“Competimos contra monstruos”, soltó Simeone nada más dirigir al Atleti en un ridículo 1-4 contra Osasuna. Y no le entró la risa ni nada. Hay que reconocer que como actor es bueno. ¿Como entrenador? También, claro. ¿Y como líder para el futuro? Ahí se pone fea la cosa. Fue el mejor, ahora es un empleado sumiso y, bajo su supervisión, el equipo que se hizo gigante desde la rebeldía es un grupo de oficinistas sin más interés en su trabajo que cumpl
Hazte Premium desde 1€ el primer mes
Aprovecha esta oferta por tiempo limitado y accede a todo el contenido web
La humanidad lleva siglos intentando explicar con palabras, y sin éxito, fenómenos que sólo se pueden entender cuando los vives. El amor, el dolor, la belleza, el Real Madrid... ¿Quién puede atrapar lo irracional en unas frases? El Madrid ganó de nuevo. Fue inferior muchísimos minutos, se vio arrollado en la primera parte y le salvaron Courtois, el palo y el tembleque de Adeyemi. Pero ganó. Por supuesto, que ganó. ¿Por qué? Y yo qué sé. Nadie lo
Hazte Premium desde 1€ el primer mes
Aprovecha esta oferta por tiempo limitado y accede a todo el contenido web
"Llegaba una ola gigante y me arrasaba. Aparecía de repente y me llevaba por delante. No podía hacer nada, no conocía las causas, no la veía venir y era incontrolable. Hubo momentos en los que no veía salida. La bola iba creciendo y creciendo y me dominaba. Me asfixiaba". Bojan Krkic (Linyola, 1990) intenta explicar en su casa de Barcelona los ataques de ansiedad que le persiguieron durante toda su carrera, a la que puso fin el año pasado. "Es dificilísimo de verbalizar, sólo lo entiende del todo quien lo ha sentido", se resigna.
Pese a ello, quien fuera niño prodigio del fútbol español y ahora coordina el área de fútbol del Barça ha decidido intentarlo en 'Controlar lo incontrolable' (Alienta Editorial), el libro que publica la semana que viene y del que habla por primera vez en EL MUNDO. En él explica la otra cara de una carrera que fue mucho, pero no todo lo que los demás esperaban. Porque eso era imposible.
¿Por qué has decidido escribir el libro?
Tenía ganas de contar mi historia y explicar todo lo que he vivido para recordar que no somos superhéroes ni nada parecido. Como cualquiera, pasamos por unas vivencias y unas situaciones complicadas y, como tenemos la suerte de poder llegar a mucha gente, creo que puede ayudar que lo contemos. A veces parece que los deportistas somos más fuertes o eso que se dice tanto de que somos de otra pasta. Es mentira, somos de la misma pasta que todos y a veces nos rompemos. Quería mostrar esa otra cara, la que no va de goles y trofeos.
Casos como el tuyo o el reciente de Ricky Rubio ayudan a romper con el tabú de la salud mental en el deporte, que es un problema más habitual de lo que parece.
Pero mucho más. Ojalá estos casos visibilicen que los deportistas de élite somos personas con los mismos problemas y emociones que cualquiera y que no hay que esconderlo. Creo que va a ayudar sobre todo a las nuevas generaciones para entender que es algo de lo que no deben avergonzarse, que forma parte del ser humano y se puede afrontar, tratar y superar como cualquier otra situación adversa. Hay que normalizarlo y pedir ayuda como con cualquier lesión.
¿Cuándo te diste cuenta de que algo iba mal? ¿Cómo empezó?
Empezó pronto, a mitad de mi primera temporada en el Barça, porque todo fue demasiado deprisa y llegó un momento en que en mi cabeza no cabían más cosas. Todo me iba pasando rapidísimo: debutar, marcar goles, tener protagonismo en el primer equipo, llamar la atención a la selección absoluta... Se esperaba demasiado de mí y yo era un niño. Ahora hemos normalizado esto, pero hace 16 años no era normal que un chaval de 17 años estuviera en este escenario tan complejo. Eran demasiadas emociones que no cabían dentro del proceso normal de gestión y madurez de un adolescente.
Este debate sobre los riesgos de la precocidad de los futbolistas de La Masia vuelve a estar de actualidad con los problemas físicos de Pedri, Gavi o Ansu y la responsabilidad exagerada que recae sobre Lamine Yamal y Cubarsí. ¿Es una política peligrosa?
Es difícil. Obviamente, si se están dando tantos casos de chavales debutando con 17 y 18 años, 15 en el caso de Lamine, es porque tienen algo especial y es imposible hacer como que ese don no está ahí. Tienen un talento diferencial y se merecen la oportunidad porque trabajan para ello. Si valne, ¿cómo les vas a quitar su sueño? Es muy difícil de controlar. Tienen el nivel, hay una filosofía de club y un entrenador que decide apostar por gente de la casa. El Barcelona siempre lo ha hecho, pero ahora en esta situación económica todavía más. Es lógico, pero entre todos deberíamos hacer el esfuerzo de no querer ir más deprisa de lo que conviene. Lo que pasa es que es difícil que el Barcelona, por su situación; la selección, porque son muy buenos, y la prensa, porque venden, echen el freno. Es comprensible, pero entre todos deberíamos proteger más a estos chicos para que no les pasé lo que a mí. No podemos olvidar que tienen 16 o 17 años. Yo sé lo que es y lo pasé fatal.
