestó a través de la página web del club.
Si Shankly fdotó al Liverpool de identidad y le situó en el mapa continental, Paisley le proyectó como ningún otro en Gran Bretaña y en Europa y Dalglish concilió su talento como futbolista con su sabiduría desde el banquillo, Klopp le devolvió el peso perdido no sólo con la conquista de su sexta Copa de Europa en la temporada 2018/2019, el más prestigioso de los siete títulos que el equipo logró bajo su dirección, sino con la devolución del gobierno en la Liga inglesa, negada desde 1990 y cuya reconquista en 2020 devolvió a la hinchada un plus de orgullo en cierto modo homologable al de la inmensa felicidad de la Champions.
La reconstrucción
Klopp, que había renovado su contrato hasta 2026, no quiso marcharse la pasada temporada, cuando el Liverpool, sexto, ni siquiera obtuvo una plaza para el máximo torneo continental. Amante de los grandes desafíos, prefirió afanarse en la reconstrucción de un equipo que ahora mismo es líder de la Premier, jugará este domingo ante el Norwich la cuarta ronda de la FA Cup, tras dejar atrás a domicilio al Arsenal, disputará ante el Chelsea la final de la Copa de la Liga y está en octavos de la Liga Europa. «Para mí era súper, súperimportante poder ayudar a enderezar el rumbo después de un temporada muy difícil», explicó.
«Encajó perfectamente en el club. Es agresivo, emocional y competitivo, pero todo ello pasa factura. La presión de ser el entrenador de un gran club es enorme», valoró Graeme Souness, uno de los grandes centrocampistas del Liverpool en la década de los 70.
Sí, Klopp siempre pareció hecho a la medida de un equipo dotado de una singularidad futbolística y sentimental. Pionero a la hora de distanciarse del estilo físico y algo primario que prevaleció en Gran Bretaña durante demasiado tiempo, el Liverpool reclamaba un técnico como él, con su propio y vigoroso ideario, un carácter intrépido y renovador que pronto le hizo conectar con una masa social exigente como pocas.
Cercanía
Pese al lógico aura adquirido desde que llegó a Merseyside después de triunfar en el Borussia Dortmund, pronto se convirtió para muchos en the boy next door, el chico de la casa de al lado, el técnico cercano, natural, comprometido, poseedor, además, de un irresistible poder de seducción. «Soy de izquierdas. Creo en el Estado del bienestar. No tengo seguro privado y nunca votaré a quien prometa bajarles los impuestos a los más ricos. Si hay algo que nunca haré en mi vida es votar a la derecha», dejó dicho en sus inicios en el Mainz.
Al margen de lo que suceda hasta el final de la temporada, el legado de Klopp, que comunicó su decisión a los dueños de la entidad el pasado noviembre, resulta incuestionable. Su sana rivalidad con Pep Guardiola, el choque frontal, de todo punto apasionante, con el Manchester City, ampliado esta temporada con la incorporación a la lucha por el título del Arsenal y el Aston Villa, ha redimensionado el valor de la que puede ser considerado el campeonato más atractivo del mundo.
«No es tan importante lo que la gente piensa cuando llegas, sino lo que piensa cuando te vas», tiene como una de sus reflexiones de cabecera. “Hizo a la gente feliz”, reza el lema que acompaña la efigie de Shankly a la entrada del estadio, sentencia que se ha ganado heredar Klopp. Anfield ya llora su marcha.