12ª jornada
Los blancos no encuentran claridad para derrotar a un buen rival y una mano de Asensio, VAR mediante, provoca el penalti del empate (1-1).
Si hay que mirar jugadas con lupa es que no ha habido la claridad suficiente en el juego. En el Bernabéu todo lo que hizo el Madrid fue espeso. La limpieza en las acciones perteneció a un Girona académico y con personalidad, que juega más de lo que dice su clasificación en la tabla. Los de Ancelotti, que dejan escapar su segundo empate en casa, con Kroos expulsado, pierden impulso en esta víspera del Mundial que se le va a hacer larga a los equipos que cuentan con sus protagonistas principales. El Balón de Oro, en cuidados extremos, es uno de ellos.
El regreso de Valverde producía sensaciones similares a la de escuchar con la cabeza en la hierba la proximidad de una estampida. Sin Benzema y con un Vinicius menos fogoso de lo habitual, el uruguayo se convierte en un factor diferencial para el ataque de Ancelotti. A la derecha, en la línea más avanzada, estuvo presente pero no estuvo tan impaciente ni amenazante, salvo por la acción del trámite en el gol. El físico le pide metros para activarse y es normal que los encuentre unos metros atrás y desde posiciones más centradas. La entrada de Asensio, en la segunda mitad, lo devolvió a ese lugar. El uruguayo posee la dualidad para hacerlo, pero es su poder ofensivo, su disparo y el gol lo que le pone en valor para competir por un lugar en el Madrid. Ante el Girona, lo alcanzó una vez, algo más que el resto, pero insuficiente para una victoria.
La aparición del uruguayo en ese lugar, quizá todavía mermado por el golpe sufrido recientemente, con Rodrygo en el lugar de Benzema, incide en la gravedad de la situación de Hazard, el mejor pagado y el más intrascendente del equipo. En los desesperados minutos finales, apareció Mariano antes que el belga. Ni la inminencia del Mundial ha cambiado su situación. Menos en lo contractual, está fuera del Madrid.
El dinamismo de Rodrygo
Los problemas que dejaron fuera poco antes del partido a Tchouaméni, concedieron la posición de mediocentro a Camavinga, un futbolista que está por hacer, sin haber definido el entrenador dónde lo observa mejor, si en esa posición o como interior. En la primera necesita anclarse, ya que las pérdidas, que son bastantes, activan el código rojo. En la segunda precisa de más claridad. La técnica del francés, eso sí, está fuera de toda duda. Pero precisa más cosas.
Rodrygo, que nunca baja del notable, fue el más dinámico, ayudado por el paso adelante de Modric. Los centrales del Girona entendieron que el brasileño era el hombre a vigilar y lo enjaularon siempre que pudieron. Al Madrid tampoco le dieron lo suficiente en ataque sus laterales. De ese modo no fue difícil el trabajo defensivo del equipo de Míchel, que tampoco necesitó de un repliegue excesivo. Al Madrid le costaba un mundo filtrar balones, por lo que redujo la peligrosidad a los lanzamientos, a cargo de Valverde, Camavinga o Rodrygo, que lanzó al palo en el primer tiempo.
El Girona superó con seguridad, salvo en un enredo de su portero, los momentos iniciales de presión alta del Madrid para conseguir llevar peligro en transiciones que no encontraron a los de Ancelotti bien puestos. Castellanos remató a los pocos minutos, un instante después de que lo hiciera Rodrygo, Valeri cabeceó poco después ligeramente fuera y Yángel Herrera disparo al larguero tras una jugada que mostró los desajustes locales. La acción empezó en un lanzamiento del portero mal medido por Carvajal, que perdió el mano a mano con Valeri. Su pase de la muerte acabó en la madera. Con Militao en el banquillo, la pareja Alaba-Rüdiger no mostró esta vez toda la autoridad deseada. El alemán tiene un poder físico descomunal en las áreas, pero a campo abierto se despista.
Míchel tuvo que retirar a Couto, uno de sus mejores hombres junto con Aranau, por un golpe, y puso en el campo a Riquelme, talento emergente de la Liga, como demostró en acciones aisladas en el desenlace en el Bernabéu. Cuando el Girona mejor se sentía, padeció la maldición del Madrid, que encuentra goles de la nada. Una duda de Gazzaniga le brindó la ocasión a la W del Madrid, Valverde y Vinicius. En un buen día, explotan como una bomba de racimo. En uno malo, siempre alcanzan una posición de tiro. El uruguayo cedió al brasileño, que no falló.
La coyuntura era, en ese instante, la ideal para los blancos, dada la necesidad del Girona y la querencia por los espacios que aparecerían por la ventaja en el marcador. No hubo tiempo. Asensio separó su brazo lo suficiente para que el VAR interpretara penalti y de ese modo se lo comunicara a Melero López. Una mano más para el debate, que unida a la falta señalada al final sobre Gazzaniga, alimenta polémicas. Stuani, que había entrado en el campo, tiene algo en común con Vinicius. Les basta un tiro que, días después de perder en Leipzig, reduce la ventaja del líder a un punto. No es tendencia, no todavía. Que no lo sea depende del Madrid.