En tu caso, las expectativas eran demenciales. Más de 400 goles en cantera, el nuevo Messi, la selección nada más cumplir 18... ¿Fue demasiado?
Claro. A mí jugar me hacía feliz, siempre me lo ha hecho, pero todo lo demás... Cuando llegas al mundo profesional, jugar es sólo una parte. La gente está viendo que futbolísticamente tienes algo diferencial y ya se olvida de tu edad. Da igual, sólo cuenta lo que haces en el campo. Estás en pleno proceso formativo como persona y a nadie le importa porque se te juzga como adulto, esta sociedad de la inmediatez lo quiere todo y lo quiere ya. No sé si fueron sólo las expectativas las que provocaron la ansiedad, pero desde luego influyeron. Después de los partidos, aunque hubiera marcado, me encerraba en mí mismo y me aislaba de todo. Fue demasiado y demasiado deprisa.
Por lo que cuentas, empezaron antes los problemas psicológicos que los deportivos.
Sí, a los cuatro o cinco meses de temporada ya empezaron los ataques. Estaba jugando muy bien y cada día eran buenos goles, portadas y protagonismo en todos los lados. Eso para mí era un problema porque siempre he sido una persona muy tímida, quiero pasar siempre desapercibido, no me gustan las aglomeraciones... Venía de mi pueblo, de una vida tranquila con mi familia, y de repente no podía salir a la calle. Fue un cambio muy bestia y llegó un momento en que no podía más con tanta atención. Por así decirlo, estaba harto de ser Bojan.
¿El vestuario sabía algo? ¿Te protegía?
No sabían nada. En esa época era muy raro ver a un chico de 17 años en un vestuario profesional. Entras en un mundo donde hay gente que lleva muchos kilómetros y tú eres un chaval inocente que empieza a conocer el mundo, pero del que todo el mundo habla y llega allí sin haber demostrado nada. Un vestuario no es sencillo. No diría que me recibieron con envidia, pero sí con competitividad. Y es normal. Allí sí que no se entiende de edades. Hay once titulares y todos pelean por serlo. Da igual que tengas 17 o 34, el que juega, juega.
¿Cómo reaccionaste a esos primeros ataques?
Cuando asomó por primera vez esta ola de ansiedad empecé a tener miedo, porque nunca sabía cuándo iba a tener otro ataque, cuándo iba a golpearme otra vez esa bola que venía de la nada y no podía controlar. No quería hacer nada ni ver a nadie. Sólo estar en casa, porque allí tenía la tranquilidad de que, si pasaba, nadie iba a verlo.
En 2014, harto de luchar contra lo que el mundo esperaba de él, Bojan decidió dejar el Barça y fichar por el modesto Stoke City. Un nuevo comienzo. Pero no es sencillo escapar de uno mismo. "En la terminal, esperando a embarcar hacia Inglaterra, estaba triste pero tranquilo. Al subir al avión algo me invadió totalmente y no pude aguantar. Se me vino todo encima: ansiedad, agobio, nervios... Cuando ya avanzaba el avión por la pista, le dije a la azafata que tenían que parar, me dijo que era imposible, me senté en el suelo y dejé de ser consciente de lo que pasaba a mi alrededor. Tan mal me puse que el piloto dio la vuelta. Frené un avión en plena pista de despegue. Fue un punto de inflexión y mi momento más desagradable, pero tuve ataques peores, sólo que nadie estaba allí", recuerda.
¿Quién sabía lo que te estaba pasando?
Nadie fuera de mi círculo íntimo. En el mundo del fútbol, mostrar esta debilidad se podía malinterpretar y te podía perjudicar. Sabía que para seguir adelante tenía que solucionarlo yo. Entonces, me tenía que mantener fuerte a pesar de que, obviamente, esa situación me limitó mucho sin que la gente lo supiera. Aunque más en lo que rodea al fútbol que en el campo. No iba a eventos y celebraciones y la gente, también, en el Barça, no entendía por qué, pero yo sabía que estar en público me iba a generar un estrés constante y no iba a estar cómodo.
Pero te estuviste tratando.
Sí, claro. He trabajado con psicólogos y profesionales durante todos estos años. Ansiolíticos tomé sólo esa primera temporada y tras algún ataque concreto, como aquel del avión, pero sobre todo he hecho terapia. Tuve un psicoanalista que me ayudó muchísimo en el peor momento y, a partir de eso, he ido siempre de la mano de un profesional para conocerme, para solucionar el problema y también para mejorar a la hora de gestionar ciertas situaciones como la fama.
¿Odiabas la fama?
