Un partido rácano del Real Madrid, infectado por el puñetero bloque bajo del indolente Ancelotti, casi provocó una pifia en Vitoria, en noches donde se gana o se pierde la Liga. Hizo el milagro, el más difícil todavía, con un cabezazo de Lucas Vázque
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Antonio Rüdiger (Berlín, 1993) impresiona. Camina entre los periodistas de Valdebebas como Moisés entre las aguas, abriéndose paso con sólo respirar, sin necesidad de tocar a nadie. Sus casi dos metros (191 centímetros), su barba de varios días y esa fachada de tipo duro le otorgan a la imagen un aura de gladiador entrando en el coliseo romano. Eso es lo que es. «I'm a warrior (Soy un guerrero)», contesta a este periódico en inglés, porque el castellano lo entiende pero todavía no lo domina, aunque lo intenta: «¿Cómo estás, amigo?», pregunta en nuestro idioma. El guerrero «Rüdi» se sienta con EL MUNDO durante unos minutos antes de su primera final de la Liga de Campeones como futbolista del Real Madrid. Y no sólo eso. Como futbolista del conjunto blanco, como héroe de la grada después del penalti anotado en Manchester y como líder del vestuario tras una temporada extraordinaria.
¿Qué sentimientos tiene ahora mismo?
Unos increíbles. Mira, estos son los momentos que había soñado, el estar en una final con el Real Madrid. Teniendo en cuenta su historia, la han ganado tantas veces pero aún así es especial... Es mi primera final de Champions con el Real y me siento bien, sólo intento disfrutar del momento.
¿Qué le han dicho en estos dos años para hacerle entender ese ADN Real Madrid? No puede ser suerte.
No, no, no... Si alguien gana 14 veces no puedes hablar de suerte. Lo que la gente te dice en la calle, vayas donde vayas, es «a por la 15, a por la 15». Te lo dice un niño pequeño de cuatro años y una mujer anciana... Eso es el ADN. El ADN es ganar. Me gusta y es por lo que firmé. Siento mucha responsabilidad porque este club va sólo sobre ganar y para mí la vida va sólo sobre ganar, así que es perfecto, un buen encaje.
Y el vestuario, ¿qué le dice?
El vestuario está tranquilo y centrado, porque no puedes estar sobreexcitado... Y estos jugadores conocen este tipo de partidos. Los han jugado muchas veces y tienen calma, una calma que transmiten al equipo. La vida se trata de equilibrio, tienes que encontrar el punto medio entre la excitación y la calma. Y eso es lo que el vestuario tiene.
El día del Manchester City- Real Madrid marcó el penalti decisivo y corrió durante 100 metros hacia los aficionados. ¿Fue el mejor día de su etapa en Madrid?
(Piensa) El mejor día en el Madrid fue el día que firmé, absolutamente. Ese fue el número uno porque es algo que nunca olvidaré. Pero claro, esa noche fue mágica, en ese momento del penalti estaba todo en mí, podía tocar el cielo o el infierno porque en el fútbol a veces no existe ese punto medio. Y mira... Fue un momento de mucho orgullo, las emociones recorrían todo mi cuerpo y mente... Dejé todo salir. Un gran día.
Estuvo en el Borussia Dortmund entre los 17 y 19 años, ¿qué recuerda y qué aprendió allí? ¿Eso hace más especial para usted esta final?
Fue la primera vez que estuve lejos de mi familia, lejos de Berlín... Aprendí mucho, aprendí a madurar, a creer en mí mismo... Pero no llegué a debutar como profesional en Dortmund y esto es una final de Liga de Campeones. No es más que eso, que ya es mucho.
Toni Kroos se retira, a Luka Modric le queda poco... Usted tiene 31 años. ¿Cree que es el líder de esta nueva generación madridista?
Bueno... Las cosas siempre tienen un final y por desgracia para Toni es ahora. Le echaremos mucho de menos porque es un jugador único e irremplazable. Modric todavía es joven (risas), está fresco y jugando muy bien. Y bueno, tienes veteranos como Lucas Vázquez, Nacho, Carvajal... Pero sí, me veo a mí mismo como líder del equipo. Tal vez no soy un líder de grandes palabras, pero sí un líder en la acción.
¿Qué memoria se lleva de Kroos?
Le conocía de la selección, pero no habíamos sido tan cercanos. Y voy a ser honesto aquí, tenía una percepción diferente sobre él, pero cuando llegué aquí conocí al Toni Kroos real. Un gran tipo que ama a su familia, y como yo también soy padre me hace respetarle mucho. Le miro y veo a un gran modelo a seguir porque la forma en la que ama y trata a su familia no lo he visto en ningún otro futbolista. Del futbolista no tengo necesidad de hablar porque en Alemania es el mejor que hemos tenido, sin duda, y es una leyenda del Real Madrid, pero como persona es simplemente fantástico.
