Atlético de Madrid- Lazio (2-0)
El entrenador argentino hizo varios cambios importantes en el once, pero el equipo respondió aupado por Griezmann y Lino.
Decía Fidel Castro: “Una revolución no es una cama de rosas, es una lucha entre pasado y futuro”. Aún se desconoce por qué Diego Simeone, el mejor entrenador del Atlético de Madrid, decidió revolucionar el 11 en el partido más importante de la temporada. Ya clasificado, ser primero es capital para los intereses rojiblancos. El argentino buscaba rosas, con el peligro de poder pincharse con sus espinas, pero el Metropolitano es su jardín, y ahí no hay quien le tosa. 20 victorias seguidas. [Narración y estadísticas, 2-0]
Las alcanzó sin su mejor delantero, con permiso del todocampista Griezmann, sin su mejor mediocentro y sin su mejor central, Witsel, al que elevó al mediocampo. Uno por línea. La columna vertebral de este Atlético. Bien es verdad que a Griezmann le da igual quien se coloque detrás, delante o a su lado. El francés es el mejor jugador de los 22 con la pierna izquierda o la derecha.
Precisamente, sería la mala, la derecha, la que usaría para culminar una buena presión de Lino sobre Marusic y adelantar así a los rojiblancos. Toquecito sutil a la base del palo y el primero a la buchaca. Griezmann encontraba la primera rosa de la revolución europea del Cholo y se quedaba dos de Luis Aragonés. Luego fallaría otra gran conducción culminada con la misma pierna, pero el chico es humano.
Las espinas estaban en el carril central, ese en el que Witsel a veces desocupaba por falta de rutina para alegria de Zaccagni e Immobile y por el que Savic, encargado de sacar el balón en ausencia del belga, regalaba cada pase entre líneas que intentaba. Afortunadamente, los laciales no encontraban a Luis Alberto, el jugador bajo el que pivotaron en la ida de Roma. La vez que apareció, generó una ocasión clarísima que marró Guendouzi.
Otro que apareció, pero donde no debía, fue Lino. Hermoso tendrá razones para recriminar al brasileño que se interpusiera entre él y el gol, VAR mediante, tras una gran jugada conducida por el central y girada por Griezmann. Cuando el público ya cantaba el tanto, el árbitro fue al monitor y vio al defensa agazapado y molestando a Provedel, anulado. Una pena, porque el carrilero fue lo mejor en ataque del Atlético.
‘Redebut’ de Söyüncü
El partido fue asombrosamente tranquilo pese a la revolución cholista y la necesidad de la Lazio de ganar para arrebatar la primera plaza a los rojiblancos. Estos, con mucho criterio en salida de balón, lo mecían y se acercaban más a ese futuro que planea Simeone para el juego rojiblanco que a su guerrero pasado. Igualmente, el argentino quería hacer la revolución a su manera y en el descanso sacó a Griezmann, su mejor jugador, e hizo redebutar a Söyüncü, un jugador que apenas llega a los 100 minutos en esta temporada.
El otro que salió fue Memphis, que cuando se lesionó era un león, y a día de hoy es un gato, como le gustaría decir a Mourinho. Al menos, y pese a estar ligeramente adelantado, no intervino en el segundo gol del Atlético, un tirazo de Lino a la escuadra tras un rebote en la defensa italiana.
Para evitar más infartos, Simeone sacó a dos de sus pretorianos justo en el mismo momento en el que Sarri decidía renunciar al primer puesto. Koke, contenía y Morata, remataba. Sin acierto, eso sí. Como si fuera el delantero de otras temporadas. El italiano sacaba del campo a Luis Alberto e Immobile. Mensaje alto y claro. Las únicas espinas del partido para el Atlético enfilaban el camino de los vestuarios. Sarri ponía la cama de rosas al revolucionario argentino.