Sí, mi cuerpo nunca la toleró. Ni siquiera esas partes que te pueden deslumbrar cuando eres joven. Ser el foco de atención no me gustó ni un día en mi vida, aunque, con el paso de los años, ahora pienso que hay algo bonito en ella que ahora valoro. Gracias a que he sido jugador de fútbol puedo hacer este libro que puede ayudar a mucha gente. Esto sí que me gusta, pero todo lo demás, aunque entiendo que desde fuera puede parecer muy apetecible, para mí fue un suplicio.
¿Falta humanidad en el fútbol?
La hay. Poca, pero hay. Estoy convencido de ello porque he conocido gente en el mundo del fútbol que aún me acompaña y ha sido muy importante para mí. Es uno de los grandes éxitos de mi carrera. Ahora bien, ¿que podría haber más humanidad? Sin duda. No solo en el fútbol, sino en la sociedad.
Pero probablemente en otro ambiente te habría resultado más sencillo hablar de tus problemas.
Eso sí. Mi padre siempre me decía que si tenía la menor molestia física, no jugara. Por dos motivos: porque la gente no lo sabe y te va a juzgar como si estuvieras al 100% y porque, además, tampoco lo quieren saber. Les da igual, una vez que estás en el campo quiere ver tu mejor versión y no le cuentes que ibas infiltrado en el tobillo. En el fútbol lo que interesa es el show y el resultado, que alguien lo esté pasando mal o esté presionado da igual. En ese sentido sí puede resultar un mundo cruel.
¿Llegaste a pensar en dejarlo todo?
Obviamente, en situaciones tan adversas se te pasan por la cabeza este tipo de cosas. Lo que pasa es que sabía que eran reacciones temporales y no daba importancia a esos pensamientos. Sabía cuál era el problema y que lo que tenía que hacer era aceptar que es un momento jodido y tenía que afrontarlo para salir adelante. Tirar la toalla y mandarlo todo a tomar por culo podía ser tentador en un momento dado, pero no arreglaba nada ni era la solución.
El ex futbolista, este lunes tras la entrevista.Pedro Salado / Araba Press
Cuentas en el libro que la soledad fue tu mayor enemigo.
Sí. La soledad es real y a mí me ha hecho mucho daño. Seguramente, lo que más. Mi situación personal ha hecho que viviera 12 años fuera de España y solo. Eso son muchas horas estando en casa, con diferencias horarias que dificultan la comunicación con mi gente aquí... Al principio, la soledad fue hasta positiva porque me hizo madurar, conocerme y aprender a gestionar ciertas situaciones fuera de mi zona de confort, pero eso sólo funciona en un espacio de tiempo reducido. Cuando se alarga demasiado llega el efecto rebote y hace que le des demasiadas vueltas a todo, que te obsesiones con lo malo y tengas pensamientos desagradables. Es uno de los factores que me hicieron decidir retirarme.
¿Cómo mejoraste?
La ansiedad nunca se domina, pero vas aprendiendo a convivir. Cuando aparece la ola del turno uno se asusta y esa tensión hace que la ola sea aún más grande. Poco a poco, adquirí el aprendizaje de que, aunque se levante la ola, debes mantenerte sereno entendiendo que va a pasar, te va a empapar, pero no te va a tirar. Cuando logras eso, aceptar que la ola llega y vas a sobrevivir a ella, se va haciendo cada vez más pequeña. Ese ha sido mi proceso al menos.
¿Piensas en cómo hubiera sido tu carrera si se hubiera llevado con más calma?
Nunca me lo he planteado. Las cosas se han hecho como se han hecho y lo cierto es que me siento un privilegiado. No echo de menos jugar y conozco muchos futbolistas que lo han pasado fatal tras retirarse. Yo desde el primer día estoy de puta madre y eso para mí es una victoria. He cerrado una etapa de mi vida que he vivido con mucha intensidad y con situaciones de todos los colores que me hacen sentir hoy una persona plena y orgullosa de sí misma. He sabido cerrar una etapa y empezar otra. ¿Que mi carrera podría haber sido mejor? Nunca lo sabremos, pero me quedo con la que he tenido porque todas esas experiencias me han traído hasta aquí y aquí estoy muy bien.
¿Ha sido una liberación retirarte?
Ha sido tomar el control de mi vida. Lo dejé con 32 años y estando físicamente para jugar, pero sentí que era el momento. Cierro esta etapa y empiezo otra. Han sido 16 temporadas como jugador profesional y mantenerte ahí arriba tantos años, con todo lo vivido, es muy complejo. Lo he conseguido y estas vivencias me hacen sentir orgulloso. No cambiaría nada de mi carrera como profesional y por eso tampoco lo echo de menos: lo he dado todo, me he vaciado y lo he vivido todo, bueno y malo. Toca vivir el fútbol desde otro lado, aprender cómo funcionan las cosas e intentar ayudar a esos jugadores que ahora mismo están pasando lo que yo pasé.
¿Hablas con los más jóvenes, como Lamine o Cubarsí, de lo que pasó?
Aún no tengo esa confianza con ellos. Intento no ser invasivo y mantener las distancias, pero si necesitan hablar de cualquier problema saben que estoy ahí para ayudar.
¿Has sido feliz como futbolista?