¿A usted el Madrid le ha cambiado en algo?
Creo que no he cambiado mucho. Siempre es cuestión de si te sientes importante o no. En mi primer año el club venía de ganar la Liga y la Champions y obviamente los dos jugadores que estaban delante tenían una ventaja, lo entiendo. No jugué muchos partidos importantes y honestamente no me sentía importante, pero este año, también por las lesiones que han cambiado las cosas, ha sido importante para mí no sólo para mostrarle a la gente que puedo estar aquí sino también para mí mismo. Para verme aquí, victorioso. Y por eso esta final es importante para mí, para ponerle el sello a este año.
Su madre le llamaba 'Warrior' (Guerrero). ¿Lo sigue siendo?
Es mi ADN: ser un guerrero. Siempre lo he sido y siempre lo seré.
Wembley, Dortmund, el Madrid, una final de Champions League... ¿Tiene miedo de algo?
Miedo sólo a Dios. Al final del día somos seres humanos, no tienes por qué temer a ningún ser humano. Soy musulmán y tengo una creencia muy fuerte, por eso sólo le temo a Dios, porque es el creador de todo. No tienes que temer a nadie más.
Ancelotti comentó en sala de prensa su rutina previa a los partidos: salmón, brócoli, pasta y una siesta. ¿Usted tiene alguna?
Igual lo dijo porque está perdiendo peso (risas). Él lleva mucho tiempo en este negocio, sabe mucho. Yo siempre como espagueti boloñesa antes de los partidos, hablo con mi madre, que es es lo más importante, y rezo cinco veces al día.
Tchouaméni toca el piano, Camavinga canta, Rodrygo toca la guitarra... ¿Cuál es su talento secreto?
Yo soy un buen payaso para mis hijos. Siempre intento hacerles feliz en casa, esa es mi gran virtud.
Quien no ha tenido una pareja o un amante que siempre llega tarde, que te desespera en la espera. Cien veces decides irte y cien veces decides quedarte, porque crees que el final de la noche será único. Cuando no acude, lo maldices, pero sabes que volverás al mismo lugar, con la misma excitación, en la siguiente cita. Esa pareja o amante es el Madrid. Lo saben todos los que formaron la larga procesión secular al Bernabéu, esperanzados en una remontada que esta vez no se produjo, porque la cita exigía pasión, claro, pero a las mejores pasiones las acompañan las caricias, y nadie del Madrid se las ofreció a la pelota. El Arsenal lo hizo lo justo, suficiente no sólo para pasar a semifinales de la Champions, también para ganar en el Bernabéu. El Jueves Santo no va a impedir las maldiciones, aunque el fútbol tenga querencia por las estaciones de la Semana Santa: martirio y resurrección. El creyente Ancelotti tiene difícil la segunda. Ha empezado su via crucis. [Narración y estadísticas (1-2)]
El entrenador había hablado, entre medias sonrisas, de la cabeza, el corazón y los cojones. La máxima de las cuatro C la acuñó Seve Ballesteros. Ancelotti se olvidó de citar la primera: la calidad. El Madrid no la encontró en ningún momento, como si esta vuelta de cuartos fuera la metáfora y la hipérbole, ambas a la vez, de la temporada. La sobreexcitación no ayudó. De hecho, el Madrid empezó el partido por el final. Necesitaba tres goles para igualar la eliminatoria, tres goles en 90 minutos, y escogió la montonera. Está bien algo de descontrol, pero si es para descontrolar al contrario en la salida de toriles, en un arranque a fuego. Pasado ese tiempo, es necesario el juego.
El problema no es que el Madrid no lo encontrara en el Bernabéu, es que prácticamente no lo ha hecho en toda la temporada. El choque fue el collage de todos sus problemas estructurales a los que Ancelotti no ha encontrado solución desde la marcha de Kroos. La entrada de Modric, tardía, no sirve de nada porque no es el mismo Modric, y porque el croata no siente ya la jerarquía de antaño. Ceballos pasa por el centro del campo como unos padres por la habitación de un adolescente. Pone las cosas en su sitio, nada más.
Demasiados centros
Esta eliminación, esta derrota y esta impotencia va a pesar sobre la figura del italiano, cuando al via crucis le quedan dos paradas decisivas: la final de Copa y el clásico en Montjuïc, ambas ante el Barcelona, con ventaja en la Liga. Después de haber perdido ya dos este curso ante los azulgrana, el mayor aliado del Madrid es la estadística, porque es difícil perder cuatro. Ese Barça necesitaba un estímulo nuevo en el vestuario la temporada pasada y lo encontró. A Florentino Pérez le corresponde reflexionar acerca de si lo necesita el Madrid, con todo el respeto por el entrenador que más títulos ha ganado en la institución. Difícil análisis.