Sí, me ha dado mucho. Ya no te hablo de celebraciones, de goles y de títulos, sino de convertirme en la persona que soy. Conocer gente nueva, el vínculo que haces con la afición, llegar al primer equipo, jugar en la Roma o el Milán, salvar la categoría con el Mainz, ser el primer español en marcar en las cuatro grandes ligas... Todas estas situaciones me han hecho eternamente feliz.
¿Ahora estás bien?
Muy bien, la verdad. En un momento nuevo, una etapa de aprendizaje y estoy creciendo. Esto acaba de empezar.
Desde 2019, Héctor Fernández (Vitoria, 1979) ya no es periodista o, al menos, ha metido en el sótano esa faceta. Ahora es director general de By & For, la agencia de representación de Antoine Griezmann (entre otros), y asesor personal de Thibaut Courtois. Acaba de volver de Nueva Orleans, donde ha estado en la Super Bowl, no puede ocultar que está disfrutando y resulta difícil discutir el acierto de su decisión, pero antes de cruzar al otro lado fue estrella ("y estrellado", ríe) de la radio, uno de los más jóvenes en dirigir y presentar uno de los tres grandes programas deportivos nocturnos (‘Al primer toque’, de Onda Cero). Lo hizo hasta que el desembarco de José Ramón de la Morena le atropelló y empezó a hacerle pensar en otras aventuras.
¿Echas de menos el periodismo o estás en la gloria?
Estoy muy bien. Puntualmente aparecen las ganas de volver a hacer algo periodístico, pero se me pasan rápido. Siento que lo que tuve que vivir ya lo viví y cada vez que me apetece, pienso en lo que hice, me pongo un trozo de algún programa de entonces y con eso ya me siento reconfortado. Es un impulso efímero,
¿En qué momento dijiste: "Hasta aquí hemos llegado"? ¿Por qué lo dejaste?
Fueron un cúmulo de circunstancias. Principalmente que llegó un punto en el que sentía que mi vida, de manera orgánica, se iba hacia el otro lado y que así no podía ser leal con la empresa que me pagaba, que era Onda Cero. Yo estaba compaginando las dos cosas, periodismo y asesoramiento a deportistas, pero lo hacía sólo como amigo, sin cobrar un euro. Sé que hay muchos periodistas que han hecho eso durante toda su vida cobrando de las dos partes, pero eso implica ser juez y parte y no creo que sea ético, al menos a mí no me salía y yo no me sentía bien en esa posición. Para mí, ayudar a Antoine [Griezmann], Thibaut [Courtois] o Niko [Mirotic] no era una cuestión profesional, era amistad, pero al final manejaba información, sabía cosas que iban a pasar y no me sentía honesto con mi empresa al no contarlas. Evidentemente, jamás iba a ser desleal a mis amigos, pero tampoco podía serlo a una empresa que me había hecho todo lo que yo era como profesional y me había dado tanta confianza. Ese fue el punto principal para dejar el periodismo.
Para saber más
¿No influyó que te quitaran el programa para dárselo a De la Morena?
Me puedo perder en cositas, detalles, tonterías que pasaron todo ese tiempo, pero yo tomé la decisión porque sentía que podía crecer profesionalmente yéndome al otro lado. Sí es cierto que quería ser yo quien tomara la decisión sobre mi futuro y me pesaba que la salida de ‘Al Primer Toque’ la decidieron por mí. Sentía que eso podía repetirse y no quería que me volviera a pasar.
Lo cierto es que pudiste decidir dejar el periodismo con 40 años, porque tu carrera había ido rapidísimo. Con 32 ya estabas al frente del programa estrella de una de las grandes radios.
Fue increíble porque a mí me gusta mucho visualizar lo que puede pasar para anticiparme y prepararme para no tomar decisiones precipitadas ni hacer el tonto. Bueno, pues con cuando tomaron la decisión de que sustituyera a Ángel Rodríguez, que es una persona a la que quería muchísimo personal y profesionalmente, no sirvió de nada esa preparación. Me cegué y no pensaba en nada más que en hacerlo. Ni en contratos ni en condiciones ni en nada. Me regalé. No renegocié nada, firmé lo que me presentaron porque era el sueño de mi vida. Cuando va pasando el tiempo te das cuenta de que igual no era tanto sueño, pero en ese momento era lo máximo a lo que podía aspirar. Luego, claro, descubres que cuanto más cerca de la cima estás, más cerca estás de que te quiten de ahí. Hay mucha más gente revoloteando a tu alrededor con una actitud más hostil que quiere tu sitio, pero en el momento fue increíble. Nunca podré estar suficientemente agradecido a Onda Cero por la confianza que me dio.
Eso es en 2012 y tú habías llegado a Madrid en 2006.
Sí, estaba en Onda Cero en Vitoria y me trasladan cuando despiden a Pipi Estrada. Llego a Madrid y la primera cobertura que me mandan hacer es la llegada de la selección tras ganar el Mundial de baloncesto. ¿A quién me encuentro allí? A Pipi. Me daba un corte de cojones y me dijo: "Pichón, la culpa no es tuya, es del hijoputa de tu jefe". Y yo me quería morir, claro porque, desde Vitoria, a Pipi, Alejandro Romero, Iñaki Cano o Corrochano, yo no los veía como compañeros sino como ídolos. Yo estaba allí con mi papel y mi boli para apuntar y aprender todo lo rápido que pudiera. Me habían traído para coordinar el fin de semana, ser una especie de alter ego de Javier Ares, pero la verdad es que era un absoluto inconsciente y no tenía ni puta idea de lo que iba a hacer. Así de claro.
Cuando te dan ‘Al Primer Toque’ sí tenías muy claro lo que ibas a hacer: un tipo de programa que no se hacía, más polideportivo, menos gritón, más fresco…
Para mí, claramente la apuesta tenía que ser esa, algo joven, diferente y puro. Igual la palabra no es puro sino inconsciente. Ninguno de los que formamos el equipo venía intoxicado por la experiencia de haber estado en otro programa de la noche. Me acuerdo perfectamente de que una de las primeras preguntas que me hicieron los jefes fue: "Bueno, ¿vamos a fichar a gente? ¿Qué firmas fuertes podemos ver por ahí?". Y respondí: "No, vamos a hacer contrato a todos los becarios". Me dijeron que estaba loco, pero es en lo que yo creo y lo que he hecho toda mi vida. A la hora de hacer equipos, apuesto más por la gente que quiere crecer y va a matar por ti que por la que te va a dar un salto de calidad inicial, pero no tiene esa implicación. Yo sabía que haciendo eso por ellos, ellos iban a estar conmigo. Eran buenísimas personas y podían ser muy buenos profesionales. No eran los mejores, pero no venían intoxicados por nada y yo quería hacer lo que creía sin dejarme influir. Apostamos fortísimo por eso y creo que salió bien.
Sin embargo, tras cuatro temporadas, te cambian por De la Morena, que era una superestrella y establishment puro.
Cuando se produce el cambio era un punto de inflexión en que la cadena tenía que apostar por hacernos crecer o ir a lo aparentemente seguro. Decidieron cambiar y apostaron por Joserra, pero si en ese momento la casa decide aumentar el presupuesto del programa y meter un par de cambios, el programa hubiera crecido. ¿Por qué? Porque todo aquello que se sembró esos cuatro años de ‘Al primer toque’, lo he recogido después yo personalmente. Onda Cero apuesta por mí y el beneficio no lo recogió la radio porque cuando empezó a llegar ya no estábamos.
¿Tu cercanía con las estrellas del deporte surgió ahí, por ese tono que usabas?
Sí. A partir del segundo año, cuando ya nos habíamos presentado y sabían lo que hacíamos, nos era muy fácil llegar al personaje. Eso también implicaba tomar decisiones que estoy convencido de que en otra redacción nos hubieran tomado. Yo tuve la oportunidad de entrevistar a un jugador que iba a confesar algo que iba totalmente contra su carrera, un tema de drogas, y estando ya con él decidí suspender la entrevista y llamar a Luis Villarejo, que estaba en el CSD, para intentar ayudar a esa persona porque tenía la sensación de que a le iba a destrozar la vida si le ponía el micrófono delante. Esas cosas se van sabiendo entre los deportistas. Por ejemplo, nos permitió conseguir la primera entrevista con Anna Tarrés en mitad de un tsunami terrible en el que yo le tuve que preguntar si había obligado a sus nadadoras a tragarse su propio vómito. Recuerdo que Brotons dijo esa noche en la COPE que habíamos pagado por la entrevista. Le mandé un mensaje dándoles las gracias por creer que teníamos tanta fuerza y tanta pasta [risas]. Lo hicimos a base de trabajo y de inconsciencia.
¿Cómo te enteras de que llega Joserra a sustituirte y cómo te lo tomas?
Mal. Me lo tomo mal porque me entero de que aquello se está tramando meses antes de que suceda y hay una sensación que cuaja en las redacciones que es cuando la gente te empieza a mirar con pena. Yo veía que aquello iba avanzando, que se estaban dando movimientos y nadie me decía nada. Hay un día que la empresa hace un comunicado interno que me llega sin que me hayan comunicado nada y en el que se habla de esos rumores dando por hecho que se va a hacer. Me sentó fatal y me enfrenté a mis jefes por enterarme así. Ahora lo veo diferente porque recuerdo una frase de Ramón Osorio [director general de Atresmedia Radio], al que tengo mucho cariño personal. Me dijo: "Estas cosas casi siempre se hacen mal". Luego, cuando me he visto yo en esa situación, he intentado que no sea así, pero he visto que tenía razón y muchas veces pasa. Ahora puedo llegar a entender cómo se hizo aquello.
¿Intentaste vengarte de alguna manera?