Ancelotti optó por lo esperado, con Valverde en el centro del campo, aunque ello supusiera dar el lateral a Lucas Vázquez. Pese a sus lagunas defensivas, fue de los más activos en su despliegue ofensivo, aunque una vez en los tres cuartos, el Madrid abusó de los centros, frontales muchos de ellos y fáciles de defender para el Arsenal. Ni un balón comprometido tuvo que sacar Raya de la portería del Arsenal en todo el primer tiempo. Courtois, en cambio, detuvo un 'penaltito' cometido por Asencio, cantado como un gol en el coliseo blanco, a Saka, un Panenka confundido, y otro disparo cruzado de Martinelli tras una contra.
Poco más hicieron los de Arteta, a la espera de que pasaran los minutos frente a la frustración blanca. Es el equipo de la Premier menos goleado, el que mejor defiende. Se siente cómodo en esa situación. La impresión es que mostró menos de lo que tiene, porque no lo necesitó, en el aspecto ofensivo. En una de sus triangulaciones se encontraron Odegaard, Mikel Merino y Saka para elevar sobre Courtois y redimirse del penalti. El efecto psicológico, pasada la hora, lo emborronó el propio Arsenal, con un error de Saliba que ofreció el gol a Vini.
Los futbolistas del Arsenal festejan el 1-2 en el Bernabéu.EFE
Nada cambió, en realidad, porque no había ideas con que cambiarlo, mientras el Arsenal, inteligente, intentaba jugar más tiempo en campo del Madrid, alejarlo de su área y refugiarse en largas posesiones. El control que pretendía Ancelotti, sin conseguirlo pese a dar entrada a Ceballos o Modric, lo tuvo siempre Arteta, un entrenador español de nueva generación que se presenta a lo grande en el mejor escenario posible. Martinelli culminó, a la contra, lo que el juego decía. Sólo se trataba de esperar el momento.
A Arteta le aguarda el PSG de Luis Enrique. El PSG en el que ya no juega Mbappé, que llegaba después de una patada de impotencia ante el Alavés. La impotencia continuó. El francés vino para ganar Champions después de ganar todo el dinero posible. Tendrá que esperar. Se movió por todas partes, pero sin la precisión adecuada, y dejó el campo lesionado. Tampoco acometió escaladas individuales, como intentó Vinicius desde el inicio, pero siempre perdedor frente a Timber, Saliba o Declan Rice, goleador en la ida y pletórico en la vuelta. La cruz que porta Ancelotti es también su cruz.
El Real Madrid decidió finalmente presentarse a jugar la final de la Copa del Rey pero se olvidó de informar a la plantilla. Que el Madrid no se presente a jugar un partido no siempre quiere decir que lo pierda, ya que buena parte de su historia reciente en Europa la ha escrito presentándose en algunos minutos. Al club le había dado por dejar de presentarse a cosas, ya sea a una gala del Balón de Oro, porque no gana quienes ellos quieren, o por designar para una final de Copa a los árbitros que ellos no quieren.
Había avisado Hansi Flick de que Lamine Yamal se guardaba una sorpresa para la final, y el Madrid se creyó que era su nuevo peinado trumpista. Hasta que, en el minuto 28, le dio por aparecer caminando por su banda con el balón controlado, como si saliera a pasear por los jardines de la Casa Blanca, atrayendo jugadores del Madrid hacia su pelo como mosquitos hacia una bombilla. Y por allí esperó hasta que llegó Pedri. Tanto que parecía venir en un tren de Extremadura. Su disparo dibujó una curva tan amplia que el balón fue recalculando la trayectoria por Google Maps para poder llegar la escuadra.
Real Madrid TV había planteado un duelo arbitral, pero había demasiada calidad en el campo para que Vinicius, Modric y Mbappé renunciaran a jugar al fútbol. Tras regalar la primer parte, les bastó ponerse a jugar durante siete minutos para empezar a ganar la Copa. Y el hecho de que el Madrid no esté bien se refleja en que ya no les llegan. Con el partido casi ganado, retomaron su protesta arbitral ausentándose de los últimos minutos de la final con la misma devoción que de la previa.
A los blancos le costó parar al Barça durante todo el partido. Solo lo consiguieron sacando a Lamine del tatami y, con espíritu gremial, enseñándole a Dani Olmo, Gavi, Gerard Martín, Ferran Torres y Raphinha cómo son exactamente esas rojas y esos penaltis que nunca les pitan.
La final del 2025 pasará a la historia como la primera perdida por una cadena de televisión, que tendrían que dejar de ver tipos simpáticos como Antonio Rüdiger, y ganada por el fútbol.