No, pero por mi inconsciencia pudo parecerlo. Días antes de dejar el programa, entrevisté a Clemente y me metió en un lío en directo terrible, porque dijo que se había enterado de que llegaba De la Morena y, teniendo en cuenta el cariño que se tienen, empezó a atacarle. Tuve que pararle cómo pude y no sé cómo salí de esa. Y el día que Onda Cero anuncia que ficha a José Ramón, estoy entrevistando a José María García para la revista Panenka y subo a las redes sociales una foto con él. De verdad que no hubo ninguna mala intención, pero, joder, Clemente y García, sus dos grandes enemigos. Qué inconsciente, tío. Y a pesar de todo eso, Joserra me trató de puta madre.
¿Te lo esperabas?
No, porque Joserra podía haber llegado a Onda Cero y haber dicho: "Este tío ya no pinta nada aquí". Porque además teníamos diferencias de criterio. Me echó bastantes broncas, discutimos, él no entendía algunas cosas que yo hacía y en otras yo creo que él no estuvo acertado, pero vi llegar a una superestrella y me encontré a un tío muy humano pese a todos los choques que tuvimos, que fueron más de los que yo hubiera querido pero me sirvieron para ver el Joserra auténtico. Si él no hubiera sido así, yo no le hubiera conocido. Creo que lo que más nos chocó de todo el proceso, tanto a él como a mí, es que hubiera tomado la decisión de venir a Onda Cero, porque saltó de un yate para subirse a una barca y creo que no lo calculó del todo bien. Tras el primer EGM, que subió pero no lo que esperaba, me metió en su despacho y me pidió perdón. Asumió que se había equivocado en cosas. Ese es Joserra.
¿No le conocías de antes?
Cuando empecé a hacer ‘Al primer toque’, le pedí a Mario Torrejón, que es mi amigo y estaba trabajando con él, que nos presentara porque tenía que conocer al puto amo de esto y saber cómo funciona. Quedamos a comer y mi conclusión fue que yo no podía ser como él. Jamás. Es un artista de la radio, un orfebre con una atención al detalle absoluta y con una presión… Yo no soy así, pero me gustó mucho conocerle y me ayudó. Luego en el reencuentro, con otras circunstancias, seguí viendo a un buen tío que entendía las cosas de una manera diferente a la mía. No era nada personal, era profesional: él era el que mandaba allí y quería las cosas a su manera. Lo que pasa es que a mí, como es normal cuando has mandado tú, me jodía que viniera otro a dar órdenes. A pesar de eso, me protegió, la primera entrevista que hizo en el programa fue a mí y cuando luego decide cambiar a Javier Ares en ‘Radioestadio’, me pone a mí. Es curioso porque fue allí donde sentí que estaba en mi sitio, que ese era el programa que yo tenía que hacer.
Y aun así, te vas.
Sí. Llegué y fue como ascender el Everest. Dije: "Vale, ya he subido, este era el sitio, es la hostia y ya me puedo bajar tranquilo". La gente no entendía nada, pero me fui lleno y feliz. De hecho, ahora me he dado cuenta de que toda mi trayectoria en la radio era para acabar allí y que me fui cuando tenía que hacerlo. Por eso, cero reproches. Ni a Atresmedia ni a De la Morena ni a nadie.
Lo que sí implicó vuestro final fue la derrota del intento de modernizar la radio deportiva nocturna. Ahora todo sigue en la línea que estableció Joserra hace 30 años. ¿Es lo único que funciona?
No lo sé, la verdad. Yo creo que nosotros funcionamos bastante bien, pero ahora está todo condicionado por el tema de no poder tener a los protagonistas. Es decir, si el protagonista del día es Baena porque ha renovado por el Villarreal, no te hablo ya de Madrid, Barça y Atleti, y no lo puedes entrevistar, ¿qué margen tienes para hacer un programa que no sea todo tertulia?
Ahora que estás al otro lado, ¿por qué el protagonista ya nunca está disponible?
Porque hubo un periodo de desgaste brutal en el que los medios vieron que no necesitaban hacer esfuerzos por llegar al protagonista porque con sus propios recursos podían hacer un programa que funcionara. ¿Y cómo lo hacen? Con el barullo, con el ruido, hablando de cosas superfluas y otras que, a veces, ni siquiera han sucedido. En ese momento, la crítica se vuelve superácida y los jugadores deciden que tienen sus recursos y sus canales para llegar a la gente y que tampoco necesitan a unos medios que sienten que les están tratando de manera injusta. Hay un punto de ruptura total.
Siendo eso cierto, ¿no tiene el futbolista la piel demasiado fina?
Puede ser, pero yo ahora les entiendo perfectamente porque les veo las 24 horas y no sólo las dos que juegan un partido. Cuando tú haces una crítica, tienes que ser consciente de que esa llega a una persona y esa persona la recoge y la procesa en un punto equis de su vida que tú, seguramente, no conozcas. Puede estar durmiendo mal porque tiene un bebé, porque el entrenador no le está dando confianza o por lo que sea. Hay mil circunstancias alrededor de la persona que hacen que en ese momento una crítica entre mejor o peor. Y es cierto que hay una parte que va con su trabajo, pero se han colocado auténticas dianas sobre ciertos jugadores con críticas muy duras y, sobre todo, en algunos casos absolutamente infundadas. Entonces, el jugador ha dicho: "Bueno, pongo aquí un muro, yo me distancio y tengo mis recursos para decir lo que quiera".
Héctor Fernández, en el despacho de su casa en Madrid.ÁNGEL NAVARRETE
¿Es un punto sin retorno?
No lo sé. Creo que es probable que haya un punto en el que los medios y los deportistas puedan volver a entenderse porque todo son tendencias y la moda del ruido se acabará. La gente también se va a cansar de esto. De hecho, ahora me gusta ver a Pedrerol haciendo entrevistas personales porque, con la trayectoria que tiene haciendo el producto que hace, es un giro importante. Pedrerol ha decidido que una de las partes de su business es ahora sentar al mejor protagonista posible y entrevistarlo. Puede ser el inicio de un cambio.
Ya, pero Pedrerol es Pedrerol y tiene un acceso a esos protagonistas del que la mayoría carece. Por ejemplo, ¿cuántas entrevistas ha dado Griezmann desde que volvió al Atleti en 2021?
Ninguna.
¿Por qué?
Muchos factores. Estratégicos, al principio, y luego también hay que ver un poco como es la persona. Qué le gusta, en qué se siente cómodo, de qué cosas no quiere hablar… Y, sí, es cierto, en general no les apetece o desconfían. Pero eso puede cambiar si ven que el tono cambia. Yo es lo que siempre buscaba con las entrevistas en ‘Al primer toque’. Eran muy largas porque se buscaba el clima en el que el tío estuviera muy cómodo.
Te funcionó. Te llevas muy bien con los más grandes: Rafa Nadal, Pau Gasol, Fernando Alonso… ¿Cuál fue el secreto?
Ser insistente, pero respetuoso. Por ejemplo, a Fernando le insistí muchísimo, pero él había tenido alguna movida con Atresmedia y no lo lograba. Hasta que un día me escribe él por Instagram y me dice: "Te van a llamar porque lo vamos a hacer ya". Y me regaló un programa increíble en su museo lleno de gente. Él estaba entrenando en Barcelona, cogió un avión privado para la entrevista y estuvo agradable, simpático... Yo nunca podré agradecerles el regalo que ha sido poder tener ese tipo de conversaciones con ellos. Joder, con Pau hay un respeto mutuo y una admiración descomunal por mi parte porque hemos tenido vidas muy paralelas.
Varios de ellos te escribieron cuando se acabó el programa.
Sí. Rafa me escribió dos días después pidiéndome perdón por no haber escrito antes. Es la hostia [risas]. En ese momento que te sientes tan solo, tan mal y con tantas dudas sobre el futuro, que llegue un tío como Nadal y te diga "seguro que va a ir bien"... Buff, aunque sea una frase hecha le di muchísimo valor. Me escribieron también Iker Casillas, Iniesta, el Guaje Villa. Gente a la que tengo un cariño enorme y me lo devolvieron cuando más lo necesitaba.
Cuando coincidisteis en Atresmedia, se rumoreaba que Pedrerol quería ‘Al primer toque’. ¿Fue así?
Sí. No fue una convivencia fácil. Yo no entendí su llegada a Atresmedia porque opinaba que la línea transparente y tranquila del grupo se iba a alterar. Al final los que decidían tomaron esa decisión y, mira, obviamente fue acertada porque cuando un programa se perpetúa tanto tiempo no puedes decir que les están regalando nada. Pero esto es algo que he tenido que entender después, porque en ese momento yo era muy combativo con esa manera de hacer periodismo y lo suyo no me gustaba nada. Soy muy radical y creo que me equivoqué, que no tenía que haber sido tan talibán, aunque hay cosas que han hecho mal y que han hecho daño a la relación que hablábamos antes entre el jugador y los medios. La primera noche que llegaron, coincidimos en el comedor, nos dimos un abrazo y ya está, pero luego tuve movidas bastante serias con Quim Domènech, aunque ahora tenemos una relación muy buena. Al Pedrerol persona no lo conozco, solo he tratado con el profesional y en ese momento yo noté que había maniobras por detrás para ver qué cuota podía ganar. Me sentí atacado y me defendí, aunque me defendí con un palo y una piedra. Era una batalla perdida, pero ahora lo veo de un modo menos radical.
¿Cómo surgió esa relación con Griezmann y Courtois que te decide a dejar el periodismo?
Yo ya tenía una amistad muy grande con Mirotic y, cuando viene al Atleti en 2015, él ya es muy fan de la NBA y un día le cuentan que yo tengo un amigo jugando en los Bulls, que era Nico, y ahí se pone en contacto conmigo y se produce una conexión a partir de la cual ha venido todo después, una amistad que ha crecido hasta ser casi familia. Con Thibaut también hice una relación muy buena cuando él estaba en el Atleti. De hecho, en la previa de la final de Champions de Lisboa yo tuve juntos a Casillas y a Courtois, algo que ahora es inimaginable. Las relaciones fueron creciendo y, al final, decidí que trabajar con ellos era lo que quería hacer. Recuerdo que, por circunstancias de unos viajes, al último que le dije que me iba fue a Joserra y lo primero que me dijo fue: "¿Pero te vas por mí?". Me dio mucha ternura y, aunque le aseguré que no, volvió a llamarme un par de días después para preguntármelo otra vez.
Antes de irte de Onda Cero, fuiste la mente detrás de ‘La Decisión’, el documental en el que Griezmann acaba diciendo que no al Barça… producido por Gerard Piqué. ¿De verdad no sabíais cómo iba a acabar el asunto?
No teníamos ni idea. Todo está hecho con mucha inocencia y mucha inconsciencia, sin tener en cuenta qué dirán o qué puede pasar. Fue todo muy natural, pensamos que la gente iba a querer ver cómo un futbolista de élite toma una decisión así de verdad. Eso es lo más importante de esa historia, que es verdad, que todo lo que se ve ahí es real. Yo lo viví con mucha naturalidad y, también, con mucha tensión porque no sabíamos cómo iba a acabar la historia y sí que podía ser un problema para Piqué si, como pasó, Antoine decidía quedarse en el Atleti. De todos modos, esto lo ha explicado muy bien Gerard: hay un Piqué jugador y un Piqué empresario y el uno no condiciona al otro. Ya está. Él siempre ha tenido muy clara esta dicotomía y el que no lo ha entendido es porque no lo ha querido entender.
Al que sí perjudicó fue a Antoine, que fue un año más tarde al Barça y aún había gente muy dolida por el documental
Sinceramente, creo que todas estas cosas son mucho más naturales y menos conspiranoicas y tensas de lo que parece. Si alguien estaba molesto, se resolvió de una manera directa, tranquila y normal. No pasó nada. De verdad creo que fue un pelotazo y que cambió la forma de hacer comunicación en el fútbol español. Decían que lo habíamos copiado de LeBron James, pero es mentira porque lo que él hizo fue un programa en directo anunciando que se iba a Miami. Esto era otra historia. De hecho, la inspiración me la dio Derrick Rose, que estaba grabando una cosa con ‘The Players’ Tribune’ y, en mitad de la grabación, le llamó su agente y le comunicó que le traspasaban a los Knicks. Lo vimos y dijimos: "Esto es la hostia". Sigo pensando que lo fue y que se magnificaron una serie de problemas que no fueron tanto.
¿Cómo ves desde fuera el periodismo deportivo actual?
Está mal en el sentido de que a la gente ya no le interesa ir a perseguir historias. Va al consumo rápido, a la noticia anecdótica y hacer un mundo sobre ello. No hay un interés real en buscar el porqué de las cosas. ¿Por qué un jugador se comporta de una manera o de otra? No lo critico porque entiendo, y hablo de los programas de radio nocturna, que Manu [Carreño], Juanma [Castaño], Edu [Pidal] y Rocío [Martínez] hacen lo que el mercado de este momento demanda. Es que fui un absoluto trastornado porque me salí del mercado completamente. Me decían que tenía que ir a fiestas y a eventos porque no era un personaje EGM y yo no iba nada porque no me gustan los saraos ni el postureo, me siento incómodo y violento. El público ahora lo que quiere es debates con ruido y gente que diga una barbaridad y otro le grite que se calle. A mí no me gustaba eso. Me pasó tres veces en el programa y corté de raíz. Me salí del mercado completamente… y así me fue [risas]. Aunque me podía haber justificado con números porque hubo un momento en el que el EGM decía que éramos, de largo, el programa nocturno más seguido por los menores de 35. Joder, estábamos haciéndolo bien.
¿Aún te duele?
No, pero creo en lo que hacíamos. Buscábamos la historia, llegar a ese punto interior que la radio te ayuda por ecosistema a crear, un poco lo que se hace ahora con los podcasts, Era como crear minipodcasts dentro del programa y me encantaba hacer eso, pero no era lo que se buscaba en ese momento que ya estaban funcionando ‘Punto Pelota’ y, después, ‘El Chiringuito’ y los debates en las demás cadenas eran muy duros y con mucha más gente. No pasa nada, lo intentamos, lo disfrutamos y a otra cosa.
Vamos, que no vuelves.
No lo veo factible y ha podido pasar, porque he tenido ofertas, pero yo hablo con mis amigos y, joder, de verdad veo que la gente malvive en el periodismo. Siempre he sido un poco Robin Hood, nunca renegocié mi contrato pero sí el de la gente que trabajaba conmigo, y ahora lo veo desde fuera y es que hay gente que está consumiendo su vida por el sueño de hacer periodismo y la recompensa es casi inexistente. Además, ahora que estoy en el otro lado entiendo cosas que antes no entendía como que las noticias son sólo un eco, cuando se cuentan ya han pasado y suceden mil cosas de las que como periodistas haríamos un mundo y nadie sabe.
¿Te cuesta guardar esos secretos? ¿No te sale el colmillo del periodista ante la exclusiva?
No, para nada. He asumido muy bien mi rol y me siento muy cómodo en el segundo plano, sin tener que ser el que opinar de todo. Ahora soy Suiza, me llevo bien con todo el mundo, no tengo problemas con casi nadie y estoy en la gloria. Soy más feliz ahora que como periodista, esa es la verdad.